Hacia tiempo que no me volvía a enfrentar con el arte. Fue un grato reencuentro. No sentí lo mismo que solía sentir cuando me enfrentaba ante un papel en blanco o ante un lienzo inmaculado pero he de aseguraros que ésta nueva toma de contacto me satisfizo profundamente.
El viernes Miguel, Amparo y yo fuimos a cenar a casa de Eva. Durante la cena hablamos de muchas cosas, nos reímos y también nos picaron los mosquitos. Luego Eva nos propuso juego. Pintar con ceras calientes. Hacía tiempo que nos había hablado de ello. La técnica es muy sencilla. Se utiliza una plancha de reducido tamaño, semejante a las que tenemos en casa para atacar sin piedad a las arrugas. Cuando ésta se calienta se le aplica una cera de color que se derrite al instante. Acto seguido se extiende el color sobre un papel resistente al calor. La acción se repite varias veces y con distintos colores hasta conseguir el efecto deseado. Cada uno puede usar la plancha como lo desee. Se puede aplicar la punta, los bordes, toda la superficie, girarla, hacer puntillismo, dejar que la cera gotee… Lo bueno viene después.
Una vez terminas tu obra de arte la abrillantas con la ayuda de un papel de cocina y se la entregas a tus compañeros de juego. Éstos la han de observar desde distintos punto y comienzan a comentar que es lo que están viendo. Es curioso pero la verdad es que si la miramos vemos cosas. A veces cosas simples, como peces, hojas o incluso numeros o letras. Otras veces aparecen otros detalles como rostros, historias, y sobre todo mensajes.
Lo más interesante del juego es que cada postal debe estar vinculada con una pregunta o con la búsqueda de una respuesta. Yo hice cuatro. La primera era sobre mi situación actual, sobre todo con mi familia. La segunda era sobre el trabajo. Las dos últimas eran sobre mí. El resultado es el que veis a continuación:
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