Una vez situados descubrimos, asombrados, que aquella niña típica yanqui que trotaba alegremente por el jardín de su casa con una segunda cabeza a cuestas, era en realidad dos hermanas siamesas que compartían la zona pélvica. He de reconocer que al principio se nos escaparon varias risitas, al primero tímidas para luego, a medida que avanzaba el reportaje, adquirir una entonación mucho más sarcástica. A ver, seguro que pensareis que somos crueles y que merecíamos que se nos cayera el cielo con coros de ángeles y querubines incluidos. Pero dejadme que me explique... No es que resultase cómico el hecho de ver a dos niñas compartiendo un ano, una vagina y dos piernas. La culpa de ello era como habían enfocado el documental. Excepto en un determinado momento en el que las pobres niñas iban al medico por que sus columnas vertebrales estaban al borde del colapso; el resto, lo que menos hacía era informar, o en todo caso, mostrar una trágica realidad desde un punto de vista muy especial. Aceptamos que en un determinado momento se nos muestre a las dos niñas disfrazadas de conejo buscando huevos de pascua (un conejo con dos cabezas pero al fin y al cabo un conejo) En otro instante pudimos ver a las dos hermanas haciendo de reporteras, videocámara en mano, presentando a su familia a modo de esperpéntico Sitcom. El colmo fue al verlas responder las preguntas que, a través de cartas, les hacían miles de americanos. Perlas del estilo: ¿Copiáis en los exámenes? ¿Qué sucede cuando una se despierta y la otra aun tiene sueño? ¿Dónde compráis la ropa? (se entiende que no es muy normal comprar camisetas o blusas con dos agujeros para la cabeza, aunque seguro que en el Corte Inglés, si rebuscáis bien en la sección de oportunidades podéis encontrar alguna que otra cosa…) Lo que nos despertó las carcajadas fue cuando se les pregunta por qué creían que estaban unidas… Su respuesta, convincente y segura: "Por que Dios lo ha querido". A partir de entonces gran parte del documental comenzó a mostrarse desde el punto de vista de la típica familia media americana religiosa y sumisa que aceptaban la voluntad de Dios, aun en forma de niña de dos cabezas. Para ellos era una bendición, un regalo divino y debían asumirlo más con orgullo que con resignación.
En fin, que la cosa nos dejó flipando pepinillos como dirigibles por unos días.
Y aun dura… y dura…y dura….
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