miércoles, octubre 03, 2007

Truenos lejanos.

Mi hermana me llama una hora más tarde. Nerviosa. Como en los viejos tiempos. Me pide que la llame. Lo hago. Me dice que le ha llamado el capullo: Otra vez gritando. Vuelve de nuevo con la letanía del papel que ha de firmar. Esta vez añade que se caga en mis muertos porque por mi culpa sus hijos van al colegio que es muy caro y yo elegí. El motivo de su enfado es en realidad que le ha llegado una factura bimensual del teléfono de ¡ 70 euros! (nosotros acabamos de pagado una el doble de cara y así estamos de anchos. No sé qué tiene que ver el teléfono con el colegio la cuestión es hacer como siempre sacudirse las pulgas acusando a otro. Por un momento siento un poco de compasión por su nueva compañera. Espero que lo vea en su salsa y huya lo más rápido posible. Por lo que me han contado los niños ya hacen vida de pareja compartiendo compras y un largo etcétera. Les cuesta mucho comentar anécdotas familiares con Maribel delante de mi hermana. Lógico. La niña la menciona poco, aunque no con desagrado. Mi sobrino se atasca cuando ha de hablar, o hacer referencia, a la novia de su padre. Él la llama “La… amiga de papá”. Con una pausa de un par de segundos en medio de la frase. Sé que tiene dos hijos, una niña de la edad de mi sobrina (ella la llama su amiga) y un hijo más mayor. No sé si viven con ellos cuando su madre se queda en casa del capullo o viven con su padre. Tengo constancia que las relaciones con la familia paterna están muy tensas, con algunos miembros (padre y hermanastra) muy rotas aunque eso no quiere decir nada porque es algo muy común en este familia. Con la Sargento de Hierro no hay mucho trato. Pienso que la nueva incorporación familiar ha contribuido a que las cosas se enfríen entre ellos. Pero aun y así no me fio mucho. Estos tanto se quieren mucho como se odian a muerte. De momento el alejamiento de llama hacia la mecha me beneficia y mucho de poder disfrutar de mis sobrinos de nuevo. Algo impensable desde una docena de meses atrás. Que os voy a contar a estas alturas que ya no sepáis.

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