jueves, enero 31, 2008

Sólo en salas selectas

Acabo de inaugurar 24 Imágenes x Segundo un nuevo blog dedicado al cine y a la televisión. De momento menos un articulo inédito lo que hay colgado es un recopilatorio sobre temas de cine que he hablado en este blog.
Si lo queréis visitar sólo tenéis que pulsar
aqui.

Prometo ir actualiznadolo lo más rapido posible.

martes, enero 29, 2008

¿Por qué lloras Caroline?

Esa pregunta se la hizo una enfermera a mi hermana hace una semana, después que la Asistente Social (en su afán de jugar al Tetris con las camas de los pacientes) del hospital decidiera (inexplicablemente) ubicarla en la planta de psiquiatría. Mi hermana, con lagrimas en los ojos le contestó que “Ella no estaba loca, que por qué la encerraban allí”. La enfermera le contestó (sonrisa “Profident” en rostro) que su estancia allí era debida a que necesitaban camas en la planta donde anteriormente se encontraba y que debido a eso se había decidido trasladarla a ese pabellón, un lugar ubicado en la última planta del hospital Duran i Reinals ya que había una plaza disponible para poder trasladarla (a pesar de que ella se paga cada mes la estancia en un pabellón de Larga Estancia). Hablé con la Asistenta Social. La pobre no se enteraba de nada sobre todo debido a que la Asistenta Social que llevaba el caso de mi hermana se había sacudido las pulgas enviándole el caso de rebote. Resulta curioso que durante mi charla hubo un momento de pausa donde la Asistente se dedico a discutir con otra compañera cual era la distribución de varios abuelos a los que le había tocado también formar parte de la jugada (ya sabéis los que habéis jugado al Tetris que éste es muy adictivo). Tuve la sensación (y no soy el único al haberlo comentado con otros familiares de pacientes) que cada vez que en dicho el hospital cambian de Asistente Social, para demostrar que hacen algo útil, se dedican a cambiar de abuelos de planta y habitación mareando con ello a todo Cristo. Bueno, por supuesto que me quejé de cómo subían a mi hermana a aquel lugar. No me supo aclararlo (recordad que la historia le venía de rebote). Le solicite buscarle un centro cerca de casa, de sus hijos de su médico que es un decir porque el perla no se ha interesado por el estado de salud de mi hermana desde hace algo más de un año, la última vez fue cuando me dijo ( y a mi hermana conmigo) sin tapujos y con mas morro que espalda que ella no tenia tenía posibilidades de mejora (cosa que ya sabemos) ni de ningún otro tratamiento alternativo (en forma de bomba de suministro de medicación como la que llevan algunos diabéticos) vamos que estaba desahuciada (a no ser que pagase algún tratamiento privado por ello, entonces sí) de por vida (con 43 años). Lo único que le quedaba era permanecer en un centro geriátrico (no hay para gente joven) mirando las paredes esperando morirse de aburrimiento y pena. Si que existen alternativas como asociaciones y sacacuartos por el estilo (porque eso es lo único que en este país existen) que pagando una cantidad (90€ mensuales) puedes participar en talleres, ayuda psicológica y varias mandangas más. Sobre las ayudas psicológicas (y no me vais a negar que mi hermana las necesita) no aparecen por ningún lado (ni siquiera en el pabellón de psiquiatría donde se encuentra hospitalizada) Solo simples talleres de hacer manualidades o de jugar al bingo (más propio de una persona de la tercera edad que para una persona joven enferma de Parkinson). Vamos si hace días me quejaba de la poca y mala ayuda por parte del EAIA respecto a mis sobrinos (aun esperamos que se interesen por ellos con una simple llamada, no como sucede con el padre al que llaman cada día para seguir incordiándolo con que vuelva a llevarse a los niños a casa.) ahora me quejo de la mala gestión por parte de la servicios sociales de nuestro país respecto a la atención recibida por mi hermana. Respecto al tema del traslado la asistente me confesó que lo veía muy difícil (tanto moverla de psiquiatría como llevarla a otro centro mucho cerca de Barcelona) “Es que no interesa tener a gente más joven en un centro de larga estancia” me contestó, “Ya sé que eso suena duro pero lamentablemente es así” O sea, sólo interesa gente mayor en los centros de larga estancia (o “Cementerio de Elefantes” como le llamo yo “cariñosamente”) Si eres joven, con una enfermedad degenerativa y tu conyugue se lava las manos en cuanto hacerse cargo de ti lo tienes claro. Eso si chuparle la mitad de su pensión de la cuenta corriente cada mes por una cama sí que interesa. No os preocupéis siempre habrá algún lugar donde colocar al enfermo, aunque sea en un pasillo, en el armario de la cocina, el pabellón psiquiátrico (ahora os explico sobre el sitio en cuestión) o en una nevera de la morgue (apagada mejor porque si no se constipa y hay que medicarla). Subirla a psiquiatría no ha sido una idea brillante. No podía ser peor. No solo está rodeada de gente con graves problemas psíquicos (ya le han agredido en una ocasión) sino que está aislada del resto del mundo. No puede salir, yo solo tengo unas horas de visita estipuladas, no puede tener enseres personales, ni ropa, ni tv, ni teléfono móvil. Para llamar hay unas horas concretas donde (me dijo mi hermana) se organizan colas kilométricas. Hay pacientes que llaman por entretenerse (como niños pequeños que descubren el teléfono por primera vez) como una señora de 80 y pico años que insistía un día en llamar a su madre (ya fallecida) ocasionando un colapso general y la incapacidad de poder comunicarse por parte del resto de miembros de la cola (incluida mi hermana). Pero no sólo hay colas para llamar, las hay para fumar (un cigarro por día), merendar, cenar, comer, ver la tele y hasta si nos ponemos quisquillosos hasta para cagar. “La vida ahí arriba es muy diferente a lo que hay aquí abajo…” me aseguró la supervisora de planta el primer día que fui a ver a mi hermana (y que no pude entrar) ya que una enfermera albina, siniestra me lo impidió. La sala está aislada por una puesta de metal con una cámara de vigilancia. “Es diferente…” Y bien cierto que es. Te controlan cuando entras y cuando sales, a veces como hay que van vestidos con ropa de calle (¿?) tengo la preocupante sensación de que un día me confundirán y ya no me dejen salir… Mi hermana se hunde por momentos, lo veo en sus ojos, en su cara, en sus movimientos. Está deprimida, sumida en una tristeza tan densa como el cemento. Hace dos semanas que no ve a sus hijos. Hay que pedir permisos y la doctora no está disponible o no aparece cuando la buscas. Yo he llamado la Asistente Social para que la saquen de allí. Es mi nueva lucha. Se hya convertido en mi nueva lucha. Parece que estoy destinado para eso. No hay tregua para mí.

Doctora Wendy y Miss Peter Pan.

Estos días que tenemos a los niños en casa vengo observándolos con mucho detenimiento. Cuando los veo juntos me recuerdan la relación que teníamos mi hermana y yo cuando éramos más o menos de su edad (y con un año menos de diferencia entre ambos). He de comentar que aunque me los quiera a los dos por igual tengo cierta predilección por mi sobrina. No es que la quiera más, ni la mime más ni me centre más en ella. Ya lo he dicho aquí con anterioridad y vuelvo a decirlo y lo haré hasta que me canse. Dejadme que os explique. Su llegada a este mundo vino marcada por un antes y después en nuestras vidas, si ya sé, la llegada de un bebé a una familia es un cambio de consideración en cualquier casa de vecino pero en el caso de mi sobrina fue como si un terremoto de escala nueve hubiese tenido lugar en el epicentro mismo de la familia, sobre todo en la rama materna. Su nacimiento marcó un punto de transición en muchos aspectos. Por un lado mi pugna constante con mi cuñado se apaciguó sobradamente llegando a un punto de sentir respeto hacia él (cosa que luego se fue a hacer puñetas como ya sabéis la mayoría). También dejé de ver a mi hermana como una hermana para verla convertida en madre (uno de sus grandes sueños, por no decir objetivos en la vida) y en mi caso tuve que asumir mi nuevo rol de tío (y más tarde padrino) de aquella pequeña de nariz puntiaguda (heredada de la su propio padre). Eran tiempos de cambio. Si, había llegado un miembro nuevo y dejábamos de ser un núcleo familiar de cinco personas para pasar a ser uno de seis, pero por muy poco tiempo. Cuatro meses más tarde de la llegada de mi sobrina mi madre decidió abandonarnos. Se fue, de forma fulminante y para no volver, así de drástico y tan fugaz que conmocionó a todos los que la conocían. “Uno entra otro se va… “ Veréis, esta frase no me venía de nuevo. Diez meses atrás apareció en nuestra vidas como una sombra oscura revoloteando por el cielo escondida como un pronosticado en boca de una amiga, Tarotista de profesión, que venía a casa cada 1 de Enero para intercambiar premoniciones (yo a se las hacía a ella con mis cartas del Tarot y ella a mí con las suyas ) “Uno entra otro se va…” Eso nos dijo. Si alguna vez había dudado de las artes adivinatorias os puedo asegurar que no fue precisamente en ese momento. La muerte de mi madre afectó mucho a todos. Es comprensible, era el pilar principal de la familia, la relaciones públicas, la amiga de sus amigos y la sabia consejera. Mi padre, tras su muerte, se convirtió en un ser dependiente viendo en mí un madero flotando a la deriva tras un terrible naufragio al que quería a toda consta aferrarse con desesperación para no hundirse hacia el fondo. Yo huía de él concentrándome sobre todo en mi trabajo en la radio, mi hermana se enfrentó a una maternidad sin el apoyo de una madre que sobrellevó bastante bien aunque con el tiempo le dejó secuelas… Y mi sobrina… Bueno ahí estaba, la única luz de nuestras vidas. Un punto luminoso, diminuto dentro de un túnel tan oscuro como angosto. Aquel bebé, una niña llamada Laura crecía ajena a todo el infortunios salvo sin la posibilidad de recibir el amor de su abuela materna, una mujer que había cuidado a docenas de niños de todo el barrio y a la que la vida le había permitido el escaso privilegio de disfrutar de su presencia tan sólo cuatro meses de su vida. El tiempo pasa, llegan otros personajes a nuestras vidas, otros se van y uno tiene el privilegio de ver cómo crecen y se vuelven personas con sus sueños y sus pesadillas, su carácter y sus debilidades. Recuerdo que cuando mi sobrina llegaba a casa (mi madre vivía) y yo la filmaba con la cámara de video que muchas veces me preguntaba mientras la enfocaba con el objetivo cómo sería ella cuando tuviera 12 o 15 años, o tal vez 18 o 30. En ocasiones, en esos instantes, soñaba con tener una máquina del tiempo y verla crecida y poder charlar con ella y disfrutarla (tal y como la disfruto ahora) Ojalá hubiera podido hacer ese sueño realidad, sobre todo para mi madre y que ambas hubieran podido verse y compartir buenos momentos juntas. Y no decir de mi sobrino que jamás tuvo la oportunidad de haber sido tomado en brazos por su abuela, ni olerla, ni escuchar el tono de su voz... La máquina del tiempo no existe. Existe el tiempo como tal. Es lento y lleno de baches, de situaciones algunas buenas otras peores pero no va rápido ni es instantáneo. De momento y que sepamos eso es imposible. Como decía, he tenido la suerte de ser testigo del crecimiento de esos dos niños, mi padre también hasta, por lo menos, que los niños pudieron expresarse y conocerlos un poco mejor. Las circunstancias, como sabéis, ha hecho que los conozca mejor, y no ejerciendo precisamente el papel de tío al que ven un fin de semana cada mes o quien los llama por teléfono cuando se acuerda de ellos (cumpleaños y cosas por el estilo). A veces pienso que si hay un más allá (nunca he dudado de ello) mi madre (y mi padre también) ha influenciado en algo para que estos dos personajillos puedan estar conmigo. No sé, todo es posible... Dejémoslo así.

Volviendo al principio. Como decía con esta nueva responsabilidad puedo permitirme corregir cosas y reconducirlos hacia un futuro (por lo menos) un poco más prometedor al que le esperaba junto a su padre. Espero no equivocarme, si es así que el cielo me perdone, pienso luchar por evitarlo de la misma manera que he luchado por sacarlos del interior del pozo donde se encontraban atrapados. Hace unos días hablé con la directora del colegio tras una visita de la psicóloga escolar a los niños. Me comentó que, tras una prueba (ya os podéis imaginar que una de las que les tocó realizar era la de dibujar un árbol y contar una historia sobre él) los resultados fueron que mi sobrino estaba muchísimo más centrado que la niña y que ésta necesitaba mucho apoyo psicológico ya que había un brote de extremada rebeldía y evasión que hacía que brotase de su interior información respecto a su estado emocional sobre todo en la etapa donde había convivido con su padre.

Supongo que su actitud tiene algo que ver con la etapa de su vida que está viviendo, en este caso me refiero a la preadolescencia. Basta añadirle los conflictos familiares acumulados y ya tenemos la ecuación resuelta. Pero permitidme de nuevo en hacer una apreciación. Cuando quiere mi sobrina es Wendy, una mamá como la copa de un pino que se siente atraída por los niños más pequeños y los llena de cariño y ternura velando por ellos en todo momento, ese fenómeno se produce cuando no hay una presión de adultos a su alrededor o cuando ve que los adultos precisan de su ayuda. En el caso contrario, a veces (muchas) sobre todo cuando las responsabilidades son con ella misma, Laura sufre una especie de transformación y regresa a la tierna infancia convirtiéndose en una niña pequeña, una especie de Peter Pan, a la que detesta las normas y las reglas establecidas. Su filosofía es la de “Aunque todo el mundo lo haga así y sea lo correcto yo lo voy a hacer a mi manera y mal”. Esta actitud no me viene de nuevo. Mi hermana también lo sufrió cuando tenía su edad. Supongo que son actitudes heredadas, o propias de la edad. No lo sé. De momento la ayuda psicológica está al caer y nosotros la recibiremos con los brazos abiertos. Pienso que esa niña tiene mucho de qué hablar y por supuesto mucho de lo que purgarse.

viernes, enero 25, 2008

La mosca cojonera.

Para quien no lo sepa o no le suene el termino la mosca cojonera es aquel ser infecto con alas que se pasa (sobre todo en verano) zumbando a nuestro alrededor (si, sobre todo a ras de oído) provocando nuestra incomodidad. Es la bicha que se antoja posarnos en nuestro bocadillo, sobre la mesa de la comida o pegándose a nuestro cuerpo bien sea estrellándose contra nosotros o bien encaprichándose de una parte de nuestra cara (especialmente la boca y las orejas como ya he comentado un poco más arriba). Las moscas cojoneras son muy variadas y van desde las muy pequeñas de tamaño invisible hasta las gordas y peludas de cuerpo negro azabache. Pero he aquí que también hay moscas cojoneras de dos patas, que hablan y se visten y llevan una vida como ser humano de a pie. No llevan alas pero molestan soberanamente sobre todo cuando no les damos un golpe de mano a tiempo y vamos como de confiados por la vida. A lo largo de esta historia que vengo narrando y que es verídica al cien por cien (aun a estas alturas hay quien duda de ello, que se le va a hacer…) me he encontrado con numerosas de estas moscas. Podría hablar también de las moscas cojoneras que me he encontrado en el pasado pero como hace ya mucho tiempo de ello y ya ni siquiera molestan pues para que voy a gastar espacio en este blog. Igual otro día, tal y como seme dé y si tengo ganas de hablar de ello. A lo que iba. Las moscas cojoneras que tengo revoloteando a mi alrededor son del genero “zumbo en la oscuridad, te jodo pero no me ves.” Son molestas pero solo cuando las oyes, porque verlas no las ves, pero sabes que están ahí tocándote los cataplines. Voy a centrarme un poco porque tengo a veces peco de dar demasiados detalles y ni soy Blasco Ibañez ni Guillame de Lorris y poco me gustan a mí las florituras literarias. Mi mosca cojonera particular no tiene nada que ver con la familia de mi futuro ex cuñado como seguro más de uno pensaba, pero si está muy estrechamente vincula a él. Se trata de la responsable del EAIA que tantas veces he comentado de su presencia en este blog. El personaje en cuestión es la ineptitud personificada, en todos los aspectos. Desde hace un año que lleva el asunto de mis sobrinos (por decir algo) ya que se ha dedicado con todo su afán en dedicarse al padre de los niños, a defenderlo y protegerlo y creerse toda la mierda que le ha inyectado en sus neuronas. Cuando entró el departamento de EAIA en el asunto familiar un servidor vio como se abría la posibilidad de desenmascarar a mi cuñado y el saco de mentiras que iba vertiendo a diestro y siniestro sobre su “inocencia” y mi culpabilidad (o la de tantos otros, que en echar culpas ajenas es un experto) respecto a los maltratos a mi hermana y a los niños. Pero ¡Ah, sorpresa!, con el paso del tiempo he ido descubriendo que las promesas de cooperación, charlas, indagación sobre antecedentes acerca del tema con todos y cada uno de los miembros de la familia (y colegio) involucrados en este sorprendente culebrón ha sido simple y llanamente papel mojado. Ni indagan con el colegio, ni conmigo (y mira que les he insistido) y mucho menos con la madre de los niños (y sobre todo con estos cuando últimamente les comunicaban a gritos nuevos episodios de maltrato por parte de su padre) Algo penoso, abominable. Su función ha sido la de proteger al padre justificando que tratan de reeducarlo (es más fácil enseñar a una piedra a dar volteretas y decir papá y mamá que mi cuñado trate de ser organizado con su vida y la de sus hijos, os lo aseguro) para que siga manteniendo activo el núcleo familiar, desde entonces para ellos cualquier otra ecuación no es válida. Es tal su obsesión por ese punto que se han olvidado de todo lo demás, y como ya he dicho de los propios niños. Lo peor del caso es que ahora la responsable del caso ha dejado el tema profesional de lado para tomarse una especie de lucha sin cuartel a nivel personal con todo lo que no tenga que ver con el padre de los niños, pero en especial conmigo mismo. Hace tiempo atrás intentó desprestigiarme ante Paloma (la abogada de mi hermana) soltando sandeces del tipo “No veo capacitado al tío de los niños para que estos vivan con él” o peor aun “Veo la actitud del tío como un mero capricho del que se puede aburrir y dejar a los niños desamparados” como si los niños fueran cachorritos o muebles o vete tú a saber qué… tuve un primer encontronazo con ella (había tenido algún que otro roce anteriormente con ella tras explicarle la situación familiar y mi miedo porque el capullo les hiciera algo a los niños, más aun cuando los utilizaba como arma ante mi hermana para atemorizarla y/o sonsacarle cosas) Claro está que Paloma me avisó de la conversación y yo, cabreado como un mono la llamé (eso sí sin gritar ni nada por el estilo) y le insinué que si tenía algún prejuicio contra mí o sobre todo contra mi condición sexual, cosa que negó como ofendida)cuando la cosa parecía haber quedado ahí entra en escena otro testigo de su ira hacia mi persona. Nada más y nada menos que el abogado de mi cuñado. Éste llama un día a Paloma y le dice que una tal Montse le ha llamado a su despacho para ponerme a parir soltando todo tipo de basura hacia mi persona. El hombre le dice a Paloma que la tipa en cuestión no quiere que los niños vayan a vivir con Miguel y conmigo, entre las diferentes apreciaciones le dice que “No estamos capacitados para el cuidado de los niños, somos una amenaza para ellos, una mala influencia”, y lo más gracioso y a la vez vomitivo “que soy un manipulador, compro a los niños y un egoísta”. Eso para que os hagáis cuenta es lo más ligero que suelta su boca, el resto son insultos e improperios. El abogado comenta que tal y como escuchaba a la tipeja se hizo a la idea de que yo era igual o peor que Hitler. Como inteligencia no le falta al caballero opina que esta mujer ha dejado de lado su papel como profesional y se ha dejado llevar por una sentimiento personal. Lo más curioso del asunto es que el propio abogado de mi cuñado le pide a Paloma acelerar el proceso para que este personaje no interfiera más en el asunto, un asunto que ni le va ni le viene y que por otro lado está poniendo impedimento a una situación legal de corte amistoso. Vamos que la muy burra está metiendo el pie en un terreno privado y pantanoso. Otro de los avisos sobre la actitud desfavorecedora de este personaje hacia mi persona me llega del colegio, después de una llamada a Silvia (la directora) ésta se pone en contacto conmigo para advertirme de la ira de este personaje hacia mí callándose por educación y por no meter más baza en el asunto todos los términos inapropiados hacia un servidor. Vamos una perla. La batalla invisible no se queda ahí. El día que mi cuñado tiene que ir a firmar los papeles del divorcio deja plantado al su abogado en el despacho porque “La responsable del EAIA le ha dicho que no firme y que ¡no me entregue los niños en custodia!” El abogado se cabrea y llama a Paloma para comunicárselo. Ambos se ponen de acuerdo de que hay que hacer algo con este personaje ya que esta interponiéndose en un divorcio de mutuo acuerdo. Ese mismo día mis sobrinos están en casa de su padre. El niño escucha la conversación telefónica entre la tipa del EAIA con mi cuñado pidiéndole que no vaya a firmar etc… El niño también escucha que la tipa me llama sinvergüenza en una ocasión, su padre además se lo remata y puntúa después de colgar el teléfono. La cosa no se queda aquí, sino que se va agravando (aunque directamente no me afecte ya que no tengo contacto alguno con ella). Resulta ser que la tipa no quiere hablar más con el colegio porque yo los tengo comprados (como si me sobrase el dinero en este momento) y manipulados (después de esto me voy a retirar del periodismo y me voy a dedicar a la política miré usted…) mis poderes e influjos son tan poderosos que ya quisiera el malvado Emperador Palpatine de la saga Star Wars llegar a mi nivel porque incluso he conseguido manipular a distancia y telepáticamente al abogado de mi cuñado (y eso que solo lo he visto una vez y de refilón) La tipa argumenta (después de que un día los niños le hablasen de cómo se lo pasaban de bien en casa mientras ella les ponía cara de incredulidad o asco) que ambos evitaran divertirse conmigo ya sea viendo una película en la tele o en el cine, comiendo el plato que más le gusta o incluso navegando por Internet (el Google Earth, la wikipedia o el youtube son instrumentos malignos dignos de una conspiración judeo masónica…) porque yo les estaba comprando y manipulando. Vamos que si venían a mi casa yo en una esquina sin decirles nada y ellos en otra. Un abrazo, una palabra amable o un paseo por la ciudad era sinónimo de manipulación. De locos. Suma y sigue. Desde que los niños están en casa no han llamados necesitamos algún tipo de ayuda social, ni siquiera para preguntar sobre los niños, lo más estrafalario del asunto es que están en contacto diario con el padre de las criaturas día sí y día también pidiéndole que saque a esos niños de mi casa y se lo vuelva a llevar a la suya. Con el colegio tampoco ha habido más contacto. Insisten que no firme el divorcio y la guardia custodia. Lo más chocante es que mi cuñado se ha quejado del acoso sufrido por semejante personaje tema a su abogado. Lo que más me molesta de todo este tema no es el afán por desprestigiarme de esta mosca cojonera que forma parte del EAIA, sino que la tipa no ha hecho su trabajo bien y encima quiera tener razón. Si hubiese tenido en cuenta a la madre de los niños, en vez de prescindir de ella desde el principio y tratarla como una demente incapaz de tener criterio, o tener el cuenta al colegio lugar donde los niños pasan gran parte de su vida diaria, no cooperar con el centro en busca de ayudas para los niños (hace poco el colegio ha puesto en marcha y por su propia cuenta el tema de ayuda psicológica para los niños precisamente motivados por la falta de interés del EAIA en mover el asunto), si hubiese hecho un seguimiento de mi persona y de mi pareja con mucha más objetividad que un par de charlas (precisamente forzadas por un servidor) otro gallo cantaría. ¿Protección al menor? Dejadme que me ría (por no decir que llore) En estos momentos a quien protegen (sabiendo y confesando con humildad al colegio que no tienen nada que hacer con él) es al padre. ¿Por qué siguen en contacto diario con él y dejan de lado a los niños? ¿Por qué esa obcecación por desprestigiarme si apenas saben nada de mí salvo que he luchado como nadie por sacar a esos dos niños de ese infierno? ¿Por qué no creen a los niños y los mandan callar alegando que su deber es estar con su padre, pase lo que pase (eso en palabras de una de las educadoras sociales tras un aviso de los niños por la incomodidad que sentían en casa) y no moverse de allí hasta que cumplan la mayoría de edad? ¿Por qué trabajan tan mal? ¿Por qué? Yo no lo sé. Se me escapa de todo entendimiento. A veces pienso que me ha tocado al grupo más estúpido y retrogrado (y eso que son muy jóvenes) de todo el departamento de defensa al menor. En serio. Peor no lo podían hacer. Si hace meses me quejaba de la Sargento de Hierro (que por cierto ahora ha reanudado relaciones con su hermano, es lo que tiene la puta navidad) y que va de lastimera ante los niños y de que todo el mundo le ha echado la culpa de la situación, ahora resulta que tengo una nueva enemiga, alguien en la que debería confiar y no tenerla en contra. A veces me da la sensación que me mira como si yo fuese el maltratador y mi cuñado la víctima. De momento tengo planes al respecto. Ya he acudido al Sindic de Greuges (entidad semejante a la oficina del consumidor pero destinada a estamentos oficiales) y tengo tambien planes con medios de comunicación. No pienso dejarlo así os lo aseguro. En fín, como está el patio. Luego enciendes la televisión y ves lo mal que trabajan. Para ir a mear y no echar gota.

miércoles, enero 23, 2008

Despídete del mundo que soñaste una vez vivir.

Cuando uno mira hacia atrás, especialmente cuando contempla fotografías, ve una película familiar o escucha una cinta con voces de antaño, a veces, igual no todas, nos hemos preguntado cuántos de aquellos sueños que anhelábamos se harían alguna vez realidad… Estoy seguro que muy pocos, o incluso casi ninguno. Yo siempre había pensado que sería el primer miembro de mi familia en abandonar la casa, estaba bien convencido de ello, y mira por donde aún sigo aquí, donde he vivido toda mi vida, la misma calle, el mismo edificio, el mismo número de teléfono… Nada es lo que nos imaginamos. Uno siempre puede hacer planes, tener sueños o marchase objetivos, llamémosle como queramos, pero cuántos de ellos cumplimos o se cumplen. Vamos a puntualizar, no siempre es sencillo llevarlos a cabo, a no ser que sean cosas muy ínfimas, siempre existen ligeros (o grandes) cambios. Siempre algo o alguien conducen nuestra vida hacia otros derroteros ya sean positivos o negativos, tanto da. Esto nos lleva a la eterna pregunta ¿El destino está escrito o lo escribimos a medida que lo vamos viviendo? Soy de los que piensan que el destino está escrito a tinta salvo algunos acontecimientos que están escritos en lápiz. Muy fácil de decir pero difícil de (explicar) asimilar. Soy de los que piensan que algo o alguien pueden influir en nuestro destino y desviarlo hacia otra circunvalación. Vamos como la teoría del caos, si, esa de la mariposa batiendo las alas y provocando huracanes a diestro y siniestro… Creo que muchas veces tampoco somos conscientes de cómo influimos a nuestro alrededor y tenemos que tenerlo en cuenta pero no obsesionarnos con ello. Quién sabe si tras una ligera decisión perdemos (o hacemos perder o ganar) la posibilidad de conocer al amor de nuestra vida, o la posibilidad de obtener el mejor trabajo del mundo o enfocar nuestra carrera profesional hacia otros derroteros… Tan imprevisible como la posibilidad de que caiga un rayo dos veces sobre el mismo sitio o como cuando entramos en una habitación a oscuras sin conocer donde están posicionados todos los muebles. Muchas veces solemos darnos cuenta de cómo ha transcurrido nuestra vida cuando ya ha pasado cierto tiempo. ¿Ninguno de vosotros se ha preguntado alguna vez (sobre todo tras recordarlo, ya sea a través de la mente o mediante una imagen fija en movimiento o sonora) “Quien iba a decir que, años más tarde, la vida de fulanito o menganita no era tal y como la había planificado? A lo que siempre añadiríamos: “Si lo hubieran llegado a saber igual habrían cambiado mucho las cosas…” Cuidado, tampoco hay que ser derrotero. Hay cambios para bien, muchos, pero a veces no es tan fácil verlos a simple vista. La ecuación puede aplicarse tanto en lo anverso como en lo reverso. Siempre hay alguien que tiene una flor en el culo (o suerte llamándola de una forma mucho más políticamente correcta) como hay quienes se les ha cagado un cuervo encima y encima aquejado de diarrea.

Estos días atrás, en el coche (lugar donde se me ocurren numerosas ideas e inspiraciones, incluida la banda sonora de “EL Muñeco Cochinete”, que podéis descargárosla en el Emule y este dato no es una broma) mientras escuchaba con los niños la cinta de casete donde mis padres registraron nuestras voces, me dio por pensar en cómo mi madre imaginaba en esos momentos como iban a ser nuestras vida. Supongo que los que ya sois padres os haréis esa pregunta a menudo, yo, ahora, con dos niños a mi cargo ya comienzo a cuestionármelo muchas ocasiones os lo aseguro. Pues bien, mientras iba dándole a los pedales y al volante pensé: “¿Quién le iba a decir a mi hermana (que en la cinta se muestra muy dicharachera, risueña, a veces brusca pero muy divertida) que su vida iba a ser un calvario y que a los 43 años estaría encerrada en un hospital de por vida, por culpa de una enfermedad irreversible que la convertiría en una anciana prematura? ¿Quién le iba a decir que se iba a convertir en víctima de un marido insano, un verdugo que la apalearía día sí y día también implacablemente y aprovechándose de la incapacidad de defenderse debido a su enfermedad? ¿Quién le iba a decir que iba a ser testigo impotente de los maltratos de su pareja hacia sus propios hijos? ¿Quién le iba a decir a ella tras ser madre jamás iba a poder disfrutar de sus hijos y ofrecerles el apoyo necesario para convertirse en personas? ¿Quién me iba a decir a mi cuando nació mi sobrina que un día ella y su hermano iban a formar una parte importante en mi vida convirtiéndome de repente en tutor o “padre” adoptivo de ambos? ¿Cómo todos esos hechos pueden llegar a influir en ellos a lo largo de sus vidas? Sin duda muchos. Es posible que os preguntéis si tengo miedo al respecto. A estas alturas de la función que os puedo decir. Miedo no, respeto y sentido de la responsabilidad sí. Mucho. He de arreglar o corregir cosas en sus vidas, volver a rehacer lo que mal hecho o lo que han aprendido mal durante todos estos años de calvario. Ambos no son folios en blanco, tienen muchas faltas de ortografía y muchos tachones, pero por lo menos, lo bueno que tienen afán de superarse, de darse una nueva oportunidad en sus vidas. No se rinden. Nosotros tampoco. A todos (por lo menos por la parte que os toca) nos gusta aprender, asimilar y desechar aquello que puede ser inútil en un futuro. De eso se trata, de escribir el resto del camino en tinta o porque no en lápiz pero de forma firme y segura. Volviendo al tema de los caprichos del destino. Por lo que a mí respecta he de decir que siempre he poseído el sentimiento de paternidad. Por lo menos desde que tengo uso de razón. El hecho de ser gay no ha sido nunca impedimento para desear ser padre algún día. Siempre me he había planteado la posibilidad de llegar a ser padre algún día. ¿Cómo? Posibilidades haberlas las hay. ¿Cuándo? No había de momento prisa. El destino me ha dado esa posibilidad ahora, en forma de sobrinos. Un regalo del cielo, como tocarme el gordo de la lotería. Objetivo concluido aunque sea a través de una situación tan trágica. Permitidme ahora que me desvíe un poco del tema. Dejadme por un instante hablar de la paternidad, aunque sea una paternidad forzada por los avatares del destino. A lo largo de mi vida he conocido a mucha gente (de ambos sexos) carentes de ese sentimiento. Dejadme que haga un apunte algo machista pero siempre me han dado mucha más lastima aquellas mujeres carentes de ese sentimiento que dicha carencia en miembros del sexo masculino. Aquí no pongo de por medio temas de condición sexual. Los hay tanto en gays y lesbianas como en heterosexuales. A veces he tratado de comprender esa carencia y nunca la he entendido. Puedo pensar que se trata de un tema de egoísmo, no lo descarto. También puede ser por miedo a la responsabilidad. En el sexo femenino se puede entender por miedo al dolor del parto (la hermana pequeña de mi abuela paterna nunca tuvo hijos por autentico terror a la hora del parto) pero aun y así puede vislumbrarse un cierto apego (ternura o afecto) hacia los niños. Hay casos que no, que existe verdadera aversión, hay quien (en ambos géneros) sienten desprecio por los niños y no quieren verlos ni en pintura. Si, sé que hay que respetar esos sentimientos, pero ni lo comparto ni los entiendo. Supongo que de la misma forma que existe terrenos yermos donde no brota ni una mala hierba también existen corazones incapaces de albergar un poco de amor hacia el fruto de uno mismo o de alguien cercano u ajeno. Sería cuestión de hablar sobre este tema en otro post de este blog. O de reflexionar sobre el tema comentando algo al respecto en el foro de opinión de este post. Os lo dejo a vuestra elección. Sin salirnos de la tangente de la misma forma que hay personas que son desiertos hay personas que aparentemente son desiertos pero que de golpe y porrazo hacen brotar agua de sus entrañas y brotan auténticos oasis. Ese el caso de Miguel. Desde que estamos inmersos en este tema se ha entregado tanto o más que yo con estos dos niños. Fijaos como han conseguido despertar o activar en él la esencia de la paternidad que han conseguido, como ya comenté en este blog, hacerle salir del armario tanto en el trabajo como en su entorno familiar. En muchas ocasiones puedo verle como disfruta de esta nueva situación, bien sea explicándole a Adam temas de matemáticas y geografía como haciéndose responsable del pago del colegio o material escolar. Fuera del concepto escolar se lo pasa en grande viendo conmigo y el niño películas clásicas de miedo (hace poco tocó El Resplandor) los sábados por la noche. El destino. Animalillo curioso e impredecible. Puede con su enorme poder no sólo cambiar la vida de las personas, sino también hacer brotar en nosotros virtudes (y en casos defectos) que incluso desconocíamos. Que equivocado estaba cuando pensaba que la vida era como un puzle en el que cada pieza encaja a la perfección impidiendo que otra tome su lugar por muy semejante que aparente. Que equivocado puedo estar yo pensado que eso tal vez eso no sea cierto…

1436

A lo largo de nuestra vida los números nos persiguen de forma incansable. Muchas veces se confunden con fechas como la del cumpleaños, la primera comunión (hay quien se acuerda de eso, os lo aseguro) el aniversario de boda o los años que lleva uno trabajando para una empresa. Muchas veces esos números son de carácter inofensivo. Simples recuerdos. Pero sucede que otras veces los dichosos numeritos representan mucho más. Algunos de ellos son variables, es decir como cuando nos da por cambiar nuestro numero de clave de la tarjeta de crédito o el número de habitación de un hotel o incluso cuando nos da por cambiar de número de teléfono (ya sea móvil o fijo). Otros son tan intensos que se quedan grabados en la memoria como si fuésemos reses que han sido subastadas y marcadas posteriormente con un hierro candente en lo más hondo de nuestra selva de neuronas. En este caso el número 1436 es un claro ejemplo. No tiene nada que ver con una fecha (he consultado efemérides al respecto y nada que destacar salvo el nacimiento de algún astrónomo de la época y algún nombramiento real al cuento) incluso he pensado si esa cifra en concreto pueda tener con alguna vida pasada (todo es posible pero hace tiempo que no practico la autoregresión y como que no me apetece mucho averiguarlo, de momento…) Nada de eso, 1436 es una cifra punto, que va acompañada de un símbolo (€) correspondiente al euro. Eso, señoras y señores, admirados lectores de este intenso culebrón es lo que cuesta el divorcio de mi hermana y la libertad de mis sobrinos respecto al capullo de mi (¿debería decir ya ex?) cuñado. No es una cifra elevada si lo comparamos con otras más sabrosas que han pagado cientos de miles de personas que han pasado por este trago. Pero si lo es cuando un servidor tiene que hacerse cargo de dicho pago, que por cierto, ignoro aun cómo y cuándo voy a pagar aunque en cuanto sepa cómo voy a hacerlo y lo haya hecho voy a ser el hombre más feliz de todo el universo. 1436 es lo que cuesta librarme para siempre del infortunio en forma de piltrafa humana que representa a mi cuñado. Como diría Neil Armstrong al pisar la luna (si es que la pisó alguna vez cosa que de un tiempo a esta parte estoy dudando) “Es una pequeño paso para el hombre pero un gran paso para la humanidad”. Siento envidia por que a él se le ocurriera antes esa frase porque gustosamente la pondría en la lapida del nicho donde reposarán los restos de lo que fue el matrimonio de mi hermana con ese desgraciado (en el peor sentido de la palabra ya me entendéis). No sé, igual hasta le mando un mail al célebre astronauta para pedirle permiso para utilizarlo (luego, tras conseguirlo me meare a gusto sobre el puto nicho) Han sido 22 años de aguantar las borregadas de ese ser. 22 años son muchos años aguantando, os lo aseguro. Que sí, que en todos esos años ha habido momentos mejores (incluso buenos fíjate tu) dos de ellos me los llevo yo y los tengo en casa viviendo y disfrutándolos (a pesar del gasto económico que representan pero eso es una minucia comparada con otras cosas que nos rodean y acechan como bestias en mitad de la jungla) Que más da. Yo (y por supuesto Miguel) con dos pares de huevos (cada uno) y tirando para adelante. Si hago un alto en el camino a pensar qué otras cosas buenas ha hecho este personaje me quedo con lo mencionado más arriba porque desatacar lo que se dice destacar en otra cosa, lo que se dice bien poco, bueno ha sido un buen trabajador, pero nada más punto y pelota. Esa virtud se queda hundida en 20 metros de profundidad dentro de un pozo de mierda tras 20 millones de aberraciones que ha ocasionado a su familia (y sucedáneos) a lo largo de todo éste tiempo.

1436, un numero que nunca se me va a olvidar, os lo aseguro. Supongo que algún significado esotérico debe tener. Llevo mucho tiempo alejado del mundo de la numerología y otras artes adivinatorias para sacarle punta, pero algún significado debe tener. Por lo menos soy consciente de ello así que un día de estos pensaré y me sumergiré en mi subconsciente para ver qué puñetas tiene que ver conmigo ( de momento sumado es un 14 que sumado da 5 curiosamente mi numero de nacimiento y de personalidad chúpate esa… En tarot representaría la Templanza carta que se encuentra en medio de La Muerte o numero XIII para los más puristas y El Diablo) Alentador… Pero dejemos lo esotérico de lado y permitidme bajar de nuevo a la tierra (ese diminuto moco de color azul que vaga por el espacio) para reflexionar más sobre la dichosa cifra. Muchos os preguntaréis porqué tengo que pagar yo el divorcio de mi hermana (bueno solo la parte que le corresponde a ella y el 75 % del procurador por que el capullo se niega a pagar más) La sencilla razón es porque mi hermana cobra una mísera pensión de 300 euros que sólo le da para pagarse la estancia en el hospital (no voy ni pienso hacer comentario algunos sobre mierda relacionada con nuestra sanidad y sus extraños cobros a jubilados y pensionistas por tener una cama digna en un hospital de larga estancia porque no terminaría nunca y podría remontarme a épocas lejanas cuando mi padre vivía y se encontró con la misma tesitura) Paso. Me he hecho responsable del pago (aun sabiendo de donde puñetas iba a sacar yo el dinero) Pero era necesario. Por ella (de esta forma nos quitábamos de encima el estigma capullo + su familia, y sobre todo porque accediendo tan rápido pagábamos el “rescate” de esos dos niños de las garras de su padre (a la que tendremos que añadir EAIA, o solo parte de esta entidad, pero no quiero adelantar en acontecimientos… ) 1436, de eso se trata. Mi cabeza es ahora un batiburrillo de estratagemas. Os aseguro que en casa nos sentimos como auténticos malabaristas. Pero no como los del Cirque du Solei todos superguays, (cools) ecológicos y de diseño. Nos sentimos malabaristas de un cutre circo ambulante, de barriada de lona raída y olor a rancio, que se juega el pescuezo lanzándose objetos punzantes (oxidados y cochanbrosos) con los ojos vendados y sin posibilidad de cobrar seguro, en caso de accidente. Mira por donde, hablando de seguros… El primer paso que he de dar es el de liquidar un plan de pensiones personal con una aseguradora de unos grandes almacenes que muchos de vosotros sabéis cual es (y para los que no tampoco es importante este dato) que un servidor se hizo cuando las cosas iban económicamente mejor. Por lo menos con lo que ahí tengo reservado para mi vejez (a esta paso veremos si llego a ella) pagar, por lo menos el 45% de la cifra total, sin contar procurador… Lo que entra en casa en estos momento es para otras cosas como alimentar a los dos críos, ropa no les hace falta gracias a la ayuda de muchos amigos y poca familia que contamos… alimentarnos nosotros, pagar facturas (menos mal que no tenemos hipoteca) pero si colegios, comprar muebles para adecentar la casa y adaptarla a las nuevas circunstancias y poder sobrevivir (como cada hijo de buen vecino). De momento el padre ha cumplido con uno de sus tratos e ingresa la mísera cantidad de 200 € para manutención de los niños (a 100 € por niño al mes imaginaos si nos sentimos malabaristas de circo rancio) Por cierto, entre las facturas que uno paga está la de una mutua de entierros (heredada de mi padre) y que un servidor, prevenido que es paga minuciosamente cada mes y en la que incluí mucho antes de que rugiera el volcán a mi hermana, llamadlo intuición o chiripa pero es así. Sabiendo de la falta de interés del capullo por pagar recibos hace unas semanas le pregunté si le pagaba seguros a los niños. Me dijo que sí e incluso a mi hermana. Como soy más bueno que Charles Ingalls (Michael London, La casa de la Pradera) y Chase Gioberti (Robert Foxworth, Falcon Crest) juntos le sugerí pasar a los niños a mi seguro (de esta forma me siento más seguro valga la redundancia) y así no me encontraría con problemas más tarde por culpa de incongruencias ajenas. El tipo me dijo: “Pues sí, págaselo tu que yo tengo otras cosas más importantes que hacer”. Cosa que he hecho sin rechistar eso sí cagándome en todos sus muertos (amebas incluidas) por los mísero y ……………… (añadid el segundo adjetivo que queráis tras la línea de puntos porque a mí se me ocurren ciento de millones, incluidos lenguas muertas y lenguas venideras, y si los suelto no podré dejar de escribir) que representa. 1436, son como eslabones de una cadena pesada pero os aseguro que como sea voy y me compro unas buenas tenazas para liberarme de ellos. ¿Comó? Como decía Scartett O´Hara (Vivien Ligh, Lo que el Viento se Llevó) Ya lo pensaré mañana.

viernes, enero 04, 2008

Cumpleañosssss felisssss

39 años le han caido ya al pitagorín. Fue el día 3 pero lo celebramos mañana rodeados de amigos.

¿Cuándo llegan los Reyes Magos?

Esta mañana he ido con los niños a ver a su madre al hospital. A parte de la típica visita rutinaria otro de los motivos de nuestra inmediata presencia ha sido porque mi hermana me llamó anoche comunicándome que los tres Reyes Magos visitarían por la mañana la residencia. Cuando hemos llegado aun no se veía rastro de realeza mágica por ningún lado. Eso sí, se respiraba en el pabellón un cierto nerviosismo por parte de los (ancianos)residentes que ríete tu de la que sienten cualquier niño en edad de creerse uno de las “farsas” más entrañables de nuestra vida. Muchos asomaban la cabeza por el marco de la puerta con una ilusión fuera de lo común en sus rostros. Los que no se podían levantar de la cama o permanecían en las sillas se asomaban inclinando sus cuerpos para ver si quien pasaba por delante de su puerta era alguno de los citados consortes. Una de las chicas de la limpieza me ha dicho que algunos de los abuelos llevaban despiertos desde hacía muchísimas horas, preguntando sin parar a qué hora pasarían a traerles caramelos y regalos. Mi hermana también estaba ansiosa. Le hacía mucha ilusión que sus hijos estuvieran con ella en ese momento. Me ha llamado la atención la sensación de extrañeza constante de parte de mi sobrino por ver a tanto adulto con tanta inocente ilusión concentrada en el cuerpo. Me ha preguntado por qué todos los abueletes se ponían tan contentos si ellos ya sabían, desde hacía mucho tiempo, quienes son realmente los reyes. Yo le he dicho que cuando las personas mayores crecen se vuelven como niños. La inocencia anteriormente dormida (pero no perdida) rebrotaba de golpe y todas aquellas personas se olvidaban de sus penas y su colección de vivencias (momentos de cordura y cabalidad incluida) y volvían, a modo de regresión a su más tierna infancia. Por arte de magia eran de nuevo niños, niños encerrado en cuerpos de personas muy mayores (y no tan mayores). Cuando han aparecido los Reyes Magos (personal del hospital ataviados de disfraces y arrastrando un carrito con un bafle escondido que escondía villancicos a todo trapo (quizás para que los más sordos lo pudieran escuchar)se ha montado un revuelo en el pasillo. Algunos abuelos han salido de la habitación felices y contentos, uno de ellos se le escapaban las lágrimas de emoción y se ha dedicado a abrazar al rey Melchor como si estuviera viendo a alguien que hacía miles de años que no veía. En un momento dado ha entrado el director del centro acompañado de la asistenta social y la fisioterapeuta a la habitación de mi hermana y le ha dado un regalo. Una blusa de verano muy chula para lucirla cuando nos vayamos de paseo con sus hijos. Han llegado los Reyes magos y han repartido caramelos a mis sobrinos. Mi sobrina estaba como avergonzada (aquello ya no va con ella). Mi sobrino los ha mirado de reojo pero con algo más de ilusión. Nos hemos hecho una foto todos juntos. Mi hermana estaba muy emocionada pese a no decir nada ya que en eso momento el Parkinson le impedía hablar. Tenía los ojos vidriosos, a punto de llorar. También se había convertido en una niña y había regresado a una de las etapas más inocentes y felices de su vida (nuestra vida) cuando tras pasar una noche de perros, con un nudo en el estómago de tanto nervio ella y yo nos despertábamos y veíamos el comedor de casa repleto de regalos. Mientas nuestros padres nos observaban felices, con cara de sueño y un aparentando una falsa sorpresa desde el marco de la puerta de su habitación.

Mi garganta es Dolby Surround.

Uno de los temas que estamos luchando en casa estos días es el tema de los ronquidos. A ver, hace once años que Miguel y yo estamos juntos, seis de ellos viviendo en pareja. A mucha gente le choca que en todo este tiempo siempre hayamos dormido separados, aunque he de decir que alguna vez, cuando hemos viajado, lo hemos hecho juntos. Existen muchos factores que han repercutido para que eso fuese posible. Podría citar los horarios dispares de sueño de ambos, o mi afición a ver la televisión (o cine) hasta altas horas de la madrugada, también está el tamaño considerable de la casa aunque se lo que se lleva la palma es el atronador sonido de los ronquidos de ambos dos (aunque según Miguel yo alcanzo cuotas a veces de destrucción masiva) Con la llegada de los niños ahora como nos toca dormir juntos por lo que tenemos que acostumbrarnos a las serenatas atronadoras que surgen del interior de nuestras gargantas. Estamos probando todo tipo de potingues y métodos. Por ejemplo la típica cinta adhesiva para la nariz ha sido un pestiño y no nos ha dado resultado. De momento lo mejor que hemos encontrado son unos estupendos tapones de cera para los oídos recubiertos de algodón rosa (que recuerdan a miniaturas de barba de azúcar del parque de atracciones , o extraños capullos de mariposa alienígena) que taponan los orificios de las orejas y no dejan entrar sonido alguno. Son un poco desagradables ya que a veces da la sensación de que se van a quedar atascados en el interior del oído pero por lo menos amortiguan casi por completo el sonido que se escapa por nuestras bocas mientras dormimos. Por cierto recordarme que os cuente algún día que os cuente el divertido episodio que vivimos Miguel y yo hace unas semanas durante una noche, en una habitación de un hotel, en el momento que Miguel trataba de apaliar una insufrible sesión de mis ronquidos. No tiene desperdicio.

Cambio de tercio.

Lo que son las cosas. Hace un año mi situación respecto a mis sobrinos era asoladora, que os voy a contar que no sepáis ya a estas alturas... Yo no tenía acceso a los niños bajo ningún modo y los pobres estaban sufriendo el acoso constante de la familia de su padre, entre gritos, amenazas y mala publicidad respecto a mi persona. Ha pasado un año. Ahora las cosas han cambiado. Los niños no quieren saber nada de sus tías, concretamente de La Sargento de Hierro que lleva una campaña de acoso telefónico incansable, anónima (aunque los niños me han confesado que es ella ya que lo ha hecho en otras ocasiones) y sin precedentes. He bloqueado las llamadas sin numeración de mi teléfono fijo, pero en el móvil no me es posible, suelo dejarlo apagado durante varias horas ya que la tiparraca tiene la santa paciencia de llamar casi puntualmente cada hora y colgar. Suelo contraatacar, sin enfadarme, todo lo contrario. Los niños participan conmigo. Se han quitado las pulgas de su nefasta influencia y ahora le hacen frente. Saben que no hay bofetadas ni insultos de su parte aunque la vez que han ido a casa de su padre a buscar sus enseres personales estaba acojonados esperando que la presencia de alguna de la hienas de la familia estuviera agazapada entre las sombras. También huyen o temen la figura de su padre. Hace unos días que íbamos de camino la cena de año nuevo en casa de “La Cuñá” cuando nos dirigíamos al coche vieron en el bar a un tipo de espaldas muy parecido a mi cuñado. La niña lo miró con miedo y echó a correr como asustada. Le pregunte por qué corría y me dijo que se pensaba que aquel hombre era su padre. La situación en estos momentos es de que al recuperar a los niños la familia de él sólo tiene acceso a ellos (si es que les interesa tenerlos) en el momento que el padre les vea. Como el padre no tiene el más mínimo interés dudo que los vena en tiempo. También se que ello les importa una mierda los niños, así se lo ha comunicado el padre el día de Nochebuena. Sus tías pasan de hacerse cargo de los niños porque no quieren responsabilidades y mucho menos monetarias. Para eso ya estoy yo. Más cosas… El día de navidad el capullo llamó a mi hermana por teléfono para desearle buenas fiestas. En apariencia debería ser un gesto grato, algo forzado pero nada desagradable. Excepto para mi sobrina. A ella no le gustó nada que su padre le felicitase las navidades a su madre. No lo ve justo ya que según la niña “ Mi madre está en un hospital encerrada de por vida y mi padre se encuentra viviendo fuera con un nuevo romance y disfrutando de ellos esa noche, además después de lo que le ha estado haciendo (y diciendo de su madre) lo ha encontrado de muy mal gusto. Yo no se lo discuto. Es su opinión y hay que respetársela. El capullo no firmó los papeles el día establecido (24 de Diciembre) por varios motivos. El primero porque era el día de su cumpleaños (se puede aceptar como excusa) y el segundo porque la incompetente del EAIA le había llamado pidiéndole que no fuese a firmar a su abogado ni el divorcio, ni la guardia y custodia de los niños para mí (añadiendo que yo ere un sinvergüenza , eso me lo dijo el niño flipando en colores). He hablado con Paloma sobre el tema EAIA y ya tenemos una solución. Cuando pueda os la comento. Solo decir que la tipa se ha pasado 20 pueblos conmigo , aparte de haber metido soberanamente la pata por interponerse ante un asunto legal de mutuo acuerdo. El abogado de mi cuñado también anda mosqueado con el tema y Paloma y él han hablado largo y tendido de las repercusiones que este personaje puede encontrase en un futuro próximo. Al final firmó el día 28. La fecha de la firma (el día de los Inocentes o Fool´s Day en otros lares ) tenía su tinte de guasa. A punto estuve de no creérmelo cuando me lo comunicaron. Pensé que había cierta mala baba en el asunto. Pero no, era más cierto como que el sol brilla cada mañana. Respiramos tranquilos en casa. De momento no había posibilidad de que nadie viniera a arrebatárnoslos de forma violenta. Los niños también respiraron tranquilos. Nos abrazaron emocionados. Esa misma noche mi sobrino se fue a dormir a casa del vecino de abajo. Se lo pasó bomba jugando con él y su hermano con la Wii y los muñecos de Samckdown que le habíamos regalado días antes. La niña se paso la tarde viendo una película en el sofá. Cada día le enchufamos cine por la venas. Ayer por ejemplo se vieron Los 400 Golpes de Truffaut y Sonrisas y Lágrimas. Hace unos días les puse Mi Tío Jaques Tatti y se lo pasaron muy bien. Mi sobrina ha descubierto la serie Fama y la mítica Embrujada. Han hecho los deberes y les he enseñado a consultar datos de su interés por internet. También hemos visto video divertidos por youtube o acicalado la casa entre todos. Mi cuñado ha cumplido con uno de sus propósitos del divorcio y custodia. Me ha ingresado 200 euros por los niños. Una mierda ya que se supone que debemos mantenerlos con 100 euros por cabeza. Pero era uno de los acuerdos establecidos con tal de que los niños regresaran a casa. Por lo menos ha cumplido. Ya nos ocuparemos del resto más tarde (Como dice Scarlett O´Hara en lo que el Viento se Llevó). De mi sobrina he recuperado su cariño. Ya no se muestra tan arisca conmigo y me abraza y se apoya mucho en mí. Tanto Miguel como yo tratamos de que se vista más femenina y deje esa imagen de niña feota que su padre quería imponerle. Cuesta pero lo estamos consiguiendo. También que hagan los deberes con cierto control y el tema limpieza personal. No creo en los finales de cuentos de hadas, esos de vivieron felices y comieron perdices. Creo en los cuentos reales con sus fallos y virtudes, sus días endiablados y sus días de absoluta (aunque con breves segundos de) felicidad. Que no, que la vida no es un como un cuento de hadas. Que me lo digan a mí…

jueves, enero 03, 2008

Voces del pasado.

Estos días atrás hemos estado haciendo limpieza en casa, no es una limpieza común de esas de quitar el polvo, fregar los suelos y pasar la escoba. Tampoco es una limpieza esotérica de esas de expulsar demonios y otros seres sobrenaturales. Esta vez ha sido una limpieza de esas de tirar cosas inútiles o añejas a la basura. Hemos llenado varias bolsas industriales de ropa antigua, mantas apolilladas, cachivaches varios... Pero hete ahí que entre las cosas ahora inútiles que antaño sirvieron para algo he rescatado varios tesoros de todo tipo y tamaño, algunos con mayor apego emocional. De todos ellos destaca uno. Una cinta de casete metida en una bolsa precintada de plástico cuyo contenido es todo un regalo para los oídos de la memoria. Esta cinta (en su versión 2.0 ya que en su tiempo me encargué de reciclarla y traspasar toda su información de la cinta original) contiene antiguas grabaciones sonoras de las voces de varios miembros de la familia. Si bien destacamos en protagonista mi hermana y yo también aparecen en segundo término mis padres, antiguos vecinos y mis abuelos maternos. Corría el año 1968 cuando mi padre, amante de la tecnología como un servidor, adquirió un magnetofón Philips que vivió con nosotros durante varios años. Mi madre, muy inteligentemente nos había invitado en varias ocasiones a mi hermana y a mí a hablar a través del micro durante varios periodos de tiempo de nuestra infancia. Su idea era que un día, pasado mucho tiempo disfrutásemos (y con ello nuestros hijos) de aquellas vocecitas que bien hablaban de cosas tan banales como lo que habíamos visto en un paseo por el zoo o que habíamos hecho en el colegio la pasada tarde. La cinta recoge momentos muy tiernos en los que destacan a un servidor entrevistado con ternura por mi madre a la temprana edad de un año y medio y mientras me da la papilla o como mi hermana trata de acaparar protagonismo absoluto cantando las canciones de musicales como Oliver! O de programas de la tele o narrando poesías infantiles que acababa de aprender en el colegio. Hay otros instantes muy especiales en la que padres e hijos cantamos juntos y en un par de ocasiones se pueden escuchar como mi abuelo (a pocos meses de antes de morir) me canta una canción (Una, dos y tres salta niño que vas a perder… ) con su peculiar acento sevillano mientras trata de hacerme unos aúpas… Es curioso que esta cinta aparezca ahora. Hacía días que mi hermana me estaba recordando (con una sorprendente minuciosidad) fragmentos de la misma cuando iba a visitarla a la residencia. No es que yo me hubiera olvidado de la cinta. Todo lo contrario. Sabía que andaba por casa pero no sabía exactamente por dónde… Encontrarla ha sido todo un hallazgo muy agradable, no sólo para mí sino también para los niños. Cuando vamos en el coche (el único sitio donde tengo un radiocasete) la escuchan con entusiasmo. Los miro por el retrovisor. Sonríen en muchas ocasiones, en otras aparecen como pensativos. Debe ser que para ellos debe hacérsele muy raro que su madre y su tío un día fueran niños, incluso más pequeños que ellos. No voy a negar que eso también nos sucedía a mi hermana y a mí cuando veíamos fotos de nuestros padres en su tierna infancia. Sé que a los niños les ha gustado escuchar estas voces del pasado, como hablábamos, como nuestros padres nos trataban con ternura y dedicación, como era nuestra vida de pequeños muy lejos de un padre lleno de odio y rencor que en vez de cantar lo único que hacía era graznar insultos a diestro y siniestro. Por lo que a mí respecta me ha sorprendido mucho cuan de activa se encuentra la memoria, sobre todo aquella parte del cerebro que se encarga de guardar los recuerdos del pasado ya que cuando al escuchar la cinta recuerdo al milímetro de cada palabra, chascarrillo e incluso tos o estornudo que aparece impregnado sobre la cinta magnética y ésta se llena de imágenes al instante. La emoción también hace acto de presencia. De forma muy intensa. No es la misma emoción que sentimos al ver una fotografía, es algo mucho más poderoso, valioso ya que le ponemos voz a los recuerdos y estos disparan imágenes que tenemos dormidas en el cerebro, imágenes que aportan fragmentos del pasado con una fuerza tan intensa y poderosa como la fuerza que hace girar el universo.