viernes, mayo 30, 2008

El regalo.

Colocó sus pies en el agua. A la misma hora, como cada día, cada semana, todos los meses de cada año. Prometió acudir a la cita y cumplía su promesa con todo el amor de su corazón. Resquicios de lo que antaño fueron olas rompían sobre sus tobillos. Sintió frio pero ella no le dio la más mínima importancia.

Contempló el cielo. La enorme esfera solar, de un intenso tono anaranjado, descendía de forma pasmosa hasta tocar la delgada línea del horizonte. Esperó con paciencia sin apartar los ojos del astro rey. Sus labios sabían a salitre del mar. Notaba como la dulce brisa besaba, con misterioso y descaro, el contorno de sus mejillas.

El sol fue desapareciendo. Lentamente. Parecía como un orondo bebe de millones de toneladas y ataviado con un vistoso pijama naranja, arropado por una descomunal y tintineante manta de color azul intenso. Ella esperó, hasta el último segundo. Hasta que el último rayo de sol abandonó el horizonte y la luna iluminó de forma burda la negrura de la noche.

A miles de kilómetros de allí, en otro continente, otra persona esperaba también con los pies descalzos en la orilla. Esperaba ansioso el regalo y como cada día este no tardó en llegar. Lo vio asomarse, perezosamente, despertando de su intenso pero breve letargo. Esperó sonriendo hasta que el gigante luminoso saltó por completo de su azulado lecho y despojándose de su pijama anaranjado y comenzar a brillar con radinte intensidad en el azul del cielo.

Dedicado a Mela55 con muchísimo cariño. Eres un ser humano impresionante. Un ejemplo a tener en cuenta.

©Richard Archer

¡Feliz Cumpleaños Caroline!

Un 29 de mayo de 1964, o sea hace 44 años, nació, en la Clínica de las Colonias Extranjeras de Barcelona, Caroline Susan Archer, mi hermana. Fue una niña muy querida y desea por los que tres años más tarde serían mis padres. Mi madre había sufrido dos abortos antes de su llegada, uno de ellos era un niño, lo supimos porque mi padre nos dijo que tuvo que recoger el feto, de cuatro meses de gestación, del suelo ensangrentado del cuarto de baño del piso situado en la Calle General Sanjurjo (ahora Pi Margall) 114 7º 4ª una dirección que mi madre nos hizo aprender a mi hermana y a mi desde que comenzamos casi a balbucear.

Sí, mi hermana fue una niña muy deseada, no os lo podéis imaginar.

Tanto mi hermana como yo mismo tuvimos una vida muy feliz. Cosa que aprecio y valoro y tomo como ejemplo ahora que he formado una familia. Nunca hemos sido de muchas tradiciones, las justas. Nunca hemos celebrado los santos (qué puñetera culpa tengo yo de llamarme como un santo…) no esa no era una fiesta a tener en muy cuenta en mi familia. Nunca la hemos celebrado. Ni ganas la verdad… Curiosamente descubrí mi onomástica (7 de febrero) cuando contaba 11 años. Regresando del colegio una mañana se me acercan un par de tipos de aspecto sospechoso y algo andrajosos. Uno de ellos me pregunta si me llamo Ricardo (odio que traduzcan mi nombre, no sabéis cuanto) el tipo quería darme la mano de forma eufórica. Al parecer había escuchado mi nombre de boca de mis amigos que me acompañaban. Yo negué como San Pedro de mi nombre (la verdad es que no suelo responder cuando me llaman Ricardo) y traté de huir despavorido. El tío viendo que estaba asustado me dijo que él se llamaba como yo y que ese día era mi santo. Nunca lo olvidaré. Por un momento pensé que los dos tipejos me querían secuestrar… Otras fiestas que tampoco hemos celebrado han sido la del roscón de reyes o la Palma (aunque en nuestra infancia hubo varias intentonas sin éxito, bueno mi hermana nos cansamos de tener que ir a la iglesia a que el cura del barrio. Un tipo seco, grimoso y muy antipático lanzase (y alcanzase) con unas gotas de agua bendita alguna de las hojas de la palma de mi hermana (de esas con caramelos superazucarados horrendo en forma de angelitos y cruces) o el extremo de la punta de mi palmón para ser luego colgado de la barandilla del balcón durante un año o hasta que se cayese las nueve plantas de altura y partiese la crisma de algún desafortunado transeúnte (o bebe durmiendo plácidamente dentro de su cochecito…

En casa sólo celebrábamos los Reyes Magos (y eso que mi padre había celebrado toda su vida Santa Claus en su tierra) y los cumpleaños. Cada año, sin descanso. No recuerdo todos y cada uno de nuestros cumpleaños con detalle pero si recuerdo haberlos celebrado con muchos amigos, casi todos vecinos o compañeros del colegio. Como entre el cumpleaños de mi hermana y el mío sólo había unos 15 días de diferencia a veces los celebrábamos juntos. No me gustaba cuando ocurría, pero al ser el más joven de la casa jugaba con desventaja por lo que tenía que conformarme. Por supueto había regalos en ambos casos. Nos gustaba mucho recibir regalos y a quien no le guste es que es un idiota perdido. Mi hermana solía recibir regalos como bombones, muñecas de trapo, odiosos costureros con horrendos estampados multicolor; diarios que se quedaban siempre en blanco y álbumes para colocar fotos... Mi hermana agasajaba a sus invitadas, la mayoría una colección de niñas repipis y nauseabundamnete envidiosas, con divertidos collares de macarrones (o pistones) que en menos de lo que cantaba un gallo acababan desparramados por el suelo de la escalera o el de nuestra casa.

De más mayores celebrábamos fiestas con música y bailes. Eran muy divertidas. Como disfrutábamos de una buena discoteca en casa (gracias a la celebrada melomanía de mis padres) había temas para bailar hasta el agotamiento. Mi hermana ya no regalaba collares de macarrones pero mi madre, a cambio organizaba unos muy buenos ágapes. Ya por aquel entonces venían más amigos míos que de mi hermana ya que ella, con el paso del tiempo, no fue muy habilidosa en conseguir amistades o relacionarse. Vamos un calco de lo que le sucede actualmente a mi sobrina…

Cuando organizábamos un cumpleaños nos pasábamos un par o tres de semanas antes planeándolo, en su habitación, hacíamos cientos de listas en libretas milimetradas o en folios que guardábamos en carpetas especiales para ese evento. Mirabamos con precisión todos los detalles, sobre todo para que los invitados se lo pasasen muy bien y fuese en definitiva un día especial. Seleccionábamos entre ambos la música, su orden, lo que íbamos a comer, beber, como íbamos a decorar la casa y si íbamos a realizar alguna actuación durante el transcurso de la fiesta. Al principio los pasteles eran decisión exclusiva de mi madre. Los encargaba en la pastelería del barrio. Eran los típicos pasteles de cumpleaños, de chocolate o mermelada de sabor indefinido (de aquellos que a algunos les sabía a mermelada de naranja, otros a melotón, otros a plátano y otros a algo superempalagoso mezcla de bacón rancio y coliflor… Eran pasteles mantecosos, de una densidas como la de las esponjas de espuma y con una capa de almendra picada alrededor. Todos ellos con un “Feliz Cumpleaños” escrito con chocolate o nata insípida. Para mi padre eran “Pasteles Ardientes” ya que por la noche tenía que recurrir urgentemente a tomar grandes dosis de ENO (Sal de frutas) para no perecer por acidéz estomacál. Con el tiempo mi madre le dio por preparar ella misma los pasteles a base de bizcocho de limón, embadurnado de toneladas de Nocilla. No eran “Pasteles Ardientes” pero si “Pasteles Plomo o Cemento” algo parecido a las Lembas Élficas de la saga de “El Señor de los Anillos”.

Cuando mi hermana se casó siguió celebrando cumpleaños. Bien sólo con la familia de mi ex cuñado (menuda compañía ¿no?) o con mi padre o conmigo (mi madre ya había fallecido). Mis sobrinos también los han celebrado. Pero no con la misma intensidad ni periodicidad que la celebrábamos nosotros. Si, como nostros, llevaban caramelos al cole… Yo recuerdo llevar SUGUS (si eran sucedáneos que acababan lanzado sobre mi cabeza o pisoteados en el patio) o Caramelos Tofee "Solano" de Café con Leche para repartir a mis compañeros de clase. En el caso de mis sobrinos muy pocas veces celebraban su aniversario en casa con amigos, como ya he dicho en otras ocasiones al no permitírselo mi ex cuñado o porque el resto de niños no querían ir invitados a su "roñosa" casa...

Ya libre del yugo de mi su marido mi hermana siguió celebrando cumpleaños. En la habitación del hospital o en casa, como hace un año atrás cuando nos reunimos todos en casa (y traté de reconciliarme con mi sobrina) y que narré de forma muy intensa en este blog. Este año lo hemos celebrado. Es su primer cumpleaños de divorciada. La mitad de la celebración la hemos cumplimentado esta tarde, en el mismo en el hospital donde está ingresada "per secula seculorum", junto a sus hijos y mi prima, que le ha regalado unos zapatos (que por cierto le venían grandes). Hacía mucho tiempo que mi prima (la única que hace algo por ella) no la veía. En varias ocasiones, mientras mi hermana trababa de hablar con ella, se ha tenido que aguantar las lágrimas. Se ha sentido mal por no poder hacer nada más por ella. Precisamente es su madrina. Una madrina que como yo con mi sobrina cumplimos nuestra función como tal. Sí, soy gay pero creyente y si me comprometí en velar por mi sobrina (y mi sobrino de rebote jajaja) pienso cumplirlo hasta que ya no me quede un halo de vida. Bueno incluso desde el más allá si llega el caso. Ella también. Es de los pocos familiares que no le echo nada en cara por no haber hecho nada por mi hermana. Tiene buen corazón y la respeto mucho por eso.

Hoy mi hermana nos esperaba. Estaba sentada en su butaca frente en la salita de la televisión, rodeada de docenas de pacientes cuyo cerebro no funciona como dios manda. Viviendo una vida paralela y desordenada a la nuestra. Ella se ha adaptado. Lo que hace el instinto de supervivencia. Aguatar o sucumbir. Se toma su estancia entre tanta locura con cierto sentido del humor (heredado de mi padre). Yo no podría. Soy demasiado peleón y no me conformaría con permanecer encerrado en aquel lugar a millones de años luz del nuestro.

Eso ha hecho llorar a mi prima Aurora. No lo ve justo. Me lo ha dicho aguantando las lágrimas. Mi hermana la miraba de reojo. No ha dicho nada, apenas puede decir algo sin que tengas que acercar el oído y traducir las palabras que suspira. No ha sido un cumpleaños infeliz. Todo lo contrario. Pero no ha sido el cumpleaños más corto de su extraña y destartalada vida. El domingo tendrá cumpleaños. En casa. Como lo había celebrado hasta que cumplió los 28 años y abandonó por decisión propia el nido familiar e irse a vivir con el mismísimo rey de los infiernos. Creo que se merece un buen y bonito cumpleaños. Tengo ganas de celebrarlo. Ojala fuese como los que hacíamos antaño. Igual hasta me da por hacer collares de macarrones de docenas de colores. Me importa una mierda que se rompan y se esparzan por el suelo del comedor ante la mirada estupefacta de los tres nuevos miembros de la familia. No cesaré en organizarle un cumpleaños tras otro. Es algo ya tradicional y las tradiciones forman los pilares de una familia.Mi familia.


martes, mayo 27, 2008

Glondris, Ñiñi… y Ñasis.

¿Por qué?

De un día para otro me he convertido en la Madre Teresa de Calcuta de los gatos. Como ya sabéis llevaba varios días con mono de gato y con ganas de comenzar de nuevo la ardua tarea de formar una familia gatuna de nuevo. El reto de esta ocasión era tener la posibilidad de educar a dos gatos, entre otras cosas porque había convivido con perro y gato y un gato solo y ahora me apetecía (nos apetecía) formar parte de una manada de mininos.

¿Comó?

No ha sido tarea fácil decidirse y mucho menos elegir qué tipo de micifuz queríamos que formase parte de la familia. Los sentimientos aun están muy tiernos y la primera opción era pillar uno de los gatos que tuviese semejanza a Chuskete o a Mince (que era atigrado y ambos de pelo largo) Pero claro al final nos dimos cuenta que el resultado final no iba a ser lo mismo… Cada gato es un mundo y como las personas no hay dos gatos con la misma personalidad (vamos ni clonándolos) La otra cuestión era si al final adoptaríamos a dos machos, dos hembras o un macho y una hembra. Al no haber tenido nunca una gata como que nos hacía cierta gracia por eso de probar algo nuevo (aparte que me habían asegurado que las gatas son mucho más cariñosas que los gatos) así que en este caso el objetivo era mucho más sencillo que en el punto anterior.

¿Dónde?

Otro de los puntos de debate en casa era donde iríamos a adoptar a los gatos. Descartamos ir a una tienda a comprarlos. No es que no nos interesasen gatos de raza o gatos de camada de un gato doméstico pero tuvimos muy presente que donde más nos iban a necesitar era en un refugio de animales. En Barcelona hay varios. Dos de ellos muy cerca de casa: uno es la liga de protección de animales y plantas justo al lado del funicular que conduce al parque de atracciones de El Tibidabo (situado casi al pie de casa) y el otro, más cercano, en la carretera de la Arrabassada (que conduce al susodicho parque de atracciones) Precisamente éste mismo lugar no lo tuve en consideración hasta al final, cuando descubrí que Roger (el amigo veterinario que durmió a Chuskete) conocía a la gente que lo llevaba. También miramos la posibilidad de adoptar dos gatos en el centro de acogida del Maresme donde Mónica (amiga de toda la vida) nos recomendó el día que Chuskete encargaba sus alitas de plata. Una cosa que nos tiró para atrás de dos de ellos era el tema precios. Claro que en estos sitios con lo que pagas te llevas al gato desparasitado por dentro y por fuera, con chip, y con castración incluida. Si el gato es muy joven te has de pasar cuando cumpla los 6 meses.

¿Cuándo?

Ayer por la tarde. Estaba en casa y tenia tal mono de gato que no podía más. No sé cómo será el mono de fumar pero el de gato es terrible. Me dio por mirar el lugar recomendado por Roger (el refugio del ayuntamiento) y vi que dentro de los requisitos no había precio por llevarte los bichillos. Pues nada, eran las 14:30 y faltaba media hora para abrir y yo pillando el coche y subiendo la Arabassada con una ansiedad y unas ganas de llegar que aquí te meneo. “Dos, sólo dos gatos” Me decía mientras mareaba el volante. Pero claro ¿qué pasaría si entraba y veía más y no podía contenerme?

“Dos, sólo dos… bueno aunque tres… ¡DOS SOLO DOS!”.

¿Quién? (en este caso ¿Quienes?)

Llegué a la denominada curva de la paella, una curva super redonda donde cientos de motoristas aficionados a las carreras ilegales se han dejado el cráneo incrustado (en el caso de que cuenten con ello) en uno de los peraltes de la misma. A medio camino de la misma me meto en un camino forestal y llego al refugio de animales. Me encuentro con una chica, voluntaria que venía a sacar a pasear perros. “Con la lluvia de ayer no han salido y están muy nerviosos y con ganas de trotar…” Lo cierto que el lugar es un paraíso para que los chuchos paseen a sus anchas. En mitad de la montaña, con rutas forestales para aburrirse…

Entro en la sala de inscripción. Me atiende una chica joven. Le digo que quiero adoptar dos gatitos. Me da un cuestionario para que lo rellene. Lo típico. Si te gustan los animales, si tu piso es grande o pequeño, si hay niños en casa, si no te importa llevarte un gato con alguna dificultad… es curioso que marque que sí cuando luego voy y cambio de opinión. Le entrego el cuestionario a la chica. Alrededor mío hay unos cuantos perros que los sacan a pasear. Están con unas ganas lo pobres… Dentro de la sala hay una pareja que lleva dos perros grandotes, para adoptar y una gatera llena de cachorritos. Bultitos sollozantes que se mueven torpemente protegidos con una manta. Me atiende una mujer con el pelo corto y teñido de color amarillo pollo. Me pregunta que preferencias tengo. Le digo que queremos gatitos jóvenes para reeducarlos y empezar prácticamente de cero. Ya hace demasiado que llevo viviendo la vejez gatuna y necesito nueva vitalidad. Me saca una especie de Book con fotos de gatitos. En vez de enseñármelo me invita a entrar a una sala dentro del mismo edificio. Cuando abre la puerta veo un montón de jaulas llenas de mininos “maullantes”… No puedo evitarlo, me emociono mucho, hace una semana que estamos sin gato pero para es como si hubiesen pasado meses, no años… Comienzo a hablarles y meter las manos entre los barrotes. La mujer piensa que debo estar “pirao” o algo por el estilo. Le explico mi ansiedad. Entonces lo comprende. Me lleva a una jaula. Yo no quito la mirada de un precioso gato persa negro con unos ojazos miel. Uno de ellos entornado debido a una conjuntivitis. Me enseña un enano atigrado que salta en mis brazos como si le diese la corriente. Claro mi idea era tener dos gatos y ese color no era uno de los elegidos (aunque me recordase mucho a Mince) La mujer mira la ficha. Me dice que no está aun disponible para adoptar, tiene como su compañero un ojo enfermito. Veo más gatos. Hay uno naranja, impresionante, más grande que mientras hace caca se pone a vomitar al unísono. La señora del pelo pollo me dice que está malito.

Me lleva a otra sala más pequeña. Hay varios grupos de gatos. Veo un grupito de 5 o 6 gatitos negros. Encima suyo hay dos monadas, uno naranja y otro blanco con pintas anaranjadas (que me recuerda mucho Chuskete) La mujer saca uno de los de abajo. Una bola de pelo negra con alguna pinta blanca. Me saca más. Una de ellas una gata completamente negra atigrada con una mirada que me decía “Llevame contigo” sin parar. “¿No querías un gato negro?” Me pregunta la mujer. Yo le digo que sí. “Pues agarra a este a ver si es el que buscas”. Tomo en brazos al minino. Se agarra a mí y comienza a ronronear. Me lo quedo al instante. Le pregunto a la mujer si es niño o niña. La pelo pollo lo pilla y lo pone panza abajo “Es niña.” Me dice. “Además es un terrón de azúcar ¿verdad?” Yo le digo que si, emocionado. Me fijo en la jaula de arriba. Hay dos gatitos, uno de ellos diminuto, color naranja. “Ahí está”.Digo sin soltar a la minina. “Este me lo llevo seguro.” La mujer abre la jaula. De repente el otro minino, blanco con pintas naranjas se levanta y cojeando un poco se acerca a mí. No hace más que llamarme la atención y ronronear sin parar. Noto algo dentro mío. Recuerdo lo que me dijo Dani días atrás cuando le hablaba de la adopción. “Es el gato el que te elije a ti no tu a ellos”. Me vuelvo a emocionar pero quería dos gatos… ¡NO TRES! “Este es un amor, lo que pasa que vino con un golpe en la cadera y va un pelo cojo, pero se está recuperando, el otro cuando vino tenía un golpe en el hocico y llevaba sangre. Están en observación pero ya están prácticamente recuperados. Me imagino por un momento el panorama. Alguien los había golpeado con mala saña o se les había caído. Aquello me toca la fibra y me hace decir. “Va venga… ¡Me llevo los tres!” La mujer sonríe. “Déjame consultar si te los puedes llevar hoy o te esperas a que el veterinario les haga una observación. Además no están chipeados aun ni vacunados…”

Salimos fuera. A la gatita negra la mete en su jaula. Ella si tiene chip por lo que no habrá problema en localizarla luego entre su cuadrilla de hermanos. En la sala mira la ficha de los dos mininos. Yo estoy cavilando a ver cómo le cuento a Miguel que en vez de dos van a ser tres. “Ya se me ocurrirá algo en el camino” pienso emulando a “Scarlett O´hara”.

“No están chipeados ni vacunados aun… “ Me comunica. “Si vienes mañana por la mañana te los puedes llevar que entonces estará el veterinario. De momento llévate la negrita y mañana subes a por los otros dos…” Eso decido.

Me toman los datos. Entonces les pregunto si he de pagar algo. Me dicen que 45 €. Yo encantado de la vida. ¡En los otros refugios casi me pedían el doble! Rellenan la ficha veterinaria de la gata. “¿Cómo se va a llamar?” Buff… Buena pregunta. Días atrás habíamos pensados mil y un nombre para los peques. Había desde nombres abstractos, hasta nombres de científicos, filósofos, músicos o directores de cine (Truffaut y Bergman eran nuestros favoritos) Pero al final nos decidimos en poner nombres abstractos que además fueran unisex. Los niños habían sugeridos nombres muy mañidos como: Maca, Mishina, Mishino y varios por el estilo)

“Ñiñi” le digo a la mujer. “¿Cómo?...” “Ñiñi con dos eñes. “La pelo pollo me mira divertida. Lo apunta en la ficha. Pago y tras el recibo me dice que va a por la gatita. Espero un par de minutos. Me llega la mujer con una caja de cartón agujereada que no para de maullar. Yo la agarro y me marcho despidiéndome hasta mañana.

Bajo la rampa hasta el coche hablándole a la caja de cartón. Me siento un poco imbécil pero se que adentro hay un gato. Me acuerdo de la paradoja de Schrödinger (la del gato dentro de la caja y el veneno y si está vivo o muerto bla, bla , bla…) Se que este está vivo porque la pobre maulla atemorizada.

Bajo la Arabassada tratando de calmar a la gata. Meto un dedo en uno de los agujeros y algo me muerde y me araña asustado. De repente me acuerdo de lo afilados que tienen los colmillos los gatitos pequeños… Emito un quejido. La gata deja de morder. Me acerco con el bicho al colegio de los niños. Falta media hora para acabar las clases, mi sobrina tiene educación física y el niño se había ido al auditórium a cantar. Aparece mi sobrina en lo alto de las escaleras. Me mira sorprendida. “¿Qué pasa?” me pregunta. “Nada” Le digo yo desde abajo sonriendo. La cría no entiende ni jota. “Me tienes que ayudar con una cosa. Anda pilla la cartera.” Si hubiese tenido clases normales no habría ido a buscarla tan pronto, pero con Educación Física había una excepción”

Espero un par o tres de minutos y la niña baja corriendo las escaleras. “¿Qué sucede?” Me pregunta. “Naaaaada. Mira . Le digo enseñándole el dedo. “Me he hecho daño”. La niña se lo mira. “Eso es un arañazo de gato.” Me dice. “¿Has ido a ver gatos?” Me pregunta cada vez más emocionada. “Pues sí… “Le digo. ”¿Has pillado alguno?” Me interrumpe emocionada. “Si” Le contesto. “¿Dónde está?” Vuelve a preguntar. “En el coche” le digo. Laura sale corriendo afuera y se acerca al coche. Ve la cajita. “Abre, vaaaa abre”. “Tranquiiiila que no se va a escapar.”

La niña sube al coche. Yo agarro la caja. Por un momento me asusto porque no oigo nada en su interior “Eso te pasa por reírte de Schrödinger” Me digo algo preocupado. De repente oigo un maullido. Respiro tranquilo. Entrego la caja a la niña. Por una de las ranuras se asoma una patita negra peluda. Laura lanza un gritito de alegría. Está ansiosa por llegar a casa y ver el resto del animal. Le comento lo del tercer gato y le digo que no diga nada a Miguel todavía. “Ni al Adam” añade. El niño no llegara a casa hasta las 18:00 quedamos en no decirle nada, ni que hay gato nuevo en casa. La sorpresa va a ser inmensa. Me encanta este juego de las sopresas. Me lo paso bomba.

Llegamos a casa y antes de entrar le enseñamos algo de gato a Olga, la portera que le gustan tanto los gatos como a la niña. Laura me mete prisas. Abro la puerta de casa y depositamos la caja con la gata en el sofá. “Saca un cuchillo para abrir la caja” me sugiere la niña. “Que cuchillo ni que leches, ¿qué quieres asustar al animal?” le increpo mientras despego la cinta de papel adhesivo de la caja. Al abrir la caja aparece la bola de pelo negra. Laura suelta un nuevo gritito y agarra la gatita y la abraza y la llena de besos. Le encanta. La dejamos en el suelo para que se acostumbre a la casa. La tipa corre que se las pela y se lo pasa bomba con todos los objetos de la habitación, sobre todo con la televisión y más tarde con el teclado del ordenador portátil.

Llama Miguel. Le digo que ya tenemos gato (en este caso gata) y le comunico que mañana iré a buscar al otro (jejeje). Me dice que se acercará al centro a comprar el “kit de supervivencia para gatos” que consiste en cagadero, comida para gatitos y cazos para agua y comida.

Jugamos un rato con Ñiñi. Es una polvorilla de gata. Ademas seductora como ella misma. Nos roba el corazón al instante y eso que en la sala de las jaulas me había hecho un leve refunfuño que se saldo con un par de golpecitos leves en la cabeza con un boli por parte de la mujer del pelo color pollo. Me encanta ver cómo juega. Todo vitalidad es un boceto de gato. Diez veces más pequeña que el pobre Chuskete. Me encanta acariciarla y la tía ronronea de gusto.

A la 18:00 voy a buscar a mi sobrino. Le digo a Olga que no le diga nada del gato que es una sorpresa. Llegamos a casa. La gata está en la habitación de Miguel y mía. Medio escondida entre los zapatos y un par de calcetines. El niño no la ve y se va a su habitación. Eso sí antes de meterse en su cuarto mira la cama. Se acuerda mucho de Chuskete. Como veo que no se percata le llamo. Viene. “¿No ves nada raro?” le pregunto. El niño comienza a mirar en la habitación. Descubre la gata y se le llenan los ojos de lágrimas. La toma en brazos y llora de moción. Le da muchos besos y caricias. Está que no se lo cree.

A las 20:00 llega Miguel. Hay “feeling” con la gata. No deja de mirarlo, extasiada. Miguel se pone el pijama y se echa en el sofá. La gata se le acerca y se le duerme a su lado. Si se levanta lo sigue con la mirada. Con Chuskete pasaba lo mismo.

Antes de dormir la gata se me sube al sofá y se me tumba frente al ordenador (y a veces se sienta sobre las teclas) ya sabe donde debe hacer caca y pis (y eso que nada más llegar Miguel con el kit de supervivencia la gatita se hizo pis sobre la bolsa de Mister Guau…) y donde están los comederos. Me pongo a ver la tele y la gata hace lo mismo. Le fascinan las imágenes en movimiento. Mueve los ojos pero no la cabeza. Está como hipnotizada.

La dejo en el sofá arropada con una manta y me marcho a dormir. Mañana he de ir a por la sorpresa y la no tan sorpresa…

Esta mañana me he despertado a eso de las 7:30. He salido al comedor y lo primero que he hecho era ver dónde estaba la gata. No le he visto entre las mantas. La he comenzado a llamar y a buscarla. He ido a ver si estaba en la habitación de mi sobrina. Pero no estaba allí. He descartado la del niño al estar la puerta cerrada. Cuando he ido a ver si por casualidad estaba en nuestra habitación la he visto salir de debajo del sofá. Ha venido corriendo a verme. La he tomado en brazos y se la he llevado un ratito con Laura. La niña la ha abrazado y mimado un poco y luego se ha vuelto a dormir. La gata y yo nos hemos ido al sofá un ratillo. Para jugar. A las 8:00 se han levantado los dos niños y enseguida se han puesto a jugar con la gatita. Estaban excitados con la idea de la llegada de un nuevo miembro a la familia (Laura por partida doble jajaja) Se han ido al cole y Miguel se la levantado. Antes de ducharse ha jugado con la gata un poco. La tía estaba encantada y no quería soltar a Miguel ni un solo momento.

Nos hemos arreglado y he ido a llevar a Miguel al trabajo y luego a recoger a los nuevos huéspedes. Antes hemos pasado por el banco a sacar dinero para pagar a Paloma y saldar algo más de del divorcio de mi hermana (ya sólo quedan 636 €).

Antes de subir al refugio he ido a pagarle. Cuando he llegado a la perrera (gatera) me han devuelto el carnet de conducir que se había quedado allí olvidado y me han llevado con el veterinario. La mujer del pelo pollo tenía al gatito blanco con manchas naranjas en brazos. Estaba dócil y alucinado con lo que estaba pasando a su alrededor. Me ha encantado verlo de nuevo. Delante de mí le ha puesto el chip (ha sangrado un poquito) y lo han desinfectado con un jarabe y una colonia. El veterinario me ha contado que el bichín cojea un poco pero que ya se encuentra mejor. Días atrás hacia cacas con sangre por lo que el porrazo/patada había sido estremecedor. Ahora ya no sangraba y estaba más feliz que una perdiz. Me ha hecho la ficha veterinaria y tomado los datos. Me he asuntado un momento para ir a buscar caja de cartón que llevaba para transportarlos. Cuando he entrado en la sala del veterinario la bola blanca y naranja ahora era una bola color naranja intenso, chiquitina y con cara asustada. “El blanquito es gato” Me ha dicho el veterinario. “Pero este no se sabe muy bien aun, diría que es una hembra.” Bueno, no importa, sólo tendremos que esperar a ver si aparecen dos bolas a ambos lados. “Ja ja ja Tienes un gato Travesti en casa “ me dice la mujer. Me hace gracia y me rio con ella, no del pobre gato…

Me toman nota de nuevo. Me pregunta los nombres de los gatitos. “Glondris el chico y Ñasis el travesti” Le digo, volvemos a reírnos. Meten a los dos gatos en la diminuta caja. Me acuerdo de los falsos gatos bonsái (unos supuesto gatos que desde pequeños los criaban dentro de una botella y crecían comprimidos en su interior). Llego a casa. Llamo a Ñiñis. La tipa aparece corriendo como una loca. Se sube al sofá donde dejo la caja y comienzo a abrirla. Veo unos ojillo asomándose por uno de los agujeros que les han hecho para respirar. Abro la caja y se asoman los dos nuevos habitantes de la casa del Gran Gatuno. Ñiñi se acerca a ello y los huele. De momento se aceptan. Los otros dos salen de la caja como astronautas de un módulo lunar. Glondris salta al suelo y comienza a corretear. Cojea un poco pero se defiende muy bien sobre terreno. Ñiñi le sigue, el otro se la mira y tratan de jugar pero sueltan algún que otro bufido: Se han de acostumbrar aun los unos a los otros.

Juego con ellos un buen rato. Los acaricio a los tres. Glondris es un amor, agradecido hasta el límite pero se nota que es el macho del grupo. Tiene en jaque a la loca de Ñiñi que no hace más que perseguirle y jugar a darle golpes a su colita. Ñasis es tan tímida y tan frágil que los observa ensimismada, a distancia. Es una gata(o gato) tan diminuta, tan peludilla que parece un peluche. Ayer le vi los ojos azules y al final los tiene verdes. Un amor. Como Glondris ha compartido jaula con ella (él) la cuida y la mima mucho.

Tanto Glondris como Ñasis han descubierto su baño y ya lo han utilizado. Ñiñi les ha acompañado. A media mañana los he puesto los tres a dormir a base de caricias. Han dormido los tres juntos. Miguel ha descubierto la existencia del otro gato. “¿Otro?” Me ha dicho. “¿Y por qué no?” le he contestado. Me ha pedido que le envíe fotos y así lo he hecho. Estaba tan impaciente que me ha llamado dos veces. Son las fotos que podéis ver aquí.

Han dormido un buen rato juntos. Ahora andan haciendo el burro por casa. Están a punto de llegar los niños. Vamos a ver qué tal la sorpresa. Sobre todo a la parte correspondiente a Adam.

Ah, por cierto. Dos de ellos son Aries, el otro creo que es Tauro.


lunes, mayo 26, 2008

Habemus Felinus!

Acaba de llegar a casa la niña. Es negra con una cara de pizpireta que no hay que la aguante. Mañana a las 11 he de ir a por el otro... un chico. Todo naranja y con unos ojazos azules que ríete tu de los que lleva puestos en la cara el mismísimo Paul Newman. Ambos tienen 2 meses y estan en toda regla (es decir chipeados, vacunados y desparasitados y dentro de 4 meses capados).

Mañana presentación oficial en sociedad con crónica incluida.
Vamos como la Tita Cervera.

Domingo lluvioso

domingo, mayo 25, 2008

Érase que se era en el reino de los centollos...

- ¿Mamá, es seguro este castillo?- Preguntó la princesa centollita a su madre la centolla.

- Claro que si cariño, ¿Por qué preguntas eso?

- Por que anoche soñé que venían las olas salvajes y lo derrumbaban.

- No tienes que preocuparte.-Dijo la reina centolla quitándole importancia.- Este castillo es muy fuerte. Porque aunque esté construido con arena está hecho con mucho amor y eso lo hace prácticamente indestructible.

La centollita sonrió desde su cama, aliviada. La reina centolla besó la frente de su hija, la arropó con algas verdes del mar y le cantó una canción para que se durmiera. Y así lo hizo.

Afuera, en la playa, el rey centollo ayudado por el príncipe centollito apilaban, incansables docenas de cantos rodados, pedazos de coral rojo y restos de conchas marinas alrededor del castillo. Ambos construían un muro infranqueable para un castillo hermoso, de varias plantas, adornado con diminutas estrellas de mar y reforzado sobre recias columnas de coral negro brillante y reluciente como si lo hubiesen acabado de pulir.

La reina centolla salió al exterior. Alzó la mirada y contempló el imponente edificio. Ella también había sentido el mismo pavor que su hija. Tenía mucho miedo que ese castillo se viniese a bajo, ya sea por culpa del viento, de la ira del mar o del pisotón desafortunado de cualquier pié extraño.

- “¡La arena es tan frágil!” - Pensó atemorizada. Se acarició en vientre con las dos pinzas. Sintió como el pequeño centollito que estaba a punto de nacer se movía en su interior, bajo su coraza.

Entonces se acordó de algo que le dijeron tiempo atrás. No se acordaba cuándo ni quién. Pero es una frase que le disipó definitivamente todos sus temores: "La arena si está mojada es más dura que la piedra."

La reina centolla suspiró tranquila. Observó como el rey y el príncipe acababan de reforzar los muros y se quedó prendada de la increíble puesta de sol que se ocultaba por el horizonte.

Dedicado con muchísimo cariño a Mónica, Adrián, Hugo, Lua y a su futura familia.

©Richard Archer

viernes, mayo 23, 2008

Exposición virtual: Hijos de Opticus

Hace ya 20 años atrás pinté estos dos cuadros (entre otros más). Era la época de cuando estudiaba Artes Aplicadas. Ahora por fin tengo la posibilidad de exponerlos por partida doble. Una de ella para todos vosotros habitantes del planeta (y también para aliens que nos observan desde el espacio exterior y se conectan a nuestra red de redes) Y otra en el colegio de mis sobrinos que en su día fue también mi colegio. Son fotos de los cuadros hechos de forma rápida el resultado gana más a simple vista. Ambos son cuadros de gran tamaño pintados al óleo y al acrílico con pincel y aerógrafo.


Tengo mono de gato.

Sí, tengo mono de gato. ¿Qué pasa? No soy fumador pero si adicto a los felinos. Tengo mono de acariciar pelo de gato, de oír un ronroneo, de ver unos ojos curiosos seguirme con la vista desde cualquier punto de la casa, de escuchar el sonido un cascabel tras de mí. Llevo dos días muy chungos acordándome de Chuskete. He tenido varios bajones con lloros pero se van superando poco a poco. A veces me parece verlo en la casa. Muy fugazmente. El corazón me da un respingo y luego llega la realidad. Lo más duro saber que no va a volver. Eso es lo peor. A veces pienso que si tuviese la oportunidad me gustaría recuperar los minutos, horas o días que no he podido estar con él y disfrutarlo. Eso mismo me pasa con las personas que me han dejado…

Pero lo que son las cosas. Hemos decidido ser padres adoptivos de nuevo. Tenemos muchas ganas. Esta vez queremos rizar el rizo y adoptar dos felinos. Nos hace mucha ilusión y nos apetece la experiencia. A todos, sin excepción. Estamos mirando las webs de adopción de animales buscando posibles candidatos. No nos importa si son macho o hembra, dos machos o dos hembras. Eso sí, esterilizados. No nos interesa tener crías de gatos cada dos por tres y soportar el celo tanto de uno como de otro. Ya sé que más de uno nos va a tachar de crueles pero más cruel es tener a los bichillos sufriendo por los rincones tratando de apagar su deseo sexual sin conseguir nada a cambio (otra cosa es si ellos tuvieran consciencia para hacer planificación familiar, cosa que no es así) Chuskete estaba capado como también lo estaba Mince y vivían felices como perdices. Se nos están ocurriendo muchos nombres para los mishinos. Los hay de todo tipo. Los más originales los nuestros (jejeje)… Laura me ha dicho que quiere más presencia femenina en casa. Se lo tenemos en cuenta. Nunca he tenido gatita. Me apetece. Sobre los colores y formas… Tengo muchísimas ganas de tener un gato anaranjado a rayas y a Miguel y a los niños (y bueno a mí) nos encantaría uno de color negro intenso. Pero bueno luego pasa lo que pasa vas a buscarlos al refugio de animales y luego sales con las ideas cambiadas.

Pero sí, lo confieso: Tengo mono de gato.

miércoles, mayo 21, 2008

In Memorian: Chuskete (12 Febrero 1992- 20 Mayo 2008)

Ayer no podía escribir. No tenía ganas. Estaba demasiado ocupado ayudando a morir a un amigo. Un amigo que me ha acompañado 16 años de mi vida y ha compartido muchos momentos conmigo a lo largo de estos años. Llegó a casa cuando aun me cabía en la palma de la mano. Era una bola de pelo blanca con manchas atigradas y con un carácter de aquí te meneo. Era 1992 y hacía pocos meses que habíamos perdido a otros dos miembros de la casa que había compartido también muchos años con nosotros.

Ayer se fue. Le ayudamos a dormir. Estaba agotado. Consumido en sí mismo. No quedaba nada de lo que había sido, ya no era un gato fuerte y robusto sino un saco de huesos con una mirada llena de dolor proyectada desde sus ojos color miel. Su vida se ha ido apagando día a día, pero esta última semana ha sido como una bajada empinada de una montaña rusa para él. Si bien hace días, cuando me quedé encerrado en la habitación aun estaba activo ayer y antes de ayer y también el sábado y el domingo de la semana pasada el pobre ya no podía con su alma. Fue perdiendo fuerzas como un globo que se deshincha poco a poco. Ya había que acompañarlo a beber o llevarle la bebida a la cama, y había perdido las ganas de comer.

Estos últimos días dormía con Miguel y conmigo. Por la noche me despertaba y lo notaba muy pegadito a mí. Estiraba el brazo en la oscuridad y lo tocaba para ver si estaba aun vivo. Lo oía ronronear o gruñir como diciéndome: “¡Hmm! ¡Qué me pasas la corriente!” (una de sus señas más características) y yo volvía a dormir tranquilo. Así varias veces durante la noche. Verle respirar se había convertido en una de mis principales obsesiones. Me asomaba desde la habitación, donde a veces escribo, y lo veía tumbado en la cama, estirado cuan largo era. Veía su abdomen hincharse y deshincharse bajo su pelaje blanco. Lentamente. Entonces me sentía tranquilo. A veces lo oía maullar me levantaba corriendo y lo veía tratando de levantarse, aun tenía fuerzas en sus patas delanteras, las traseras estaban atrofiadas. Quería bajarse de la cama. Cuando lo bajaba y le ayuda a caminar no sabía muy bien donde quería ir. Lo tomaba en brazos, apenas pesaba (meses atrás hubiera notado mayor peso), notaba el esqueleto bajo el pelaje. El ronroneaba agradecido. Lo dejaba frente a su comedero de color plata. No tenía mucha hambre, tampoco quería beber. Lo llevaba a su baño. No quería estar allí, lo volvía a tomar en brazos. Lo depositaba en la cama y dormía un buen rato. Ayer ya le llevábamos agua y comida, jamón dulce que le chiflaba. Bebía pero no comía. Le pesaba hasta el collar, antes casi prieto en su cuello, ahora podía quitárselo de un simple tirón. El lunes cuando se lo quitamos nos miró entre agradecido y con cierta sospecha de que aquello no era bueno para él. Pienso que sabía que no le quedaba mucho.

Decidir o no ayudarlo a morir ha sido una de las cosas más duras de mi vida. ¿Quién soy yo para determinar cuándo y cómo ha de morir un ser vivo? Lo hablamos Miguel y yo ayer por la mañana, cuando ya lo vimos casi desfallecido, un esbozo mal hecho de lo que era. Decidimos que merecía una muerte digna. Aunque aun pensábamos que en cualquier momento cerraría los ojos y se quedaría dormido para siempre. Pero ese momento, por mucho que lo deseábamos, nunca llegaba. Hablé con mucha gente estos días. Lo necesitaba. Llamé a Dani que hacía poco había perdido a su gato casi en las mismas circunstancias, me dio mucho ánimo. Hablé con Amparo que había conocido a Chuskete (Pusky, Chus, Chuskeitor, Glondris, Jroña que Jroña ÑiÑi, Miñirdis y muchos más apelativos que tenía el pobre y que respondía a todos y cada uno de ellos) desde que llegó a casa siendo esa bola de pelo que mencioné antes. Se sintió mal y me dio también su apoyo. Hablé con Mila (una muy buena amiga) que se puso a llorar conmigo por teléfono. Hasta mi ex cuñado se enteró cuando habló con los niños y sintió un poco de compasión por el animal. Eva fue la más practica y menos emotiva (no te lo echo en cara cariño) y no me molesta que para ti el gato fuese un gasto más en mi economía y su muerte una boca menos que alimentar. Pero para mí mi gato era un miembro más de la familia pero comprendo perfectamente que la escala de valores sea diferente en cada uno de nosotros, gracias a Dios. ¡Viva la diversidad!

Ayer cuando se marcharon los niños al cole y vi que el gato estaba muy mal llamé a Roger, amigo y veterinario. Le comenté el caso y me dijo que podría pasarse esa misma noche a eso de las 20:00 horas mas o menos, o si lo prefería al día siguiente (hoy) a eso de las 10:00. Llamé a Miguel y decidimos que fuera lo antes posible. Nos pusimos de acuerdo con Roger. La decisión estaba tomada y no me sentí muy bien porque tenía la sensación de haberme convertido en el verdugo de un amigo, que había decidido por él el día y la hora de su muerte. Miré al gato por entre la puerta y me entraron muchas ganas de llorar. Me senté con él en la cama y lloré mientras lo acariciaba. Él ronroneaba, agradecido de que lo estuviese mimando y que no tuviese reparos en apreciar bajo mi mano su osamenta. Le hablé y le di ánimos, también le dije que descansara y que se dejase llevar. Esperaba que me hiciese caso y que en ese instante dejase de respirar para no tener que tomar la decisión de decidir por él. Tenía un peso encima, lo sentía como una lápida sobre mi pecho. Entre la angustia y la pena el tema de la decisión de dormirlo me pesaba mucho sobre todo del sentimiento de engañarlo de no decirle lo que le iba a pasar y prepararlo para su muerte, una muerte que él no había elegido. Ya sé que era un gato y que mucha gente no es partidaria de humanizar a los animales. Yo sí.

Me conecté un rato al Messenger donde hablé con centolla, Mónica, Nelita, Marta, Begus… amigas de Lo que me sale del bolo, el blog de Mercedes Mila. Me dieron muchos ánimos y trataron de hacerme reir. Casi lo consiguen (bueno si, en una cuantas ocasiones) El gato se levantó un par de veces, tambaleándose, quería estar a mi lado, muy pegadito a mí. Le ayudé a acomodarlo. Le di agua y bebió un poco. A las 17:00 llamé a Nuri, antigua compañera de trabajo y buena amiga. Me dijo que si yo quería que ella se pasaría por casa para darnos ánimos, sobre todo a los niños. Le dije que sí.

A las 17:30 llegaron los niños. Les abrí la puerta y les dije: “Tengo algo que contaros”. La niña me preguntó si era algo relacionado con el gato (desde el sábado que no quería que mencionásemos la palabra muerte) Le dije que sí. El niño bajó la cabeza, estaba poniéndose triste por momentos. En el comedor les comunique la decisión tomada por Miguel y yo por la mañana. Sus rostros se contrajeron al instante y rompieron a llorar. Mi sobrina me abrazó. Muy fuerte. Lloraba desconsolada. Yo también. Mi sobrino se unió a nosotros y nos abrazamos los tres. Los llevé a la habitación. Se sentaron en la cama junto a Chuskete. Respiraba dificultosamente. Adam le llenó de besos y de lágrimas. Laura lo acariciaba llorando. El gato los miraba aturdido. Se dejaba acariciar y ronroneaba. “Hoy he llorado dos veces en el colegio” me dijo mi sobrina. “¿Te preguntaron que te pasaba?” le inquirí. “Si, les dije que mi gato se estaba muriendo. Y me han calmado. Una niña mayor de bachillerato me ha visto llorando en el patio y me ha preguntado que me pasaba y hemos hablado. Me comentó que hacía poco perdió a su canario.”

Hablé de la decisión tomada con los niños con mucha más calma. Para mí no era la primera vez que me enfrentaba a esta situación. Para ellos sí. Era una novedad y como tal la mejor forma era tratar de darle una explicación, como hizo mi padre conmigo cuando tuvimos que sacrificar mi anterior gato. “Las decisiones como estas son duras” me dijo con su pronunciado acento inglés que no se le quitaba ni con agua caliente “Pero es lo mejor para él y para nosotros”. Que sabias palabras. Cuanto me acordé de ella ayer y como las apliqué a mis sobrinos. Pensé que él habría hecho lo mismo que yo. Estoy seguro. Mi sobrina me sorprendió con un súbito brote de rebeldía. “Yo no quiero morirme…” Me dijo. “Quiero ser inmortal”. “¿Para qué?” Le contesté. “¿Para qué sufras cada día viendo morir a los que van pasando por tu vida? Imagínate sufrir eternamente lo que estas sufriendo hoy por el Chuskete. Todos tenemos derecho a morirnos como a vivir pero la muerte forma parte de la vida y es necesaria para que dejemos paso a otros. Si Mince (mi otro gato) no se hubiese muerto estate segura que el Chuskete no estaría viviendo con nosotros…” “¿No?” Me preguntó como sorprendida. “No. Seguro que habría a acabado debajo de las ruedas de algún coche o en casa de otra persona y tu no habrías tenido el privilegio de haberlo conocido y aportarte y aportarle tantos buenos momentos.” “¿Pero yo no quiero que se muera?” Me dijo rompiendo de nuevo a llorar. “Mira Laura es necesario. Él ha cumplido ya su función entre nosotros y tiene que dar paso a otros como él que igual necesitan nuestro cariño.” “¿Podemos tener más gatos?” Me preguntó más animada. “ Si, claro yo quiero tener más gatos ¿tu no?” “Si quiero” “Pues los tendremos. Si he querido que estuvierais en sus últimos momentos con él era para que apreciaseis que tener un animal es tenerlo en todas sus consecuencias. Tanto en sus buenos momentos, lo que te hacen feliz y divertirte y verlos a ellos felices, como en los malos o los tristes como en éste instante. Quiero que valoréis su vida y también su muerte y no lo toméis tener mascotas (odío ese término) sólo como algo divertido para vuestro disfrute.” La niña volvió a llorar y de nuevo la abracé. Adam seguía llorando al lado de su peludo amigo.

Es curioso el valor que le damos a las cosas (y cuando hablo de cosas no me refiero a modo despectivo sino a todo lo que ello conlleva) Mi sobrino siempre ha sentido un gran cariño por mi padre y eso que nunca fue excesivamente cariñoso con ellos, podía llevar más de 40 años en España pero seguía teniendo algunas costumbres muy británicas. Pero lo que son las cosas, el niño adoraba a su “Yayu” y eso que aun puede “disfrutar” de su abuelo paterno. Para él, como para mí, ese gato era casi el único enlace que le quedaba con su abuelo materno. Porque era su gato, no el gato de su tito, ni el suyo. Era el gato de su “Yayu”. Un gato que trajeron mi madre y mi padre de la calle 16 años atrás y al que le brindaron una segunda oportunidad. Un gato que tenía 2 años cuando murió mi madre, que vio como se casaba mi hermana y como nacían aquellos dos niños, que vio como mi padre se iba de casa (recuerdo muy bien ese día, le dio tal ataque de histeria que me dejó a mí y a los camilleros completamente aterrados) para no volver, a no ser de visita (un par de años después y cuyo reencuentro fue muy emotivo) también vivió su muerte, la llegada de Miguel a casa (tenía una pasión por Miguel fuera de limites) y la llegada de los niños y, claro está, todo el proceso de divorcio y malos momentos vividos por mi hermana y nosotros dos años atrás.

Era un gato paciente, sobrellevaba con conformidad pasmosa nuestras ausencias cuando nos íbamos de viaje y Martin venia a cuidarlo o a vigilarlo. Cuando la casa se llenaba de gente, cuando me enfadaba al no quererse comerse sus latas de paté y querer comer en la mesa con nosotros como si fuese uno más de la familia. Cuando no se encontraba bien y vomitaba o se hacía de vientre en cualquier rincón de casa debido a temas de su precaria vejez gatuna. Tenía mucho carácter. Es bien cierto que cada gato es un mundo y que cada uno tiene su temperamento. Si bien a Mince le gustaba que lo aupasen y colgasen del cuello como si fuera una bufanda viviente a Chuskete no le gustaba lo más mínimo. Aunque a sus últimos años se había vuelto más faldero. Siempre que llegaba Miguel de trabajar y se ponía el pijama y se tumbaba en el sofá ya estaba allí Chuskete esperando para subírsele encima y dormirse ronroneando sin parar.

Cuando llegó Miguel fue a ver al gato. Lo acarició un rato. La niña se había ido al ordenador y estaba buscando ya substitutos de Chuskete en la web de la protectora de animales. Estaba entusiasmada. Yo le pare un poco los pies. Llamé a Mónica, otra amiga de hace ya tiempo para comunicarle lo del gato, me dio me pasara por la web del refugio del Maresme y echáramos un vistazo a los gatos que allí habitaban para una futura (o no) adopción.

A eso de las 20:00 llegó Nuri. Abrazó a todo el mundo y estuvo un ratito con Chuskete. Trató de amenizar a los niños un rato. Casi lo consigue. En uno de los momentos salgo de la habitación con el gato en brazos. Quería ir a algún sitio pero como siempre no sabía dónde. Lo llevé a la cocina. En eso escucho lloros. Mi sobrina no puede más. Chuskete no quiere beber pero se pone a comer un poco. En eso me viene uno de esos extraños pensamientos que me hacen reflexionar y dejarme de mal cuerpo:“¿Por qué comes Chuskete si dentro de nada vas a morir?” Entonces me siento muy mal. Como si lo estuviera engañando. Siento que la presión en el estómago es mucho más fuerte. Quiero llorar. Lo tomo en brazos y lo llevo de nuevo a la habitación. Noto que mientras avanzo me agarra el brazo con las patitas. Lo deposito sobre la cama. Tal como lo dejo se queda tendido. Agotado.

Vuelvo a pensar en la decisión que he tomado y me aborda la duda. ¿Y si se recupera? ¿Y si echamos para atrás la decisión? Lo veo absurdo. No hay vuelta atrás. La situación me traslada al pasado, catorce años atrás cuando mi padre, mi hermana y yo nos sentábamos frente al médico que atendía a mi madre, en coma, para comunicarnos que no había nada que hacer con ella y que nos pedía permiso para desconectar las máquinas y subirla a una habitación para que se muriera. Decisión, dura decisión… Decidimos y murió, pero tampoco había vuelta atrás. Es curioso como el destino a veces te hace reencontrarte con situaciones tan parejas.

A las 21:00 llega Roger. Descansa un poco y va a ver al “paciente”. Suerte que el gato le conoce, es curioso que hemos conseguido crear un ambiente muy familiar y confortable a su alrededor. Está en casa, en su cama favorita, rodeado por los que le quieren y precisamente la persona que le va a ayudar a "dormir" es alguien que él conoce. ¿Cuántos seres logran ese propósito? Un privilegio. Roger dice que apenas tiene carne en los huesos y que está en las últimas. Me dice que nos pongamos manos a la obra. Se me llenan los ojos de lágrimas. Le pregunto a mi sobrino si quiere despedirse de él. No se lo piensa dos veces. Entra en la habitación llorando. Lo abraza, en un mar de lágrimas y le da una docena de besitos. Poco antes me ha pedido permiso para hacerle unas fotos. Le digo que no hay problema. Algunas son las que veis en este post. Se va de la habitación, pero no será la última vez. Quiere estar en todo momento con su amigo. Me toca despedirme a mí. Me arrodillo y acaricio su pelaje. Le doy varios besos y con lagrimones como puños me despido. Le digo: “Gracias por todo. Descansa tranquilo. Pronto veras a papá y a mamá y a Mince y nana (la perrita Cocker que teníamos) y serás muy feliz. Gracias. Te prometo que volveremos a vernos.” Lloro, como estoy llorando ahora mientras escribo. ¡Dios que duro! Me vienen a la mente millones de imágenes, de él cuando jugábamos, cuando dormía acurrucado encima mío sobre el sofá y lo acariciaba, cuando le daba de comer por las mañana, le hablaba y me hacía compañía. Las veces que le había pisado sin querer, cuando me enfadaba si armaba alguna trastada o insistía con comer algo de la mesa. Todos eso momentos pasaron por mi mente. Él me miraba y me parecía que estaba viendo lo mismo. Miguel se despidió de él, brevemente, estaba afectado y trataba de disimularlo ayudando a mi sobrina que la había entrado ganas de hacer deberes y de reírse de forma tonta.

Roger trae un calmante. Salgo de la habitación y rompo a llorar en el pasillo. Oigo que maúlla. Entro a verlo. Quiero estar con él. Me siento mal porque cuando Mince murió huí a llorar a la habitación. Me siento mal. Como si le hubiese engañado. Chuskete se ha dejado pinchar sin saber lo que le viene encima. Él confía de Roger porque le ve familiar pienso que si fuese consciente del objetivo final seguro que se hubiera defendido, luchado. A nadie le gusta morir ni aunque le quede un simple soplo de vida.

La inyección le hace reacción y comienza a tener arcadas y vomitar. Roger le limpia. Lo trata con mucho cariño, como a un niño. Le habla y le ayuda. Yo me siento en la cama y acaricio a Chuskete. Quiero tranquilizarlo. El gato se relame, tiene varias arcadas más. Tarda en sedarse. Roger trata de tomarle el pulso y el gato le gruñe un poco. Esperamos. Al cabo de un par de minutos está sedado. Va a buscar el “coctel letal”. Adam está encerrado en el baño llorando. Nuri lo llama, lo saca de allí y lo abraza. Laura está muy nerviosa y se centra en el trabajo escolar. No quiere ver al gato. Miguel tampoco pero hace un esfuerzo y va a verlo. Adam también. Lo acaricia de nuevo. Roger aparece con el coctel. Salimos de la habitación. Nuri y él se quedan. Ella aguantando la lamparilla (y secándole el sudor de la frente a Roger) bromeamos un poco sobre su función de enfermera. Roger trata de ponerle la palomita (un aparejo para que el sedante haga efecto más rápido) no tiene mucha presión en las venas. Decide pincharle directamente en la vena de la pata, con riesgo que la vena se rompa. Adam y yo contemplamos la escena desde la puerta. Los dos llorando. Le pincha y al cabo de unos breves segundos su respiración cesa. “Ya está” Digo yo. Adam llora desconsolado. Me uno a él. Nuestro peludo amigo da un respingo "Es una reaccion del cerebro que se niega a morir." Comenta Roger. Pero Chuskete ya se ha dormido. Para siempre.

Roger nos deja un rato con él. Adam salta sobre la cama y abraza a su amigo. No puede dejar de llorar. Miro el cadáver. Tiene los ojillos abiertos y la boca también. Está como si se hubiera enfrentado un maratón y hubiese llegado agotado. Roger toma datos para la incineración y trae una bolsa de plástico especial para guardarlo. Lo enrosca. Como solía enroscarse él para dormir. Minutos más tarde partimos hacia su consultorio para guardarlo en un frigorífico a que lo vengan a buscar los responsables del ayuntamiento. Adam nos acompaña. Esta muy callado y muy triste. Quiere acompañar a Chuskete hasta el final.

Cuando llegamos a casa me topo con los comederos del gato en la cocina. El corazón me da un vuelco y me entran ganas de llorar. Nos vamos a dormir en la misma cama que una hora antes fallecía nuestro amigo. Estoy agotado. Se cierra la luz y comienzo a echarle de menos.


lunes, mayo 19, 2008

Microcuentos. Volumen 6 (Dedicados con cariño a Rubén y Oliver)

-¿1,2,3,4,5,6,7,8,9?

-¡NOOOOOOOOOOOOOOO! ¡A,B,C,D,E,F,G,H,I!

- ¡Ups!

¡BOUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUUMMMMMMMM!

“Érase una bala que se cruzó en el camino con otra.

-Hola ¿Hacia dónde vas?

-¡Ay, hola! Hacia el corazón del tipo que tengo enfrente. ¿Y tú?

-Yo voy directo al entrecejo del que te ha disparado.

-¡Pues qué vaya bien!

-¡Lo mismo digo! ¡Mucha suerte!”


“-¡Esta chica tiene un problema!

Dijo la anoréxica refiriéndose a la bulímica.”

“-Te dije que no era buena idea venir de vacaciones a Nagasaki.

Dijo Iroito Jata a su marido Naruto nada más ver el luminoso hongo nuclear aparecer por el horizonte.”

“-¿Falta.... mucho... para llegar....papá?

Murmuró el niño antes de fallecer tras el terrible accidente.”

“- ¡Hágase la luz!

Y se encendió la bombilla.”


©Richard Archer

sábado, mayo 17, 2008

10 cosas banales que me gustan o me satisfacen… (sin importar el orden)

1. Que me masajeen la cabeza.

2. Leer sentado en el baño.

3. Los bombones de pastelería, si son con licor mejor que mejor.

4. El olor a jazmín.

5.Un paseo por la playa cuando no hay gente.

6.Ir a comprar con dinero de sobra.

7.Comer.

8. La primavera.

9.Que me hagan regalos y sobre todos abrirlos.

10.Que una película, libro o música me atrape.

10 cosas banales que odio o no soporto… (sin importar el orden)

1. Encontrarme envoltorios de queso en lonchas en el suelo o sobre la mesa y tener que recogerlos.

2. Quitarme la arena de la playa del cuerpo cuando toca irse para casa.

3. Las quemaduras solares.

4. Notar algas bajo los pies, o rocas o cualquier otro objeto sumergido.

5. Estar a punto de dormirse y que te desvelen haciendo ruido, el que sea.

6. Ponerse ropa mojada.

7. Encontrarme un tendón o nervio en un trozo de carne cuando ya lo tienes en la boca.

8. El sabor del Nolotil liquido.

9. El fútbol.

10. La política.

viernes, mayo 16, 2008

Frase de la semana: Mote.

3 de junio de 2008.
"Cumpleaños de la Cosa Monstruosa..."
Escrito por Adam en su agenda escolar anotando el cumpleaños de su hermana.

"Laura La Cosa"
Grafitti en una pared cerca del colegio escrito por los compañeros del curso anterior dedicado a mi sobrina.

jueves, mayo 15, 2008

¿Laura eres “Margi”?

Esta es la pregunta que le hizo su hermano ayer a mi sobrina sentados junto a mi hermana en la salita donde nos reunimos en el hospital. Reconozco que la pregunta se la hizo con mala leche, en mofa. La niña al principio se mosqueó, luego se le llenaron los ojos de lágrimas. “¿Qué es eso de Margi?” Le pregunté delante de su madre. “¡Qué va a ser! ¡Marginada!”. La niña se puso a llorar. “¿Es eso cierto?” “No , no es verdad ¡yo tengo amigas!” Me espetó ella.

Vamos a ver. Antes de este episodio, en el coche, después de recogerlos del cole, la niña me había comentado que una compañera suya, que supuestamente es amiga (después de eso dudo que lo sea), celebraba su cumpleaños la semana que viene. “Anda géminis como nosotros” , le comento a la niña. “Si” me contesta ella. No parece entusiasmada. “¿Qué te pasa?” Le pregunto. “Es que ha invitado a la mayoría de compañeras de clase y a mí no. Encima a la hora de comedor se pasan todo el rato hablando de lo bien que se lo van a pasar todas ese día delante mío.”¿Y a ti porque no te ha invitado?” “No lo sé, igual porque su madre no me conoce”.

Es curioso, días atrás Laura estaba entusiasmada porque su cumpleaños (el 3 de junio) cae justo el día que se va de convivencias con el resto de sus compañeros. Me pedía insistentemente que preparásemos algo para celebrarlo todos sus compañeros juntos en el hotel donde se hospedarían. Quería regalarles bolsas de chuches (20 bolsas) y que el hotel le preparase una trata con 14 velitas. Estaba entusiasmada y muy excitada con eso. Pocos (o ningún) cumpleaños ha podido celebrar con sus amiguitos en casa. Le hacía mucha ilusión. Ahora no tanto. Después del chasco de su supuesta amiga. “Mira, juegas con cierta ventaja.” Le dije. “Tu celebras el cumpleaños un par de semanas más tarde que ella. Puedes hacer varias cosas. Puedes celebrarlo el día de convivencias o si lo prefieres celebrarlo la semana siguiente después de regresar e invitar a quien a ti te de la gana. Puedes incluso invitarla a ella o si no te apetece no invitarla”. “Si, pero seguro que si les invito no vienen.” Me contesta ella. “Si lo hago en el hotel por lo menos están todos.” “Así no pueden ¿huir?, ¿escaparse? o ¿evitarlo?” Le digo. Se hace un silencio.

Lo cierto es que noto cierta marginación a la niña. Ya lo comenté en este blog antes. Desde que lleva tiempo en casa solo han venido de su clase dos amigos. Una pareja de hermanos que se lo pasaron bien pero que no han vuelto a repetir. Ella se lo ha comentado a más amigas y aun no he visto ninguna aparecer por casa. Bueno hubo un amago. Un par de ellas habían decidido venir a casa a ver una peli que les interesaba mucho. El plan era que una se quedaba a dormir en casa de la otra y luego vendrían a casa a ver la peli. Nada más. Ni invitaban a mi sobrina a dormir a casa de ellas ni meriendas ni nada por el estilo. No sé por qué pero de repente me sentí como si mi casa fuese un multicine o algo semejante. Nunca vinieron.

Por la noche la niña se me acercó con un libro que le había regalado Eva. Era un libro de cómo hacer amigos en plan guía divertida muy colorido y con hadas y motivos rosa pintados por todas partes. Me quería mostrar algo. Quería llevarse el libro para que su “amiga” lo leyera. A ver si se daba cuenta que ella también existía y la invitaba a su superfiesta de cumpleaños. Me dijo si podía hacerle un regalo. Le mire de reojo. “¿Para qué te vas a gastar dinero en una necia como esa?” Le contesté. “No te vendas por un cumpleaños Laura, no se lo merece.”

En eso aparece el niño y se mofa de ella de nuevo llamándola marginada. “Tu cállate que tus amigos sólo vienen a casa por los videojuegos”. Le digo. El niño se queda serio. “Eso no es cierto.” Me dice. Sé que no es cierto. Bueno casi. No me gusta que farde de amigos delante de su hermana y se burle de ella por ser una solitaria. “¿A qué te sienta mal que te lo digan?” le pregunto. “Si” Me contesta cabizbajo. “Entonces no lo vuelvas a hacer” Le reprimo.

Me preocupa la niña. En serio. Tengo miedo que el día de su cumpleaños, con la ilusión que tiene y que pese a los chascos aun la mantiene con ganas de ir al colegio para estar con sus “amigas”, su entorno, sus compañeros le den la espalda y esta se venga abajo. No es justo para ella. Pero tampoco puedes obligar a otros niños a ser amigos suyos. Se los ha de ganar, no se aun cómo pero ha de ganárselos. Como dice Scarlett O´hara: “Eso es algo que ya lo pensaré mañana.”