martes, octubre 30, 2007

Se acabó la calma

No es buena tanta calma. Ya me lo imaginaba. Ayer vinieron los niños a casa. Parece ser que les ha cogido mucha afición a dedicarnos los domingos. Bueno en el fondo se que prefieren venir a casa porque aquí mi sobrina puede chatear con sus amigas con el Messenger y mi sobrino jugar con todas las videoconsolas del mundo, aparte de ver lucha libre con youtube. No importa, se que se lo pasan bien y lo sé porque cuando no están chateando ni jugando también disfrutan. La semana anterior vinieron también el domingo por la mañana. Miguel y yo habíamos salido la noche anterior con varios amigos por el ambiente (hacía tiempo que no lo hacíamos y nos apetecía) Nos acostamos a las 5 de la madrugada y ya me ves a mí a eso de las 9:45 AM levantándose para abrirles la puerta y atenderlos en lo que es debido, mientras trato de dominar el sueño. Pero insisto, no es buena tanta calma. Y este domingo volvió a estallar la tormenta. Eso sí, lejana pero atronadora como en los viejos tiempos. El domingo me sorprendió que los niños llegasen tarde. No era normal. Habían quedado con su madre que vendrían a las 10 y se presentaron una hora más tarde. Yo, nada más verlos les pregunté si se habían dormido o se habían despistado con el cambio horario. Ello me contestaron que no. Venían tristes y con algo de cabreo. Hacía días que por teléfono les había notado algo raro. También me había enterado de las ultimas mamarrachadas que había hecho mi cuñado como negarse a pagar el teléfono y el agua y en el segundo caso haberse presentado un técnico a cortársela. Dos días sin agua han estado los niños. Imaginaos el panorama. Lo del teléfono es un misterio. Alguien en casa ha marcado a un 905 y ha estado una hora enganchado/a a un concurso de esos que supuestamente dan millones de premios... 200 euros en llamadas en total. Conclusión: “No pago y nos quedamos sin línea, así no llamáis a tu tío y os jodéis”. Tampoco le quiere cargar el móvil a la niña. Dice que soy yo quien se lo he de cargar porque yo le regalé el móvil. La última vez que lo hice el cabrón se gasto los 20 euros en llamar a sus hermanas. Por cierto aun el niño no le ha comprado el teléfono a la hermana. Su padre le ha dado órdenes de que no se lo compre, que en todo caso es responsabilidad de su tío ya que él se lo compró. No, si mas imbécil e ignorante y no nace... Bueno los niños entran en casa y me dicen que sólo pueden estar en mi casa media hora porque según su padre yo soy un mentiroso (dale al piñón fijo) porque la última vez que vinieron (la del día después de la salida por la noche de juerga) no había traído a mi hermana a casa y los niños no la habían visto. Eso si cuando él quiere estar solo con la novia bien envía a los niños a mi casa el tiempo que haga falta (incluido un fin de semana entero) Los niños estaban cabreados, esta vez con su padre. La niña me dijo que quería venir este puente de Todos los Santos a Albacete con nosotros pero que su padre se negaba en absoluto. Comenzó a llorar. Yo trate de consolarla. Los senté en el sofá y les hablé. Por una vez en todo este tiempo puede hablar con ellos de la situación familiar. Les conté porque había denunciado a su padre y a sus tías . Por cierto los niños me contaron que el capullo y la Sargento de Hierro tuvieron una pelea monumental por el teléfono y que ya no se hablan. Al parecer la causa era la novia de mi cuñado. La Sargento siempre ha sido un pelo racista y si no lo es ella adopta esa postura como si fuese un cachorrillo. Con tal de llevar la contraria ella es única. Le conté a los niños lo que habían hecho sus tías a su madre en el hospital y no parecieron extrañarse mucho. Me comentaron que su padre les grita, les insulta, esté o no borracho y que también les arroja cosas. Mi sobrino me confesó que había recibido el impacto de un mechero en toda la cara. Me contaron que les había obligado a mentir con el juez sobre y que están artos de avisar a la asistenta social del EAIA y ésta, tras hablar con el padre reciben otra somanta de hostias. Me dijeron que su padre no soportaba que los niños volvieran felices a mi casa y les decía a las asistentas que cuando los pequeños volvían a casa lo hacían llorando diciendo que lo habían pasado muy mal conmigo. Me comentaron que ellos estaban presentes el día que su tío me llamó para amenazarme de muerte y las veces que su padre ha jurado matarme y a Miguel y a mi hermana o al que se ponga por delante. Me echa la culpa de que tiene que pagar mucho de colegio y que debería ser yo quien lo pagase. Luego me entero que no hace nada para solicitar becas a tiempo. Esta mañana he ido corriendo al colegio a entregar unos papeles para conseguir una beca de comedor. Me han hablado mucho de gritos y de insultos. De que los encierra en casa solos para que no se marchen. A veces, me comentaron los niños, cuando está muy borracho, les dice que se marchen a mi casa a vivir. Los niños hacen las maletas con lo que tienen a mano y en cuento llegan a la puerta el muy cabrón se les arrodilla y les llora suplicando que no le dejen. Hasta tres ocasiones ha sucedido esto. Los niños insistieron en que querían vivir conmigo, que les ayudase. Les dije que tenían que hablar con otra persona como la directora del colegio y ella sería la que podría denunciar a su padre. Tienen miedo. Mucho. No se fían del EAIA. Yo mucho menos. Desde que hemos vuelto de viaje no se han puesto en contacto con nosotros, no estamos informados, mi hermana no tiene noción de lo que sucede con su familia. Para el EAIA no existimos. Son una basura inútil y desorganizada. Fijaos hasta donde llega el colmo de la desfachatez de mi cuñado que le dice a su hija ¡Qué yo le entregue las joyas de mi madre! Flipo pepinillos. Me cabreo con un mono enjaulado y le digo a la niña que las joyas de su abuela no salen de mi casa. La niña insiste que su padre las quiere. Yo estoy por llamar a la policía o contratar al Equipo A y a los 4 Fantásticos, Superman y a una pandilla de Jedis. Antes de irse los niños me afirman los maltratos sufridos por su madre mientras vivían juntos y los sufridos por ellos. Se marchan. Llorando porque no quieren irse. La niña me dice que su padre la va a cerrar en casa porque él se ha de ir a casa de una de sus hermanas y no quiere que la niña se escapé en mi casa. Llamo a Paloma. Le cuento lo sucedido. Esta mañana nos hemos reunido con la intención de ir al colegio y llevarnos los niños a declarar. Por cierto mi cuñado ya ha sido citado para el divorcio. Pero ha dicho que él no va a hablar con la abogada de mi hermana, en todo caso que sea yo quien lo haga (¿?). Absurdeces. Tengo miedo. Tengo mucho miedo que este desgraciado haga algo malo a los niños. Vuelve a pegarles, sobre todo cuando no está la novia en casa. Así, como siempre no tiene testigos. Luego como me dijeron los niños les cuenta trolas a sus hermanas y a las del EAIA para que sientan pena por él y no lo acusen de maltratador.

miércoles, octubre 17, 2007

Días extraños

A pesar de los inconvenientes y con que a veces amanece tormenta el ambiente aun está tranquilo. Eso sí, como colgando de un hilo de telaraña. Por un lado creo que a mi cuñado no de conviene llevarse mal conmigo. Primero, le estoy resolviendo el tema de los niños por dos flancos. Él se evita tener que llevarlos a ver a su madre al hospital (recodemos que ya no tiene coche) y por otro puede estar con su novia a solas el tiempo que pasan los niños en mi casa. ¿Por qué yo y no sus hermanas? Las noticias sobre las relaciones familiares entre ellos me llega a cuentagotas pero con suficiente fuerza para saber que apenas hay relación o, por lo menos un distanciamiento. Mi sobrino me comentó que su tía (la Sargento de Hierro) esta medio loca, más aun de lo que estaba. Su hijo tiene novia y se le debe de estar escapando el polluelo del nido. El abuelo de los niños no tiene relación con ellos. Ahora vive con la esquizofrénica que se olvida los niños en la calle por culpa de darle a la botella. No sé una situación algo extraña. Marciana. Sobre el asunto del teléfono móvil… El domingo vinieron los niños a casa. Tenían que llegar a las diez pero a las diez menos cuarto ya estaba picando por el interfono. Cuando abrí la puerta entró mi sobrina. No había rastro de su hermano. Aunque si estaba pero enfadado conmigo y avergonzado por la última conversación que tuvimos. Esperad, que me he dado cuenta que me estoy anticipando a los hechos. Sí, mi sobrino y yo discutimos por teléfono. Muy duramente. Eso fue el miércoles por la tarde. Mi sobrina me llevaba varios días insistiendo con el tema del teléfono móvil roto y de si podía acompañarle a comprar uno (en primer lugar comprárselo yo, por lo menos en eso insistía el caradura de su padre. Luego hablamos de responsabilidades y quedamos que quien lo había roto debía ser el responsable de proporcionarle una terminal nueva. ) La niña me había informado que le había pedido permiso a su padre para que yo fuese con ella y su hermano a buscar el dichoso móvil. Mi cuñado, queriendo hacerse el listo y pillarme por peteneras se hizo el sueco. La niña me dijo que ni le daba permiso ni no se lo daba. Se hacía el idiota, cosa no muy difícil para él. Yo le contesté a la niña que yo no la llevaba a ningún sitio si su padre (y su madre ) lo sabían y lo consentían. Así pues la salida prevista para el jueves por la tarde no tuvo lugar. Es más en un grado de suprema ignorancia se negó a que su hijo vendiera sus juegos para pagarle un móvil a su hermana. Para él yo tenía que hacerme cargo de los gastos del móvil nuevo. (Se admiten aplausos, abucheos o risas enlatadas) O bien el tipo no había entendido el sentido de la lección otorgada a su hijo o bien tiene un morro más grande que el Monte Olimpo del planeta Marte… La niña, por teléfono y llorando como una Magdalena me rogo arreglar el asunto. Ella me comento entre sollozos que entendía que no era culpa mía, ni de ella que el móvil se hubiese roto. Estaba cabreada con el hermano (y de paso con el lerdo de su padre). Me hizo gracia la situación. Si hace unos meses cuatro mese me dicen que mi sobrina estaría de mi parte y mi sobrino en contra (porque veréis el niño la que me armó) no me lo hubiera creído. Le dije a mis sobrina que se pusiera su hermano al teléfono. Al principio el niño no hacía más que meterle excusas a su hermana para evitar hablar conmigo. Que si no puedo ponerme, que si voy al baño a cagar, que si me estoy preparando un bocata, que si no me da la gana de hablar contigo… Al final la hermana insistió tanto que el niño se puso. No me dejó hablar. Parecía una réplica de su padre pero en diminuto. Me dijo que no quería saber nada más de mí, que me odiaba y que nunca más vendría a verme. Yo me sentí molesto. No por lo que me decía sino porque no entendía las razones de porque le había dicho yo que tenía que hacer para solventar el problema de su hermana. Bueno y porque seguía un patrón paterno que no me agradaba nada en absoluto. Lo mandé callar y se puso su hermana. Le dije que si no vendía sus juegos para pagarle el móvil yo no le podría ayudar ya que no era mi deber pagar de nuevo por una cosa que yo no había roto. La niña lo entendió. Me preguntó si iría a verla al cole un día de estos. Yo le dije que sí pero que a su hermano no (lo que son las cosas ¿no?) El viernes por la tarde me llamó mi sobrina. El domingo vendrían a casa.

Una vez mi sobrina cruzó la puerta le pregunté por su hermano. Me dijo que estaba en el rellano y que no se atrevía a entrar. Me asomé y allí estaba. Todo rechoncho y con cara de malas pulgas. Era mezcla de rabia y de vergüenza. Como sabía que iba a venir le preparé una pequeña venganza. Al entra en casa le dije que estaba cabreado con él y que por pasarse de listo se iba a quedar sin jugar al FIFA 08 que me había llegado un par de días atrás. Su semblante se frunció aun mucho más. Sabía que la había cagado por todos lados. Se dio cuenta que el único lugar donde podía jugar a las videoconsolas era en casa de su tío. Su padre y el tío (el gilipollas ex carcelario que nos amenazo de muerte a Miguel y a mi ) habían tratado de arreglarle la PlayStation que le regaló mi padre al niño (ya que a este se le cayó al suelo) y como van de eruditos en electrónica de consumo se acabaron de cargar el aparatejo. Así que el niño se dio cuenta en ese momento que de poco le servían los juegos de Play 2 que tenía en casa si en el fondo donde podía jugar era en la mía. Tararí que te vi… Entonces mas avergonzado aun se sentó en una silla frente a la mesa del comedor. Metió la cabeza entre los brazos y tierra trágame. La niña me había contado que su hermano se había puesto de parte de su padre y en contra mía porque no quería vender los juegos , como yo le presionaba y su padre lo defendía pues se arrió al árbol que más sobra da. Un árbol completamente equivocado como pude observar en su semblante. La niña me enseñó el teléfono roto. La pantalla estaba destrozada con saña. Tenía varias resquebrajaduras por todos lados. Era como si hubiesen saltado encima y luego lo hubiesen arrojado como cien veces desde el Empire State Buliding con muchísima mala leche. Mi sobrina se sentó en el sofá, me pilló el portátil y se conectó al Messenger y a esa cosa terrible que es el Habbo. Como vio que su hermano había metido la gamba y no reaccionaba trató de apaciguar los ánimos y le pidió que se sentase junto a ella. Sus ojos estaban brillantes, a rebosar de lágrimas. La pobre es muy sensible. Cuando le hablamos de Isaac y le entregamos una foto que nos dio Sonia para ella casi se puso a llorar (“Mi nene forever” le llama. Ha puesto la foto en la carpeta del colegio con esa frase y anda orgullosa mostrándosela a todo el mundo) Me dijo que no le gustaba ver a la gente triste. Que en el cole si había un niño llorando ella se ponía a llorar también. Me recordó mucho a su madre. Ella también hacia lo mismo a su edad ganándose el apelativo entre las niñas (y algunas de sus madre repipis) de la calle como “La Llorona”. Insistió a su hermano en que le pidiese perdón, le diese un beso y que hiciese lo mismo conmigo. Le costó varias intentonas. El niño murmuró que igual yo no quería. Aparte la cara y reí en silencio. Abrazó a su hermana y luego se paró frente a mí, sin mirarme a los ojos. Yo le dije que viniese y nos fundimos en un abrazo. Él rompió a llorar y le explique cuál era el cometido de mi sugerencia sobre el tema venta de juegos compra de móvil. Lo entendió. Por lo menos eso me pareció de buenas a primeras.

Vimos Las Vacaciones de Mr Bean y después de la película (y de unas cuantas risas) nos fuimos a ver su madre. Yo aun ando un poco mosca con ella. Aun hay algún episodio de robo de pastillas pero no en el nivel de hace unos días atrás. No tenía intención de traerla a casa, después de los que sucedió la última vez… No sé era una mezcla de desconfianza y vaguería. Últimamente ando un poco apático y me molesto por cualquier cosa. Llegamos al hospital y los niños la abrazaron y la besaron. He de decir que me costó un poco convencer a mi sobrina para que fuese a ver a su madre. Es muy triste pero me he dado cuenta que la ven ya más como una enferma que como la persona responsable de haberles traído al mundo. Una persona que lucho mucho por ser madre y que ahora, en las circunstancias en las que se encuentra no puede disfrutar de ello. Mi hermana se alegró mucho de verlos. Se levantó de su butaca y se fue directa al armario. De él sacó una bolsa de papel azul con asas con una flor amarilla a modo de margarita pintada. Metió la mano dentro y extrajo una muñeca de trapo muy divertida, rubia y con dos coletas que portaba un vestido tipo peto con un bolso rojo cruzado en sus hombros. Mi hermana se aceró a mi sobrina y se la ofreció. La niña la aceptó alegremente con una sonrisa. En eso mi hermana apretó el bolso de la muñeca y suena una canción. Mis sobrinos se partieron de risa. Mi hermana también y yo con ellos. Mi hermana, sentada en su butaca trató de bailar al ritmo de la muñeca. Mi sobrina le acompañó. Me sentí feliz y a la vez mal. Me di cuenta que estaba siendo duro con ella. Que la mierda de la pereza que sentía por llevarla a mi casa y traerla al hospital me la podría haber metido en el culo. Por una vez en mucho tiempo vi comunicación de madre e hijos entre ellos. Y yo preocupándome por mi pereza. En esos instante me sentí un egoísta y un tío mierda, lo reconozco. La niña le preguntó a su madre de dónde había sacado la muñeca. Mi hermana con gestos le dijo que en el bingo del hospital que se celebra cada viernes y que no es la primera vez que había ganado algo. Se ve que es el terror de los cartones. A parte de la muñeca había ganado unas zapatillas naranjas y un colgante. Le enseñó a sus hijos alunas manualidades que había hecho. Una de ella un sol amarillo chillón con un rostro simpático adornando el centro. Le llegó la comida. Hablamos un rato con ella y con su nueva compañera de habitación. Mi hermana me dijo que María aun seguía viniéndola a ver y que Rosario su madre estaba estable en la planta de abajo. Esa misma mañana había bajado con Rosa (su compañera) y su hermana a dar un paseo por el jardín. Había tenido el día completo. Llegamos a casa y comimos con Miguel lomo adobado y pizza casera que había hecho el día anterior. La jornada trascurrió sin problemas. Los niños jugaron con la wii, Miguel preparó las clases del lunes y luego se entretuvo leyendo un rato. Yo me eché una siesta en la cama junto a él. A las 19 horas el capullo picó al interfono y los niños bajaron. Se despidieron con un beso. Se lo había pasado muy bien esa tarde. Una tarde atípica dentro de una semana llena de días extraños.

martes, octubre 09, 2007

Lo que va quedando tras la niebla.

El pasado jueves por la tarde llovió a cantaros en Barcelona. Yo estaba en casa y me preocupé por mis sobrinos. Era la hora de salir de clase y no sabía si tendrían paraguas o si alguien los iría a buscar. Mi hermana también me llamó preocupada, pensaba lo mismos que yo. Claro, aquí se me presentó un dilema. Podría ir a ver si los niños estaban bien , recogerlos en el colegio y llevarlos a casa ¿pero qué pasaba con la actitud de mi cuñado? Para él no importa que haga bien a los niños siempre estas haciéndole mal y perjudicándole. Así que preferí esperar y llamarles a casa. No contestaron la primera vez. Miré el reloj. Era demasiado pronto aun. Llamé al teléfono móvil de mi sobrina y no contestó. Esperé siempre pensando en bajar a la calle e ir a buscarlos. Al cabo de un rato suena el teléfono. Es mi sobrina. Está llorando. No es que su hubiesen mojado ni nada por el estilo sólo que se había peleado con su hermano y éste, en un ataque de ira, había pateado la mochila de su hermana donde ella tenía el teléfono móvil y le había reventado la pantalla. Hablé con el niño y le pregunté porque lo había hecho. El me dijo que no sabía que estaba el teléfono allí. Yo le insistí que no importaba el teléfono, solo por qué tenía que ser tan violento con su hermana. Le pedí que no se peleasen más (eso de tratar de inculcarles el amor fraternal es una de mis principales metas en estos momentos) que protegiese a su hermana y que se quisieren mucho , que hasta el momento era lo único que tenia y debían quererse. Ignoro si mis palabras tuvieron resultados, da igual yo pienso insistir hasta que me quede ronco. Tanto mi hermana y yo siempre hemos sido educados en el muto respeto. No quiere decir que hayamos discutido en más de una ocasión o que hayamos llegado a las manos (pocas veces pero con la intervención de mi madre que para separarnos sabía montárselo muy bien). No sé, noto que estos niños no se quieren. Hay una rivalidad mucho más fuerte que la de los simples celos. Eso ya lo he venido explicando a lo largo de este blog. Ambos son supervivientes, pero no son supervivientes cooperativos, es decir en momentos de trifulca aquí quien no corre vuela y si tu recibes antes que yo y con ello se cansan de hincharte bofetadas mejor que mejor. Por supuesto quien siempre ha ganado es la niña aunque también ha sufrido alguna que otra. Recuerdo una vez que me llamó aterrorizada porque casi la atropellan al cruzar una calle cuando vivían en Artesa de Segre y me pidió que fuese a socorrerla porque temía una paliza de su padre de las que hacen historia. Le dije que era prudente que su padre no se enterase de ello si tenía miedo. Ella me dijo que una señora, la había visto y le había llamado la atención. Resultaba ser que dicha a señora mi cuñado le estaba barnizando los muebles de la tienda. Por su puesto el padre se enteró de lo sucedido. Ignoro las consecuencias porque por aquel entonces mi hermana estaba a punto de llegar al hospital reventada a palizas de ese desgraciado. Sobre el tema del teléfono móvil… Le comenté a la niña que trataría de arreglar el asunto. Aun no sé cómo pero haré lo posible por arreglarlo. Me jode tener que comprarle otro teléfono. No por el tema dinero sino porque de esta forma se que no respetaran lo que es suyo (mientras tenga al tito que me lo arregla yo venga a romperlo) Tengo un plan, sobre todo para que el niño aprenda a valorar lo que no es suyo. Le voy a pedir que elija varios juegos suyos de la PlayStation y los venda, con ese dinero le ha de comprar a su hermana un teléfono móvil. Creo que es lo mejor que se puede hacer.

Cambiando un poco de tema. Se por las enfermeras (aunque sólo la de las mañanas) que mi hermana ya no roba pastillas. Creo que ha pillado la indirecta. No obstante yo no bajo la guardia. También ha de aprender a valorar las cosas. El Lunes me la lleve a buscar los DNI de los niños que estaban criando polvo en un cajón de la comisaría. Por lo que respecta a mi cuñado se por los niños que él se negaba a ir a buscar los documentos, eso sí, ir a pasear con la novia y agasajar a sus hijos con ropita sí. Pero preocuparse por la documentación “nasty de plasty” Se que los niños ya se están dando cuanta de cosas. Por lo menos me consta que la niña ya sabe diferenciar quien es el bueno y quiénes son los malos. Por este punto me alegro que la niebla se le disipase de los ojos y pudiera reflexionar y darse cuenta de algunas realidades. Una de las cosas que hemos logrado es que los niños puedan llamarme por teléfono cuando quieran (esté su padre o no). En algo he de aplaudir la incorporación de ese nuevo personaje en su vidas es que es la novia de mi cuñado. Por un lado mantiene a las ratas de sus hermanas a raya y por otro tranquiliza a la bestia permitiendo que los niños se acerquen más a nosotros. Otro punto a favor fue el viaje a Normandía. No fue un viaje de puro placer. Fue una buena terapia familiar.

miércoles, octubre 03, 2007

Truenos lejanos.

Mi hermana me llama una hora más tarde. Nerviosa. Como en los viejos tiempos. Me pide que la llame. Lo hago. Me dice que le ha llamado el capullo: Otra vez gritando. Vuelve de nuevo con la letanía del papel que ha de firmar. Esta vez añade que se caga en mis muertos porque por mi culpa sus hijos van al colegio que es muy caro y yo elegí. El motivo de su enfado es en realidad que le ha llegado una factura bimensual del teléfono de ¡ 70 euros! (nosotros acabamos de pagado una el doble de cara y así estamos de anchos. No sé qué tiene que ver el teléfono con el colegio la cuestión es hacer como siempre sacudirse las pulgas acusando a otro. Por un momento siento un poco de compasión por su nueva compañera. Espero que lo vea en su salsa y huya lo más rápido posible. Por lo que me han contado los niños ya hacen vida de pareja compartiendo compras y un largo etcétera. Les cuesta mucho comentar anécdotas familiares con Maribel delante de mi hermana. Lógico. La niña la menciona poco, aunque no con desagrado. Mi sobrino se atasca cuando ha de hablar, o hacer referencia, a la novia de su padre. Él la llama “La… amiga de papá”. Con una pausa de un par de segundos en medio de la frase. Sé que tiene dos hijos, una niña de la edad de mi sobrina (ella la llama su amiga) y un hijo más mayor. No sé si viven con ellos cuando su madre se queda en casa del capullo o viven con su padre. Tengo constancia que las relaciones con la familia paterna están muy tensas, con algunos miembros (padre y hermanastra) muy rotas aunque eso no quiere decir nada porque es algo muy común en este familia. Con la Sargento de Hierro no hay mucho trato. Pienso que la nueva incorporación familiar ha contribuido a que las cosas se enfríen entre ellos. Pero aun y así no me fio mucho. Estos tanto se quieren mucho como se odian a muerte. De momento el alejamiento de llama hacia la mecha me beneficia y mucho de poder disfrutar de mis sobrinos de nuevo. Algo impensable desde una docena de meses atrás. Que os voy a contar a estas alturas que ya no sepáis.

Misterio resuelto.

Al final se resolvió el misterio de la libreta de mi sobrina. Apareció en el pupitre del colegio. Me llamó mi sobrino para comunicármelo. Le pregunté si su hermana se había disculpado con él. Me dijo que no. Le dije que se pusiera su hermana. Antes de eso le di muchos ánimos. Eso si me dijo que su hermana nos había hecho caso y que había hecho los deberes en los folios que le pasó Miguel. Me alegré por ello. Se puso la niña. Le dije si se había disculpado y ella me dijo que sí. Dije que si no lo había hecho aprovechara para perdonar a su hermano. Me dijo que bueno que lo haría. Le felicité por el tema de los deberes. Me dijo que el profesor se alegró también y le dijo que pasase a la libreta lo que tenía en el folio. De momento todo resuelto.

lunes, octubre 01, 2007

Crueldad inocente.

Los niños son crueles. Mucho más que las personas adultas. En momentos extremos de esos de tensión dialéctica pueden ser mucho más peligrosos que una manada de terroristas de Al Kaeda. ¿Quién no ha sufrido o ha sido participe de un episodio de crueldad infantil? Personalmente hice referencia en este blog a uno muy concreto que sucedió en mi tierna infancia y me marcó tanto de modo psicológico como profesionalmente para toda la vida. Si, los niños son verdaderos terroristas verbales, y de los más sangrientos si se precia. Esta mañana han venido mis sobrinos a casa. Han llegado antes de la hora concertada (las 10 de la mañana) ignoro si es porque tenían ganas de venir o porque mi casa les ofrece todo un paraíso de tecnología y diversión sin límites (aquellos que la conocéis sabéis de que hablo). He de decir que alguna que otra vez he dudado de si su afán por venir a casa es simplemente para vernos o para conectarse al Messenger o al Habbo (en el caos de mi sobrina) o para ponerse como el quico jugando a las videoconsolas (en el caso de mi sobrino). En el fondo los comprendo. Ya me hubiera a mi gustado tener un tío como yo a su edad. Pero no fue así. Mis tíos eran personas adultas. Yo con cuarenta años recién cumplidos aun no sé que quiero ser de mayor. Vamos ni me lo planteo. Toda una incertidumbre. Bueno, a lo que iba. Crueldad infantil. Menudo contexto esconden ambas palabrejas… Dejadme hacer un flashback. Un leve viaje en el tiempo (tan sólo de unos pocos días) que guarda muchísima relación con el suceso que ha sucedido esta tarde en casa. Una pequeña pizca de sal dentro de una amarga y venenosa sopa casera formada de un millón de espeluznantes ingredientes que ni un sucio Trol de las cavernas se atrevería a probar. Si habéis leído los post anteriores os comenté que fui al colegio a llevarle una videoconsola que se le había estropeado a mi sobrina. Que al llegar hablé con Silvia, la directora. Pues bien una de las cosas que me explicó y que aludí del post (sin ninguna censurable intención) es un suceso aconteció en el patio del colegio y que tenía a mi sobrino como protagonista. Al parecer estaba el niño jugando con sus compañeros al futbol y mi sobrino metió un gol. Una de sus compañeras (que tuvo un mal perder) lo insultó llamándole Hijo de Puta. A ver, resulta que la niña es de por sí bastante desagradable con el resto de sus compañeros, ojo y no porque a ella le guste serlo, sino porque la vida le ha dado palos de esos gordos desde muy joven y tiene mucha ira y rencor escondido en sus adentros. Por ejemplo me enteré por Silvia que los padres de la pequeña habían muerto en un terrible accidente de coche y que la niña y su hermano mayor habían tenido que dejar su casa para irse a vivir al amparo de sus tíos. Da igual que su tía sea la persona más agradable, atenta y dulce del mundo (la conozco porque lleva la contabilidad del colegio) Un suceso tan remarcado y decisivo como ese deja heridas y respuestas en el aire del tamaño de catedrales. Y ya puedes tener la ayuda psicológica o afectiva que quieras. La muerte repentina de unos padres marca. Mucho y no hay más excusa. Mi sobrino (según él en defensa propia) atacó desde toda la ira que guarda en sus entrañas con la desafortunada frase: “¡¡¡CALLATE CARA DE CULO, NIÑA SIN PADRES!!!” Para que voy a contar. Estoy seguro que ni la mente más retorcida de todo el planeta llegaría imaginarse la reacción sufrida (tras esta especie de nefasto sortilegio) en la reacción de la pequeña… Basta decir que al final ambos acabaron más que castigados y mi sobrino se ganó (a pulso) el puesto de honor como el niño más “horripiloso” de la historia del colegio… No es la primera vez que observo este tipo de reacción en mi sobrino. Es más en el viaje a Normandía fui testigo de una de estos episodios. Una pelea entre hermanos y en la que me vi yo involucrado echándole los lobos a mi sobrina cuando ella tenía toda la razón. Sí, mi sobrino tiene reacciones muy extrañas y preocupantes. Y no le culpo por ellas. Seguro que yo, con todo lo que él ha vivido estaría aun mucho más desquiciado. Hoy ha sucedido algo extraño. Algo que ni Miss Marple o Hercules Poirot (por no decir Sherlock Holmes) hubieran llegado a resolver en su puñetera vida (o por lo menos de los autores que los crearon). Esta tarde, después de comer mi sobrina se ha puesto a hacer los deberes. Hasta aquí todo correcto. Yo me he echado una siesta (ayer fue el cumple de Esther y el santo de Miguel y estuvimos de fiesta, no mucho pero si lo suficiente para acabar con bastante sueño) Miguel estaba en otra la habitación con el ordenador y mi sobrino jugando con la Xbox 360. En un momento mi sobrina ha ido a la habitación en busca del sabio consejo de Miguel. Tenía una duda con unos deberes de Català. Pues bien, en el leve tiempo que ha estado en la habitación le ha desaparecido una libreta de Sociales que tenía en la mesa del comedor junto al libro (o por lo menos eso ha asegurado ella) Como el único que rondaba por ahí (aparte del gato) era mi sobrino todas las sospechas (por parte de mi sobrina) hay caído sobre él. El niño ha jurado y perjurado que él no había tocado la libreta ( no sé pero de repente me ha llegado un tupo a Dejavú que me ha echado para atrás) La cuestión es que la libreta no aparecía por un lado y tanto Miguel como yo le hemos preguntado a la niña si estaba segura de haberla traído. Ella ha dicho que si, que la había puesto junto al libro de Sociales para dedicarles tiempo una vez terminado los de Català. Hemos rebuscado hasta en la arena del gato y nada que la libreta se había esfumado. Mi sobrino al sentirse culpable (la hermana lo ha chinchado un poco) se ha puesto a llorar. Hay que decir que antecedentes “haberlos haylos”. Es más, parece ser que a mi sobrino le pone eso de esconder libretas escolares. La niña me ha contado que un día ella y Maribel (la novia de mi cuñado) encontraron unas cuantas libretas escondidas debajo de la cama de la habitación del niño después de una discusión de esas tipo “Haz los deberes. No que no tengo libreta”. Hay filias extrañas pero ésta una de las más originales que he escuchado en mi vida. Mi sobrina ha insistido a su hermano hasta el aburrimiento. Ella también ha acabado llorando. Los he pillado por banda y me los he llevado al hospital a ver a mi hermana (otra experta en esconder y apoderase de cosas ajenas. Del galgo le viene la casta como diría mi difunta madre.) Por lo menos ella estaba hoy tranquila y animado con los niños. Es más, ha venido María y hemos estado hablando con ella un buen rato. Entre otras cosas nos ha impartido un curso acelerado de abrazos y besotes amorosos que han hecho las delicias de mi hermana. En el coche los niños han ido y venido en silencio. Eso si escuchando música (las extrañas pero bellísimas piezas "Joel's Theme" y "Sky Fell Over Me" de los “Shiny Toy guns”) Una vez en casa la letanía de “Dónde has escondido mi libreta” ha vuelto a hacer acto de presencia. Miguel y yo hemos tratado de poner paz y sugerirles, de forma lógica y formal (sin los gritos a los que ellos están acostumbrados). Le hemos sugerido a la niña que antes de acusar mirase en su casa (o en el peor de los casos en pupitre de su clase en el colegio) no fuese que la libreta estuviera allí olvidada. En ese caso debería perdonar sin excusas a su hermano. En el supuesto caso que apareciese en casa escondida ya tomaríamos medidas con mi sobrino. Ha llamado su padre por el interfono y la niña le ha contado el caso. El padre le ha dicho que la libreta tenía que aparecer. El niño ha llorado aun más. Hemos hablado de nuevo. De soluciones y sobre todo de que no tener la libreta en ese momento era excusa para no hacer los deberes. Miguel le ha dado unos folios a la niña sugiriéndole que hiciese ahí los deberes y luego, si aparecía la dichosa libreta, los pasase a limpio. Yo le he comentado que hablase con el profesor, que es un tipo muy cabal y que entendería la situación. La niña estaba rabiosa (y reconozco que con razón) y le ha dicho a su hermano que no le iba a devolver a su hermano el mp3 que tenía ella en su posesión y las revista de videojuegos que le había dado yo hasta que apareciese la libreta. Ha atacado con ira a su hermano y yo les he pedido calma. Les he dicho que nunca se peguen (les he preguntado y sin respuesta el porqué de esa puñetera manía que tiene su familia por arreglarlo todo a golpe de mano) Le he pedido (como si fuese una suerte de Michael London en Autopista en el Cielo) que se quisieran y se respetasen. Entonces ha aparecido en la conversación el tema del Parkinson. Les he pedido (rogado, prometido, suplicado) que, si diese la puta casualidad de que en un momento dado alguno uno dos sufriera la misma enfermedad que padece su madre, el otro cuidaría del enfermo como hacía yo con mi hermana. Entonces ha sucedido algo. El horrendo monstruo de la crueldad infantil ha hecho acto de presencia de nuevo. Sin olor a azufre pero si con una abominable fuerza que me ha helado la sangre y erizado todos los pelos del cuerpo. Y esta vez ha vuelto sin tregua. No tiene amigos y aquellos que un día hicieron uso de sus servicios hoy pueden convertirse en sus victimas. Dos caras iguales en la misma moneda. En esta ocasión quien lo ha invocado ha sido la niña. Ha surgido en su boca con una frase lapidaria llena de púas tan afiladas como oxidadas. Ha dicho: “Ese no será mi caso. Mi madre sufrió el Parkinson por culpa de mi hermano. Lo empezó a tener cuando él aun estaba en la barriga de mi madre”. Entonces mi sobrino ha roto a llorar como nunca lo he visto jamás. Me he levantado y le he abrazado. Le he dicho que no se preocupase que él no tenía ninguna culpa. Él me ha dicho que “Siempre me lo dicen” haciendo no sólo referencia a su hermana sino a alguien más en su casa. Yo le he llenado la rechoncha cara de besos y le he abrazado aun mucho más. Le he tratado de tranquilizar pero hasta yo también me he sentido alterado. Pena. Mucha pena he sentido. El niño me ha repetido varias veces que él tenía la culpa todo. Como si tras insistírselo tantas veces lo hubiera asumido como algo maligno que habita en el fondo de su alma. Le he tranquilizado todo lo que le he podido y le he asegurado que no tiene la culpa de nada. Me he despedido de él con tristeza . Una tristeza dolorosa, de esas que queman como si fuese lava surgida del corazón de la tierra al mismo tiempo. Respecto a mi sobrina… no se lo he tenido en cuenta. De momento. No es culpa suya. Son opiniones y conjeturas de otros que habitan su cerebro y su lengua con una maldad sin límites. Una maldad destinada a un inocente que, pese a sus ataques de ira y sus extrañas filias me ha demostrado, en numerosas ocasiones, que tiene un corazón inmenso como todo nuestro universo. Quien también le conocen pueden dar fe de ello.