Hacía tiempo que quería escribir. Es decir, hacerlo siendo yo mismo, sin estar pendiente de una fecha de entrega o a cambio de un talón. Creo que ya va siendo hora de armarme de valor, de entrar en el caserón, de abrir ventanas y puertas y permitir que la luz invada su interior. Necesito dar forma a los fantasmas, atraparlos, enfrentarme a ellos y asumir que, en el fondo, también forman parte de mi vida.
viernes, enero 04, 2008
Mi garganta es Dolby Surround.
Uno de los temas que estamos luchando en casa estos días es el tema de los ronquidos. A ver, hace once años que Miguel y yo estamos juntos, seis de ellos viviendo en pareja. A mucha gente le choca que en todo este tiempo siempre hayamos dormido separados, aunque he de decir que alguna vez, cuando hemos viajado, lo hemos hecho juntos. Existen muchos factores que han repercutido para que eso fuese posible. Podría citar los horarios dispares de sueño de ambos, o mi afición a ver la televisión (o cine) hasta altas horas de la madrugada, también está el tamaño considerable de la casa aunque se lo que se lleva la palma es el atronador sonido de los ronquidos de ambos dos (aunque según Miguel yo alcanzo cuotas a veces de destrucción masiva) Con la llegada de los niños ahora como nos toca dormir juntos por lo que tenemos que acostumbrarnos a las serenatas atronadoras que surgen del interior de nuestras gargantas. Estamos probando todo tipo de potingues y métodos. Por ejemplo la típica cinta adhesiva para la nariz ha sido un pestiño y no nos ha dado resultado. De momento lo mejor que hemos encontrado son unos estupendos tapones de cera para los oídos recubiertos de algodón rosa (que recuerdan a miniaturas de barba de azúcar del parque de atracciones , o extraños capullos de mariposa alienígena) que taponan los orificios de las orejas y no dejan entrar sonido alguno. Son un poco desagradables ya que a veces da la sensación de que se van a quedar atascados en el interior del oído pero por lo menos amortiguan casi por completo el sonido que se escapa por nuestras bocas mientras dormimos. Por cierto recordarme que os cuente algún día que os cuente el divertido episodio que vivimos Miguel y yo hace unas semanas durante una noche, en una habitación de un hotel, en el momento que Miguel trataba de apaliar una insufrible sesión de mis ronquidos. No tiene desperdicio.
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