miércoles, abril 30, 2008

Memoria.


A veces tendría que morderme la lengua (y envenenarme con ella). No puedo evitarlo tengo la vena impulsiva. Desde que me embarqué en el tema familiar me he hecho varias promesas. Una de ellas: es no quejarme del dinero delante de mi hermana y de los niños. Pero hay ocasiones que no puedo evitarlo.

Hace un par de días en una de las visitas al hospital mi hermana, sentada frente a mí, me dijo en un tono leve, casi un susurro (como es habitual en enfermos de Parkinson): “¿Te estoy arruinando con mi divorcio y con mis hijos verdad?” Me dejó helado. Me sentí mal porque días atrás le comenté lo ajetreado que iba y lo apurado que íbamos en casa con el tema dinero.

Si algo malo tiene el Parkinson, aparte de lo jodido de la parte física de la enfermedad, es que quien la padece, sea en el grado que sea, es consciente de todo lo que pasa a su alrededor. Yo a menudo veo a mi hermana (o la simbolizo) como un cerebro sano encerrado en el cuerpo de una momia antigua. Es como esos cuentos fantásticos donde una bruja malvada y anciana engatusa con sus malas artes a la princesa de turno y suple su identidad aprisionando a la damisela en un cuerpo viejo y corrupto.

A su pregunta y tratando de quitarle importancia contesté: “No te preocupes. Ya saldré de ésta.” Si bien en ese momento capté que ella se quedaba tranquila días después, mientras estaba en el banco tratando de arreglar las cuentas recibo una llamada. Era ella desde el teléfono del hospital. “Richard, si tienes problemas económicos por favor no abandones a mis hijos.” Mi primera reacción fue sentirme molesto. ¿A santo de qué iba ella a pensar que yo iba a abandonar a los niños? “Qué cosas dices Carol, ¿me ves capaz a mí de hacer eso?” Ella contestó: “No, pero es que anoche soñé que venía “La Sargento de Hierro” a tu casa para llevárselos.” La trate de calmarla o por lo menos convencerle de que eso no podía ser posible a no ser que: primero los niños quisieran ir a vivir con su tía o alguna otra tía de parte paterna. Segundo: que cualquiera de sus familiares los reclamase por vía judicial. No olvidaba que yo estaba preocupado. Y con razón.

La otra cara de la moneda fue que el ultimo día que la visité me comenzó a refrescar la memoria con acontecimientos de diversa índole de nuestra niñez y también de la niñez de sus hijos. Su hija sobre todo. A veces tengo la sensación que les cuesta creer que mi hermana y yo fuimos niños o preadolescentes como ellos y hacíamos todo tipo de burradas ya fuesen de corte positivo como negativo. Es curioso cómo funciona el cerebro. Es una máquina que me fascina. El suyo pese a tener una parte rota aun es capaz de sacar a la luz acontecimientos que yo había olvidado y que nada más reactivarlos aparecían en mi mente, poco a poco, como diminutas barcas iluminando la lejanía.


martes, abril 29, 2008

NUEVA DIMENSION: Las Crónicas de las Paraciencias 1.

¡Quiero Creer!

No pensaba hablar de mi etapa paranormal. Por lo menos en estos momentos, pero la cosa ha surgido y aquí estoy dándole a las teclas e invocando viejos fantasmas que permanecían atrapados en el rincón más oscuro del ático. No es que no me avergüence de esa etapa. Lo más mínimo gracias a ella estoy donde estoy y puedo comprender algunas cosas que se escapan a veces de la percepción lógica. Creo en el más allá y no me avergüenzo de ello. En quien no creo es en la ristra de personajes que pululan por él, salvo contadas excepciones. En el periodo de tiempo comprendido entre finales de 1991 y finales de 1997 me vi embarcado en este mundo tan extraño y atractivo lleno de brujos y brujas (con delirios de grandeza), magos y magas (de pacotilla), sanadores (chuzos), videntes (ciegas), ufólogos (delirantes), parapsicólogos (manipuladores o incrédulos), cazadores de fantasmas (que con solo mirarse al espejo habría sido suficiente) y muchos más… No todos eran malos o de cartón piedra. Me he encontrado con honrosas excepciones a las que me he tenido que quitar (o comer) el sombrero en más de una ocasión.

He pensado que para contar esta historia no hace falta seguir una cronología específica, salvo para de vez en cuando explicar alguna anécdota o suceso concreto. Si os comento que mi entrada al mundo esotérico, y no digo rozarlo sino vivirlo, guarda relación un suceso que he ido narrando en este blog concretamente con REDENCIONES. Si esto fuese una serie de televisión las crónicas que voy a ir narrando formarían parte de un llamado Spin Off (una serie paralela donde personajes y acontecimientos se entrecruzan o guardan relación en sí).

Sí, entré de bruzes como el que llega a un lugar y tropieza con uno de los escalones. Fue gracias a una amiga de mi madre, loca con los temas paranormales que me comentó un buen día que había un sitio en Barcelona donde cada viernes hacían charlas sobre temas parapsicológicos. En aquellos días yo era un muerto viviente. No levantaba cabeza después de la desagradable experiencia sentimental en Cuba. Me encontraba como si me hubiese tragado un gran interrogante y éste me hubiese producido un empacho de órdago. Respuestas, buscaba respuestas.

Suelen decir que hay gente que entra en el mundo paranormal tras un enorme trauma ya sea físico como sentimental. Yo ya había rozado el tema paranormal en casa, por mis padres, grandes aficionados a la parapsicología y fenómenos del más allá. Tuve la suerte de no encontrarme con dos locos y crédulos que veían fantasmas por todas partes. En casa estos temas se habían tratado con mucho respeto. Por parte de la familia de mi madre había antecedentes paranormales ya que una de sus tías había practicado espiritismo y la cartomancia. Mi madre nunca se dedicó a ello pero tenía premoniciones con los sueños (ya lo conté hace poco en este blog) y en su última etapa de vida casi un año antes de morir se obsesionó con la escritura automática y con la lectura de libros de vida después de la muerte. Una vidente me dijo meses antes de la muerte de mi madre que alguien de mi familia se estaba preparando para su marcha. No me especificó que era ella, sólo remarcó y mucho que alguien se estaba preparando para irse. Recuerdo de pequeño sesiones de “Mesa Parlante” en casa (una especie de ouija pero colocando las manos sobre una mesa de madera hasta hacerla mover. Muy espectacular.) Por parte de mi padre se que su madre, mi abuela leía los posos del café y era muy buena rompiendo maleficios. Aquí como veis cada cual tenía su especialidad. Yo descubrí la mía. En realidad tres facultades: la adivinación, la percepción de energías y la habilidad para la hipnosis y realizar regresiones a supuestas vidas anteriores. Pero no me quiero adelantar.

Yo aterricé de bruces y tuve la suerte de hacerlo en un lugar bastante serio dentro de todo lo que existe por allí. Era un centro en Barcelona donde estudiaban paraciencias que creo que ya no existe. Acudía a las charlas cada semana, en ellas se hablaba de todo un poco y acudía tanta gente que era apenas imposible conseguir asiento. Allí tomé contacto con dos habituales Maria y Margarita, ambas se dedicaban al tarot, la numerología, la astrología y la escritura automática. Ellas no se dedicaban profesionalmente, simplemente les gustaba y a veces, utilizaban sus habilidades para practicar con las amigas o familiares. Como éramos asiduos comenzamos a charlar. Fue María quien me dijo que estaba psíquicamente muerto. Y realmente lo estaba. Vamos, yo me sentía así. Les conté mi historia. Lo que Maika me había contado que sucedería durante y después del viaje, de cómo me ayudó a remontar un poco después del descalabro. Y como también me había parado los pies para no obsesionarme por el tema de conocer constantemente el futuro.

Yo por aquel entonces me había vuelto a interesar la cartomancia. La había practicado desde los 9 años con unas cartas del Tarot que habían comprado mis padres (y que aún conservo) y que fueron mis compañeras a lo largo de mucho tiempo (hasta que las jubilé ya que me lo pedían a gritos las pobres) Cuando estudiaba Bellas Artes también había hecho servicio de ellas en los ratos muertos (y no tan muertos) entre clase y clase en un bar cerca del la Plaça Verónica donde nos reuníamos cada día todos los compañeros.

Así pues comencé a intercambiar información con ellas. Me enseñaron numerología (me gustó bastante) y algo de astrología (no hubo forma de aprenderla, salvo ligeras nociones) y a cambio les ayudé a descifrar algunos de los numerosos mensajes que recibían por escritura automática, sobre todo los que recibía María. Ésta solía comunicarse con unos seres llamados “Los Momiables” y a veces con otros llamados “Los Oblicuos” ambos grupos de entidades les dejaban mensajes angustiosos, como llamadas de socorro y eran con ella de un servicial espeluznante. La pobre María iba siempre desconcertada. Imaginaos a la típica ama de casa con un grave problema de visión y con una salud que parecía haberla comprado de los últimos días de rebaja (Siempre estaba enferma y siempre aquejada con graves problemas) tratando de averiguar qué puñetas querían esos seres de ella. Aunque lo que más le preocupaba era si eran malignos o benignos. Al final lo averiguó pero eso ya os lo contaré en otro post.

Mientras intercambiábamos opiniones íbamos a las reuniones y conocimos a gente muy interesante. A mí me servía para olvidarme, por lo menos de lo que me había sucedido, y por otro lado para comenzar a comprenderme. Saber que había algo más allá de lo tangible. Comencé a creer. Sobre todo a creer en mí mismo y a no olvidarme que tenia alma y que quizás lo que me había ocurrido, el motivo por el cual estaba allí en esos momentos era por algo mucho más concreto. Una pieza más del complicado puzzle del destino.

Por cierto mientras escribía este post se me acaba de abrir la ventada de sopetón, brusca y violentamente. Me ha sorprendido. No me lo esperaba. ¿Algo o alguien no quiere que cuente según qué cosas tal vez?




lunes, abril 28, 2008

Frase de la semana: Dribleo.

-¡A ver cuando me das nietos!

- Bastante tiene la humanidad conmigo para tener que perpetuar mis genes.

Miguel a su madre cuando ésta, pensando que era heterosexual, le pedía insistentemente que le brindase descendencia.

domingo, abril 27, 2008

Próximamente en FIAT LUX:

“Estamos a punto de abrir una puerta con la llave de la imaginación. Tras ella encontraremos otra dimensión, una dimensión de sonido, de visión, una dimensión de la mente. Estamos a punto de entrar en un mundo distinto de sueños de ideas. Estamos a punto de entrar en... LA DIMENSION DES... Perdón quise decir NUEVA DIMENSION: Las crónicas de las paraciencias.”



sábado, abril 26, 2008

No soy Superman.

Soy un ser humano con defectos y alguna que otra virtud. Yo nunca he buscado esto que me está pasando pero al final se ha convertido en mi lucha, casi en mi único objetivo. También se marcado en el apartado de tareas diarias recoger los pedacitos rotos de una familia y reconstruir un nuevo núcleo familiar. Insisto, no sé si todo esto está impuesto o son cosas de la puñetera casualidad. En cualquier caso siento que me está transformando en otra persona, un personaje nuevo diferente para mí y al que no tenía el gusto de conocer. Pero por otro lado siento que va usurpando mi antigua personalidad, como una nueva piel que crece sobre una herida y me guste o no me he de ir acostumbrando a él.

A veces siento que se me ha impuesto una especie de guión con risas y llantos enlatados. Es como una tarea mal acabada y ahora llega la hora de la recuperación. Debe ser cosa de las leyes del Karma. Llevo con el tema de mi hermana y los niños más de un año y medio. Aquellos recién llegados pueden ir repasando nuestras andaduras a lo largo y ancho de este blog que en ocasiones resulta como la mezcla de un cuento Kafkiano y algo surgido de la retorcida mente de Stephen King. Sacando conclusiones positivas es que todo esta voragine me ha endurecido, pero de la misma forma también me he agotado. Mi único apoyo ahora es el de mi pareja y también el de mis amigos. Es mucho, pero cuando pienso en la familia, mi familia, se me cae el alma a los pies y me entra mucha tristeza. No pido que nos resuelvan la vida pero sí que se preocupen por nosotros, en todo caso por mi hermana y los niños. Pero sólo encuentro silencio. Bueno estos al menos no joden la marrana como la ex familia política de mi hermana...

Tengo casi 41 años y reconozco que a veces me siento viejo, las canas me lo recuerdan. Cada vez tengo más, suerte de tener el pelo claro. Tampoco me molestan. Cada minuto que pasa estoy muy seguro de que no he de rendirme, merece la pena la lucha, ya lo he dicho un millón de veces.

Aun así de haberse resuelto las cosas de forma mucho más tranquilas y ordenadas de lo que yo me esperaba sigo sin quitarme de la cabeza el calvario que ha pasado mi hermana y los niños mientras vivieron junto ese malnacido. Los gritos, los insultos, los golpes, las amenazas, la influencia de sus cuñadas incitándole a golpearla a ella y a los críos... Cuando miro la parte que me corresponde me quejo y a veces sin motivo. Lo que han vivido ellos no tienen ni punto de comparación con lo que he vivido yo. Yo me incorporé a su infierno en los últimos días, ellos ya lo estaba pasando mals desde hace años.

No, no soy un superhéroe. Tengo sentimientos y emociones. No soy de lágrima fácil pero últimamente he llorado mucho, muchas veces a solas. Muchas veces escribiendo algunos post en este blog. No me averguenzo ni me atormento por ello. Este blog es para mí varias cosas muy importantes: la primera es que es una especie de terapia. Me ha servido de descarga en los peores momentos, sobre todo en los que no veía la luz al final del túnel. Otra cosa importante es que he dejado una especie de legado para mis sobrinos y sus descendientes, no tengo dinero para darles en herencia, si un día falto sólo tengo estas palabras escritas y espero que sepan reconocer y darse cuenta de como luchamos por sacarlos del atolladero mientras otros les inyectaban veneno respecto a mí. También este blog me ha servido para sentirme acompañado y para que aquellos que han vivido una situación semejante a la nuestra sepan que no hay que rendirse, que por un lado hay que luchar por superar una enfermedad tan cruel como el Parkinson y la otra es que si se está viviendo una injusticia hay que denunciarla y luchar con todas tus fuerzas por salir adelante. Que la verdad salga a flote no permitiendo que nada ni nadie la esconda dentro de un oscuro baul en el fondo del océano.

El tiempo pone las cosas en su sitio. Eso es una verdad como un templo. Mucho vender motos de padre perfecto y cariñoso a las Asistentes Sociales, mucho ponerme a mí de malo de la película y al final esconder la cabeza bajo el ala tratando de justificar porque sus hijos tuvieron que huir de su casa para venirse a vivir conmigo, alguien a quien supuestamente él y su hermanas decían que los niños temían y odiaban. Lo siento, el tiempo me ha demostrado que no hay que creer en Asistentas Sociales ni en el EAIA. No protegen a los niños sino a los maltratadores. No se creían su terror, ni la tortura diaria que tenían que vivir a diario compartiendo techo con un maltratador. No os podéis imaginar lo mal que lo pasaba cada vez que los niños me llamaban a casa llornado desconsolados pidiéndome socorro.

No, no soy Superman, ya me hubiera gustado serlo en más de una ocasión. La lucha no ha terminado aun, quedan muchas cosas que hacer como también por decir. Menos mal que existe este blog que me permite hacerlo a diario y dejar constancia de ello.

viernes, abril 25, 2008

Rosas.

Ayer fuimos los niños y yo a ver a su madre. Mi sobrino le llevaba una rosa. En el coche Laura me comentó que estaba apenada. No habían elegido su carta de amor, es más su profesor le había dicho que era demasiado corta pero que le daba un 5. Estaba frustrada. Le dije que no se preocupase que había mucha gente que ya la había leído y que les gustaba mucho. Se animó un poco. Pero aun y así la notaba muy apagada.

Llegamos al hospital "Duran i Reynals". Subimos a la planta 7 donde se encuentra psiquiatría. Picamos a la puerta de seguridad. No nos abrían. Vi a mi hermana acercarse a la puerta, con su pijama manchado (cuando come su puré y por culpa de los temblores acaba llena de salpicaduras), su botella de agua con su cañita para no ahogarse al tragar y algo que no puede apreciar y que escondía como un pequeño tesoro. Apareció tras de ella una enfermera. Una tipa que se me atravesó desde el primer día. Muy meticosa, puñetitas y siempre con la queja detrás de la boca. Nos abrió la puerta. Mi hermana salió a abrazar a sus hijos. Se pone muy feliz cuando los ve, llora, los abraza y los llena de besos sonoros. Cuando nos la vamos a llevar a la salita donde nos reunimos, lejos del aquel lugar tan lleno de locura veo asomarse una cabeza. Es la enfermera. “Oye te recuerdo que las visitas son hasta las seis, ya es tarde.” Me replica bajo un dulce acento sudamericano. Pero todo son apariencias. No hay nada de dulzura en sus palabras. Yo la miro, como cuando suelo mirar a alguien cabreado. Le digo: “He tenido que ir a buscar a sus hijos al colegio y entre eso y que estamos un poco alejados no puedo llegar pronto.” La mujer me mira con ganas de decirme algo más en plan recriminatorio. Pero tras ver mis ojos como que se echa para atrás. Prefiere no discutir conmigo. Yo si de caso espero unos segundo a que lo hiciese. Más le valía que no se atreviese evitar que mi hermana pudiese ver a sus hijos. Después de esa se le iban a quitar las ganas de verme o encontrarme en el pasillo del hospital. Mi mente ya tenía preparada una buena reprimenda para ella. Ganas tenía de ello. No era el primer encontronazo que tenia con ella.

Ya, tiempo atrás me dio la murga con que me llevase toda la ropa de mi hermana. Cada día que iba la misma cantinela. Y en el fondo no es que le molestase. Yo había preguntado a otras enfermeras sobre el tema y me dijeron que no me preocupase que no había necesidad de llevarse la ropa de momento. Pero a esta parecía afectarle. Tanto me dio por saco que al final, bajo muto acuerdo con mi hermana, le dije que tirase la ropa. Que si le molestaba que se encargase ella de deshacerse de la dichosa bolsa. Yo ya tenía suficientes problemas como preocuparme por ello. En otra ocasión me dio la tabarra con el desodorante que le había llevado a mi hermana. Esta vez le recriminé por no me había especificado que tipo de desodorante podía entrar en el recinto.

Cerró la puerta. Nos dejó solos en el pasillo. Fuimos renqueando hasta la salita de visitas y nos sentamos como hacemos cada vez que vamos a hablar un rato. Mi sobrino le dio la rosa a su madre. Ella se puso muy contenta. Sacó la mano del bolsillo y le entrego a mi sobrina una rosa muy especial. La había hecho ella con papel rojo y alambre en el taller de actividades en el hospital. Recordé como el año anterior le ayudé a hacer rosas de papel. Como le costaba hacerlas, como el papel se le escapaba de las manos que no paraban de temblar. Había mucho esfuerzo y mucho amor en ese pequeño detalle. La niña sonrió, todas las penas se le fueron al instante. Le gustó mucho. Se la miraba y la tocaba con delicadeza y ternura. Aquel detalle de su madre le había impresionado. Mi hermana se la miraba con los ojos llorosos. Sé que por un lado estaba feliz de que a su hija le hubiera gustado su regalo. Pero por otro lado estaba triste de no poder disfrutar de ella como lo deseaba.

Hace tiempo que veo observando un cambio entre la relación de la niña con su madre. Del desprecio y asco (mucho veneno tenía en la sangre inyectado por sus queridas tías) ha pasado a ser su pequeño bastón en los cortos recorridos desde la salita a la puerta del pabellón. Ahora andan juntas, cogidas del brazo. Las dos igual de altas. Ayer iban delante nuestro cada una con su rosa. Felices como madre e hija. Me acordé mucho de mi madre cuando las vi caminar así. Desee que desde donde estuviera las pudiera contemplar y sentirse orgullosa de ellas.

God Bless America! Episode 8: Bye Bye LA

Cosas que hacer en Los Ángeles antes de partir.

El último día en los EEUU se presentaba duro. Había poco tiempo y muchas cosas que hacer. Por un lado José y Los “Hobbits” querían ir en busca de nuevas tiendas de Comics y de paso echar otro vistazo a la tienda de guitarras que visitamos el día anterior. El resto nos apetecía echar un vistazo rápido a la ciudad, buscar alguna tienda de libros y DVD, comprar algo y de paso volver al hotel para recoger las maletas y llegar al aeropuerto lo antes posible y así pillar el avión sin tener que hacer cola. Ante tal premisa me alegré mucho de irme pronto a la cama pero…


Lo que el sueño se llevó.

Muchas veces me he perdido cosas por culpa del sueño y es que, cuando me entran ganas de dormir no puedo parar hasta que caigo rendido. Es inevitable. Además en esta ocasión y viendo lo que se avecinaba al día siguiente mis sufridos pies me pedían a gritos un descanso. Pero mira por donde, ante lo que descubrí esa misma mañana en boca del amigo Manolo me lamenté mucho de no haber dejado los dos pies en remojo en la super ducha y el sueño aparcado en la mullida cama y aunque hubiera hecho falta haberme arrastrado hacia la… Un momento, no voy a adelantarme todavía. Aun he de rebobinar hasta media hora antes de mi encuentro con Manolo, porque tengo otra cosa que contaros.


Sí, por culpa de mi sueño me perdí algo pero por lo menos al despertarme recuperé uno de mis sueños pendientes nada más llegar a la ciudad y curiosamente sin salir siquiera de la habitación. No sé, pienso que ese día los hados se debieron compadecer conmigo o no tenían a nadie más a quien premiar ya que me concedieron el mismo deseo en dos ocasiones. Igual si hubiera estado en Las Vegas a lo mejor había arrasado jugando a la Ruleta, al Bacarrá o a la máquina de tragaperras esa gigante que te puede tocar muchocientos dólares y un megacoche que chupa toda la reserva de petróleo del mundo mundial con tan solo ponerlo en marcha...

Fue dentro de un absurdo. No me lo esperaba ni lo estaba buscando. Tampoco imaginaba que podía estar allí, tan relativamente cerca. Pues bien, tras despertar, ponerme las gafas, encender la tele, levantarme, desperezarme y mear me acerqué hacia el bonito ventanal cuadriculado de la ventana de mi habitación simplemente para mirar un poco el paisaje y comprobar que tal se presentaba el día. Pues bien, el día estaba despejado, muy despejado, perfecto, más que días anteriores y sobre todo muy soleado. Me di cuenta de que la causa de ese brillo tan espectacular era que todavía no había señales de contaminación. Ésta estaría durmiendo la mona, o perdida por alguna otra ciudad o igual en un arrebato se la habían comido los “Homeless”. Mientras bostezaba y me rascaba la barriga fui admirando el paisaje: palmeras, casitas, carretera, el colegio judío, el Blockbuster y la tienda de la Fortune Teller (vidente) con las luces apagadas y el cerrojo echado, montaña, casitas en la montaña, una H, una O, una L, otra L, una Y, una W… ¡Huy¡ Me acerco un poco al cristal. Casi al final del marco de la ventana veo una especie de diminuto manchurrón blanco con forma de letras. ¡Eso no estaba ayer aquí!… ¡No puede ser! ¡Me cago en…¡ARGSSSSSSSSSSSSSSSSS ¡Por fin! ¡Ahí esta! ¡El puto cartel de HOLLYWOOD al completo! ¡Lo había tenido en todo memento casi frente a mí y por culpa de la mierda de contaminación no me había podido percatar de elloooooo!


Pues sí, he de decir que me emocioné mucho. Casi lloro, en serio. Aquello se había vuelto tan frustrante que me costaba creerlo. No quería sentirme como ese típico turista accidental que va a Londres y no ve el Big Ben o a Paris y por mucho que otee el horizonte no consiga ver ni la punta de la Torre Eiffel. Me quedé mirando el cartelito de marras un buen rato, casi dando saltitos de alegría. Hasta le hice fotos y todo (por cierto eso me recuerda que he de rescatar la tarjeta de memoria de la cámara del interior de la carcasa del televisor ya que la metí por la ranura equivocada…) Me duche más feliz que una perdiz. Recogí los trastos de la habitación, preparé la maleta y bajé al Hall del hotel.

Nada más salir del ascensor me encontré con Manolo. Le comenté lo del cartel. Me dio la enhorabuena. Estaba esperando a Juan. Habían quedado para ir a desayunar al “Bervely Hills Center Mall” junto al hotel. Esperamos un poco. Él se había quedado sin batería en el móvil. Me pidió a ver si le podía prestar el adaptador para cargarlo. Como Juan no venía decidimos aventurarnos y acercarnos al centro comercial no fuese que estuviera ya allí. Así que nos fuimos para allá. Fue durante el camino, cruzando la calle cuando lamenté haberme ido a dormir tan pronto la noche anterior y no haberme quedado un poco más en la superfiesta de Kerrie con Los” Hobbits”.

En primer lugar me enteré que la velada no terminó en el bar del hotel. Por lo menos para todos los allí reunidos. Después de beber un buen rato más Kerrie y el periodista alemán se fueron a dormir o a cualquier otra cosa que se pueda hacer sobre la superficie de una cama, no hago especificación al respecto porque no lo sé así que lo dejo a vuestra propia imaginación. Los “Hobbits”, frustrados por su poco sex appeal y mas salidos que “Alfredo Landa” en cualquiera de sus películas, decidieron tratar de apagar su fuego interno en el “Star Strip Theatre” un tugurio de alterne situado justo en frente al Blockbuster y en donde chicas ligeras de ropa bailaban como torpes autómatas por un puñado de dólares. Juan y Manolo los acompañaron. Manolo se arrepintió. “Esas chicas me dieron mucha pena”. Me confesó. “Ese sitio es un antro lúgubre y sucio. Las chicas parecían perritos encerrados en una perrera en busca de alguien que las sacase de allí. Me las hubiera llevado a todas. Era muy triste, tendrías que ver la clientela... Menudo zoo. Había un tipo desagradable, al fondo de la sala que iba acompañado de una japonesa diminuta. Él tío le susurraba cosas al oído. Como para darle órdenes. La Japonesa se levantaba, acercaba a las chicas y les metía billetes dentro de en la ropa interior, luego volvía con el hombre a la espera de nuevas instrucciones.” “¿Cuanto os soplaron por entrar?” Le pregunté mientras subíamos por las interminables escaleras mecánicas. “20 dólares.” Me dijo. “¿Por lo menos entraría la consumición?” “Si, una mierda de refresco. El alcohol se pagaba a parte y a precio de oro.”

Desde luego se le veía en los ojos que no le había gustado nada ese lugar. No paraba de repetirme la tristeza que sintió por esas pobres chicas. Yo imaginaba unos cuerpos nada que ver con las imponentes féminas que anunciaban los carteles de la entrada. “Bueno ¿pero por lo menos al final éstos mojarían?” Le pregunté bromeando y refiriéndome a nuestros diminutos compañeros. “No, nada. Salieron muy cabreados. Hubo un momento estampida en que las chicas salieron a buscar clientes para “otro” tipo de espectáculo pero te puedo asegurar que pasaron olímpicamente de nuestro grupo. Parecía como no existiéramos”.

Yo trataba de imaginárme a los “Hobbits” poniéndose casi de pie a levantando el dedo histéricos diciendo todo el rato: “ Yo, yo, yo. A miiii a miii…” como los típicos niños sabihondos del colegio cuando el profesor suelta una pregunta jugosa al azar. “Ni pagando los querían.” Me añadió. Me reí y por un momento me lamenté y mucho de no haber estado allí para poder verlo. Hubieran pagado los 20 dólares con muchísimo gusto con tal de verlo.

Dentro del “Mall” no encontramos a Juan. Pero si al resto del grupo babeando en el interior de una Apple Store. Manolo y yo desayunamos en una cafetería situada en el centro de una plazoleta cubierta. Pastel de canela, café, bollería y zumo. Me fijé que aquello aparentaba mucho centro comercial pero la variedad brillaba por su ausencia. Casi todas las tiendas eran de lo mismo: ropa y muebles. Sólo destacaba una pequeña tienda de animales y la de Apple. Mientras desayunábamos hablamos un poco de trabajo, también temas relacionados con la familia como la custodia de mis sobrinos y la terrorífica historia del calvario vivido por mi hermana. También hablamos de cosas más banales. Sobre todo temas relacionados con juegos de tablero (eurogames) donde le asesoré varios títulos muy lejanos al clásico Monopoly o a cualquier Trivial en sus múltiples (y aburridas) variaciones.

Decidimos regresar al hotel. Cabía la posibilidad de encontrarnos con Juan en el Hall. No hizo falta llegar a nuestro destino. Lo encontramos subiendo las escaleras mecánicas. Aprovechando que él se fue a desayunar Manolo y yo fuimos a buscar el equipaje y de paso a prestarle el conector de corriente americano que me entregaron en el hotel por lo menos para recargar por unos breves instantes la batería de su teléfono.

Tu a Mordor y yo a Minas Tirith.

Ya he comentado lo pésimo que es el servicio de taxis de Los Ángeles. Pues bien el colmo lo vivimos cuando decidimos ir de compras por la ciudad. El encargado de buscarnos transporte del Hotel, un tipo latino, de unos cincuenta años, delgado, con un rostro pétreo de rasgos afilados nos comentó que existía un “Virgin Center” en el mismo Sunset Boulevar. Nos alegró la mañana, aunque sólo que por un instante…

De un silbido llamó a dos taxis que esperaban al otro lado de la acera, frente al centro comercial. En un taxi nos subimos Juan, Manolo, José y yo y en el otro el resto de la Comunidad del Anillo. El taxista era un tipo mayor de origen Ucraniano que apenas hablaba correctamente el inglés.

Nuestro vehículo iba a la cabeza. En un momento dado perdimos de vista el coche de los “Hobbits”. Subimos y bajamos varias avenidas y cuando casualmente llega a la altura del puto restaurante donde no nos atendieron como dios manda el tipo nos dice: “El sitio que buscáis está detrás de esta calle. Yo os dejo aquí porque no puedo parar frente a la puerta”. Nosotros accedemos. Pagamos 27 dólares y nos apeamos. Comenzamos a dar vueltas por la manzana. Allí no hay señal de ningún “Virgin Store”. Vamos ni siquiera una mísera tienda de nada. Damos varias vueltas más. Nada de nada. Nos quedamos perplejos. José llama a los “Hobbits”. A ellos les ha pasado lo mismo aunque su taxista les ha dejado a 4000 números de donde nosotros nos encontrábamos. Flipamos en colores. ¡No sólo no nos ha llevado a donde le habíamos pedido sino que nos habían tangado 27 dólares!

Como los “Hobbits” se encuentran muy cerca de la tienda de guitarras y la triste tienda comics “MeltDown” decidimos acercarnos a donde ellos se encuentran. Andado. ¡Los 4000 números! No queremos pillar más taxis de los que sean necesarios, no fuese que al final acabásemos en la otra punta de la ciudad.

Después de una larga caminata nos reunimos con nuestros compañeros. Comentamos la jugada. No tenía ni pizca de gracia. Pero ninguna. Preferimos no remover más el asunto. Quedan unas tres horas de ocio antes de regresar al hotel. Entonces nos dividimos. Raúl se mete en su tienda favorita a comprarse más pedales para su guitarra, José y los otros dos “Hobbits” se van a la tienda de comics y Juan, Manolo y yo nos damos una vuelta por el museo de la música (es un decir) situado junto al “Guitar Center”. Cuando nos aburrimos nos vamos a la tienda de comics. Allí de nuevo, todos juntos, decidimos volver a separarnos. José y los “Hobbits” por un lado y Juan manolo y yo por otro. Nos ponemos de meta llegar a las 13 horas al Hotel, rescatar las maletas de la consigna e irnos al aeropuerto cagando leches.

El mundo está loco, loco, loco, loco...

Antes de separarnos nos encontramos con una escena salida de “28 Semanas Después”. En la acera de enfrente vemos a un tipo correr enloquecido. Grita y aúlla como un perro, a veces suelta frases aparentemente coherentes. Está como poseído, corre de un lado a otro de la acera golpeando a enemigos invisibles en el aire. Suerte que no pasa nadie a su alrededor. Al no encontrar carnaza se lía a bofetadas con una pequeña palmera. La agarra con furia y la menea hasta la extenuación. El tipo chilla y grita mientras se contorsiona, luego sale corriendo dando como manotazos a cientos de enjabres de avispas invisibles. Me fijo que en suelo: Yacen más de una docena de hojas de palmera. Me entra un escalofrío. No me imagino que hubiera pasado si de repente se hubiese encontrado a alguien, un niño, en su camino.


In n´Out: Las mejores Hamburguesas del mundo.

Andamos. Para variar. Casi sin rumbo fijo. Se habla de ir un momento al “Teatro Chino” y a “Hollywood Boulevard” para hacer unas fotos. Nos dirigimos no muy decididos hacia allí. A medio camino aparece ante nuestros ojos una tienda de DVD de segunda mano. Suenan coros celestiales. Es como ver un oasis en mitad del desierto... Menos para mis tripas. De golpe y porrazo comienzo a sentir un retortijón, el puto pastel de canela parece que tiene ingrediente sorpresa o por lo menos efectos secundarios. Sí, me cago por momentos. Aguanto, sólo por ver que tesoros podemos encontrar a precios irrisorios en aquella monumental tienda (cochambrosa de aspecto por cierto). Pero no aguanto ni cinco minutos. Necesito un baño ¡ya! Eso o unos pañales de esos para abuelos. Me acuerdo de la película “Trainspotting”, donde Ewan McGregor tras un golpe de tripas buscas un WC desesperadamente, él se lo imagina limpio y reluciente, con papel de seda fina y olor a lavanda. A mí me da igual si llego a tener el asqueroso y maloliente WC que aparece al final en la película frente a mí hubiera hombre más feliz del universo. Me cago en mis tripas (valga la redundancia) Una tienda decente que encuentro y me entra en jodido apretón. Salimos de allí pitando. Manolo comenta de haber visto un In n´Out cerca. Corremos hacia allí. El sitio es el típico restaurante de comida rápida especializado en jugosas hamburguesas y propenso a recibir la visita inesperada de un psicópata con una escopeta en mano. A mí me importa un puto bledo. Yo sólo quiero cagar. En eso me viene a la mente una noche que subí a la montaña de Montserrat con dos esperpentos humanos que iban las 24 horas de místicos para ver pasar el cometa Hale Bopp. Recuerdo estar mirando el cielo contemplando la mancha blancuzca en el cielo. El tipo inspirado por su propia gilipollez se me pone a filosofar en plan dramático sobre la insignificancia de nuestras vidas ante la grandeza de ese pedazo de roca y hielo que surca el espacio bla, bla, bla y bla… Cuando termina su estúpida cháchara baja la mirada y me pregunta: “¿Qué piensas? ” Yo recuerdo haberle contestado: “Que me estoy cagando” Me salió del alma porque realmente, en ese momento tan esotérico, me estaba yendo por la pata abajo. Creo que a partir de ese día fue cuando me empezó a odiar…


Pues bien entro en el recinto, sorteo la cola y me meto en el baño, de los paralíticos. Paso de buscar otro. El alivio no tarda en llegar. Estoy seguro que si eso hubiese sido una yincana y la prueba hubiera sido encontrar un WC en tiempo record seguro que habríamos ganado el primer premio por goleada. Que os voy a contar, a mí ya me daba igual, ya podría haber entrado el “esquizo” y liarse a tiros con su escopeta recortada(haciendo bailar en el aire cientos de panecillos con pepitas de sésamo) que yo me hubiese hasta muerto feliz. O igual hubiera salido del baño y me hubiera encontrado con la masacre el percal más descansado que la bella durmiente del bosque.

Pero no fue así. Salí y me encontré a Juan y Manolo haciendo cola. Les había entrado “gusa”. Manolo nos contó que un amigo suyo, que vivió una temporada en los EEUU, había trabajado en esa cadena de hamburgueserías y que todos los productos eran 100% frescos y muy sanos. El pan, las patatas (que por cierto te las pelaban y cortan delante de tus narices) e incluso la carne que no eran congelados.

Así que ante tal premisa me animé y pedí también. Me gusta mucho la comida basura. Aunque no para comer todos los días pero reconozco que no le hago ascos. He de decir que entre todas las comidas basuras que he probado esa era la mejor de todas. Se notaba que todo era fresco, sobre todo el sabor de la hamburguesa y la textura de las patatas. Era como una hamburguesa hecha en casa casi a tu gusto. Deliciosa. En serio, insisto: la mejor comida basura que he probado en mucho tiempo.


De Sunset Boulevard a Melrose.

Justo al salir del establecimiento y pedirle a Juan que nos hiciera una foro frente al mismo, nos llama José. Es hora de volver al hotel. El tema ahora es encontrar un taxi y que éste nos lleve correctamente a nuestro destino. Caminamos otro buen rato. A lo largo de Sunset Boulevard. Vimos muchos vehículos pero taxis ninguno. También vimos Homeless (para variar) y justo en la intersección de una avenida, sobre la montaña de nuevo el cartel de Hollywood. “Dos veces en un mismo día, hoy es tu día de suerte” pienso. Pero no hay suerte con los taxis. Llegamos a la altura del edificio de la CNN. Hay una gigantesca manifestación contra la guerra de Irak y la (nefasta) política de Mr Bush. Hay coches de policía, policía, caballos con policías, mucha gente pero ni rastro de taxis. Decidimos bajar hacia Melrose. Las calles me son familiares. Algunos me suenan como escenarios de algunos episodios de 24. Tengo la sensación de que en cualquier momento va a aparecer “Jack Bauer”, pistola en mano acercándose sigilosamente hacia el patio trasero de una de las casitas que nos vamos cruzando. Como le sucede a él en la serie nuestro tiempo también apremia. Me parece escuchar por unos instantes el sonidito del reloj digital en Dolby Surround. Imaginaciones mías. De repente baja un taxi a toda pastilla. No sabemos si está libre u ocupado. Qué más da. Pasa de largo. Continuamos bajado. Las casas dejan paso a talleres y almacenes de chatarra. No hay más remedio que intentar pillar transporte en Melrose.

Nada más llegar a la calle aparece un taxi. Corremos por la acera como locos (o como Jack Bauer persiguiendo a un villano de turno). Alcanzamos el vehículo. Respiramos tranquilos.

Llegamos al hotel. El latino de rostro afilado nos pregunta que tal han ido las compras. Le contamos la odisea. Nos pide disculpas y nos comenta que la mayoría de taxistas ucranianos de la ciudad son unos impresentables. “Si no saben dónde está el sitio te llevan igual. La cuestión es cobrar y salir huyendo.”

Cuidado con decir la palabra mágica.

Llegamos al aeropuerto a tiempo. Por lo menos los taxistas no eran de los países del este pero si corredores de rally por lo menos. Me marcho acordándome de lo que me han sableado el hotel con la llamada a casa (54 dólares por 3 míseros minutos… También me acuerdo de Amena por haberme cortado la conexión y dejarme casi aislado con el resto del mundo.)

Entramos en la sala de embarque. Hay colas por todos lados y muy poco personal atendiendo. Eso me recuerda al día que llegamos. Nos ponemos en la fila correspondiente a “British Airways” No le quitamos el ojo a un tipejo alemán joven que disimulando que habla y habla por teléfono trata colarse. El tipo no suelta el aparato de su oreja. Trata de colarse. Lo dribleamos, lo mismo que la pareja de pasajeros detrás nuestro. Él tipo a lo tonto a lo tonto pretende quitarse de encima media hora de espera.

Una hora más tarde de espera nos toca el turno de hacer “Check In”. La azafata de tierra va pasando uno por uno los pasaportes y de paso quitando el papelito verde de aduanas enganchado a él. Cuando le toca pasar el pasaporte de Manolo éste se engancha de la cinta lectora y se hace trizas ante nuestros ojos. Manolo no sabe cómo ponerse. La chica, oriental y muy mona está que se quiere teletransportar como si fuese cualquiera de los personajes de Star Trek. Trata de arreglar el entuerto con cinta adhesiva. El resultado: el pasaporte queda hecho un higo. Ella no hace más que sonreír estúpidamente.

Hay prisas así que decidimos dejar de lado el incidente y tratar de huir de allí. Pasamos a otra cola consistente en depositar las maletas sobre una cinta transportadora que las va conduciendo a una aparatosa máquina de Rayos X que por su apariencia debe soltar más radiación que la que un día se escapó de Chernóbil. Nos toca superar la última cola. La más engorrosa. Si esa que te has de quedar medio desnudo para ver si eres un terrorista en potencia. Vemos unos carteles donde advierten que está prohibido mencionar, ni siquiera de broma la palabra Bomba. Uno de los “Hobbits” haciéndose el gracioso pregunta casi en voz alta si se puede decir pistola. Nosotros nos apartamos rápidamente de su lado.

El aeropuerto más aburrido del mundo.

Damas y caballeros, el aeropuerto del LAX es la cosa más horrenda y mal diseñada del todo el planeta. Sobre todo en lo que hace referencia a comercios libres de impuestos. Si alguna vez tenéis que ir a ese horrible lugar os aconsejo que compréis algo antes de embarcar porque si pretendéis quemar los últimos dólares que os quedan en el bolsillo, como no los utilicéis para sonaros los mocos o limpiaros el trasero no vais a conseguir absolutamente nada. Es tan minimalista, gris y feo que hasta cuesta ver la comodidad de los bancos de la sala de embarque. Suerte que nosotros no tuvimos que perder mucho el tiempo esperando. En media hora ya estábamos todos subidos al avión y éste recogiendo el tren de aterrizaje.


No, no es una nevera con alas es un avión de British Airways

Tuvimos bastante suerte a la hora de asignarnos asiento. A Juan y mí nos tocó sentarnos juntos en las últimas butacas de la fila derecha del avión. A mí al lado de la ventanilla. Una pena porque atravesaríamos EEUU en plena noche. El resto de compañeros estaba muy cerca de nosotros a excepción de Manolo que lo habían enviado a lado puesto. No hubo mucha charla. El cansancio había ganado protagonismo y una hora después de despertar los “Hobbits” roncaban a pierna suelta.

La ventaja de sentarse al final del avión es que casi puedes ir al baño sin levantarte de la butaca. El inconveniente es que al final oyes los pedos o el chorro de pis de la mitad trasera del avión. Después de cenar las azafatas nos piden que cerremos las cortinillas de la ventana. Es hora de echarse un sueño. No es mala idea. Desenvuelvo la manta. Comienza a hacer frio. Mucho frio. ¿Alguien se ha dejado la puerta abierta mientras sobrevolamos de nuevo el Polo Norte? Me acurruco en mi butaca tratando de buscar la comodidad. No hay forma. Pero prefiero quedarme quieto a tener que sufrir hipotermia por asomar la cabeza un solo instante. Oigo estornudos en varias ocasiones. Me siento como un muslito de pollo ultracongelado. ¡Viva la crionización!


Wellcome Europe y despedida y cierre.

Llegamos a Hadwick a tiempo de correr por los pasillos y perdernos durante un rato por la tiendas de la sala de embarque. Compro caramelos chocolatinas y un refresco. Miramos el panel de salidas. En eso Manolo y Juan desaparecen. Nadie sabe dónde están. De repente el panel de control avisa que mi vuelo a Barcelona sale por la puerta 35. Rápidamente me despido de José y de los “Hobbits”. Como sucedió ya en el viaje a Londres (que tuve que salir corriendo como Buster Keaton tras el tren que iba al aeropuerto) no puedo despedirme de Juan y Manolo. No me importa. Estoy seguro que nos encontraremos en otra aventura.

Corro por el pasillo y me siento en mi sala de embarque a esperar. El viaje ya toca su fin. Solo me queda dos horas para estar en casa. Tengo muchas ganas. Me pongo los auriculares y pongo en marcha mi Samsa. Me relajo hasta que nos llaman para embarcar.

Dos horas más tarde llego a Barcelona, sin turbulencias, sin sobresaltos. Recojo la maleta y salgo para afuera. Veo a Miguel, a mi sobrino y a Eva (que los había traído al aeropuerto en coche) esperándome. Me abrazo a mi sobrino, le doy un beso a Miguel y otro a Eva. Mi sobrina está en casa. No le apetecía mucho venir. Le aburre esperar. Yo no paro de parlotear, contándoles miles de cosas. Cuando llego a casa me entra sueño de repente. Es el “Jet Lag” duermo una pequeña siesta. Después me uno a la cena.

De repente recuerdo una frase de "Dorothy" en "El Mago de Oz": “No hay nada como estar de nuevo en casa”.

jueves, abril 24, 2008

Burocracia.

Llevo unos día de aquí para allá con papeleo para arreglar del todo la situación de mi hermana. Por un lado el hospital ya ha puesto en marcha los mecanismos para la solicitud del traslado a un centro más cerca de casa y centrado exclusivamente a disminuidos físicos ya que se han dado cuenta (pero por ello no ponen remedio) de que no puede estar rodeada de enfermos psíquicos. “En seis meses nos darán respuesta “ Me dice la asistente social. “Luego hay que esperar de uno a cuatro años para que le den plaza.” “Cuatro años”, pienso. “Pero si es posible que ni viva tres”.

Otro de los papeles que ha movido el hospital es el referente a la solicitud de la Ayuda para la Dependencia. “Su hermana, tal y como está, se encuentra en grado III así que creo que no tenga problemas de conseguirlo. He hablado con su doctora para que le haga el informe pero aun no me lo ha hecho llegar.” Bueno pues, dentro de la gravedad por lo menos algo positivo…

Yo me he encargado de otras dos gestiones: la primera solicitar una revisión del grado de invalidez (desde el 2000 que mi ex cuñado no se hacía preocupado en llevarla a realizar dicha revisión) y en segundo lugar conseguir el certificado de pensiones por parte del ICAS para el hospital y que me ha costado lo suyo ya que el funcionario encargado de sacar ala copias se ha emperrado en todo momento en que quería ver el NIF físico, (la tarjeta) de mi hermana. Yo le he comentado (por activa y por pasiva) que ese documento no lo tenía, es más, nunca lo ha tenido, pero que al ser el mismo número que su carnet de residencia que además estaba constatado en la hoja de fe de vida que me había proporcionado dado el hospital, no tendría problemas de buscar los datos. Pues no el otro emperrado en ver el carnet inexistente, es más me ha sugerido que porque no va mi hermana a hacérselo. De nada le servía su pasaporte ni la hoja de autorización oficial firmada por ella. Después de una absurda y acalorada discusión he podido hablar con su jefe y lo arreglarlo directamente con él. Prueba superada.

De momento queda esperar. El principal problema es que todo va a ir muy lento, como cualquier asunto que tenga que ver con papeleo. Aunque ahora que pienso para cobrarse la declaración de hacienda si que van más rápidos que un puto rayo.

miércoles, abril 23, 2008

Frase de la semana: Vocación.

-¿Y a ti porque te gusta escribir?
-Por culpa de Mark Twain.
-¿Te inspiró su obra?
-No, me dijo que sería escritor durante una sesión de Ouija.

Un día que alguién me preguntó acerca de mi profesión.

Leer.

¿Qué poco original y tópico hablar de lectura precisamente "El día del Libro"? Pues sí, lo soy no lo voy a negar. ¿Y qué?

Antes leía más que ahora. Era un auténtico devorador de libros. Con el tiempo me he vuelto muy vago o bien no encuentro esa historia o momento para centrarme en la lectura. He de reconocer que leer era todo un placer para mí. Mucho más incluso que el ver una película y eso que el cine ha sido siempre mi mayor debilidad. Miguel, sin embargo es un auténtico ratón de biblioteca. Siempre va con uno o dos libros en la mano o el bolsillo. Disfruta horrores tumbándose en el sofá o en la cama y pasarse largas horas dejándose llevar por universos surgidos por la mente de numerosos autores. No le hace ascos a nada, bueno quizás a la poesía. A mí tampoco me gusta la poesía. Que se le va a hacer. Si he de leer algo prefiero el ensayo a la novela.

Nunca he tenido miedo al tamaño de los libros. Siempre he preferido leer grandes volúmenes, cuantas más paginas mejor. Aunque tampoco le hago ascos a la pequeña lectura. Mis gustos literarios sin embargo han estado algo más limitados. Disfrutaba mucho con la novela fantástica y de horror. Algún que otro libro de autor (Betsellers) también han caído en mis manos y hace poco me emperré en ponerme tras las páginas de un libro leyendo dos grandes clásicos de la ciencia ficción como “El día de los Trífidos” y “Soy leyenda” (para nada influenciado por el estreno de la cosa esa protagonizada por Will Smith). También le di una oportunidad a Lovecraft. Pero así como antes leía sin parar surcando páginas a la velocidad del rayo ahora mis ojos se pierden y gandulean entre línea y línea. Si soy una autentica vergüenza para la profesión. Pero ya se sabe:”En casa del herrero cuchara de palo”.

No lo niego encuentro muy nutritivo leer. Sobre todo para luego saber expresarnos. Ojo no me refiero que la lectura nos convierta en unos eruditos en filología o verdaderas enciclopedias andantes. Detesto a esos seres que en una fiesta suelen abrir la boca para encandilar a los allí presente como si se tratasen de poderosos hipnotistas utilizando frases perfectamente construidas y términos rocambolescos, casi imposibles y dignos de un maestro del Barroco o del arte gótico flamígero. Hay autores que les gusta revolcarse por sus palabras como los puercos lo hacen por el cieno. Muchos de ellos pierden espontaneidad y ganan en arrogancia con una facilidad pasmosa. Es incluso más acentuado que cuando uno se convierte en estrella mediática o se convierte estrella de Hollywood. Pero no me vais a negar que en el mundo de la literatura esa “virtud” se hade mucho más tangible. Y es que “Lo escrito, escrito está” y las letras son siempre sinónimo de cultura. Si, está bien saber expresarse (detesto el lenguaje que utilizan las generaciones sms) otra cosa es ser un pedante y no me negaréis que entre la fauna y flora del mundo de la literatura pululan muchos de ellos.

En casa tratamos de incitar la lectura a mis sobrinos. Ellos leen, pero les cuesta horrores. Siempre se quejan de si el libro es muy largo o del tamaño de las letras. “¿Hasta cuándo he de leer?” nos preguntan. A veces esa actitud me saca de quicio y sobre todo me induce a pensar que en vez de estar invitándoles a disfrutar de una buena lectura lo que estoy haciendo es obligándoles a leer. Y con la obligación uno no consigue disfrutar. Sino que se lo pregunten aquellos que ejercen la prostitución…

Redención. Episodio 8.

21. Te amo porque te odio…

Cuando llegamos a Varadero la cosa entre nosotros ya se había complicando de forma considerable. No habíamos llegado a las manos porque entre otras cosas éramos muy educados y la violencia física no iba con nosotros, pero los piques y sobre todo los ataques de celos eran de órdago. Sobre todo cuando yo me acercaba a Rosa o a Merche. Por otro lado tuve bastante suerte ya que en todo momento me sentí apoyado por todos los miembros del grupo. Ser el más joven era una gran ventaja. Quizás despertaba en ellos una ternura casi maternal. Cuando discutíamos evitábamos hacerlo delante de los demás pero las malas caras y sobre todo mucha tensión acumulada entre nosotros era vigente y tan tangible como si fuese un personaje más de carne y hueso. Quienes más lo notaban eran el bando femenino (ah, esa sabia intuición femenina) tanto de nuestro propio grupo como otras compañeras de Tour. Entre todas ellas procuraban (en mayor o menos medida) mantenernos el mayor tiempo entretenidos incluso alejados el uno del otro. Supongo que en general nos veían como a un par de capullos que no sabían muy bien qué hacer con sus sentimientos. También en el fondo nos habían cogido mucho cariño.

22. Secretos de confesión.

Por regla general en todos los grupos existe un líder. Alguien que se encarga de organizar, proponer o indicar al resto aquello que pueda serles de mejor provecho. El líder por regla general también funciona como confesor. Rosa era la líder. A través de su sentido del humor y sus antológicos piques (sanos en contrapunto a los nuestros) con Damián divertía a todos los que allí nos encontrábamos, incluidos a los propios cubanos. Tenía mucha iniciativa en organizar excursiones fuera de las estipuladas o de gestionar el tiempo en las horas de las comidas sobre todo cuando éstas siempre tardaban de por media unas tres horas justas en llegar a la mesa. También sabía escuchar y ella, como ser humano también tenía mucho que contar. Tras su sentido del humor se escondía una tragedia: la muerte violenta y premeditada de una persona muy cercana a ella. Durante varios momentos del viaje, sobre todo en aquellos que nuestros trayectos se producían a bordo de un autocar y mientras la mayoría de sus ocupantes dormían, ella y yo hablábamos. Bajito, para no despertarlos o para que nuestras penas quedasen lo menos dispersas posibles. Intercambiábamos conversaciones sobre temas familiares. Yo había recién superado la larga enfermedad que casi había llevado a mi padre a la tumba a mi padre. Ella me hablaba de su madre de lo que podía haber evitado ella si se hubiera percatado de sus intenciones... Alguna que otra vez hablamos de mi extraña relación con mi compañero. Ella procuraba quitarle todo el hierro necesario al asunto. Supongo que veía prudente no mojarse mucho y verse envuelta en un asunto que ni le iba ni le venía y que podía incluso salpicarle. Ya os podéis imaginar: “En cosas de pareja cuanta menos gente se meta mejor que mejor.”


23. Ojo por Ojo.

A él no le gustaba mucho que yo hablase con Rosa. Siempre se sentía molesto, irritado y sobre todo celoso. Siempre me echaba en cara que yo pudiera airear asuntos personales o temas que pertenecían exclusivamente a nuestra intimidad. Yo prefería ignorarlo. Era uno de los mejores consejos que ella me pudo dar. Necesitaba mucho que alguien me diese algunas respuestas. O por lo menos algo de aliento. Llegué a un punto en que empezaba a dudar de todo y sobre todo a dudar por lo que él sentía o había sentido hacia mí. Y entonces comencé a sentirme culpable.

Sus celos, sin embargo, fueron en aumento. Detestaba que me hiciese fotos con ella. Por ejemplo: en una ocasión, Rosa le pidió que nos hiciera una. Nada más poner mi mano sobre su hombro él apartó la mirada de la cámara y nos gritó enfurecido: “¡Quítale la mano del hombro joder! ¡No sea que piensen que sois novios!” Ambos nos miramos aterrados. Más tarde, en la playa nos hicimos una foto de grupo, comiendo “mamoncillos” una fruta autóctona muy refrescante. Él, colocado junto a ella, aprovechó la oportunidad de dejar que a ella que plantase la mano sobre su hombro. Cuando se lo comenté me dedicó una sonrisita irónica y cargada de muy mala leche.



24 …y te odio porque te amo.

Pero cuando no había una de cal había una de arena. Por ejemplo un día más tarde sucedió una cosa muy curiosa. Estábamos todo el grupo comiendo en la playa. Él se encontraba hablando con Damián y Satur de pie cerca de la orilla. En un momento dado me acerqué por detrás y le agarré cariñosamente del cuello y de forma súbita. El se giró y me vio. De repente su bañador cambió de tamaño a la altura de la entrepierna. Había sufrido una erección descomunal. Soltó un “¡Uff!” y sin pensárselo dos veces se metió corriendo en el agua para ocultarse. Tanto Satur, Damián como yo nos quedamos perplejos. Las risitas y la guasa no tardaron en hacer acto de presencia.

Nuestro último día en Varadero, ya que al día siguiente mi compañero y yo partíamos para dos días en Cayo Largo, quedé con Rosa para acercarnos a la playa, cerca de la Mansión Dupont. Rosa quería hacer una foto del amanecer. Él no vino. No porque no quisiera. A mí no me apetecía y no quise contar con él.

Teníamos coche. Un “Nissan Bunny” mexicano que chupaba más gasolina que un bólido de carreras. El día anterior mi compañero, Damián y yo lo habíamos alquilado para hacer una excursión por los alrededores de Varadero, concretamente a las poblaciones de Cárdenas y Matanzas. Por cierto allí visitamos unas famosas cuevas donde, por casualidad o por error, fuimos mojados él y yo fuimos por Damián en la denominada “Fuente del Divorcio”… (Con la oscuridad y el gentío allí presente se despistó olvidando que la Fuente del matrimonio era la que se encontraba a la derecha)

Pues bien, Rosa y yo nos levantamos a eso de las 6 de la mañana. Ella y Merche dormían en la habitación contigua a la nuestra. Merche se quedó en su la habitación, durmiendo. Mi compañero también. Pero no dormía precisamente. Estaba muy despierto y muy cabreado.

La velada en la Playa de la Casa Dupont fue tranquila, cargada de emoción. Ella habló de nuevo de su madre y lloró. Me llamó la atención de ver aquel personaje tan dicharachero se derrumbase de aquella forma. Por mi parte no hubo abrazo fraternal ni nada por el estilo. Simplemente palabras de apoyo. No estábamos solos. Pudimos ver (y fotografiar y grabar en video) un grupo de delfines nadando muy cerca de la orilla. Varios pescadores de la zona que allí se encontraban nos comentaron que era muy común verlos a aquella hora del día. “Para comer y para hacer el amor” nos dijeron.

Cuando llegamos al hotel él se estaba duchando. Con la puerta abierta. Le comenté que habíamos visto delfines pero no le prestó mucha atención. Eso sí me comentó, de mala gana, que mi padre había llamado por teléfono. Más tarde mi padre me dijo que cuando llamó mi amigo, al otro lado de la línea, le había contestado de muy forma muy grosera y de muy mala gana. Si, sin duda estaba muy cabreado.

(Continuará…)

martes, abril 22, 2008

"Princesas" ... del reino de la muerte.

Suelo ser bastante tolerante con muchísimas cosas. Eso sí, siempre y cuando estas sean positivas o por lo menos no perjudiquen a terceras personas. Hace poco, en la web “Lo que me sale del Bolo” de Mercedes Milá apareció, en uno de sus post, un comentario denuncia por parte de un lector, acerca de unas webs que invitaban o alardeaban del tema del culto al cuerpo, pero en su vertiente más autodestructiva. Visitarlas me dejó helado, indignado y muy cabreado. En ellas se incitaba simple y llanamente al suicidio. Así, tal y como suena, a un suicidio lento disfrazado de una especie de macabra competición de belleza.

Uno de los lemas de estos blogs (a las que llaman a sus lectoras "Princesas") era “Porque la comida es como el arte. Existe sólo para mirarla…” Otro de ellos pedía respeto para aquellas que querían seguir este estilo de vida con lemas tan maligno como: “Hola Soy InCoMpReNdIdA, mi messenger es ******@******.com. ésta es una web donde no insultamos a las bulímicas ni anoréxicas si no las defendemos, no son enfermas, es un estilo de vida entiendan, gente ignorante!!!”

Ignorantes, así es como nos llamaban a quienes no “comprendíamos” o defendendíamos este tipo de atrocidades.

Son muchas las preguntas que me asaltarón en este instante. Muchas de ellas seguro que también os las hacéis muchos de vosotros cuando pensais en estos temas. ¿Cómo es posible que aun existan este tipo de panfletos en la red? Si, ya sé que es muy difícil controlar la circulación de webs o blogs como estos, es casi imposible. Pero de la misma forma que se controlan las redes de pederastia, racismo y otras lacras sociales también se podría poner freno a esta clase de abominación.

Soy consciente que la Anorexia y la bulimia son dos problemas muy graves de salud. Es la representación misma del lado oscuro de la vanidad, un cáncer mortífero tan tenaz y tan incomprendido que a veces, a simple vista puede tacharse de ridículo. Pero ¿quién tiene la culpa de su existencia? ¿Tal vez el mundo de la moda? ¿El afán por el culto al cuerpo? ¿Los falsos valores? ¿El ritmo desenfrenado de la vida? ¿La propia sociedad crítica con y llena de absurdos prejuicios? ¿La propia persona, incapaz de aprender a quererse? ¿Un poco de todo? ¿Nada de todo ello?...

Hoy he hablado del tema con mi sobrina. Le he comentado que si un día tiene problemas con la alimentación me lo comente, pero que en ningún momento se deje llevar por insensateces o absurdos consejos de aquellos que piensan que la delgadez extrema es sinónimo de belleza o salud. Le he mostrado una de las páginas. Le he explicado de qué iba. Se la ha mirado. Por encima. Se la he explicado. Curiosamente no ha tardado mucho en aburrirse con las atrocidades que allí se explicaban. No se veía representada. Tras levantarse de la silla ha dicho: “Menuda estupidez ¿no? Bueno me voy a la cocina, tengo ganas de merendar…”

De momento, tras sus palabras, no se si he de preocuparme. Tampoco es que haya visto en ella síntomas de cualquiera de estos dos males. Desde que está en casa la controlo. Come normal y no habla de dietas. Afortunadamente tampoco las necesita. Lo que para mí ya es un descanso.