sábado, octubre 21, 2006

Confesiones.

Hola Mamá:

Hacia tiempo que tenía ganas de escribirte. Un día como hoy, hace doce años, nos dejaste. Te marchaste, aparentemente sin despedirte. Recuerdo como si fuese ayer cuando, estando yo durmiendo, me desperté a la hora que moriste, las dos de la mañana. No había nadie más en casa, Papá y tu hermano Eduardo estaba en el hospital junto a ti mientras te debatías entre la vida y la muerte. Ellos te vieron morir. Recuerdo que cinco minutos más tarde sonó el teléfono. Papá me comunicaba la mala noticia. Parece curioso pero durante un segundo me pregunte millones de cosas ¿Grito? ¿Lloro? ¿Río? ¿Bailo? ¿Me tiro por la ventana? ¿Me caigo al suelo y lo golpeo con fuerza? Nada de eso sucedió. Llame a algunos familiares, me vestí, bajé a la calle y fui con Jose, Carol y la pequeña Laura al hospital. Allí nos reunimos con Papá y algunos familiares y amigos y te dimos el adiós. Cuando te vi muerta no te reconocí. No parecías tu. Aquello que estaba tendido sobre la mesa era un esperpento algo desinflado y de cera. Recuerdo muy bien notar como algo flotando en la habitación. Supuse que eras tu. Asi que te di las gracias por haber formado parte de mi vida y te deseé un buen viaje. En ese momento note como un tijeretazo y como un cordón invisible que nos unía se rompía y se iba contigo.
¿Sabes? Han pasado muchas cosas en estos doce años. Unas buenas, otras menos pero la vida es así. Cuando tú moriste murió mucha gente contigo. En muchos aspectos. Unos se fueron para siempre, dejaron sus carcasas en tierra como hiciste tu. Otros desaparecieron como el humo. Supongo que eso es normal, igual tu no lo querías o ya te lo imaginabas. Hubo mucha gente en tu entierro. Se notaba que se te quería. Eso si hubo algún que otro malentendido, precisamente con gente que tu querías mucho, aquellos quienes esperabas demasiado, concretamente quien alguien que tu esperaste en tu lecho de muerte y no te fuiste hasta que vino él. Pero a mi no me importa. Ni Papá, ni Carol ni yo ni José ni Laura le necesitábamos. Para nada. Tuviste la oportunidad de conocer a tu nieta pero no un nieto, se llama Adam, es un sol de niño, tranquilo y muy cariñoso. Te encantaría. Le hablo mucho de ti. A veces me dice que le gustaría haberte conocido. Yo le miro con tristeza y también a su hermana. La vida les ha dado tantos palos que quizás buscan una imagen de alguien con tanta ternura como la que tu desprendías. Bien lo sabe quienes te conocieron. Quiero serte lo más sincero posible, se que me cuesta (no quiero que padezcas desde donde estas) pero desde tu muerte mi concepto de familia ha cambiado mucho. Ya lo hizo cuando murió tu hermano mayor. Quiero que sepas que después de tu marcha hemos estado muy solos. Han faltado muchas manos para tendernos sólo muy pocos nos han arropado, eso también nos ha hecho más fuertes pero también han evitado que tus nietos cuando hayan necesitado ayuda se encontrasen solos. No es buena la soledad y más cuando hay tanta gente de tu sangre cerca. Solo quería que lo supieras...
Ahora quien más te echa de menos es tu hija. Ya sabrás que está enferma, padece Parkinson y ha pasado las de Caín en su matrimonio. Muchos dicen que si tu hubieses vivido ella no estaría así. Habrías movido cielo y tierra por buscarle una mejoría o para pararle los pies a tu yerno. Yo pienso lo mismo. Pero que se le va a hacer...
Supongo que ya sabrás que Papá también se fue. Igual ya lo has visto y te ha puesto al día de la situación. O tal vez aun no os habéis encontrado. Si no es así, te comento que murió hace tres años. Solo, en una oscura habitación de una residencia y cargado de puñetas. Su cuerpo estaba hecho polvo, aun me pregunto como pudo resistir tantos años tan deteriorado. Eso si, durante los nueve primero años después de tu muerte me permitió conocerlo un poco más. Recuerdas cuando estábamos tu y yo solos en la UCI cuando papá no le daban muchas esperanzas de vía que me queje al cielo de porque no me dejaban disfrutar de él más, por lo menos conocerlo... A veces te dan treguas, eso pienso. A ti te la dieron una vez de joven cuando me dijiste que tu prima muerta te vino a buscar cuando estabas enferma de tuberculosis. Le pediste que te dejase vivir por lo menos para conocer a tu marido, tus hijos y si era posible tus nietos...
Volviendo a mi relación con Papá, al principio fue tensa, sobre todo durante tu estancia en la UCI. Resultaba curioso, por no decir chocante verlo a él sentado a nuestro lado y no ser tu quien lo hiciese. La historia se repetía a la inversa con tan sólo siete años de diferencia. Creo que en esos momentos él se dio mucha cuenta de todo lo que sufriste cuando él estaba luchando entre la vida y la muerte a causa de la Trombosis Mesentérica. La diferencia era que él estaba muchas veces consciente, tu no y la impotencia por no poderse comunicar contigo era terrible. Recuerdo una vez que entré y te miré. Tenías los ojos medio abiertos. Pude verte el iris y las pupilas y me di cuenta de que no estabas. Ya habías decidido que te ibas. Quince días tardaste en marchar. Supongo que se te hizo muy duro, eso fue lo que pensaba. Quizás sabías lo que se nos venía encima y decidiste que era demasiado para ti, aun sin la facultad del habla y con medio cuerpo paralizado.
Hubo un momento que Papá y yo nos hicimos amigos. Fue un año más tarde de que murieras. Había armonía entre nosotros. Íbamos juntos al cine, me invitaba a comer en buenos restaurantes, salíamos de compras, me apoyó en momentos muy duros. Hasta hicimos un viaje... Nos fuimos a su tierra, concretamente a Londres. Ya el comienzo del viaje fue una anécdota era la primera vez que viajábamos juntos en avión. ¿Curioso no? Fue un bonito viaje. Sirvió para reconocernos y aprender a convivir, cosa que apenas habíamos hecho anteriormente. Ya sabes que antes cada uno iba a su bola y más que relación teníamos muchas veces confrontación y diferencia de opiniones.
Por cierto, ¿sabes qué durante los quince días que estuviste en coma mi proyecto de hacerme locutor de radio profesional fracasó? Un rayo cayó sobre la antena de la emisora y ésta se quemó. Para mayor colmo dos semanas después de enterrarte me echaron del trabajo (tampoco me gustaba) al parecer no entendían porque había faltado dos días al trabajo entre ellos el día de tu muerte. Me dijeron que si me hubiese muerto yo lo entendían pero quien se había fallecido era mi madre. Lo que hay que ver, y eso que eran personas tan católicas y rezaban tanto...
A estas alturas sabrás que me costó aceptar tu muerte. Es curioso pero con tanto esoterismo estudiado y tanta fe en el más allá no acababa de aceptar que te tenias que ir y que sólo tu tenias la última palabra. Por cierto ya no me dedico ni al Tarot ni a las regresiones. No lo dejé de inmediato, tardé unos tres o cuatro años. Volvía a la radio y también a la televisión, acabe quemado de tanta bruja y tanto farsante. Descubrí Internet. Bueno cuando tu vivías casi no existía. Tampoco los teléfonos móviles ni el DVD (éste invento te queda ya muy lejos). Después de dejar la televisión y la radio me dedique a escribir, lo que más me gustaba. Por lo menos con ello me gano la vida, no como para echar cohetes pero por lo meneos algo es algo. Aunque aceptabas mi homosexualidad tenías miedo de que acabase como tu hermano Manolo. Nadie es igual, sería aburrido. Además mis intenciones siempre fueron muy diferentes a las de mi tío. Al final encontré pareja. Vivo con él. Ya hace diez años que estamos juntos. No se si nos casaremos, todo depende. Ahora ejercemos de padres adoptivos y es divertido. Con los niños en casa me acuerdo mucho de ti. A veces me doy cuenta de tu esfuerzo y tu afán por que estudiásemos. Te pido perdón por no hacerte caso en su momento. Me diste todo lo bueno que podías darme aunque con la existencia y la experiencia de conocerte estoy más que satisfecho. También te pido perdón por enfadarme mucho contigo en sueños. Mi subconsciente aun no ha asimilado tú decisión de marcharte y aun te lo echa en cara. Dale tiempo, todos lo necesitamos.

Atentamente:

Tu hijo Richard

No hay comentarios: