Siempre he querido o procurado darle un tono temporal a este blog. No pretendo que sea una especie de capsula del tiempo donde desde mi punto de vista se narre los acontecimientos más marcados de la época que me ha tocado vivir. Para eso existen los historiadores

que son mucho más sabios (y manipuladores) que yo...
Si es cierto que puedo permitirme opinar sobre ciertos acontecimientos que en cierta medida me (nos) rodean y me (nos) perjudican o no mi (nuestro) ritmo de vida. Hasta aquí todos aclarado. Vayamos al asunto...
El tema que anda en el boca a boca de muchos durante estos días, meses y supongo años es la dichosa crisis debida a muchos factores y que toca a cada nación ahí donde más duele. Si bien a
causa de numerosas irregularidades en el plano de lo económico. Es bien sabido que no se trata de una crisis pequeña, ésta es grande, tan grande como una gigantesca bola de nieve que baja a toda velocidad de una montaña helada (y aun le queda trecho). Cada día que pasa la cosa va de mal en peor, no para todos claro está, ya que siempre los más listos escurren el bulto y acaban pagando los platos rotos los más vulnerables (no voy a llamarles tontos porque quedaría grosero y un poco mal) Y qué os voy a contar que no sepáis... Creo que hace tiempo que ya comenté, en este mismo lugar, algo relacionado con el dinero, ese ente medio metálico, medio papel que ronda por todas partes, invadiendo bolsillos, monederos y cuentas corrientes de todo el planeta; bueno en algunos lugares la palabra dinero es desconocida o simplemente una utopía, pero, aunque quieran o no, también les perjudica de la misma forma.

Todo el mundo (o al menos la mayoría) estaréis de acuerdo que el dinero, como palabra, es un algo inofensivo y dicha palabra es equitativa a cualquier otro vocablo que podamos encontrar en el diccionario. En serio, lo es. En su forma definida habla sobre una manera de hacer un trueque; algo mucho más sencillo, limpio y cómodo que tener que llevar una vaca, una gallina o una manada de cerdos a un lugar donde comerciar con ellos y que nos lo cambien por algo que necesitamos o nos gusta. Quienes lo inventaron (se supone que las primeras monedas que se conocen fueron acuñadas en Lidia la actual Turquía en el siglo VII a.c.) sabían bastante bien lo que se hacían. Por lo menos en el sentido de lo práctico. Ellos no tenían la culpa de la mala interpretación acerca de su valor. Tendría que haber tenido en cuenta, mientras lo creaban, con la sed de codicia innata en el ser humano. Supongo que el hecho de darle valor a esas piezas, disponer de ella en cantidad y hacerlas servir (gracias de nuevo a la sed de codicia) para hacerse poderosos lo que acabo por convertirlas en el peor mal de la humanidad. No voy a negar que el dinero ha traído cosas buenas, viniendo de la mano de quien venga, pero también cosas malas. No se si colocando ambas en los platos una balanza hacia que lugar se inclinaría uno de ellos.
No se quien fue el gracioso que le dio por darle otro valor ya que no hay que negar que dicho

valor de las monedas y billetes hace enloquecer a casi cualquier mente. Y resulta hasta estúpido ya que a simple vista no dejan de ser un papelote rectangular o un trozo de metal redondo de tono dorado o plateado. Pero lo que importa no es eso, sino lo que está escrito en ellos. Cuanto más ceros tengan (curiosamente un numero que no posee valor alguno) mayor es la locura que se desata. Entonces es cuando el ser humano se corrompe, aparecen odios, celos, envidias... Naciones enteras entran en guerras, de todo tipo; se compran armas poderosas; se pagan a personas para matar a otras, para dejarse vejar a cambio de sexo, de participar en programas zafios de televisión donde destruyen su dignidad y de las que les rodean; se compra petroleo contaminante y toda clase de tecnología (algunas beneficiosas basta decirlo, otras no); incluso se juega con la salud a cambio de grandes cantidades de los dichosos y coloridos papelitos o piezas de metal...
No niego que ya estamos demasiado acostumbrados al dinero. Está tan arraigado como las raíces de una gran secuoya milenaria. Acostumbrar al hombre a cambiar hábitos, el mal uso es difícil. No se si imposible. Muchos dicen que hay de todo para todos. Eso no lo niego. Basta con echar un vistazo alrededor. Se podrían hacer las cosas mejor de las que se hacen ahora, sobre todo si la codicia acabase enterrada o metida en el interior de un inodoro al que se le tira como cien veces de la cadena.
Pero ¿cómo podemos empezar a cambiar? ¿Estaría todo el mundo de acuerdo en realizar ese cambio de actitud ? Es posible. Por lo menos eso pienso. Las crisis como las que estamos viviendo son mensajes de que hay que hacer algo. Las guerras son primas hermanas de las crisis y no merece la pena perder tantas vidas por no saber utilizar de forma correcta el dinero.