
Por cierto ¿por qué la gente es siempre tan morbosa y le da 5647856 vueltas al tema de la antropofagia en este caso y no precisamente al tema de “saborear” otra cosa que no sea las ganas de vivir? He de reconocer que su experiencia, lo que vivieron esa gente, los horrores, el

Si, reconozco que al principio cuando leía el libro ¡Viven! trataba de buscar aquellas partes más truculentas de la historia, lo que tiene ser un preadolescente con ganas (curiosidad morbosa)de leer cosas poco comunes (y además verídicas) Pero aquella gente no era ni Paul Newman, ni William Holden, ni Charlton Heston, ni Shilley Winters o siquiera Fay Dunaway. Eran personas como cualquier otras (incluso como la de los personajes arriba mencionado) salvo que a ello nadie les gritaba

Todas las tragedias son duras experiencias. No creo que haya un baremo para medir si este o el otro lo pasó más fatal… Todo acontecimiento excepcional, sea bueno o malo, marca. Lo mismo si te toca una quiniela millonaria (o lotería) como si caes en medio de la nada y has de sobrevivir con los mínimos y tomando decisiones que pueden producir heridas profundas en la sociedad.
A todo esto, no sólo vi la película ¡Viven¡ (la versión e Frank Marshall), sino que también la complementé con un impresionante documental llamado “Naúfragos Vengo de un avión que cayó en las montañas.” De Gonzalo Arijón Muy interesante y completo sobre el testimonio real 30 años después de una parte de los supervivientes. Reconozco que siento fascinación (y bastante angustia) con esta historia. Sus testimonios, lo que narran sobre esos días en las montañas y como sobreviven a todo tipo de calamidades, da una pequeña gran lección de lo que el ser humano es capaz por sobrevivir, por agarrarse a la vida, pese a que algunos de ellos rozan la muerte y dejan casi seducirse por su abrazo. La vida, el amor hacia los suyos, o el huir de ese aislamiento hace que nos demos cuenta de nuestras capacidades. Aunque estemos bajo mínimos y completamente desmoralizados. Vivir la experiencia (nuestra o ajena) y sobrevivir a ella, o por lo menos aprender a hacerlo. Esa es la verdadera esencia de una tragedia.
