“¿Tito?”
“Que”
“¿Sabes por qué queremos vivir contigo?
“Dime”
“Porque tu no nos pegas y contigo nos reímos mucho”.
Adam a su tío Richard
Hacía tiempo que quería escribir. Es decir, hacerlo siendo yo mismo, sin estar pendiente de una fecha de entrega o a cambio de un talón. Creo que ya va siendo hora de armarme de valor, de entrar en el caserón, de abrir ventanas y puertas y permitir que la luz invada su interior. Necesito dar forma a los fantasmas, atraparlos, enfrentarme a ellos y asumir que, en el fondo, también forman parte de mi vida.
“¿Tito?”
“Que”
“¿Sabes por qué queremos vivir contigo?
“Dime”
“Porque tu no nos pegas y contigo nos reímos mucho”.
Adam a su tío Richard
Agradezco a esa misteriosa alienación cósmica (mágica o divina) que me brindó la oportunidad de poder recuperar a los niños de las garras de mi cuñado y ofrecérmelos en bandeja de platino con incrustaciones de diamantes (por lo menos). Gracias a ello creo en los milagros, las hadas, los gnomos y los seres sobrenaturales de toda índole, porque los malignos también existan, sobre todo los que se disfrazan de trabajadoras sociales del EAIA y se dedican a joder (pero con mala saña) la marrana metiendo incluso cuchara en mitad de un procedimiento legal de muto acuerdo. Si me permitís ya hablaré de este tema (largo y tedioso) en cuanto se me permita porque, entre otras cosas se está preparando una denuncia por muchos flancos al respecto de envergadura colosal.
De momento los niños han vuelto, sí pero aun con la incertidumbre de si se quedan en mi casa para siempre. Tanto ellos (como Miguel y yo) queremos que así sea. Ellos nos dicen que están hartos de los insultos y los malos tratos, de la dejadez y del poco auxilio que su padre les presta. Hace pocos días se negó en comprarle medicinas a mi sobrino (prefirió gastárselo en cervezas y tabaco) por lo que Miguel y yo tuvimos que correr a la farmacia, comprarle jarabes y llevárselos de extranjis al colegio. También tuvimos que acudir al festival de navidad del colegio porque él se negó a ir (entre otras cosas porque no paga los recibos desde septiembre y no tienen ganas de que se los reclamen en cuanto lo vean aparecer) Hemos recuperado la paternidad que perdimos hace una año. Les hemos comprado ropa, estamos planificando el mobiliario de las habitación de mi sobrina y preparando lo papeles para nuestra boda. Las navidades las están pasando con nosotros. La intención es que ya se queden a vivir aquí para siempre, con todo lo que acarrea tener que compartir espacio con dos preadolescentes con las hormonas como pelotas de goma lanzadas con fuerza desde un rascacielos… Cada día que pasa es un regalo. A la mierda si no nos ha tocado la lotería. Estamos arruinados. Nos da igual. Esos niños han salido de un infierno , de una familia rota y sabemos que podemos darles la oportunidad que se merecen de ser felices y vivir en paz.
Me importa una mierda que digan desde el EAIA (sin criterio y profesionalidad alguna) que soy un egoísta, un manipulador, un sinvergüenza, un incapacitado para la convivencia y una mala influencia para mis sobrinos. ¡Qué coño sabrán ellos si ni siquiera han tenido la desfachatez ni se han preocupado por conocernos e investigar o analizar nuestra situación personal ni familiar! Sólo se han dedicado a defender al padre maltratador y a no escuchar a dos niños que les han avisado por activa y por pasiva de las aberraciones que estaba sucediendo en su casa.
Pero de eso ya hablare en otra ocasión.
Feliz navidad a todos y muchas gracias por las muestras de apoyo que hemos recibido por todos vosotros a lo largo de este doloroso 2007.
Mi madre me contaba varias veces que mi abuelo, su padre, lloraba porque nunca pudo verme la cara. Estaba ciego por culpa de las cataratas. Dice que me acariciaba el rostro y se le llenaban los ojos de lágrimas. También sabía que nunca iba a poder disfrutar de mí y de mi hermana. El pobre hombre estaba ya muy cascado. Nació en Carmona (Sevilla) a finales del siglo XIX. Estudió leyes y se convirtió en abogado. Mi familia materna siempre ha sido muy nómada. Encontró trabajo en Valencia como abogado como del procurador y cuando estalló la guerra civil, como a muchísimas personas, se le truncaron las perspectivas de prosperar y desarrollarse como profesional por culpa de un hijo de puta que ansiaba su puesto como una mosca ansía un pedazo de mierda. Hubo denuncia y orden de arresto. Mi abuelo consiguió escapar, de esta parte de la historia se poco. Mi madre me dijo que regresaron a Barcelona donde vivía su tía y su primo. La tía de mi madre se dedicaba a sacar los cuartos a las clases altas practicando la comunicación con los espíritus y el Tarot. Como conocía a mucha gente (eso es un hábito familiar que yo también he heredado) consiguió un escondite para mi abuelo. Mi madre y sus tres hermanos y mi abuela vivieron con ella mientras duró la guerra y gran parte de la postguerra. Mi madre se acordaba de las visitas nocturnas de la policía en casa de su tía en busca del paradero de mi abuelo, o bien como tenían que engañar día si y día también a supuestos perseguidores a través de las calles de Barcelona con tal de poder estar un momento con su padre. Con el tiempo las persecuciones fueron menguando y mi abuelo consiguió hacer una vida más o menos normal. Eso sí sin poder ejercer su profesión nunca más.
A escasos miles de kilómetros de allí mi padre sufría los bombardeos de las tropas alemanas en Portsmouth. Su padre (mi abuelo) era marinero en una de las fragatas que acompañaban a los barcos de suministro a la Francia no ocupada en aguas del Golfo de Vizcaya. Mi abuelo paterno nació en Shropshire un pueblecito en las West Midlands en Inglaterra. Su familia era bastante más humilde que la de mi abuelo materno. Algunos de ellos trabajaban en las minas cerca de la frontera de Gales. Al parecer mi abuelo era mucho más aventurero y prefería trabajar en la intemperie, concretamente a bordo de un barco. Un turbulento episodio relacionado con una pelea familiar entre él y mi bisabuelo lo hizo marcharse de casa y enrolarse en el ejército. En una visita a Londres conoce a mi abuela que regentaba un puesto de “Fish And Chips” propiedad de su padre. Se casaron y se fueron a vivir a Portsmouth donde nació mi tío Peter (que murió con 19 años en Malaysia, un año después de revelar a mi padre en la RAF), mi padre y mi tía Joan. Estalló la Segunda Guerra Mundial y mi padre y sus hermanos veían muy poco (o casi nada) a su padre. Mi abuelo murió en 1943 con 43 años de edad. Mi padre tenía entonces sólo 11 años. Mi abuela tuvo que buscarse la vida para sacar adelante a la familia, bien trabajando o bien gracias a las ayudas de su familia y de la pensión de viudedad del ejercito de su Graciosa Majestad.
A veces pienso en que hubiera sucedido si mi abuelo paterno no hubiese muerto tan joven, o si mi abuelo materno hubiese sido fusilado en un paredón de cualquier cementerio. No sé, es posible que todo hubiese seguido igual. Mi padre habría venido a España a trabajar y hubiera conocido a mi madre. ¿O tal vez no? ¿Hasta qué punto un suceso como el que vivió mi padre pudo haberle influenciado para estudiar la carrera de economía y tomar la decisión de venir a Barcelona? ¿O cómo habría afectado a mi madre y mis tíos el hecho de vivir sin padre? Mejor no darle vueltas a la cabeza con el tema. Sólo sé que me hubiera gustado mucho haber disfrutado de mis abuelos.