Sino fijaos... Hoy en día a una persona de veinte años la vemos como a un un niño. En la época de mis padres con veinte años ya se formaba una familia y se comenzaba a tener trabajo. A los veinticinco años ya se era padre de, por lo menos, un churumbel y a los treinta ya, en algunos casos, se tenía familia numerosa. Mis padres, por ejemplo, se casaron a los veintiocho y ya los veían como demasiado viejos. Hoy en día es más común tener hijos a partir de los treinta o incluso a los cuarenta o tener pareja estable a los treinta y casarse a los treinta y seis que en se época. Antes una persona de sesenta años era un viejo, ahora se le ve como una persona de cincuenta. Los de ochenta tienen el aspecto que tenían los de sesenta treinta años atrás.
Algo está pasando...
Supongo que la calidad de vida que llevamos es mucho mejor que la de nuestros padres o abuelos, los valores también cambian y con ellos las actitudes (como la estúpida costumbre de vestirse de negro para la eternidad en muchas mujeres al llegar a los cuarenta) Eso sí, las cremas regeneradoras, el “Botox” o la cirugía estética también hacen maravillas.
Pero hay cosas que no cambian… las canas. Son puntuales como el conejo blanco (valga la redundancia) de "Alicia en el País de las Maravillas". Pueden esconderse, pero siempre vuelven a salir. Son implacables. Pero da igual, al final acabas acostumbrandote a ellas. Incluso las ves atractivas (dicen las malas lenguas que son signo de sabiduría...) A partir de ahora cuando las veo asomar en el espejo, me miro fijamente a los ojos y me digo en voz alta: "Tengo canas por que mi cuerpo envejece, pero mi alma sigue siendo joven."
1 comentario:
jajajaja pero si ella no tiene cerebo!!!!
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