jueves, julio 31, 2008

Derecho a amar

Hoy he ido a ver a mi hermana al hospital con los niños y me he llevado una extraña sorpresa. Al picar a la puerta a salido a abrirnos la enfermera, aquella que se partía la caja cuando una enferme acusó a mi hermana de asesinato. Lo raro ha sido no ver a mi hermana. Mientras esperábamos la enfermera la ha ido a buscar. En eso la vemos sentada en la sala de la televisión con otros enfermos. Veo como le pide a un chico paso para salir pero también observo algo raro en el gesto. El chico le agarra de la mano. Pienso: “Vaya ya se le ha adherido uno de los que pululan por ahí, ahora verás el show para separarlo de su mano…” porque claro en psiquiatría hay cierta tendencia a que algunos de los pacientes, por vete tú a saber qué motivo, se te conviertan en hermanos siameses y te los lleves todo el día de excursión como si fuesen tu propia sombra; eso ya le paso a mi hermanan con una señora que padecía Alzehimer que se hasta se fue a dormir con ella por la noche. Pero claro me doy cuenta de otro detalle. El rostro de mi hermana emana felicidad aunque también percibo un cierto temor. Ambos se acercan renqueando por el pasillo. Él camina mucho mejor. A simple vista es un tipo guapo, joven, alto, moreno, bien formado, parece más un enfermero que un enfermo. Mi hermana me mira nerviosa a los ojos. La enfermera me mira medio sonriendo. Yo le pregunto medio en coña : “¿Se ha echado novio?” Ella sonríe mucho más. Me dice: “Ya te contará” y se queda esperando en silencio a que mi hermana salga. Mi hermana mira al chico y le dice:”Mira, te presento a mi hermano.” Él me extiende la mano y me dice: “Mucho gusto”. “Se llama Miguel” me apunta mi hermana. Luego le presenta a sus hijos. El chico saluda a mi sobrina de forma muy divertida agitando los dedos al aire, ella se muere de vergüenza, esta tan sorprendida como yo. Mi sobrino se acerca a él y le extiende la mano. Bonito gesto. Él se queda dentro. No puede salir.

Por el pasillo le pregunto a mi hermana si es su novio. Ella me contestas tímidamente que “.” Tiene como miedo a que yo lo rechace o que me ría de ella o de él o a que les prohíba verse. Le pregunto cuál es el motivo por el qué él está allí. Me dice que sufre de Esquizofrenia Paranoide. “Buen comienzo” pienso yo… Me cuenta que uno de sus hermanos le maltrataba, que era ingeniero, que tiene 43 años (uno menos que ella) y que le diagnosticaron su enfermedad hace 6 años. También me dice que es Sagitario y que nació el 10 de Diciembre. La veo feliz. Yo me siento raro. Sí, me choca mucho, no me lo esperaba. Me doy cuenta que de repente, la vida, una vez más, me ha dado una brutal lección; es como si me dijera: “¡Ja! Ni tu ni nadie creíais que tu hermana jamás podría volver a enamorarse… Que ingenuos, que idiotas, que derrotistas, que egoístas… Pues que sepáis que el amor se puede meter hasta por la rendija más minúscula del mundo…

Le pregunta a sus hijos que les parece. Ellos no saben que responder. Esta aun alucinando. Adam me dice más tarde que esperaba que su madre su hubiese echado un novio de “afuera”… Yo le digo que tal y como se encuentra suerte tiene de haber encontrado un novio en condiciones (lo de la E.P. es algo que no tengo ahora en cuenta) que debería alegrarse de que su madre era feliz. Laura dice que el novio de su madre es majo. Y razón tiene. El chico es muy guapo, además se ve feliz con ella. Le pregunto a mi hermana que desde cuando están juntos, ella me contesta: “Desde el lunes” Es una relación recién estrenada, aun no la han desembalado...

Charlamos un rato más. Luego nos vamos a llevarla a la sala donde él la espera. La enfermera me dice que me espere mientras mi hermana se va a ver a su novio . Me pregunta si veo bien la relación ya que ellos tienen prohibido que haya contacto físico (del grado mayor) entre enfermos (aunque dice que mucho tiene sus relaciones y de forma muy discreta) Me acuerdo de la antigua compañera de mi cama que se duchaba con la puerta abierta y ahí entraba quien quería y se servía dos hasta tres tazas… Me hace gracia que me lo pregunte. Es como si yo fuese el padre de ella y me estuvieran pidiendo consentimiento para pelar la pava. Le digo rotundamente que sí, que tienen mi beneplácito. Seamos consecuentes,. Mi hermana es joven (44 años) y tiene todo el derecho de mundo de ser feliz después de todo lo que ha pasado. Me preocupa que sufra pero también me preocupa que este triste y se consuma en la soledad. Ahora con su novio ya no está sola. Tiene alguien que la quiere como ella desearía que la quisieran. La enfermera respira aliviada. Dice que de momento se besan y se agarran de la mano. Como dos colegiales. Si hacen algo más ella o hace la vista gorda o bien no se entera.

Subo al ascensor. Mi sobrinos me esperan dentro. Los veo aun alucinados como si estuviéramos viviendo una especie de sueño colectivo, como si unos guionistas chistosos hubieran sacado una nueva trama del sombrero y deseasen dar un nuevo giro a esta peculiar historia.

Bajamos al parking. Me sigo sintiendo raro, sorprendido. Mucho. Pero sobre todo no me siento en absoluto nada mal, es una extraña felicidad la que me envuelve en estos momentos. Por otro lado me alegro mucho porque por fin veo como mi hermana se ha olvidado de su ex, de que ve que tiene posibilidades de amar y de ser amada de nuevo. Me emociono tanto que trato de contener las lagrimas. A cambio les dedico a mis sobrinos una sonrisa.

miércoles, julio 30, 2008

Easy Money

Para los que no controlen la lengua de Shakespeare “Easy Money” hace referencia al dinero fácil, aquel que se gana y se gasta con una rapidez inusitada.

Soy un detractor a ultranza de los concursos “madruguiles” de esos de “¡Llama! ¡Llama! So idiota que ganas premio si le dices a la gritona que lo presenta un animal con cinco letras U y una J intercalada”. Si, de esos concursos “cutrongos” que supuestamente nadie llama (y hacen poner cara de desesperada a quien lo conduce a cada minuto que pasa) pero que en el fondo parecen estar colapsando centralitas con cientos, que digo, miles de incautos insomnes que esperan ganar un puñado de euros pensando que aquellos que no llaman son idiotas supinos y los más seres más tontos del universo. Cuando en realidad aquí los únicos que ganan son posiblemente los artífices de esta pantomima cobrándoles 1,80€ o incluso 2,10€ por minuto enganchados a la espera de entrar en directo.

Luego, claro está acaba el programa y sólo han entrado tres sospechosas llamadas, dos de las cuales han soltado una parida de esas que dejarían boquiabierto al mismísimo Forrest Gump y la tercera, en alguno de los casos, para (supuestamente) ganar un premio menor.

No es que sea incrédulo, bueno si lo soy. Sólo he llamado una vez a este tipo de concursos y por mera curiosidad periodística. No aguanté mucho la espera unos (15 a 20 minutos), soy periodista pero no imbécil y bastante apurado voy de dinero para dárselos a estos personajes que se benefician de incautos que buscan ganar dinero fácil, o para solventar problemas económicos graves (cosa que es más triste aun).

A ver, cuando hablo de este tema lo hago con conocimiento de causa. Durante una temporada fui teleoperador (quién no lo ha sido últimamente) en mi caso en temas de Tarot telefónico. Trabajé para varias empresas y en diversas franjas horarias, en el caso del Tarot telefónico si entraban llamadas, al principio muchas luego cuando el “Big Bang” se convirtió en “Big Crunch” eran contadas con los dedos de las manos las llamadas que llegaban a la centralita.

Siempre que trabajaba en un local, con otros cientos de videntes repartidos en diversos turnos, tenía la sensación de sentirme como una especie de gallina en una factoría de huevos, o como una vaca con unos succionadores perpetuos adheridos a las tetas (en este caso a las sienes). El lema de estas empresas era “Aguanta la llamada y haz minutos si quieres seguir trabajando con nosotros y si te acaba el rollo invéntate cosas nuevas pero nunca cuelgues antes de media hora”. Claro uno tiene labia pero no la suficiente como para darle a la sinhueso a gente que llama desde un teléfono móvil o desde una cabina y que no hacen más que meterte prisa porque saben que la factura sube a cada minuto que pasa. Veréis, lo más estrambótico de la gente que llamaba era cuando lo hacía alguien que le había llegado la factura del teléfono con más de 12 mil euros debido a llamadas al 906. Se te quedaban como media hora preguntándote desesperadamente como podía hacer para pagar la factura o como para que su marido no se diese cuenta (cosa que hacían tarde o temprano) de que el mes que viene tendría que irse a empeñar al banco para pagar el puto teléfono. Yo a veces les decía que no llamando sería lo mejor que podrían hacer, luego tras colgar te entraba la duda de si aquella llamada era una trampa para ponerte de patitas en la calle…

Con los concursos debe ser más sencillo, no hay intermediario de por medio así te has de cagar en la madre de alguien lo haces en la tuya propia por haber parido a un lerdo tan ingenuo como tú mismo.

¿Pero qué sucede con otro tipo de llamadas? Me refiero a las de castings para programas de televisión. Hace nada leía en un blog sobre la sospecha de un forero sobre la fiabilidad de estas llamadas, si realmente hacían caso a los que llamaban o en realidad los castings se producían por otros derroteros tales como agencias de modelos, de actores o incluso de público o concursantes profesionales que haberlos haylos (un día contaré una anécdota al respecto muy divertida y que me dejó a cuadros) Claro uno que se queda con la mosca tras lo oreja, sobre todo cuando ha picado y por curiosidad este año ha efectuado una llamada a un popular Reallity Show mencionado en el post de abajo para participar (apoyado por suegra, sobrinos, cuñada, hermana y amigos varios…) Y cuando hablo de la mosca tras la oreja es porque después de llamar y rellenar un cuestionario no me han vuelto a dar señales de vida. “¿Quizás no tengo el perfil que buscan?” “Claro tío con 41 años lo tienes claro para concursar, sólo les interesan niñatos” me han comentado varios… “¿Aun no han comenzado los castings? Me da que no porque si me consta que han comenzado... ¡Hummm!" musito "No seas mal pensado va... Y si como se rumorea no buscan a los participantes desde llamadas sino a través de otras vías? Lo dudo, puede ser, o no…" Luego me entra la vena periodistica " A ver, me consta que este año han llamado más de 17 mil personas al casting de este programa. Si cada llamada para participar cuesta más de 2,10 € el minuto (+ o -) y si te tienen en línea más de 5 minutos suma la pasta que se ganan… ¿y si por un casual no llaman a nadie de los llaman? Tengo constacia que es así... ¿O puede qué... ¡BASTA NO SEAS TAN PARANOIAS!"

Hay quien insinúa que muchos de los concursantes de este tipo de programas se conocen entre ellos. Por lo menos campanas me han llegado sobre tal hecho en alguna que otra edición. Da la sensación de que todos o casi todos ellos hayan pertenecido a un mismo club. Es como aquello de "Tengo un primo en tal empresa que si te interesa puedo conseguirte una entrevista personal etc... Demasiada teoría de la conspiración", pienso yo. “Piensa mal y acertarás” Me dicen malas (¿o buenas?) lenguas. Yo, como periodista me quedo por enesima vez con la mosca tras la oreja. Eso sí, si antes no confiaba en participar en un cating vía telefónica ahora, después de esto confío un poco menos. Es más me miro el aparatejo ese con teclas numérics de reojo, frunciendo el entrecejo.


lunes, julio 28, 2008

La vida desde una cámara

Prometí un día, en otro blog, hablar de los “Reallity Show”. Pues bien, y ya creo que va siendo hora de poner la carne en el asador y mojarme con un post sobre un tema que según como lo enfoques pueden levantar ampollas del tamaño de catedrales.

He de reconocer que siempre me han gustado este tipo de programas. Todo lo que sea experimentar con la televisión, ya sea ficción como realidad, me ha llamado mucho la atención. Soy gran defensor de los que muchos llaman “La Caja Tonta”. La televisión es un elemento muy interesante para informar, entretener, hacer pensar, culturizarse y también, por qué no manipular, en todos los sentidos de la palabra. La televisión no tienen un pelo de tonta es un arma poderosa, sobre todo según quien la manipula. Aunque en malas manos puede convertirse en un misil termonuclear. Si, dependiendo en qué manos caiga puede hacer muchísimo daño o en su defecto hacernos reflexionar y aprender de lo que aparece en ella.

Hace unos diez años surgió un nuevo fenómeno mediático diferente a lo visto anteriormente y que englobaba dentro de sí mismo, a modo de extraña muñeca Matrioshka, diversos géneros y diferentes formas de estilos de hacer televisión. A la criatura la bautizaron como “Reallity Show” y suponía no sólo un reto para aquellos que lo ponían en marcha, debido a lo complejo de su parte técnica (aquellos que hemos trabajado en televisión sabemos lo difícil que es hacer un directo y más aun que quede impecable) sino también una experiencia fuera de lo común para aquellos que se apuntaban al carro de poder vivirla en sus propias carnes.

Como ya he apuntado en el párrafo superior, un Reallity Show, tenía o tiene la virtud de encerrar en sus entrañas varios géneros televisivos. Por un lado es un concurso y por otro una forma de experimentar con la realidad tal y como ofrecen algunos grandes documentales sobre vida animal o sobre diferentes conceptos sociales del planeta tierra. Gran Hermano (Big Brother) fue el pionero. La formula consistía (y consiste) en encerrar “a cal y canto” a diez o más concursantes dentro de una casa donde supuestamente tendrían que aprender a convivir, compartir y sobre todo competir por una cantidad de dinero considerable, sin duda todo un delicioso regalo para los amantes de los concursos, en este caso dicho concurso está confeccionado a modo de serial televisivo diario con gala de expulsión semanal. Por otro lado Gran Hermano contaba y cuenta con la posibilidad de que la audiencia decidiera quién se iba de la casa y quién se quedaba en ella. De esta forma no es el que está dentro el que decide, quien en realidad se limita a aguatar (o incordiar, desprestigiar o sacar de quicio) a sus compañeros y esperar a no ser nominado y expulsado de su sueño televisivo.

Como sucede en la vida todo tiene muchos prismas. A los que no les convencía la formula de concurso siempre podía ver el programa de otra forma. Ya que Gran Hermano era también una forma de estudiar, desde la comodidad de nuestro sofá el comportamiento humano en situaciones límite o fuera de lo común, como si fuésemos privilegiados voyeurs de una finca privada a la que hemos llenado de cámaras sin que nuestro vecinos sepan que están siendo observados (aunque en este caso sí, ya que aquellos que participaban saben de antemano que son el punto de mira de la audiencia las 24 horas del día) Pero si aun esa excusa no tenía consistencia había mucho más para elegir ya que Gran Hermano es y era un culebrón con todo tipo de elementos clásicos de estos mamotretos folletinescos pero con el aliciente que todo era en riguroso directo y con un guión cien por cien improvisado. Un delicioso caramelo para quienes disfrutan de los giros de la trama, los odios, los amores imposibles y las improvisaciones ante las cámaras. Incluso había quien veía el programa desde un nuevo punto de vista mucho más sesudo ya que era como contemplar un documental de la National Geografic realizado por el antropólogo Desmon Morris acerca del peculiar comportamiento de la especie humana en este caso el “Homo Televisivus o Mediaticus”. Por último mentes más retorcidas, lo han llegado a comparar la experiencia Gran Hermano como de secuestro colectivo voluntario con alguna reminiscencia al que tienen lugar en las selvas de Centroamérica, salvo que allí no hay nada rastro de voluntariedad…

Hasta aquí todo perfecto. Pero claro pasa el tiempo, se suceden ediciones unas detrás de otras y como sucede en cualquier televisión llega a un punto que es más fácil seguir una fórmula establecida y fácil que en definitiva da dinero que innovarla y darle más vueltas al rizo. Aquella premisa de “Si funciona porque demonios vamos a cambiarlo” se ha convertido en el principal lema del programa. Es entonces cuando la aquella esencia de aquellos que un día se arriesgaron, jugaron todas las carta creando algo diferente y revolucionario se enmustia acabando por corromperse igual que hace una manzana olvidada por la manos de Dios.

Gran Hermano funciona actualmente por una parte de público. No son todos los que era sino los que quedan. Su público es mayoritariamente joven con ganas de fama y de dinero fácil y los que no se atreven a participar les gusta el programa por su esencia de culebrón tipo "Yo soy Bea", "Los Ricos También Lloran" o "Rebelde Way" y porque atraen más dos tetas que dos carretas... Sí, la carne vende y si es joven y bien envasada aun mucho mejor. Aquellos de los que participan lo saben y son osados de presentarse a sus filas para buscar simplemente los 15 minutos de fama que tanto reivindicaba el polémico Andy Warhol aunque en este caso prefieren prolongarlos hasta el infinito y más allá. En Gran Hermano manda más el dinero y la fama que el experimento social y de convivencia. Y no debería ser así. Por lo menos como sucedió en un principio y quizás rozando ya la 3ª entrega. Más allá perdió su espíritu revolucionario e innovador.

La televisión tiene eso. Ella también se deja seducir por el dinero. Ama con locura el dinero. Es su principal alimento y todo lo que toca debe producir dinero sino no merece la pena digerirlo. Así que si sobra algo en Gran Hermano se quita y se queda lo que produce beneficios, es simple espectáculo, sacrificando otros aspectos interesantes como el valor cultural y el estudio antropológico. Si no da beneficios y aburre mejor lo amputamos. Ahora que nadie me tache de radical o de anti “Reallity Show” ¿Qué levante la mano aquellos que les interese Gran Hermano más por lo que nos puede aportar como seres humanos? Lo que más gusta es que en el fondo nos entretenga o incluso alimente nuestro morbo. Vamos, sed sinceros y cavilar con sinceridad vuestra respuesta.

Al público y a quienes alimentan la máquina de este y otros programas lo que interesa es ver quién de los concursantes va a ser el más polémico, quien de las chicas va a ser la primera portada de Interviu, cuál de los allí encerrados va a conseguir pareja fácil que le ayude a desahogarse los subidones de testosterona durante los largos meses de encierro o quién de ellos va a conseguir a codazos un puesto de comentarista en las tertulias de las docens de programas "marujiles" que orbitan por la parrilla de Tele 5.

No se ve tanto interés por la convivencia entre unos concursantes con otros y gran parte de la culpa es porque la totalidad de ellos son de un mismo estatus social, forma de pensar o con una edad semejante por lo que el interesantísimo papel de los roles se pierde y la sensación de experimento mediático brilla por su ausencia. Si, es cierto que a veces ha concursado gente más mayor, pero nunca en un numero equitativo al resto de concursantes jóvenes de la casa. De esta forma ya hay quienes acusan a Gran Hermano de “putiferio” y no como "La Vida en Directo"; personalmente lo calificaría como un peligroso trampolín hacia una fama tan efímera como un espejismo. Gran Hermano es como tratar de saltar hacia una piscina con dos palmos de agua o con un agua tan turbia que nos impide ver que clase de alimañas marinas la pueblan.

Lástima que Gran Hermano ya no es lo que era. Y cuidado que respeto mucho a quienes lo hacen y luchan por sacarlo adelante. Pero año tras año es una repetición de formula efectiva sólo para los bolsillos de la cadena y carente de interés para quienes un día lo vieron como la posibilidad de una nueva forma de revolucionar la televisión. Ahora solo da vueltas dentro de un circulo vicioso.

Esto mismo se puede aplicar a programas clones de Gran Hermano como el caso de Supervivientes. Un concurso en un principio interesante ya que los concursantes eran anónimos y de edades y formas de pensar muy variopintas y ahora, con el paso del tiempo, se ha convertido en una especie de esperpento para que estrellas de tres al cuarto o famosos a medias tintas puedan rehacer sus carreras viéndoles hacer el ridículo, comiendo inmundicias, montados en una canoa pescando (o vomitando) o subidos horas y horas sobre un palo anclado en el agua. Para programas esperpenticos estaban Hotel Glam o Gran Hermano VIP (concursos muy divertidos y sobre todo muy apropiados para un tipo de audiencia que les gusta, sobre todo ver, reírse y olvidar).

También es una lástima que propuestas tan interesantes como La Casa se tu Vida (sólo en sus dos primeras ediciones), La Granja (quitando a los famosos) o la Masia (sólo vista en TV3) no llegasen a buen puerto bien por no saber cómo enfocarlas o porque son criaturas con una vida mas corta que la mosca del vino.

No todo van a ser criticas. Ante todo soy y me considero un tipo constructivo (aunque a vece no lo parezca). Por ello desde este humilde Blog hago mi propuesta de Reallity Show perfecto que sería el siguiente: un concurso de convivencia con personas de diferentes edades y sobre todo ideas y mentalidades; donde pudieran participar desde gente muy joven a personas de la tercera edad; pruebas semanales con hincapié en temas culturales, sociales y de concienciación. También alguna que otra prueba o prueba secundaria divertidas pero que siempre aportase en sus beneficios una finalidad humanitaria. Mantener lo de ganarse la comida con las pruebas es interesante, pero habría que añadir incluso la participación de terceras personas (concursantes anónimos bien desde sus casas o bien desde la propia calle que ayudasen a realizarla o entorpecerles la labor) pero sobre todo que el premio final de las mismas sea ayudar a los más necesitados. De esta forma conseguimos que el esfuerzo sea doble. Otro punto interesante es variar los puntos de vista de quienes se encuentran dentro de la casa. Utilizar cámaras en primera persona sobre la cabeza u a la altura de los ojos de los concursantes, ver lo que ellos ven y darnos cuenta si prestan atención a quienes les hablan o ver en que o quien fijan la mirada) Posibilidad de tener acceso a las entrevistas con los psicólogos especialistas. Crear diversos estímulos para hacerles debatir entre ellos y poder ver sus reacciones sobre determinados temas actuales. Potenciar su conciencia como ser humano y prevenirles de la posibilidad de ver el concurso como una forma de ganar dinero fácil. También llevar el concurso al extremo a situaciones extremas, ajenas a los personajes que allí se encuentran encerrados y ver todas sus reacciones...

Dime cómo te llamas y te diré de qué careces

Llevo días dándole vueltas a un tema muy simple pero que siempre me ha llamado mucho la atención. Es un tema que tiene que ver con nuestro nombre, en concreto con aquellos nombres que denotan un significado referente a unos valores que curiosamente carecen de valor sobre la persona que los posee. También sobre aquellos nombres que nos asignan (yo con el mío estoy muy contento) y que se posan sobre nuestra espalda como una pesada losa, o como la bola del mundo sobre los hombros de Atlas.
Por regla general los nombres solían ponerse por tres principales razones. La primera era porque habías nacido un día concreto donde predominaba la esencia divina de un santo. Muchos Jorge, María, José, Ana, Juan, Pedro… nos han venido impuestos por caer sobre su fichero (como fichas sobre de un juego de tablero llamado “El Juego de la Vida”) La segunda razón es para denotar una virtud (o defecto) en la futura persona a modo de estigma sangriento que acompañara el resto de nuestros días In Secula Seculorum Amen. El tercero es el aquel que nos cae encima cuando tu padre, tu madre o laos abuelitos deciden llamarte igual que el pariente cercano o lejano (aunque por regla general tu padre o tu abuelo) como para que, de esta forma y con ello tal personaje continuase vivo entre nosotros (¿no es espeluznante que te llamen como un hermano que se murió y que ahora tu ocupas su lugar? De eso Salvador Dalí sabía mucho), creando una ristra de generaciones de Juanes, Pepes, o Rafaeles estiradas como chicles hasta el infinito y más allá. No sé, siempre he pensado que llamarte igual que otro familiar es como que tu personalidad pierde fuerza y no eres único.
Pero a mí, de todas estas razones mencionadas, la que más me llama la atención es la segunda. “¿A quién puñetas se le ocurrió llamarme Angustias?” “¿Quién fue el graciosillo o graciosilla de llamarme Cesáreo?” “¿Por qué me llamo Caridad si a mí me gusta ser una arpía egoísta y manipuladora?” “Mis padres me llamaron Consuelo y yo soy un alma en pena que busca consuelo en los demás…” “Pues anda que yo que me llamo Soledad y tengo siempre la casa llena de gente…” Y así con otros peculiares nombres como Esperanza, Milagros, Remedios, Soledad, Dolores, Primorosa, Eustaquio, Salvador… Si los miramos como simples nombres algunos son hasta bonitos, suenan incluso bien, pero no debemos olvidar que un nombre determina a una persona y su sonido aporta unas vibraciones. Es nuestra marca de nacimiento. Sí, también es cierto que podemos modificarlos o transformarlos. Incluso eliminarlos de la faz de la tierra pero queramos o no su esencia permanece ahí.
Se me ha olvidado comentar dos modalidades a las tres mencionadas arriba. Una sería (para mí la más interesante) la de llamarnos con un nombre que no aparezca en nuestro árbol genealógico, porque que nadie se queje que si buscamos bien nombres sin usar en una familia hay a patadas. Es una forma de aportarnos un complemento nuevo a nuestra personalidad, sin perturbaciones del pasado, sin legados a los que servir, seguir y cumplir. Y en segundo lugar la moda de imponernos nombres ridículos elegidos en una noche de borrachera por nuestros progenitores o incluso elegidos a posta para jodernos el resto de nuestra existencia. Que sí, que sí, que llamarse Annakin, Barbie, Yoda, Spock, Eiueai o Johnantan de los Remedios es bonito pero puede pasarnos factura a lo largo de nuestra existencia.

sábado, julio 26, 2008

Secretos de familia

Dale una cámara a un niño... y te sacará los ojos. JA JA JA JA

miércoles, julio 23, 2008

Yo persona

Es curioso que últimamente saque temas para este blog desde la polémica surgida de otro blog. Quizás porque son temas que siempre han estado ahí esperando ser desenterrados y sólo hace falta que uno tropiece para comenzar a escarbar alrededor de ellos. Pues bien el ultimo tesoro oculto de la semana ha sido el siguiente: ¿Se puede ser gay y ser una persona con una vida “normal”? es decir ¿Se puede ser gay con una vida anónima, sin etiquetas, sin querer llamar la atención y sin pasarse las 24 horas del día haciendo apología de su inclinación sexual?

Hay quien dice que una gay loca sería el equivalente a un hetero “sitemachos” esos que se pasan todo el santo día metidos en un bar presumiendo de los hombres que son, silbando a las chicas por la calle, tratando de sobarles el culo o las tetas, soltarles piropos obscenos (o menos obscenos) o yendo por aquí y por allá marcando paquete y la camisa abierta (y el cuello lleno de cadenas) para mostrar su abundante pelo en el pecho. Si, son extremos pero miradolo por encima nos puede dar una imagen exacta de lo que realmente puede llegar a ser este símil.

A mí siempre me han hecho mucha gracia (por no decir otra cosa) las locazas que van de liberales, rompedoras, innovadoras o radicales y luego tienen en el cuerpo más prejuicios que estigmas un convento de hermanas carmelitas. Confieso que también me hacen mucha gracia los gays muy masculinos (o “machas”) que tratan de reivindicar a toda consta su masculinidad, su desapego hacia las “Gayllinas“ (como les suelen llamar) y luego son incluso más locas que aquellas que se visten de Salomé y se van a la disco a bailar la danza de los siete velos. Porque por si no lo sabíais ellos solo hablan en femenino en la intimidad, cuando es de forma abierta se ofenden.

Entonces ¿existe el término medio? Pues sí y también no. A ver, cada uno es como es y ojo que ahora parece que me esté contradiciendo con lo dicho anteriormente. Dejadme que os explique. Se puede ser una maricona de tres pares de narices ir mas pinturrejeada que una cacatúa o también un macho pero que muy macho, vestido de cuero o de traje de oficina y hacérsele el culo “Pepsi Cola” por los obreros barrigudos de la construcción o por los chicarrones musculosos de Pressing Catch… Peeeeero (porque en este vida siempre hay un “pero”) siempre hacerlo sin hipocresías. En primer lugar, si vas disfrazado de mariposa por la calle y vas todo el día haciendo la loca, atáñete a las consecuencias y no te ofendas si nada más poner un pié tras la puerta de tu casa tus vecinos aparecen por el rellano y comienzan a montarte un número musical, hablarte en femenino o incluso ya en la calle te gritan ¡Maricona! desde los cuatro puntos cardinales del planeta. Lo siento con esa actitud no tienes la potestad de reclamar lo que no puedes. Si eres escandalosa esa será siempre tu etiqueta, por mucho que trates de corregirla. Y si no te gusta que te llamen así no des pie a que ello se produzca. Pero nunca trates de corregirles. Como tu ellos también están en su derecho a opinar y sobre todo opinar de lo que ven y oyen (lo de si eres buena o mala persona es otra cosa que simplemente va con gente mucho más allegada a tu vida y no a la opinión de simples y llanos transeúntes)

Otra cosa, respeto el travestismo. Pero lo respeto como una forma de fetichismo o incluso de espectáculo (siempre que se haga dese el punto de mira del respeto absoluto) condeno el travestismo cuando se trata con ello de ridiculizar a la mujer (porque si os fijáis pocas mujeres se mueven o se expresan como muchos que las tratan de imitar) o de tratar de convencer a los demás que les están rindiendo una especie de (grotesco) homenaje y que de esta forma las sienten y las comprenden mucho mejor cuando en realidad están ofendiéndolas mofándose de ellas y de su mundo.

¿Hablar o hablarse en femenino es también una ofensa? Si y no de nuevo. Lo es si se hace con falta de respeto o en tono despectivo y allí no solo ofendes a la persona que lo utiliza sino al género femenino (aunque nunca he entendido qué tiene de despectivo ser una mujer) Por regla general hablarse femenino es habitual en círculos gay. Sobre todo cuando ya hay una confianza muy estrecha y algo de sentido del humor (no de ridiculizar) Es curioso que cuando un heterosexual utiliza el femenino en un gay esté mal visto, sea quien lo haga un hombre o mujer, pero no cuando lo hace otro gay (que no esté tratando de ofender a otro, lo que sería ridículo… pero hay casos). Curiosamente los que más se ofenden de que se les trate en femenino son “las machas” como ya he apuntado antes y “los hipócritas”, no importa el orden. Los primeros lo encuentran ofensivo ya que tratan de todos modos conservar o demostrar al mundo su masculinidad (a veces hasta la exageran tanto que parecen esperpentos) y ser tratados como mujeres (en este caso como locas) es como escupir a la cara a Mahoma o tratar de prender fuego a la estatua de buda de un templo Tailandés. En el caso de los hipócritas es diferente. Ellos sólo son gays pero no mujeres, salvo cuando les sale de las pelotas.

Yo soy gay y me importa un pito que me hablen o no en femenino siempre que se haga en el sentido del respeto, (porque se puede hacer con respeto e incluso cariño) no tengo prejuicios salvo si están cargados de hipocresía y mala saña tanto si vienen por un bando como si lo hacen por cualquier otro. Cuando se habla de cómo ofende que se hable en femenino yo tomo de ejemplo a Ángel Pavlovsky. Este impresionante Showman, en sus espectáculos (él usa el femenino tanto en gays como en heterosexuales) comenta más o menos así: “El femenino tiene muchísimo que ver con el término Persona. Si te sientes como persona ¿por qué no puedo dirigirme a ti en femenino?”

martes, julio 22, 2008

El Sótano del Terror Vol. 4

Aquí tenéis una nueva entrega de cuentos cortos de terror. Los escribí este fin de semana mientras en casa reinaba la paz ja ja ja ja… Hice hasta 10 en total, que irán apareciendo a lo largo de las siguientes semanas. Con dos de estos tres que presento a modo de "Grindhouse" he de confesar que me lo pasado en grande escribiéndolos. Siempre disfruto escribiendo pero con estos más… Pese a su extensión son cuentos rápidos de leer. A partir de aquí se cuentan cosas por lo que prefiero que lo leáis al final de los mismos.

El primer cuento llamado Alquimia ha sido un poco duro de pelar. Eso sí surgió de la nada pero a medio camino no veía claro como debía acabar, es algo que a veces suele suceder. Por eso dejé macerarlo (a semejanza de lo que hace Lord Hornchurch con sus “trofeos”) unas 24 horas para que se fuera cociendo en mi cabeza y así, a medida que lo corregía, fuese surgiendo el final más apropiado. Hubo varios pero me quedé con el que aquí os presento que es el que más me gustó. Es un cuento gótico, un homenaje a las películas de la Hammer y también a la obra de Lovecraft. Es curioso que mientras lo escribía aparecían con claridad muchas de las escenas que se iban narrando, las veía con tonos fríos de luz, casi en blanco y negro. Es un cuento muy cinematográfico y lo más curioso con una atmosfera atemporal. Bien lo puedes trasladar a la Inglaterra Victoriana como a la época actual o a mediados del siglo XX. El cuento es una especie de larva literaria, una historia con posibilidades de continuar. También es curioso que nunca me hayan atraído las novelas de misterio al estilo de Agatha Christie o Sir Arthur Conan Doyle… Ha sido estos días que me he puesto el traje de “Holmes” en otro blog que de repente haya aparecido esta historia. Estoy muy contento con el resultado final y creo insisto que aun puede dar más de sí. Quién sabe… igual Higgins y Hornchurch se van a tener que ver las caras más adelante… También depende de vosotros…

El segundo cuento Hikikomori es una historia sencilla, pero de esas que dejan que pensar. Desde que supe de la existencia de los Hikikomoris (personas que se encierran en su habitación y se aíslan por completo de la sociedad) sobre todo en Japón me atrajo la idea de saber por qué sucedían estos casos (hay más de un millón registrados) Espeluznante. Enfocarlo desde el punto de vista parapsicológico me atrajo bastante. Es corto pero no por ello nada interesante. Para los foráneos de la cultura nipona los Onis son una raza de demonios bastante violentos.

La última historia Obutu es para mí lo más divertido y que más me ha llenado de todos los cuentos que llevo escribiendo y eso que con muchos me he emocionado. Es mi niño bonito. Me lo he pasado bomba con él. Un cuento que desde que salió (fue un parto muy fácil) me tiene atrapado y enamorado. Aun me hace cosquillas por todas partes y me apetecía mucho (no mucho, muchísimo) que lo leyerais. El tema de los encuentros cercanos con seres de otros mundos en este caso con los enigmáticos Chupacabras me fascina y aun pese a que el tema OVNI no es de mis preferidos. Esta es otra historia atemporal como Alquimia y también una especie de larva literaria de la que si os voy a confesar pienso continuar a modo de historias independientes pero con un eje en común… Obutu es posiblemente el episodio segundo o quizás el tercero de una trilogía. Es la historia de una tribu africana en continuo contacto con fenómenos paranormales.

Quiero dedicar estos cuentos a tres personas. Estas son Mariano Menor /VTR, Alberto Rodilla/Sisterboy y Aurora. Son cuentos muy especiales y vosotros sin duda lo sois.

Alquimia

Descendió tranquilamente a la gran sala. Allí los tenía a todos, en fila, tumbados, inertes. Cuarenta y seis en total, flotando en bañeras con cloroformo, inciensos y hierbas de varios tipos. Hacía tiempo que los estaba coleccionando y precisamente hacía pocos días que ya había completado su colección. Los cuerpos de los allí presentes eran de las peores personas que podían haber habitado la tierra. Los había de todo tipo, rufianes, estafadores, especuladores, asesinos, maltratadores, ladrones, violadores, traficantes… la peor calaña que había escupido las entrañas de la tierra en las últimas cuatro décadas. Algunos tenían su renombre, otros estaba en pleno apogeo de su maldad, había también algunos que habían comenzado su andadura hace poco pero tenían un enorme y poderoso potencial. Los había cazado él. A todos. Siguiendo el ritual establecido en el “Gran Libro Escarlata”.

Ya tenía el caldero preparado, gigantesco, de cobre, semejante a que se utilizaba para preparar grandes caldos industriales. Hacía horas que estaba hirviendo con agua y algunos ingredientes adicionales. Especias exóticas, toxicas en su mayoría. También había hongos y varios tipos de líquenes y algas. Antes de comenzar el ritual sumergió la piedra “Lipippium” en el interior del caldero. El agua se agitó, soltó borbotones de burbujas y de repente se torno de un oscuro intenso, tenebroso. Esperó un par de horas más. Limpió cada uno de los cuerpos con esmero. Les colocó los emplastes de aceite de “Crusaquia” templada debajo de las axilas, cuello y parpados. También les Introdujo debajo de la lengua dos pedazos de sándalo negro con los glifos escritos con su propia sangre.

Apiló los cuerpos en orden de antigüedad sobre el torno que los ascendería a la boca del caldero. Los fue arrojando, uno por uno, lentamente, comenzando por los pies y esperando siete minutos entre cada inmersión. Los hizo descender con cuidado, ayudado por unas firmes cadenas. Al tomar contacto con el agua los cuerpos automáticamente reblandecían y se tornaban fofos, de un aspecto repulsivo. Algunos de ellos cobraron vida. Momentáneamente. Tan sólo unos segundos. Algunos pataleaban y gritaban con voz chirriante como langostas a las que se les sumerge en agua hirviendo. Estaban como aterrados. Como si durante un instante supiesen lo que les iba a suceder. Le sucedió con los más jóvenes, aunque también con alguno de los ancianos como “El Asesino de las Rosas Negras” un tipo muy desagradable que mientras se retorcía violetamente en el agua le maldijo (o al menos eso le pareció a él) para toda la eternidad. Lo hizo mirándole fijamente a los ojos. Helándole la sangre.

Cuando acabó de arrojar el ultimo cuerpo cerró el caldero. No debía escapar ni una solo gota de vapor. Era imprescindible. Bajó el fuego y dejó que la química hiciese el resto de su trabajo.

Pasaron 23 horas y 23 minutos. El tiempo exacto para la cocción. Aun de estar cerrada herméticamente la sustancia que se encontraba en su interior desprendía un olor indefinido, tremendamente nauseabundo. No tuvo tiempo para atender las arcadas. Había muchísimo trabajo que hacer.

Abrió el grifo sus ojos observaron cómo el infecto liquido recorría las tuberías de cobre hasta llegar a la habitación de los ritos y llenar la enorme bañera de acero hasta casi rebosar. Se acercó hacia el lugar. Varias veces se sintió desmayar por aquel olor pero utilizó todas sus fuerzas para poder sobrellevarlo. Se desnudó y se quitó también las vendas que cubrían cada uno de los puntos cardinales de su cuerpo dejando al descubierto unos enrevesados glifos como grabados a fuego sobre su piel.

Introdujo el pie izquierdo en la bañera, como así debía ser. Luego el derecho y acto seguido se arrodilló. Junto las manos, las acercó a su frente y musitó una oración en un idioma extraño. Cuando terminó se sentó sobre sus tobillos y luego se fue estirando hacia atrás hasta sumergir todo su cuerpo en el pestilente caldo. Tan solo eran visibles unas cuantas burbujas que dejaron de aparecer al cabo de unos cuantos segundos más tarde. Luego el contenido se solidificó.

A la mañana siguiente el sargento Walter Higgins, de Scotland Yard llegó a la mansión, con un grupo de policías. Hacía ya varios meses que sospechaba de Lord Hornchurch tras varios meses hilando sospechas y juntando pesquisas. Encontró la casa vacía. No había nadie, ni Lady Hornchurch, ni los niños, ni los criados. Ni siquiera hallaron los animales de compañía de la familia.

Bajó al sótano. El olor era todavía intenso y muchos de los que le acompañaban vomitaron de forma irremediable. Bajaron las escaleras de metal hacia la gran sala donde encontraron el caldero ya completamente vacío. Las bañeras permanecían amontonadas cerca de una pared con restos de cloroformo aun en su interior. Sobre el caldero reposaban las cadenas para alzar los cuerpos. Había una atmosfera malsana en aquel lugar. Era algo maligno e indefinido. Como espeso.

El sargento Higgins avanzó por el lugar buscando algún indicio sobre el paradero de Lord Hornchurch. Encontró la habitación donde reposaba la gran bañera de metal. Estaba rota. Partida en dos. Como si algo o alguien la hubiera hecho estallar desde su interior. Había restos de una piedra gris por todos lados. Al sargento Higgins le recordó un huevo gigantesco. Sin duda algo o alguien había surgido de aquellos restos. Aquello ya no se trataba de un caso de asesino múltiple. Ahí había algo más. Algo arcano que se escapaba de cualquier explicación humana.

De súbito uno de sus hombres le llamó. Habían encontrado algo. El sargento Higgins salió de la sala con la extraña sensación de haberse sentido acompañando. Pero en aquella sala no había nadie más que él.

Le llevaron a una puerta de metal. Había estado escondida tras un armario. El sargento Higgins vio restos de vomito al pie de la puerta. Fuese lo que fuese lo que había allí dentro no era apto para mentes susceptibles.

No se equivocaba. Nada más asomarse su estómago le dio un vuelco. Allí, apilados los unos sobre los otros, se encontraban unos quince o dieciséis cadáveres, todos ellos despellejados. La mayoría se encontraban abrazados y todos conservaban sus ojos. Estos expresaban junto con su boca un horribles rictus de terror. En una esquina pudo ver los cuerpos de tres niños y otra figura mucho más corpulenta de mujer que aparecía asirlos con desespero. En un primer vistazo podría tratarse de Lady Churchhorn y sus tres hijos. Los cuatro se encontraban en una muy apretados como tratando de arrimarse o desaparecer deserradamente a través de la pared. El resto de individuos, animales incluidos, presentaban los mismos rasgos: carecían de piel en sus cuerpos, ensangrentados y desnudos. A simple vista parecía como si se la hubiesen arrancado mientras aun vivían y trataban de huir desesperadamente de su agresor. Pero ¿por qué algunos no habían tratado de huir por el hueco de la puerta si el agresor había entrado a por ella? Miró al suelo y vio pequeños restos de arena gris por todos lados. Se agachó y los acarició. Observó la puerta. Miró el picaporte, la cerradura. No estaban forzadas. Sus hombres habían encontrado la llave que abría dicha puerta sobre una mesa, justo en frente donde se encontraba el armario que ocultaba la habitación secreta. Se detuvo un instante. De nuevo se sintió observado. Esta vez desde cierta distancia. Era como un frio acompañado de un leve viento. Como un golpe de brisa que te despeina los cabellos.

Se levantó y avanzó un par de pasos hacia la sala principal. Dirigió su mirada hacia el lugar donde creía que lo miraban. Sus hombres no entendían lo que estaba haciendo. Enfocó su mirada hacia una puerta que conducía a una especie de pasillo en penumbra. Lo contempló en silencio. Mientras lo hacía escuchó el sonido de las ambulancias. Era curioso a simple vista no había nada extraño en ese punto. No había absolutamente nada. Pero juraría ante la biblia que allí, contemplándoles entre las tinieblas había alguien. Alguien que no tenía cuerpo pero si una especie de esencia. Una esencia llena de pura maldad.

Hikikomori

Me llamo Yami Sawamura. Hace ya setenta años que hice un pacto con los Oni. Si yo no salía jamás de mi habitación ellos nunca devorarían el mundo.

Obutu

Obutu era el ser más feliz del mundo. Vivía en la selva, con su familia, con los miembros de su tribu, en su choza de barro construida por él, su padre N´Gagui y Batunga, su mejor amigo desde la infancia, que era muy grande y fuerte y podía cargar con mucho más peso que ellos dos juntos.

Obutu le gustaba cazar. Lo hacía siempre con lanza. Su abuelo Oguri, el más anciano y venerado del poblado, hasta que unas extrañas fiebres se lo llevaron al más allá, le enseñó el difícil arte de la cacería. A Obutu le gustaba hacerlo por la noche, tenía muy buena visión nocturna y gracias a ello pillar desprevenidas a algunas de sus presas.

Hacía ya dos estaciones que había pasado la prueba de valor. Ya era un hombre y por ello estaba preparado para recibir a una esposa y entre ambos traer descendencia a la tribu.

Ya tenía una mujer elegida, Otamba hija de Usuri, el brujo. Tenía buen cuerpo y buenas caderas por lo que sería una madre y esposa perfecta. Tenía pensado pedirle permiso a Usuri, para que diese su consentimiento para la unión. Para ello tenía que satisfacerle y llevarle una buena presa de caza. Cuanto más grande o exótica mejor que mejor.

Caminó sólo por la sabana. Toda la mañana y parte de la tarde. El sol era una bola inmensa y amarilla. Hacía mucho calor y un par de veces echó mano de la bolsa de piel de Ñu donde guardaba el agua para refrescarse. Comió larvas de gusano de uno de los troncos que encontró por su camino. Tuvo que espantar a una docena de babuinos para hacerlo. Esos monos eran un incordio y unos animales estúpidos.

Cuando llegó el anochecer se preparó para la caza. Se agazapó entre unos matorrales y esperó. Obutu tenía mucha paciencia. Con suerte igual hasta podía cazar a una cría de elefante o a un león herido o a una jirafa despistada. Lo que si tenía claro era que no iba a volver a casa con las manos vacías.

Pasaron las horas y no apareció ningún animal. Ni siquiera una miserable hiena. Nada. Ya estaba a punto de darse por vencido cuando de repente escuchó unos extraños sonidos a su espalda. Eran ruidos extraños, indescriptibles, ya que jamás los había escuchado. Obutu agudizó el oído. Entre aquel sonido, de forma muy tenue, había algo más. Consiguió escuchar sonidos de animal, tal vez una o varias gacelas. Gritaban levemente. Parecían asustadas. Si eso estaba sucediendo significaba que posiblemente hubiese leones acachando cerca. Sonrió. Al parecer definitivamente no iba a volver con las manos vacías.

Corrió agazapado hasta alcanzar el pie de una loma, de donde provenía el extraño ruido. Se dio cuenta que había una extraña luminosidad al otro lado como el de una poderosa fogata de varias zancadas de tamaño. Posiblemente se trataba de otra tribu. Se sintió algo incomodo y maldijo su mala suerte. No había leones que cazar por lo que ahora tendría que luchar duro contra otros semejantes si quería conseguir otra buena presa. Quizás, con suerte, el macho dominante de la manada.

La primera cosa que vio al asomarse a la cúspide de loma fue el cuerpo de una gacela joven. Se asustó un poco. El animal parecía mirarle con desespero, como aterrado pero Obutu en seguida se dio cuenta que estaba muerto. Tenía el cuello partido y bordeado de una herida sangrante.

Se volvió a asomar para observar un poco más. Lo que vio le dejó perplejo. En el centro del pequeño valle que rodeaba la loma había una especie de choza inmensa y plana que emitía una lechosa luz. Ni juntando todas las casas de su poblado conseguiría formar semejante envergadura. Por un momento Obutu pensó que “La Hija de la Noche” se había desprendido del firmamento y se había precipitado de forma brusca contra la tierra. Pero no era así. Miró al cielo y ella seguía aun allí mirándolo con complicidad con su extraña cara de mujer.

Había toda una manada de gacelas esparcidas por el suelo. De todos los tamaños. Sin duda era una manada muy grande. La más grande que había visto en su vida. Aun había algunas vivas pero estaban tan aterradas que no podían ni moverse pero la mayoría yacía muerta con el cuello reventado. El olor a sangre era intenso por lo que Obutu pensó que muy pronto el lugar se llenaría de depredadores.

Una especie de crujido a modo de desagradable gorgoteo le hizo quitar la mirada de la masacre. A muy pocos pasos de donde se encontraba pudo ver a un extraño animal del tamaño de una persona. Disponía de dos pares de brazos repartidos ordenadamente a ambos costados de su cuerpo. Agarraban con fuerza, pero con una extraña delicadeza, a una joven gacela que aun quería escapar. Las puntas de sus dedos se semejaban a las de los felinos ya que mostraban una especie de garras afiladas que se contraían o se retraían de forma voluntaria clavándose dolorosamente en la carne. Lo que más llamó la atención a Obutu eran sus piernas. Eran muy extrañas. Parecían como las de un león pero muchísimo más musculosas, angulosas y alargadas. Su rostro era pálido, desprovisto de pelo. Era afilado y provisto de dos grandes ojos negros que ocupaban los costados de la cabeza para proveerle de una mejor visión periférica. Sus orejas se semejaban a las de un murciélago. Tenía una boca circular, provista de dos filas de incisivos. Su hocico era igual de poderoso. Se asemejaba al de un tapir. El ser olisqueó el aire en todas direcciones mientras arrancaba y masticaba la piel del cuello de aquel indefenso animal. El joven cazador se dio cuenta que tenía mucha suerte ya que el viento jugaba a su favor soplando frente a él y alejando su olor del alcance del extraño.

Obutu descubrió que el extraño ser no estaba solo. Pudo ver a muchos otros muchos repartidos a lo largo y ancho de donde alcanzaba su visión. La mayoría estaban agazapados sobre sus presas o tratando de cazarlas dando impresionantes zancadas. Algunos emitían sonidos simiescos, guturales, como de ansiosa satisfacción; otros simplemente se limitaban a comer en silencio. Vio también a un grupo de ellos salir y entraban nerviosamente de su extraño campamento. No sabía qué clase de animales se trataban pero eran muy rápidos y muy voraces. Por un momento recordó las historias que su abuelo le contaba a la luz de la hoguera sobre los extraños demonios que poblaban la sabana. Seres que venían o bien del interior del suelo, del interior de los árboles o incluso de lo más alto del cielo y cuyo fin era romper la armonía y a dedicarse a propagar la maldad por el mundo.

De forma súbita se escucharon unos rugidos en la lejanía. Los seres dejaron de comer al unísono y enfocaron sus hocicos al aire. Obutu reconoció muy bien aquellos sonidos. Eran producidos por los leones. Se estaban acercando de frente y posiblemente en el grupo habían más ejemplares que dedos tenía él en sus manos y en sus pies. También escuchó el sonido de varias hienas. Las oía reírse en la lejanía, mucho más atrás que los leones. Las apestosas hienas siempre iban detrás de los leones. Unos cazaban y se daban el banquete y otras esperaban y se quedaban con las sobras. Así funcionaba la ley de la selva.

Nada más escuchar los rugidos el ser más cercano a él soltó la presa que golpeó el suelo con un sonido seco y quebradizo. El extraño emitió un chillido muy intenso, terrorífico que hizo que Obutu se cubriese los oídos y se mease sobre su taparrabos. El terror le inundó de repente y le entraron ganas de retirarse. Ahora se encontraba en una situación complicada y su suerte podía cambiar en cualquier momento, sobre todo con la llegada de los otros depredadores.

O tal vez no...

Rápidamente consiguió alejar el miedo de él y recordó cual era su principal objetivo. No estaría bien regresar al poblado con las manos vacías. Otamba no se lo perdonaría y dejaría de interesarse por él. Se convertiría en la deshonra de la familia y acabarían apartado del resto de la tribu. Por otro lado pensó que igual, con suerte y paciencia, podría llevarle a Usuri una cabeza de león, o quizás algo mejor… Sí, ¿qué sucedería se le traía como trofeo el cuerpo de uno de esos demonios? La idea le entusiasmó y le llenó de excitación. Pero tendría que actuar, rápido y sin llamar la atención, sobre todo del resto de componentes de la manada. Que el demonio estuviese más alejado del resto era una ventaja para él, la desventaja era que desconocía como podía reaccionar ante el ataque y cuáles eran sus puntos débiles.

La idea de cazarlo estuvo a punto de irse al traste cuando observó como casi todos los demonios se deshacían de sus presas y se introducían raudos como guepardos en el interior de la gran choza luminosa. Si aquel que tenía cerca conseguía esconderse allí, junto a los suyos, sería prácticamente imposible cazarlo. Tenía que actuar y ya. No había tiempo de pensar.

Obutu alzó en silencio su lanza y la arrojó con furia sobre el demonio. Éste no la vio llegar. La pieza de madera se clavó con fuerza sobre una de sus piernas. El ser gritó de forma horrible. Era una especie de alarido entre sorprendido y enfadado. Con una de sus garras se arrancó la lanza que se le partió en dos quedando aun un trozo dentro de su pierna. Ésta comenzó a sangrar. Miró en dirección a donde había venido el arma arrojadiza y vio a quien se la había lanzado. Obutu comprendió que había dejado de ser invisible y que pronto el demonio o se abalanzaría sobre él o pondría en aviso a sus secuaces y entonces jugaría con muchísima desventaja.

Al final sucedió que, en vez de atacarle, el demonio trató de huir. Mientras lo hacía seguía emitiendo unos sonidos intensos, dolorosos a los oídos de Obutu. Éste dedujo que se trataba de la temida llamada de socorro. También comprendió que aquel se trataba de un demonio joven e inexperto. El haberse alejado tanto de la manada era una muestra clara de ello. Los gritos que profería llamaron la atención de dos de sus compañeros que se encontraban aun alimentándose de sus presas y cerca de la gran choza. Ambos alzaron sus orejas y olisquearon rápidamente el aire emitiendo un gruñido ronco que erizó el cabello de la nuca del joven cazador.

Obutu comprendió que no había más tiempo que perder. Si todo salía como él pensaba incluso tendría más suerte de la que esperaba; así que corrió hacia su presa, saltando por encima de los cuerpos de varias gacelas muertas. El joven demonio trató de hacer lo mismo pero no podía. Saltaba pero no con la suficiente potencia como para deszafrarse de su asaltante. Los otros dos demonios zanquearon hacia su dirección, ellos si lo hacían a grandes saltos, gritando como enloquecidos.

Obutu extrajo el puñal de piedra de su cinto y saltó sobre el demonio herido. Ambos cayeron sobre el suelo rodando y asustando a un par de gacelas aun vivas que se encontraban paralizadas de terror la una junto a la otra. El demonio automáticamente clavó sus uñas sobre el cuerpo de Obutu que gritó y se agitó de dolor. Éste contraatacó clavándole el puñal sobre el torso a la altura de donde debía tener el corazón. El demonio chilló con intensidad y en su desespero trato de arañar el rostro de Obutu. Éste de un rápido movimiento le cortó un par de dedos de donde comenzaban a asomar dos garras afiladas como cuchillas de sílex.

El demonio cayó a un lado. Dolorido. Agonizante. Desde el suelo Obutu vio acercarse a los otros dos demonios. Estaban furiosos. Trató de incorporarse pero no podía. Se sentía extraño. Entonces comprendió lo que sucedía. Aquel ser le había metido un mal en su cuerpo, lo había emponzoñado a través de sus uñas, sentía el mal que lo paralizaba por momentos. Pensó que así deberían ser como ellos retenían a sus víctimas.

Justo cuando iba a ser alcanzado por los otros dos demonios sucedió aquello que él tanto esperaba. Un par de leonas se abalanzaron desde la oscuridad derribándolos de forma violenta revolcándose por el suelo como si se tratase de un violento juego de lucha donde el ganador era el que permanecía finalmente con vida. Otros leones se unieron a la lucha. Obutu los escuchó gruñir mientras desgarraban los cuerpos de sus presas.

Mientras perdía la consciencia Obutu tuvo una extraña visión. Por un momento pudo ver como la enorme choza luminosa se alzaba en el aire frente a él y salía disparada a una velocidad atroz hacia el cielo del amanecer, convirtiéndose de repente en un punto luminoso tan intenso como aquellos tantos otros que poblaban el oscuro manto de la noche.

Batunga encontró el cuerpo de Obutu dos días más tarde. Lo reconoció sobre todo por el brazalete que aun llevaba puesto en una de sus muñecas y que los leones y las hienas no quisieron comerse. Aun había restos de gacelas muertas a su alrededor, también vio el cuerpo inerte de un león; pero lo único que estaba vivo en ese momento en aquel desolado lugar era el propio Batunga y los millones de moscas y gusanos que pululaban por entre los cadáveres.

Batunga nunca vio a los demonios. No había rastro de ninguno de ellos por alrededor. Simplemente habían desaparecido. Es posible que hubiesen sido devorados por las alimañas o bien alguien como el propio Batunga se había encargado de regresar y llevarse los cuerpos como lo iba a hacer él con quien antaño fue su mejor amigo.

© Richard Archer - 2008 (Todos los derechos reservados)