Hacía tiempo que quería escribir. Es decir, hacerlo siendo yo mismo, sin estar pendiente de una fecha de entrega o a cambio de un talón. Creo que ya va siendo hora de armarme de valor, de entrar en el caserón, de abrir ventanas y puertas y permitir que la luz invada su interior. Necesito dar forma a los fantasmas, atraparlos, enfrentarme a ellos y asumir que, en el fondo, también forman parte de mi vida.
La verdadera historia de la regla: Tienes diez años. Estás un día de primavera jugando a fútbol con los de la calle, con pantalones azul cielo, y al agacharte para atarte el cordón de la bamba descubres el Mar Rojo por donde haces pipí. Entras en casa, le pides una compresa a tu madre y, aunque quieres volver a salir a jugar, te hace tanto daño la barriga (¡ja, la barriga!) que te quedas en casa. Y así, con suerte, los próximos cuarenta años. Es maravilloso sangrar como una cerda una semana al mes, gastarte el presupuesto que tiene el Pentágono para agente naranja en tampax, calcular como si fueras Stephen Hawking cuándo deberán caer tus próximas vacaciones (o fin de semana para follar, o excursión de cuatro horas en coche sin paradas) para no coincidir con ella, la Dama Roja. Es preciosos pasar unos minutos cada mes ante las estanterías del super, calculando a cuanto sale el tampón y la compresa de noche, y que marca es más barata, porque, total, es un gasto higiénico, pero tonto. Es fantástico tomar anovulatorios para regularla, a cambio de varices, riesgos coronarios y otras delicadezas. Es fantático pagar una pasta por un DIU que puede moverse de sitio si en vez de una hemorragia normal tienes un tsunami. Y todo esto, ¡¡¡PARA NO TENER HIJOS!!! Menos mal que a mi me tocó en suerte una madre que me metió debajo de la ducha en cuanto me vino la regla y que me explicó que podía comer naranjas, tocar las plantas, hacer mayonesa y muchas otras cosas (como lo del cambio de temperatura de la ducha de este video estúpido) que la estupidez popular prohibía hacer a las mujeres mientras reglaban (así se llama, compañeros, en lenguaje popular.) Y también tuve ¿la suerte? de tener un hermano que me traía las compresas de la farmacia paseándolas por todo el barrio, mientras les explicaba a sus amigos (y a los míos) que no podía salir a jugar "porque mi hermana tiene pintores". Tener la regla es precioso. Casi, casi tanto como tener un tumor cerebral.
Ayyyy por diosss jajajajaja me encanta como lo cuentas jajajaja me meo toaaa. Tienes mas razon que una santa (hay alguna para la regla? Murio mentruada hasta desangrarse?) Si no se lo chungo que debe ser pasarlo mal sangrando , lo que se es por mi hermana que tenia unas reglas infernales con unos dolores abobinables. Cuando alguien le decía eso de "Comprendo que sufras pero es que es un regalo del cielo ya eres mujer..." Le echaba un mal de ojo que riete tu de las siete plagas de egipto junto o el tormento de los martires en manos de los bichos de los circos romanos.
4 comentarios:
También hay uno circulando por ahi sobre las enfermedades venereas, recuerdo que lo pasaron en "Más vale prevenir" hace la tira
Lo he visto y tambien uno de hitler y el nazismo.
La verdadera historia de la regla:
Tienes diez años. Estás un día de primavera jugando a fútbol con los de la calle, con pantalones azul cielo, y al agacharte para atarte el cordón de la bamba descubres el Mar Rojo por donde haces pipí. Entras en casa, le pides una compresa a tu madre y, aunque quieres volver a salir a jugar, te hace tanto daño la barriga (¡ja, la barriga!) que te quedas en casa. Y así, con suerte, los próximos cuarenta años. Es maravilloso sangrar como una cerda una semana al mes, gastarte el presupuesto que tiene el Pentágono para agente naranja en tampax, calcular como si fueras Stephen Hawking cuándo deberán caer tus próximas vacaciones (o fin de semana para follar, o excursión de cuatro horas en coche sin paradas) para no coincidir con ella, la Dama Roja. Es preciosos pasar unos minutos cada mes ante las estanterías del super, calculando a cuanto sale el tampón y la compresa de noche, y que marca es más barata, porque, total, es un gasto higiénico, pero tonto. Es fantástico tomar anovulatorios para regularla, a cambio de varices, riesgos coronarios y otras delicadezas. Es fantático pagar una pasta por un DIU que puede moverse de sitio si en vez de una hemorragia normal tienes un tsunami. Y todo esto, ¡¡¡PARA NO TENER HIJOS!!!
Menos mal que a mi me tocó en suerte una madre que me metió debajo de la ducha en cuanto me vino la regla y que me explicó que podía comer naranjas, tocar las plantas, hacer mayonesa y muchas otras cosas (como lo del cambio de temperatura de la ducha de este video estúpido) que la estupidez popular prohibía hacer a las mujeres mientras reglaban (así se llama, compañeros, en lenguaje popular.) Y también tuve ¿la suerte? de tener un hermano que me traía las compresas de la farmacia paseándolas por todo el barrio, mientras les explicaba a sus amigos (y a los míos) que no podía salir a jugar "porque mi hermana tiene pintores". Tener la regla es precioso. Casi, casi tanto como tener un tumor cerebral.
Ayyyy por diosss jajajajaja me encanta como lo cuentas jajajaja me meo toaaa. Tienes mas razon que una santa (hay alguna para la regla? Murio mentruada hasta desangrarse?) Si no se lo chungo que debe ser pasarlo mal sangrando , lo que se es por mi hermana que tenia unas reglas infernales con unos dolores abobinables. Cuando alguien le decía eso de "Comprendo que sufras pero es que es un regalo del cielo ya eres mujer..." Le echaba un mal de ojo que riete tu de las siete plagas de egipto junto o el tormento de los martires en manos de los bichos de los circos romanos.
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