jueves, febrero 03, 2011

¡Te lo juro por Mark Twain!

No se si alguna vez he explicado por qué he querido ser escritor. A parte porque siempre me ha gustado escribir, como dibujar o hacer películas, también porque un día me lo dijo Mark Twain. Sí, como lo leéis, el mismísmo Samuel Langhorne Clemens vino un día a mi casa y me lo dijo. Bueno también ese día vino John Wayne y nos llamo putas a todos pero eso no se lo tengo en cuenta, ni tampoco me inspiró para mi futura carrera (entre otras cosas no tengo arte ni cuerpo para eso) Supongo que a estas alturas estaréis flipando zepelines de colores al más puro estilo Yellow Submarine. Vaaaale, ahora mismo os lo aclaro. Pues sí, resulta que el Sr. Twain vino a mi casa, o por lo menos nos dijo que era él y también me comentó que tenía que ser escritor; esto os lo puede asegurar más gente. ¿Y como lo hizo? os preguntareis, pues muy sencillo a través del tablero de la Ouija. A ver si ahora os pensáis que desde joven yo le daba a las drogas. Oyes que uno era muy sano y no se perjudicaba la mente con sustancias, bueno con otras cosas tal vez pero con “drojas alucinantes” nunca. Never, forever and ever.
Bueeeno ahora que está aclarado (eso espero y si no os leéis lo que pone tres o cuatro lineas más arriba hasta que lo asimileis) Os aseguro que la visita del jocoso Twain, que por cierto fama de hilarante tenía, a parte de divertida me marcó profundamente. Como os he dicho yo escribía antes de eso, vamos que no me dio por aporrear la máquina de escribir como un poseso después de que el espíritu del “padre” de Tom Sawyer viniera desde el más allá a marear el culo de un vaso construyendo palabras y frases gracias a unas letritas recortadas.
No es la primera vez que me pregunto su le debí hacer demasiado caso a aquella premonición. Desde entonces he escrito y he publicado artículos en revistas, bien cada semana como cada mes, pero de momento ni un simple libro de novelas, ni un solo cuento sobre papel y aquí tengo unos cuantos de ellos que solo han visto la luz a través de los medios virtuales. Claro también podría ser que Mr Samuel Langhorne me transmitiese lo de escribir como una ironía, es posible, sentido del humor tenía para dar y repartir y supongo que de muerto aun le sobraba y lo que quería decirme era que dejase de manchar folios con estupideces y me dedicase a otra cosa. Puta, como sugirió el Duque, tal vez...

El Fast Food virtual

Hace poco escuché unos comentarios sobre la falta de concentración generalizada debido al haber vivido con demasiada rapidez. Nos han acostumbrado a vivir con todo hecho, en menos de un milisegundo, de inmediato. ¿Qué quieres una casa? Mañana tienes las llaves. ¿Un viaje? ¡Qué haces que no preparas las maletas! ¿Por qué no te cambias de coche? Si hace un año que lo tengo ¿Huy ya esta obsoleto, ve a comprate otro ahora mismo que te lo van a dar con muchísimas facilidades... Y eso trae sus consecuencias...
Si lo trasladamos a otro ámbitos como es el de Internet y la comunicación global el resultado es tanto de lo mismo. No se is os habéis fijado pero cada vez hay menos gente que, sin hacer nada tiene menos tiempo para leer o escribir en blogs. Fenómenos como las redes sociales, en concreto Twitter o Facebook han ido mermando ese placer por la lectura sosegada, en todos los ámbitos, ya sea mediante el uso una pantalla de ordenador como a través de un montón de hojas de papel cosidas o apiñadas. A la gente, no toda, le está costando sentarse a leer un libro, o insluos leer un post y reflexionar con lo que hay escrito (eso en el caso de que el post tenga un contenido que merezca la pena, claro está) Es más sencillo y cómodo leer mensajes rápidos, casi telegráficos, que detenerse ante un texto con cierta sustancia. Sí señores, hay que admitirlo, las redes sociales son como el Fast Food de la información: Los mensajes entran, apenas se mastican, se tragan y se cagan como un ataque incontrolable de diarrea inesperada. Bien es cierto que en estos lugares (que no dejan de ser patios de vecinas virtuales) aun hay gente con arte. Personas con cierta gracia y poderío que con la brevedad pueden hacer reflexionar (en cualquier sentido, hasta el mas chuzo), incluso de participar. Entre la maraña de mensajes por segundo todavía hay quienes saben hacen sentir algo cuando se los lee, que te conmueve, que hace aflorar las emociones cuando de repente ves publicado algo (aunque sea un simple video) en su muro o el tuyo o el de perico de los palotes... Pocos, pero los hay. Ojo, no estoy en contra de la redes sociales, en absoluto. De momento me divierten pero reconozco que como muchos me de dejado arrastrar por su inmediatez y por su culpa (en todo caso rectifico: la mía) he abandonado otros hábitos que incluso me seducían mucho más como escribir en este blog.
No se si se tratará de un nuevo síndrome (lo más seguro que sí) Tal vez os suceda también como a mi pero de un tiempo a esta parte desbordo tanta ansiedad acumulada, tanta tensión por hacer muchas cosas a la vez que cuando me pongo me aburro rápidamente y deseo iniciar otra tarea de nuevo. Es como si funcionase a contrarreloj y tratase de recuperar (de forma incorrecta) todo el tiempo perdido.

La sociedad ralentizada


Dicen que el cuerpo humano, en concreto el universo de la mente es todo un pozo de misterios sorpresas. En estados de máxima ansiedad esta puede reaccionar hasta conseguir lograr lo imposible. También cabe añadir que el cerebro humano, con todos esos extraños pliegues en forma de carretera, como órgano, si se le fuerza, tiende a agotarse. No se seca cual pasa de corinto o se queja de dolor (a veces sí pero eso responde a otro tipo de patologías o excesos) simplemente el cerebro se cansa y con el cansancio acaba surgiendo las depresiones o una especie de hastío que te convierte en algo menos animado que una piedra.
Supongo que el clima económico actual y que llevamos arrastrando (y lo que nos queda) tiene la culpa. Cada vez hay más individuos huecos, seres aparentemente vacíos que se pasean por las calles, tiendas o parques caminado cabizbajos, con cara de vinagre y lentos como si estuvieran viviendo en la luna. Es como si el motorcito que los movía, de repente haya bajado de mil por hora a ponerse en ralentí, casi al borde de calarse. Por otro lado, vemos que hay quienes de repente reaccionan. Salen del desasosiego y toman la directa en busca de soluciones.

viernes, junio 18, 2010

Papiroflexia

La vida es como un papel. Cuando nacemos está en blanco. Pulida, brillante, es posible que esté pautada ya que nunca sabemos si lo que nos rodea, aquellos que nos inculcan valores (buenos, malos, regulares dependiendo el ojo en el que los mira) han perfilados una líneas, bien a modo de cuadricula o simples trazos paralelos.
En nuestra cuartilla podremos escribir cosas, a lápiz (para luego borrarlas) o bien a bolígrafo, con tinta de diferentes colores, los hay que los prefieren rojo, azules o incluso verdes o tal vez en un tono neutro como el negro... Lo que se escribe en tinta ya no se borra y se queda ahí impertérrito, para toda la vida.
Hay quienes usas su hoja en blanco de otra forma. Ni lápices ni papel, ni tinta. Prefieren mantener la hoja inmaculada y hacer uso de ella do otra forma, digamos mucho más artística.
La papiroflexia, como tal, es todo un arte. En oriente lo saben muy bien. Dicen que relaja el alma (es como hacer calceta o trabajar con barro) y mantiene en equilibrio la mente. Muchas veces me sorprendo lo que se puede llegar a hacer con un simple pedazo de papel; verdaderas maravillas y todo sin restarle un ápice de su superficie.
Así pues tenemos:
El Origami de acción
Que representa objetos móviles donde las creaciones, ya sean reales o abstractas pueden moverse de mil maneras ingeniosas. Pueden ser formas que vuelan, que necesiten ser inflados para su conclusión o que utilizan la energía cinética del viento o una persona para que pueda moverse.
El Origami modular
Consiste en poner una cantidad de piezas idénticas semejantes para formar un modelo absoluto. Todas las piezas normalmente son sencillas, ensambladas creran una estructura compleja y bella. El Origami 3D

Es otra modalidad, semejante a la anterior lo que sucede es que muchas veces se utilizan billetes para crear módulos.
Plegado en húmedo
Técnica para producir modelos con curvas finas en vez de pliegues geométricos rectos y superficies planas. Consiste en humedecer el papel para luego poder ser moldeado. El figura final mantiene su forma cuando se seca. Se utiliza para producir modelos (animales y personas) de apariencia muy natural.
Origami puro
Un estilo estricto en el que no se permiten pliegues complejos como los invertidos. Todos esos pliegues deben tener localizaciones directas. Están pensados para diseñadores que aman los desafíos. Poder crear modelos interesantes dentro de unos límites tan estrictos.
Teselado
Un teselado es una regularidad o patrón de figuras que cubre o pavimenta por completo una superficie plana sin dejar huecos ni superponer figuras. Se confeccionan con papel, pero se pueden llegar a utilizarse otros materiales (tela, hojas, madera) que retengan el pliegue.
Ahora imagináos que un papel representa vuestra vida. Si pudierais doblarla, girarla, retorcerla y crear de una curatilla (el tamaño depende del vuestra existencia en este plano) una figura, símbolo o cualquier cosa posible. ¿Qué os gustaría ver ante vuestros ojos? ¿Cuál sería el resultado final? ¿Lo combinaríais con escritos, con numeros, con dibujos? Y, por otro lado... ¿De qué color sería vuestro papel? ¿Qué textura? ¿Cual sería vuestra tecnica de las arribas citadas para manipular vuestra vida?

La Mar

Lo confieso, siento verdadero terror al mar pero, por otro lado, también me relaja y me fascina; dudo de que pudiera pasar un tiempo sin poder verlo, tal y como sucede cada día desde la ventana de mi casa. ¿Por qué me aterra el mar es algo que aun trato de averiguar? Supongo que será porque en su interior hay vida en movimiento, por su inmensidad, porque llega a un punto en el que no haces pie y puede hundirte si te entra el pánico. Bueno en las piscinas sucede lo mismo, por lo menos en mi caso.
No es que no sepa nadar, nado y me gusta flotar en el agua, pero siempre tengo que tener el pie en seguro por si acaso (ya hable en su tiempo de mi fobia hacia el mundo submarino). Os resultará aberrante que en un lugar donde hay playas uno no aproveche todo momento para ir a bañarse en ellas. En mi caso prefiero la piscina, la encuentro más limpia. Ir a la playa sugiere pelearse con desconocidos, guardar los enseres de cacos, sortear vendedores ambulantes de todo tipo, buscar sitio para las sombrillas así protegerse del achicharrante sol (ya, en la piscina tambien hay sol, pero cuando es dicha piscina es particular uno puede cobijarse mucho mejor y evitar estar expuesto a él a todas horas) no es por nada pero no soy propenso a ponerme moreno porque mi piel es de un blanco inmaculado, y eso que lo he intentado pero siempre cabao rojo como un tomate, con dolor y muy mala hostia. Llamadme maniático pero detesto el salitre en la piel y la arena que se pega y no te la sacas del cuerpo ni a golpes de toalla. Tampoco me gusta la crema aunque me la he de poner en grados que alcanzan limites dignos del mejor de los cementos. Supongo que es un trauma de la infancia. Me da grima la crema en el cuerpo. El olor, la sensacion de parecer estar cubierto de mantequilla...Otra grima particular es la de pisar cosas extrañas bajo el agua. Eso de ir caminando y que algo te roce el pie o notes una roca llena de algas... Insisto es más por el terror al mar que por otras cosas. Ahora las playas de Barcelona son perfectas no sólo para los turistas y los cacos sino para las Medusas. Las hay en forma de bolsa de plástico porque son eso, bolsas arrojadas al mar, y las hay de las de verdad con sus tentaculitos venenosos y sus andares gelatinosos. Confieso que de la inmensa mayoría de animales del mar son lo que más me fascinan. En serio. Las encuentro hasta hermosas, pero no para tenerlas al lado mientras nadas apciblemente...El mar...
No todo lo que diga de él va a ser negativo. Os lo prometo. Vuelvo a decir que me gusta y lo necesito. Cuando lo veo me sorprende como una masa de agua puede estar ahi, en su inmensidad sin salirse de la orbita, poblandolo todo creando una nada de color azul, en muchos casos intenso. Me gustan las tormentas marinas. Muchas veces las contemplo desde casa, son fascinantes, esos momentos de luz entre la oscuridad que muestran en ocasiones la linea del horizónte entre el cielo y la superficie del agua. Esas crestas de espuma que se ven cuando la tormenta sucede durante la mañana o al atardecer. O tambien, las diminutas luces de los barquitos de pesca que se esparcen a lo largo de la costa por la noche... Me gusta ir a la playa a pasear. Si me he de bañar, porque me apetece, prefiero ir por la tarde, con mucha menos gente y cuando el sol no pica tanto. Sí, siguen habiendo misterios en su interior pero reconozco que es un riesgo que uno debe tomar, sobre todo si aun desea disfrutarlo. Aunque sea un poco.

miércoles, junio 16, 2010

CRISIS: La esencia de la codicia

Siempre he querido o procurado darle un tono temporal a este blog. No pretendo que sea una especie de capsula del tiempo donde desde mi punto de vista se narre los acontecimientos más marcados de la época que me ha tocado vivir. Para eso existen los historiadores que son mucho más sabios (y manipuladores) que yo...
Si es cierto que puedo permitirme opinar sobre ciertos acontecimientos que en cierta medida me (nos) rodean y me (nos) perjudican o no mi (nuestro) ritmo de vida. Hasta aquí todos aclarado. Vayamos al asunto...
El tema que anda en el boca a boca de muchos durante estos días, meses y supongo años es la dichosa crisis debida a muchos factores y que toca a cada nación ahí donde más duele. Si bien a causa de numerosas irregularidades en el plano de lo económico. Es bien sabido que no se trata de una crisis pequeña, ésta es grande, tan grande como una gigantesca bola de nieve que baja a toda velocidad de una montaña helada (y aun le queda trecho). Cada día que pasa la cosa va de mal en peor, no para todos claro está, ya que siempre los más listos escurren el bulto y acaban pagando los platos rotos los más vulnerables (no voy a llamarles tontos porque quedaría grosero y un poco mal) Y qué os voy a contar que no sepáis... Creo que hace tiempo que ya comenté, en este mismo lugar, algo relacionado con el dinero, ese ente medio metálico, medio papel que ronda por todas partes, invadiendo bolsillos, monederos y cuentas corrientes de todo el planeta; bueno en algunos lugares la palabra dinero es desconocida o simplemente una utopía, pero, aunque quieran o no, también les perjudica de la misma forma.
Todo el mundo (o al menos la mayoría) estaréis de acuerdo que el dinero, como palabra, es un algo inofensivo y dicha palabra es equitativa a cualquier otro vocablo que podamos encontrar en el diccionario. En serio, lo es. En su forma definida habla sobre una manera de hacer un trueque; algo mucho más sencillo, limpio y cómodo que tener que llevar una vaca, una gallina o una manada de cerdos a un lugar donde comerciar con ellos y que nos lo cambien por algo que necesitamos o nos gusta. Quienes lo inventaron (se supone que las primeras monedas que se conocen fueron acuñadas en Lidia la actual Turquía en el siglo VII a.c.) sabían bastante bien lo que se hacían. Por lo menos en el sentido de lo práctico. Ellos no tenían la culpa de la mala interpretación acerca de su valor. Tendría que haber tenido en cuenta, mientras lo creaban, con la sed de codicia innata en el ser humano. Supongo que el hecho de darle valor a esas piezas, disponer de ella en cantidad y hacerlas servir (gracias de nuevo a la sed de codicia) para hacerse poderosos lo que acabo por convertirlas en el peor mal de la humanidad. No voy a negar que el dinero ha traído cosas buenas, viniendo de la mano de quien venga, pero también cosas malas. No se si colocando ambas en los platos una balanza hacia que lugar se inclinaría uno de ellos.
No se quien fue el gracioso que le dio por darle otro valor ya que no hay que negar que dicho valor de las monedas y billetes hace enloquecer a casi cualquier mente. Y resulta hasta estúpido ya que a simple vista no dejan de ser un papelote rectangular o un trozo de metal redondo de tono dorado o plateado. Pero lo que importa no es eso, sino lo que está escrito en ellos. Cuanto más ceros tengan (curiosamente un numero que no posee valor alguno) mayor es la locura que se desata. Entonces es cuando el ser humano se corrompe, aparecen odios, celos, envidias... Naciones enteras entran en guerras, de todo tipo; se compran armas poderosas; se pagan a personas para matar a otras, para dejarse vejar a cambio de sexo, de participar en programas zafios de televisión donde destruyen su dignidad y de las que les rodean; se compra petroleo contaminante y toda clase de tecnología (algunas beneficiosas basta decirlo, otras no); incluso se juega con la salud a cambio de grandes cantidades de los dichosos y coloridos papelitos o piezas de metal...
No niego que ya estamos demasiado acostumbrados al dinero. Está tan arraigado como las raíces de una gran secuoya milenaria. Acostumbrar al hombre a cambiar hábitos, el mal uso es difícil. No se si imposible. Muchos dicen que hay de todo para todos. Eso no lo niego. Basta con echar un vistazo alrededor. Se podrían hacer las cosas mejor de las que se hacen ahora, sobre todo si la codicia acabase enterrada o metida en el interior de un inodoro al que se le tira como cien veces de la cadena.
Pero ¿cómo podemos empezar a cambiar? ¿Estaría todo el mundo de acuerdo en realizar ese cambio de actitud ? Es posible. Por lo menos eso pienso. Las crisis como las que estamos viviendo son mensajes de que hay que hacer algo. Las guerras son primas hermanas de las crisis y no merece la pena perder tantas vidas por no saber utilizar de forma correcta el dinero.

martes, junio 15, 2010

...y comieron perdices.


No es que no tenga nada que decir, todo lo contrario, vuelvo a insistir que me he vuelto muy vago para según que cosas y siento mucha lastima por el blog y asco de mí mismo por tenerlo tan abandonado.

Un año. Un año ha pasado desde que Miguel y yo pasamos por la vicaría (es un decir) que culminó en un divertida y espectacular fiesta mucho más de lo que realmente esperábamos.

En un año suceden muchas cosas. De todos los colores. Por suerte las que antes eran tan desagradables se han ido difuminando, como una acuarela con exceso de agua. No obstante han pasado cosas. Somos un año más viejos, los niños han crecido considerablemente, ha habido cambios hormonales por parte de los dos y eso se nota cuando uno ve vídeos o fotos de hace apenas un tiempo.

Respecto a los niños... ellos estan tranquilos, viven las cosas cotidianas como lo que son y no como si fuese un episodio de Alfred Hichtcock Presenta o peor aun La Dimensión Desconocida...

Laura ha solucionado en gran parte sus problemas de autoestima, le gusta vestirse de forma coqueta, maquillarse y compartir sus sentimientos con sus amigas y amigos del colegio (no todos) mientras que Adam, un poco más rezagado, aun tiene cosillas que pulir, como es el caso del orden y sobre todo la responsabilidad. Siguen viendo a su padre, aun hay temor, Adam me lo confesó así como otros acontecimientos de su pasado que ayudan a que ese puzzle tan macabro e infame se vaya completando. Pero es necesario. Por su bien y por el de los demás.

La vida en casa es muy parecida a la de una familia tradicional, seguimos saliendo a cenar con nuestros amigos, nos tumbamos en el sofá a ver la tele, escuchar música o cualquier cosa que nos apetezca mientras los gatos hacen de las suyas alrededor.

Mi hermana sigue igual. No voy a esperar nada nuevo. No lo hay. Su enfermedad es así de cabrona. Aun esperamos ayudas. Están ahí en el éter, como las estrellas, las ves pero son inalcanzables, esperamos que cualquier día les den por bajar a la tierra y darnos una alegría.

Yo ahora estoy yendo al psicólogo (psicóloga para ser más concreto), voy porque note que estaba empezando a caer en una depresión y ante todo hay que hacer caso a las señales, no sea que fuese demasiado tarde. Mi psicóloga aguanta mis charlas como una jabata. Me dice que cómo he tardado tanto en ir a pedir visita, yo le dije que en otros momentos no lo necesitaba. Claro me miró con mala cara y yo, sentado frente a ella (lástima que ya no existan los divanes a lo clásico) agachando la cabeza. Mi problema principal era acumulación de estrés. No es difícil averiguar las causas, es más, me dijo que tenia una especie de síndrome post divorcio (bueno, en realidad yo asumí el rol de mi hermana en todo el proceso) También me dijo que ya bastaba de ayudar a los demás, que me ayudase más a mi mismo. He de reconocer que he dejado a mucha gente colgada por ello. Si me leéis alguno os pido disculpas pero ahora entiendo que antes estoy yo que los demás. Así de claro. Tomo pastillas para dormir (me recetaron unas para tomarlas por la mañana pero acabe más zombi que uno de los engendros de las películas de George A. Romero) y hago demasiada vida vegetativa, aunque sigo escribiendo pero en otros lugares que no son éste.

Me he prometido obligarme a escribir de nuevo, aquí, aunque no me apetezca (no porque no me guste) sino concretamente por esa holgazanería que me invade cual nubarrón tormentoso.

Vuelvo a entrar en el caserón... Todavía hay mucho que arreglar.

miércoles, noviembre 11, 2009

Cliffhanger/ El día que nos casamos

Se le llama Clifhanger a aquellos momentos en los que una película, serie o novela los protagonistas quedan pendientes de una cuerda flotando sobre un abismo. La última (y precipitada) vez que escribí en este blog acabé la frase despidiéndome de vosotros porque me iba a buscar a mi hermana ya que esa misma mañana me iba a casar. Igual muchos de vosotros os preguntaréis a estas alturas si hubo o no ceremonia... Pues sí, la hubo, en realidad hubieron dos ceremonias, ambas muy emocionantes aunque una ligeramente más seria que la otra y con tan solo 24 horas de diferencia. 

Uno se pregunta a veces como va a ser el día de su boda, por lo menos una vez en su vida, aunque en el caso mío, con mi condición hubo un instante en el que reconozco que nunca llegué a plantearme como iba a ser ese día.


Casarse es toda una celebración. Nosotros queríamos algo desenfadado, divertido donde no hubiera barreras y evitásemos incomodidades. Lo conseguimos, vaya si lo conseguimos, pero no quiero adelantar nada aun, sobre todo a los que desconocéis todo lo sucedido. En un día tan especial procuras rodearte de mucha gente, gente que ha pasado por tu vida y que han formado parte de ella, algunas de forma comprensible por estrechos lazos familiares, otras por amistad y algunas porque te apetece mucho que vengan. Hubo ausencias, gente que no pudo asistir por compromisos anteriores y otros porque simplemente no nos dio la puñetera gana de que compartiesen ese día tan especial con nosotros, así de claro. Era nuestro día y nosotros elegíamos quienes entraban en ese circulo y quienes se quedaban fuera.


Sí, tuvimos mucha suerte de celebrarla con quienes realmente queríamos celebrarla e incluso poder compartir aquellos momentos previos (preparación, organización etc...) con gente muy cercana a nosotros. Nos sentimos muy arropados y agradecidos. Además fue muy divertido todo el proceso anterior a las ceremonias; intenso, pero muy divertido. Desde el principio decidimos que nuestra boda no sería una boda muy normal, en un sentido de que deseamos celebrarla de una forma especial, fuera de clasicismos y parafernalias de etiqueta. Para eso ya estaba el día de la ceremonia en el juzgado aunque al final fue más discreta que pomposa. Ojo, que diga discreta no significa que no fuese emotiva. Hubo sus muy buenos momentos, abrazos, lloros, risas... (los discursos de los testigos llevaban mucho de estos ingredientes en su interior) pero aunque era el día oficial, el día que realmente nos convertíamos en matrimonio la esencia de la boda, el día grande era la mañana siguiente, concretamente a las 11 .

Preparar una boda hawaiana tiene su qué. Suerte que es una clase de boda desenfadada, fiestera, alegre y divertida pero insisto tiene muuuucha preparación de por medio. Elegir el buffet de la comida fue más sencillo de lo que parece, además resultó todo un éxito y eso que nos alejamos de buscar ofertas con la palabra boda estampada en letras negras sobre un papel. El mejor truco: Disfrazarlo como evento familiar. Sale mucho más barato, os lo aseguro. En el buffet (que uno apenas pudo comer algo) todo lo que se dice todo estaba muy bueno, lo se porque no quedó nada en las bandejas y porque no sólo comieron los invitados sino que encima también cenaron. Si a eso le añadimos 5 paellas impresionantes que prácticamente volaron de sus respectivas paelleras más un pastel de diseño exclusivo que desapareció en un suspiro podemos certificar que el ágape fue todo un éxito. La bebida sobró por todos lados y también había de todo. Muchos de los invitados salieron muy contentos pero sin perder el equilibrio gracias a los cócteles Hawaianos preparados por Amparo y sus chicos. La piscina era como la fuente de la resurrección para acalorados, etilizados y docenas de niños que pululaban por doquier. ¿Cuanta gente vino os preguntareis? Nosotros calculamos unas 130 personas pero corren rumores que había más. María anfitriona de la casa me acompañó al altar (mi hermana lo hizo el día anterior); a Miguel lo llevó su madre que se metió en el personaje de hawaiana y se lo pasó bomba. Contratamos una animadora que fue todo un éxito, dos seguratas una persona que se ocupaba de la limpieza y yo, personalmente de una actriz que le hizo una perfomance a Miguel de mujer abandonada y embarazada que despertó las risas entre los allí presentes. Hubo momentos muy emotivos, como el discurso de mi sobrino hablando de lo agradecido que estaba de estar con nosotros y no con su padre (muchas lagrimas tras sus palabras) o cuando agradecimos a mi hermana de habernos dado la oportunidad de ser padres y ella subió (acompañada por mis primas al altar) Hubo mucho baile, Karaoke (la que se lió cantando hasta con coros de 10 personas), concursos y diversión hasta pasadas las 2 de la madrugada.

Fue un día muy bonito. Inolvidable. Cada rostro que nos acompañaba pertenecía a una etapa de nuestras vidas, había muy buen rollo y muchas ganas de pasárselo bien. Más que una boda nosotros lo contemplamos como el final de temporada de una de esas teleseries de muchos capítulos en donde los protagonistas han pasado muchas calamidades y ahora les llega el momento de disfrutar de unos instantes de felicidad.

Pero cuidado, aquello no era el final de nada, sino el principio de algo que justo después comenzaba como una temporada nueva llena de emociones y sobresaltos.

viernes, junio 19, 2009

Hoy Si Consiento. Mañana Si Quiero..

Ya se que son un impresentable y que voy a ser muy escueto con este comentario. Pero puede ser un bonito retorno a este olvidado blog que tantas peripecias de mi vida (y de las que me rodean) he narrado. Hoy es el gran día. Bueno, en realidad hoy es el primero de los grandes días de mi vida.
Después de tanto esperar esta mañana a eso de las 12 M y yo daremos el "Si Consiento" en el ayuntamiento de Gelida. Será una ceremonia preludio, un pequeño aperitivo sobre lo que nos deparará el día siguiente, cuando más de 120 invitados se reunan para ver la ceremonia del "Si Quiero", una fiesta en la torre de Maia, madre de Sonia en pleno jardín y de tintes Hawaianos.

Sobr la preparación prometo contar todo el proceso porque ha sido muy divertida (y estresante) llena de anécdotas.

Me voy a vestir. Voy con Adam a bucar a mi hermana. Tenemos todo ya bajo control, incluidos los anillos.
¿Nerviosos? SIII MUUCHOOOOOOOOOO!

miércoles, marzo 25, 2009

Noticias desde el otro lado (a modo de misiva)

En primer lugar: gracias por preocuparos por mi (Kamelucha eres un cielo te quiero mucho) Llevo una temporada de desorden y de abandono blogero severa debido a varios factores. Uno de ellos es a un bajón emocional debido a tantos meses de tensión con temas familiares que ya muchos de vosotros conocéis. Un buen dí me di cuenta de que algo no funcionaba bien y me fui derechito a visitar a mi psiquiatra de cabecera, al parecer estaba entrando en depresión (sólo estaba a punto de bajar la pendiente) así que me recetó un estupendo tratamiento a base de gotas y pastillas para combatirlo. Estoy en ello.

Y es que ya se sabe: Todas grandes grandes batallas tienen sus consecuencias... No obstante seguimos en nuestros puestos y en las trincheras por si acaso... de momento las deflagraciones que se ven y se escuchan a nuestro alrededor tienen lugar en territorio por lo que nos consta, en estos momentos están en plena guerra civil, por mi que que siga así...

Mi bajón me afecta un poco la creatividad (un poco “na” más), eso sí, estoy un poco chafadete para escribir textos contundentes (y ahora con el pedazo gripe que me he puesto como batín para andar por casa menos aun, un asco) Pero hago esfuerzos, por lo menos eso intento y por supuesto me acuerdo mucho de vosotros (en especial a los “Boleros”)

Mi vida sigue batallando con las asistentas sociales, que no me hacen nada que me sirva de mucha ayuda. Hoy mientras escribía este post me he acordado que tenía visita con ellas y me he ido raudo a verlas y charlar con ella. Una charla no mas. Las cosas las puedo resolver por otros derroteros.

Adam está mas calmado. Simplemente lo matamos de aburrimiento y como se aburre hace las cosas bien. Extraña que es la psicología infantil... Estamos a un a la espera de su tratamiento con el equipo de psicólogos de Sant Rafael. De momento los gatos tienen sus uñas y el niño 7 suspensos (como vidas tienen los gatos)

El tema boda va un pelo más avanzado. Hay boda. Ya están todos los papeles presentados, el primer testigo ya se ha presentado en el ayuntamiento (confirmando que nos casamos por que nos sale de las narices) y el 1 de Abril los papeles parten para Gelida para que en el ayuntamiento nos den día y hora. La boda va a ser al estilo gitano... vamos, que dura varios días y va por tandas. Hay la llamada Boda Oficial, esa se hace en el ayuntamiento, con familiares y amigos cercanos, se hace un viernes y celebraremos un pica pica. Por la noche estamos preparando una celebración “tradicional” pero no como las bodas de toda la vida... Resulta que tenemos una amiga china que siempre nos lleva a cenar a restaurantes chinos auténticos, esos donde van siempre los chinos a cenar y que ponen platos del país. Pues bien le hemos pedido que nos organice un banquete de boda chino para amigos (unos cuantos muy allegados y queridos) Recuerdo uno de mis cumpleaños que me sorprendió cpon un banquete aniversario con ¡40 platos! Exóticos. Comimos, descansamos y volvimos a comer. Hace poco celebramos otro por el estilo con motivo del cumpleaños de Miguel y Eva con una impresionante Fondue China (Hot Pot) La traca final tiene lugar a mediados de Junio (Se baraja con seguridad el día 20) con una boda Hawaiana (es decir todos vestidos con playeras, camisas floreadas, pareos, ropa veraniega etc...) que tendrá lugar en Castelldefels (donde el puto “Neng”) Al ser el día mas largo del año (solsticio de verano), pre verbena de Sant Joan y tendremos playa cerquita pues mejor que mejor. Está pensada para más gente y se repetirá la ceremonia de boda y habrá baile y comida (hemos de mirar como lo organizamos) y cualquier cosa que se nos ocurra (y que María, madre de Sonia, nos permita hacer en su estupendo jardín)

Por cierto otro de los motivos por los que entro poco al blog es mi enganche con Facebook. Reconozco que más de los que debería estar (¿qué tiene esa puta red social que engancha tanto?) Lo que si tengo claro es que he recuperado a mucha gente del pasado, eso sí, sin olvidarme nunca de vosotros. Por cierto a veces me gustaría veros u encontraros allí. Yo me lo paso teta.

miércoles, marzo 04, 2009

El ojo de la cerradura

Hace un tiempo, no mucho alguien que pasó por mi vida como una especie de suspiro y que leía este blog en busca de información, supuestamente valiosa (ya ves tu lo que uno se puede encontrar en él) le comentó a uno de los lectores habituales de este blog que yo era muy poco discreto contando mi vida. Bueno, he de reconocer que siempre he pecado de indiscreto pero, para qué serlo en un blog personal abierto a quienes quieran saber de mí y de mis circunstancias...

Si, reconozco que hay algo de exhibicionismo a la hora de escribir un blog (y cuanto más personal sea éste mucho mejor ¿no creéis?, pero también hay un poco de vouyerismo por parte de quien lo lee. Saber de ellos demás, aunque en el fondo ese demás te importe un puto bledo, es excitante, por no decir morboso, es como asomarse por el agujero del picaporte y observar lo que sucede al otro lado de todo lo que dejemos ver de nosotros mismos y de nuestra intimidad.

Todos tenemos una imagen establecida de una persona. Piesno que lo que vemos (y conocemos) no es más que un esbozo. ¿realmente sabemos lo que piensan o guardan oculto aquellos que realmente amamos? Yo lo dudo mucho. Todos tenemos nuestros propios secretos, intransferibles y muy bien guardados, estoy muy seguro que si consiguiésemos acceder ellos descubriríamos cosas nuevas de esa persona, cosas que no nos imaginábamos y que llegarán a sorprendernos tanto de forma grata como de forma desagradable. Más aun cuando quien decide sacar parte de esa vida privada la escribe en un blog y mucho más cuando es alguien al que se le conoce desde hace mucho tiempo (o por lo menos después de leer se le creía conocer) Secretos, muchos de ellos sorprendentes, otros divertidos, otras que te hacen brotar una o dos lágrimas de tristeza...

Discreción... ¿Realmente uno es tan importante que ha de guardar cosas de su vida para que los demás no la sepan? Pienso que no. Hay personas supuestamente interesantes en este mundo que quizás no se atreverían a contar ni la mitad de cosas que yo cuento, o que incluso, si lo hacen, se llegarían a inventan falsas vivencias de si mismos. ¿Acaso debemos sentir vergüenza de nosotros mismos? ¿De nuestros actos? ¿De nuestros defectos?... Yo me pregunto ¿por qué?

Vamos a ver todos tenemos defectos y virtudes, algunas en mayor o menor proporción. Son nuestras y forman parte de nuestra personalidad, hay que agradan a unos y desagradan a otros (eso de hay que ser ser todos hermanos y amigos no es cierto) Si vas a escribir sobre tus virtudes y defectos, sobre tus vivencias personales e intimas en un blog lo primero que hay que hacer es no ocultarlas; sobre todo cuando hemos decidido ser sincero con nosotros mismos (y de paso con el resto de humanidad tanto la que está ahora con nosotros como la que tenga que venir), es estúpido, inútil, mejor dicho: es sinónimo de autoengaño, para eso escribe un blog (supuestmente mordaz) sobre críticas mundanas, o sobre tus viajes por la Conchinchina o sobre me gusta como canta Madonna cuando no va despeinada... En primer lugar hay que reconocer que hay cosas de nosotros mismos que nos gustan como otras que detestamos aunque nos cueste. Un blog no es un diario privado es completamente abierto, sería como dejarse la llave del mismo a la vista y al alcance de cualquiera que quiera hojearlo. Hay que ser conscientes de que va a ser así. Cuando nos sinceramos en un blog, ciando lo mostramos al mundo sin vergüenza es mostrar al público de una feria al increíble hombre lagarto o a la más bella bailarina recién llegada del Folies Bergere... en ambos casos debemos ser consecuentes de que tanto el uno como la otra somos nosotros mismos y que los estamos mostrando al público desde un punto de vista sincero y realista.

Años atrás, ya a finales del siglo pasado, mientras trabajaba en medios de comunicación como la tele y la radio me encontré con un fenómeno curioso de semejantes características. Por aquel entonces un servidor dirigía y conducía un programa de esoterismo donde docenas de pitonisas ofrecían sus habilidades vía telefónica en riguroso directo. Pues bien, era curioso el índice de llamadas que recibíamos durante la emisión, incluso después de ésta, era singularmente llamativo que mucha gente quería salir de forma exclusiva en antena y explicar sus problemas al éter (o a la audiencia), la inmensa mayoría daba su nombre y su localidad de residencia. Todas ellas sacaban a la luz temas muy personales relacionados con su vida conyugal (o la de sus congéneres), problemas laborales y económicos, enfermedades de todo tipo y relaciones sentimentales algunas extra matrimoniales. Ninguno de ellos se quejó al soltarlo por antena, nadie pidió una charla privada, es más algunos de ellos repetían consulta en programas sucesivos lo que nos permitía, a los que oíamos su historia, seguirla como si fuese un singular culebrón venezolano. También descubrimos otro fenómenos curiosa. Había muchísima más audiencia que escuchaba problemas ajenos que los que realmente llamaban para participar, es más algunas se reunían en casa o en la calle para comentarlo (lo se por varias fans del programa que nos los hicieron saber en persona) Esto me sirvió para darme cuenta que saber de otros, que tener constancia de sus desgracias o celebrar sus beneficios era una de los más importantes engranajes que hacen evolucionar a la humanidad. Por eso poco me creo de que haya gente que se escandalice de por lo que yo u otros podamos explicar en un blog; y mucho más aun cuando lo leen y disfrutan o sufren con ello.

viernes, febrero 27, 2009

Richard A. Archer va al médico: Episodio 2 ¡Yo fui un hipocondríaco adolescente!

De pequeño era hipocondríaco hasta la médula; pero de esos que dejaba a la altura del betún al mismísimo Woody Allen. Si había una enfermedad a mi alrededor yo la asumía con orgullo y me la ponía como una chaqueta hecha a medida; también en muchas ocasiones pensaba que mi cuerpo era como un potente imán que arrancaba las enfermedades de los demás (a modos de milagro mariano) para que estas se adhirieran a mí de manera irremediable. No os penséis que era selectivo con los padecimientos, no. No sólo asimilaba las enfermedades comunes también las curiosas me atormentaban día sí y noche y por supuesto había cabida a todo tipo de enfermedades imaginarias a cada cual más extraña.

Dejadme que os explique...

Recuerdo una noche de considerable angustia... tendría unos once o doce años en donde confundí el goteo de uno de los grifos del baño con una absurda paranoia en la que mi riñón derecho perdía una suerte de liquido (orina o sangre o ambas cosas) en mi interior por lo que era el causante de tal sonido. La de vueltas que di en la cama tratando de evitar escuchar ese goteo para, de esta forma parar una posible enfermedad definitiva o mortal. ¿Os habéis fijado alguna vez en esas manchitas negras del tamaño de una mota de polvo que aparecen en la sopa, en las verduras, en el yogurt, la sal, el azucar o en cualquier otro alimento? Pues bien de pequeño pensaba que eran las encargadas de producirnos cáncer si las ingerías.

Otra de mis más absurda de mis paranoias tenía que ver con los terribles efectos del champú al entrar en en contacto con los ojos. Tenía espantosas pesadillas en las que el iris y la pupila desaparecían de mi cara dejándome los ojos de un blanco inmaculado después de derramar un poco jabón entre mis parpados. En mis sueños observaba angustiado frente al espejo como el color azul y el negro dibujado en mis corneas se diluían de forma irremediable derramándose por mis mejillas como una especie de grotescas lágrimas... Pero eso no es todo, en ocasiones el champú era tan agresivo (supongo que tendría más ingredientes maléficos o por el contrario era de los de marca blanca) que no sólo disolvía el color de mis ojos, sino que también destruía la cornea dejando a la vista un repugnante agujero mucoso y sangriento de tonos rosados.

Sin alejarnos el tema oftalmológico... Desde muy niño tenía verdadero pavor hacia quienes padecían estrabismo; ver un bizco cerca de mí era como sufrir el presencia de un extraterrestre de un planeta hostil. Tenía miedo de que si me miraba su maldición estrábica se apoderaría de mi cuerpo, bueno en este caso de uno de mis ojos que lo torcería hacia casi hacerlo desaparecer por el lagrimal. En mi barrio había un par de niños estrábicos. Eran esos niños que iban con parches en los ojos y con gafas tan gruesas y pesadas que podría hacer dolorosas hendiduras sobre el puente de su nariz. Un día me armé de valor y me atreví a preguntarle a uno de ellos, un niño de mi edad y cuya madre de nacionalidad Suiza era conocida por doquier como “La loca de los gatos”, cómo se había transformado en bizco. El crío debió pensar que yo era un gilipollas (en el fondo he de reconocer que un poco si lo era) por lo que aprovechó para echar rienda suelta a su imaginación y contarnos a mi hermana y a mi la horripilante historia en la que un día, tras despertarse, comenzó a notar un terrible escozor en uno de sus ojos y tras frotárselo, de repente comenzó a nublarse la vista mientras sentía como su globo ocular, sin pedirle permiso alguno, se le torcía irremediablemente hacia la base de su nariz... He de decir que escuché todo su relato con verdadero afán pero también con auténtico terror. A partir de entonces, cada mañana, tras levantarme corría hacia el baño para ver si uno de mis ojos se había salido de órbita, cuando estos me picaban no me los rascaba y cuando me salía un orzuelo me encomendaba a todos los santos (incluído el niño Jesús) para que cualquiera de mis ojo permaneciesen perfectamente alieneados y su lugar correspondiente... ¡Huy!, se me olvidaba añadir que el día que descubrí que mi pupila de dilataba y se contraía (en una de esas revisiones oculares paranoicas) emití un grito de pavor en el que desperté a media casa.

Sí, cuando otros niños pensaban en fútbol o en jugar a soldados yo lo hacía en enfermedades. Era mis monstruos del armario predilectos; pero he de dejar claro que todo lo que pasaba por mi cabeza no era producto de mi imaginación... bueno, ésta se encargaba de exagerar muchas de las cosas que escuchaba de personas que se lo contaban a mi madre. Aunque me producían horrores me interesaba muchísimo saber sobre la muerte de otros niños tras a contraer determinadas enfermedades (lo de la meningitis y como a quienes la sufrían se les ponía el cuello rígido y la cabeza mirando el zenit me causaba verdadera angustia) mucho más que cuando el que se moría era un adulto o un anciano. Durante mi infancia conocí varios casos de niños del barrio (o de mi entorno familiar) que habían muerto debido a enfermedades desagradables. Muchos de ellos eran de mi edad lo que multiplicaba mis comeduras de coco imaginando a un fantasmagórico y malvado jinete del apocalípsis rondando por la noches las calles de mi barrio (o ajenos) en busca de carne tierna cual lobo silencioso...

De todas las historias truculentas que escuché la que se lleva la palma era la trágica muerte de una niña, vecina de mis tíos que, una tarde tras venir del colegio le comentó a su madre que le dolía mucho un costado. Fue la propia madre la que nos contó la historia entre lágrimas, yo recordaba a esa niña, morena, con trenzas cara simpática y muy cariñosa, el verano anterior jugando con mi hermana en la piscina de la torre de mis tíos. Pues bien, la madre nos contó que la pobre cría comenzó a vomitar de repente algo oscuro y denso, como sangre. Mi tía muy dada a la exageración (sobre todo cuando a temas de salud se trataba) apuntó que lo que la niña vomitaba era su hígado (el de la niña no el de mi tía, mi madre para añadir mas conjeturas decía que la sangre se la había hecho agua...) Yo, mientras escuchaba la historia, me imaginaba la escena donde pedazos de todos los tamaños de hígado salían escupidos de la boca de la niña mientras su madre le aguantaba la frente sobre la taza del water (por cierto siempre me he preguntado porqué las madres o quienes estén a nuestro lado nos ponen la mano en la frente para aguantar la cabeza mientras vomitamos ... ¿Será para que de una arcada no nos golpeemos con la cerámica del inodoro?) Bueno la cosa es que la pobre cría comenzó a perder mucha sangre, a sentirse muy débil y cada vez muy mal; tenía muchísimo frío, fuertes dolores abdominales y no se aguantaba en pie. No sé si su madre la llevó al hospital o no, sólo recuerdo que ambas acabaron acostadas en la cama, bien abrazadas mientras la niña no dejaba de repetirle a su madre: “Mamá, abrazame más fuerte que mucho frío...” así hasta que minutos más tarde la niña se murió... Son historias que se quedan marcadas en la mente con fuego. Forman parte de nuestro universo de la psique, de la zona más caótica del mismo.

Dentro de mi aprensión precoz a las enfermedades se encontraba también la ser pinchado con una aguja, tanto para sacarme sangre como para meter medicamentos en mi cuerpo. A los siete o ocho años sufrí una especie de anemia galopante (yo por aquel entonces era más bien esmirriado y me cansaba con una facilidad pasmosa, vamos me pesaban hasta la uñas y el pelo de la cabeza) la señora que nos hacía la faena en casa y que alguna vez nos acompañaba al colegio sufría mucho conmigo, le decía a mi madre “¡Hay, señora Maruja, su hijo se me muere por el camino, que penita me da!” Ya por aquel entonces me habían dado un par de jamacucos (léase ataques de ansiedad) en los que pensaba que me moría. Uno de ellos sucedió en la cafetería de El Corte Inglés y fue bastante desagradable y sonado. Mi madre, harta de mis “perfomances” decidió llevarme al médico, concretamente al Doctor Odriozola que vivía y pasaba consulta en el mismo edificio donde vivíamos (y hasta la fecha seguimos viviendo, bueno por lo menos yo). Recuerdo que al hombre no se le ocurrió otra cosa que sugerirle a mi madre hacerme un análisis de sangre y a mi eschucharlo...

Creo que ese día Stan Lee también estaba en su consultorio y se inspiró en mí para crear a “El Increíble Hulk” lo más gracioso de todo (pienso que el tal Odriozola era masoquista o algo por el estilo) es que a la semana siguiente se le ocurrió volverme a pinchar... En esa ocasión los gritos que metí deberían haberse escuchado a seis mil kilometros a la redonda. Al final, tras una lucha encarnizada entre él y yo que ríete del exorcismo de Regan McNeil por los padres Merrin y Karras (recuerdo a mi madre sudando la gota gorda mientras me sujetaba como un cochinillo el día de la matanza) consiguió sacarme sange por segunda vez. Yo cabreado como una mona y exausto pensaba que por qué lo había hecho de nuevo si ya que la semana anterior me había sacado suficiente como por los menos una centena de pruebas. El resultado final fue que el niño padecía una anemia de las muy serias. Me recetaron unas pastillas rojas y grandotas que parecía cuagulos de sangre y tuve que tomar una dieta rica en hierro consistente en hígado a la plancha, lentejas, sangre cuagulada (que con cebolla e hígado estaba de vicio) Ah, y un jarabe repugnante, negruzco y espeso que sabía a mil demonios.

No sólo me recuperé de la anemia sino que también comencé a crecer a lo ancho. Conmigo también crecían las paranoias sobre enfermedades aunque esta vez me transformé en un hipocondríaco mucho más selectivo. Ya no me daba yuyu perder ojos, ni morir con el cuello para atrás o sufrir vómitos sanguinolientos, mi terror era exclusivamente dedicado al cáncer, en todas su formas y variedades. Por aquel entonces en mi bloque había un niño al que diagnosticaron un cáncer de riñón. El pobre jugaba en la calle cuando podía y siempre me fijaba con angustia en su cabeza, parecida a una bola de billar. Me producía mcuho asombro y repelús ver a un niño calvo. Mi madre me contaba que era por el cáncer, sin especificar que era por el tratamiento que le aplicaban. Así pues cada vez que se me caía el pelo me imaginaba que había contraído un cáncer (seguro que por haberme rozado con el niño, porque pensaba que el cáncer se pillaba por contacto incluso por hablar con una persona que lo padecía; o peor aun, por haber olvidado de apartar una de esas partículas negras de la comida...) de los chungos en cualquier sitio que en eso momento me doliera.

Afortunadamente mi hipocondría desapareció cuando a los diecisiete años, una noche, estando en la calle, me entró una ataque de ansiedad en el que pensanba que en ese momento mi cuerpo estaba siendo victima de una leucemia. Fue tan intenso dicho ataque que sus efectos duraron un largo año, donde entre angustias y recaídas pensaba que me estaba muriendo. Es curioso el cuerpo humano, sobre todo la capacidad que tiene para putear a la mente, pero empecé a adelgazar y encontrarme francamente mal de salud. La cosa terminó cuando una amiga y vecina psicóloga (y Argentina) me recetó un análisis de sangre (esta vez acudí a hacerlo sin montar shows) para verificar sobre todo que mis glóbulos rojos estaban bien vivitos y coleando y que todo era producto d emi imaginaión.

Creo que aquello fue la gota que colmó el vaso y el mejor escarmiento que pude llegar a tener para convencerme de que con las enfermedades no se juega.

Mañana más...





martes, febrero 24, 2009

Richard A. Archer va al médico: Episodio 1 ¡Me duele esto.. aquello... y hmmm de lo otro también!

No suelo ser de ir mucho al médico. Sobre todo a lo que se refiere ir al médico de cabecera. En primer lugar porque les tengo mucho respeto. Ojo, no es que me den miedo, en absoluto, sino que soy consciente de que su tiempo es oro y para tratar un caso realmente importante han de digerir seis docenas de casos leves, imaginarios o más bien algo banales... Si acudo a uno de estos consultorios es bien tras una urgencia o porque hago “lotes” de padecimientos varios y los expongo todos de golpe como si de repente fuese un vendedor de joyas al por mayor. Odio las esperas en los consultorios médicos. Detesto en sobremanera perder tiempo esperando mi turno sentado en una butaca mientras me encuentro rodeado de viejos aburridos que se pasean por ahí para tocar las narices a los médicos y resto de profesionales. No hay nada que me exaspere más que tener que esperar a que la abuela o abuelo de turno, de esos que día sí y día también va a darle al brasa al doctor o doctora de cabecera con una sarta de gilipolleces varias.
Muchas vece he pensado que tendrían que crear simuladores de consultorios médicos en los centros de la tercera edad, sí, con médicos de verdad (o de mentira) que les receten miles de cosas (Lacasitos o Juanolas por ejemplo) y les escuchen sus royos o los que le pasó a la tía Paca del pueblo que después de beber un vaso de agua fría se quedó tiesa en el suelo...

Siempre he sido muy observador. Me gusta, mes fascina el comportamiento humano y sin duda el he de reconocer que el de los consultorios médicos es todo un verdadero paraíso antropológico. De lo malo algo bueno ha de tener...

Resulta curioso observar especímenes que antes de entrar los veas llegar de la calle casi saltando y brincando de alegría y, una vez traspasan el marco de la puerta automática, parece como si de súbito les hubieran arrojado encima un cubo de agua helada. Sus caras se contraen, aparecen gestos de dolor, lamentos y penurias varias dignas de la mejor recopilación del “Canto Hondo”.

Los que sin duda se llevan la palma, y que mas grima me dan, son los que se sientan frente a ti. Como te ven nuevo no te quitan ojo de encima y esperan el menos atisbo de interés por tu parte para apoderarse de tus oídos con lindezas truculentas sobre ellos mismos o gente que ni siquiera conocen pero si una prima de su hermana de su madre... Yo a estos los observo con el rabillo del ojo porque si se te ocurre mirarlos a las pupilas, aunque sea una milésima de segundo la has cagao, ya estas condenado el resto del tiempo que te queda para que te toque turno. También me da grima los que hablan de sus padecimientos (acompanados con frases como “¡Ay, fíjese usted!”; “¡Madre mía qué pena más grande!”; “¡No somos nadie!”, ¡Qué que cruz, que tristeza tan jooooven!” y miles de variedades semejantes) en fuego cruzado. Claro, por que si tu no les haces caso (y eso que lo intentan) siempre habrá otro que lo haga por ti, y si ese otro es alguien de la misma edad que ellos y que encima les de vidilla o incluso puedan competir a ver cual suelta la pena mas grande mejor que mejor. Tu no hablarás con ellos, pero por lo menos los escucharás...

También me llaman la atención los que son más hábiles (lejos de los denominados llorones y suspirosos que esos lo tienen fácil) que buscan conversación gracias al numero de turno que les toca; o simplemente preguntan si ya han comenzado las consultas; o si les han llamado ya que como han llegado tarde (nadie de esas características llega tarde, no os lo creáis que es solo una patraña para buscar conversación) es posible que se les haya pasado la consulta.

A los adictos a los centros médicos les encanta hacer colas, ya sea para ir a sacarse sangre (hace poco tuve que sortear una manada de viejos que había ido casi en grupo a que les pinchasen, vamos como cuando se los llevan de excursión y de paso les venden unas mantas...); o producir largas colas para preguntar toda clase de imbeciladas frente al mostrador de información (hace unos días vi a un tío pesado preguntando insistentemente por su mujer, el tipo se iba y después de dos pasos volvía de nuevo con la misma sarta de preguntas lo hacía en un tono como si aquello fuese un club social o un bingo o vete tu a saber qué preguntando como cinco o seis veces a la pobre chica de recepción; os aseguro que a la pobre tendrían que haberle otorgado una medalla por lo menos a la paciencia...); o bien disfrutan de lo lindo cuando después de entrar antes que tu y esperar tres vueltas y media de manecilla de reloj aparecen sonrientes tras la puerta (como cuando uno se quita un gran peso de encima cuando va estreñido) agitando en al viento un fajo de recetas, bajas y pruebas médicas. Pero no sólo para ellos, sino para toda la familia, hasta para parientes lejanos, vecinos y allegados...

El otro extremo de este sarao soy yo, seguro que hay más como yo. No es que me vuelva insociable, soy educado pero no tengo ganas de darle coba a pesados que se deleitan de forma enfermiza contando males propios o ajenos. Llego a mi hora, espero, entro a la consulta explico mi caso (en este caso varios porque los llevo en lotes para no colapsar el consultorio) y si me dan hora de visita bien y sino recetas, aunque a veces podría ir para así pagar menos en las farmacias pero no voy por, insisto, para no colapsar nuestros eficientes (y pacientudos) servicios sanitarios.

Mañana más...