domingo, diciembre 30, 2007

Frase de la semana.

“¿Tito?”

“Que”

“¿Sabes por qué queremos vivir contigo?

“Dime”

“Porque tu no nos pegas y contigo nos reímos mucho”.

Adam a su tío Richard

sábado, diciembre 29, 2007

¿Casa u Hogar?

Nunca ha sido partidario de la compra de una vivienda. Entre otras cosas por el precio excesivo de esta y porque mi economía no está a la altura de las circunstancias, es el precio que debo pagar por haber elegido una profesión liberal como la mía. No soy una estrella mediática (y Dios me libre de llegar a ser una de ellas), simplemente escribo (a veces mejor que otras) y cuando no he dedicado mi tiempo, y me lo han permitido, a la radio o la televisión. En estos momentos me considero un mercenario de las palabras. Si me pagan bien, escribo y cuando no intento desahogarme o compartir experiencias con mucha más gente a través de este blog (bueno todo gracias a la agradable presión por parte de algunos de vosotros que me invitáis a continuar con las aventuras de mi vida y la de los míos. Volviendo al tema inicial. Permitidme lanzar una pregunta al aire y os ruego tomaros vuestro tiempo para contestarla, si es que así lo deseáis. ¿Una casa es un hogar o simplemente cuatro paredes llenas de muebles y olor a fritanga? Personalmente y gracias al paso de los tiempos y a mi poco espíritu nómada, mi casa (aunque sea de alquiler) siempre ha sido un hogar. Mi padre siempre decía que había casas u hogares tristes (grises, sin alma) y casas u hogares con vida y es cada día pienso que es más cierto. Hay casas que entras y no te dicen nada. No es que estén mal arregladas ni con dos dedos de mierda o perfectamente amuebladas. Parecen dormidas, como apagadas como cintas de cassette (¿alguien se acuerda ya que era eso?) vírgenes que por mucho que le pases un cabezal no emiten nada. No es necesario que la persona o personas que la habiten hayan vivido muchos o pocos años en ella, simplemente no interactúan con el entorno y este no se impregna de su esencia. Están más limpias que una patena. Son como las muestras de salones y dormitorios del IKEA, muy bonitos, prácticos, pero no dejan de tener esa apariencia de ser una simple muestra para que cientos de visitantes la visiten. Por otro lado hay casas que contienen tanta energía impregnada de sus habitantes, tanta historia empapelada en sus paredes que son como auténticos discos duros guardando información. Una de las cosas que me enseñó mi padre es a mantener el calor de hogar, a que la llama y la energía que desprendía una casa no se perdiera. Siempre he procurado hacerlo bien, no por obligación, sino porque valoro mi casa de forma diferente a cómo valoran otras personas la suya. Supongo que gran parte de “culpa” de ello es por haber vivido 37 años en la misma casa. No es toda una vida pero si el suficiente tiempo posible como para haber visto y vivido grandes y pequeños momentos en sus paredes. A veces, miro cualquier rincón de mi casa y puedo deslumbrar que mueble o vivencia se encontraba anteriormente allí. Viajo en el tiempo y donde ahora hay una estantería llena de películas me veo jugando con 9 años con mis Madelmans escaladores tratando de superar con esmero un armario ropero que llegaba hasta el techo. Es cierto que la casa cambia con el paso del tiempo. Muebles nuevos suplen a muebles antiguos, los que quedan son como testimonios de otras épocas, te cuentan historias, los nuevos comienzan a impregnarse de uno mismo a medida que los utilizamos. Si, una casa contiene mucha información. También seres vivos, ya sea de dos o cuatro patas, con aletas o con alas. Nuestra casa es a veces protagonista como nosotros mismos de nuestra vida. En la mía ha habido mucho habitantes, algunos se han ido para siempre, otros regresan momentáneamente, algunos llegan de nuevo para habitarla, para mantenerla viva y aportar nuevas experiencias o vivencias a cada rincón de ella. Desde ayer mi casa acoge a dos nuevos habitantes. Los miro muchas veces y veo en ellos calcos exquisitamente perfectos del pasado en forma de mi hermana y yo mismo, aunque con nuevas inquietudes y experiencias. Por un lado estoy un poco asustado con todo lo que a Miguel y a mí se nos avecina, supongo que con el tiempo nos iremos acostumbrando a esta nueva “paternidad”. Por otro lado estoy contento. Hacía tiempo que la casa estaba tan llena y pletórica de energía. Se ha abierto una nueva etapa. Cada vez lo tengo más claro. Yo no vivo en una casa, vivo en un hogar.

martes, diciembre 25, 2007

Lo que queda de año.

Si tuviera que definir el 2007 sería como una montaña rusa llena de tirabuzones, loopings y con muy pocos momentos para el descanso. Aquellos que habéis seguido este blog desde Diciembre del año pasado sabéis muy bien a que me estoy refiriendo. El día 30 de Diciembre se cumple ya un año desde que mi cuñado se llevó de forma violenta a los niños de mi casa. Un año ya de ese trágico episodio y pese a la cantidad de cosas (de mayor calibre) que han sucedido después es una imagen que no me puedo quitar de la cabeza. La tengo marcada en fuego candente en el cerebro y como una especie tumor horrendo ésta se niega a morir. Bien es cierto que las cosas hayan cambiado algo más a nuestro favor durante este tiempo, pero aun no podemos cantar victoria ya que quedan bastantes interrogantes y unos cuantos cables sueltos (llenos de espinas) por aferrar. Si, la vida es una montaña rusa llena de tirabuzones, cuestas empinadas y descensos vertiginosos que me lo digan a mí… Si estos días no he escrito mucho no es por simple pereza. Bueno sí, un poco (esta vez la culpa no la tiene Fotogramas porque ya estoy muy recuperando tras el especial videojuegos del numero de diciembre) Es una pereza podría decirse a un nivel emocional. Ojo, estoy agotado, pero lucho, porque no me queda otro remedio y porque necesito luchar. Nunca me rindo ante nada ni pienso hacerlo (será por genética) Sobre todo lucho por la custodia de estos dos niños y por darles una estabilidad de la que nunca han disfrutado y que piden a gritos cuando me miran a los ojos.

Agradezco a esa misteriosa alienación cósmica (mágica o divina) que me brindó la oportunidad de poder recuperar a los niños de las garras de mi cuñado y ofrecérmelos en bandeja de platino con incrustaciones de diamantes (por lo menos). Gracias a ello creo en los milagros, las hadas, los gnomos y los seres sobrenaturales de toda índole, porque los malignos también existan, sobre todo los que se disfrazan de trabajadoras sociales del EAIA y se dedican a joder (pero con mala saña) la marrana metiendo incluso cuchara en mitad de un procedimiento legal de muto acuerdo. Si me permitís ya hablaré de este tema (largo y tedioso) en cuanto se me permita porque, entre otras cosas se está preparando una denuncia por muchos flancos al respecto de envergadura colosal.

De momento los niños han vuelto, sí pero aun con la incertidumbre de si se quedan en mi casa para siempre. Tanto ellos (como Miguel y yo) queremos que así sea. Ellos nos dicen que están hartos de los insultos y los malos tratos, de la dejadez y del poco auxilio que su padre les presta. Hace pocos días se negó en comprarle medicinas a mi sobrino (prefirió gastárselo en cervezas y tabaco) por lo que Miguel y yo tuvimos que correr a la farmacia, comprarle jarabes y llevárselos de extranjis al colegio. También tuvimos que acudir al festival de navidad del colegio porque él se negó a ir (entre otras cosas porque no paga los recibos desde septiembre y no tienen ganas de que se los reclamen en cuanto lo vean aparecer) Hemos recuperado la paternidad que perdimos hace una año. Les hemos comprado ropa, estamos planificando el mobiliario de las habitación de mi sobrina y preparando lo papeles para nuestra boda. Las navidades las están pasando con nosotros. La intención es que ya se queden a vivir aquí para siempre, con todo lo que acarrea tener que compartir espacio con dos preadolescentes con las hormonas como pelotas de goma lanzadas con fuerza desde un rascacielos… Cada día que pasa es un regalo. A la mierda si no nos ha tocado la lotería. Estamos arruinados. Nos da igual. Esos niños han salido de un infierno , de una familia rota y sabemos que podemos darles la oportunidad que se merecen de ser felices y vivir en paz.


Me importa una mierda que digan desde el EAIA (sin criterio y profesionalidad alguna) que soy un egoísta, un manipulador, un sinvergüenza, un incapacitado para la convivencia y una mala influencia para mis sobrinos. ¡Qué coño sabrán ellos si ni siquiera han tenido la desfachatez ni se han preocupado por conocernos e investigar o analizar nuestra situación personal ni familiar! Sólo se han dedicado a defender al padre maltratador y a no escuchar a dos niños que les han avisado por activa y por pasiva de las aberraciones que estaba sucediendo en su casa.

Pero de eso ya hablare en otra ocasión.

Feliz navidad a todos y muchas gracias por las muestras de apoyo que hemos recibido por todos vosotros a lo largo de este doloroso 2007.

miércoles, diciembre 19, 2007

Familia: Abuelos

Siempre me hubiera gustado haber podido disfrutar de mis abuelos. Aquellos que si pueden hacerlo suele rehuirlos, sobre todo en el momento que se ponen a explicar batallitas. Yo no. Mis dos abuelos (porque si padre no hay más que uno abuelo no hay más que dos) tenían muchas batallitas que contar. Ambos sufrieron los azotes de la guerra. Uno de ellos, por parte de mi madre, tuvo que esconderse tras haber sido acusado de comunista (era más bien apolítico) por un trepa facha que deseaba su puesto de trabajo. Fue durante la Guerra Civil Española (1936-1939). Mi otro abuelo murió en Agosto de 1943 en el Golfo de Vizcaya a los 43 años en la fragata HMS Egrett un barco que pasó a la historia de la Segunda Guerra Mundial por ser el primer objetivo destruido por una bomba teledirigida desde un submarino Alemán. Si, los abuelos son el anterior eslabón de nuestra existencia. Por regla general muchos son los afortunados de poder disfrutar de su compañía por lo menos en los primeros años de nuestra vida. Ese no es mi caso. Nunca llegué a conocer a mi abuelo paterno, y cuando el padre de mi madre falleció yo tenía sólo dos años. No hay recuerdos. Solo existen fotos y retazos de historia contada a trompicones por mis padres. Resulta curioso, por lo menos en mí caso que cuando te vas haciendo más mayor, mayor es la necesidad de recopilar información sobre nuestros ancestros. En mi caso dicha necesidad se ha convertido en un deseo. Un deseo por poseer la máxima información posible sobre todo para comprender una parte de tu existencia. En mi caso quizás por necesidad de reagrupar un núcleo familiar tan disperso como la distancia entre nuestro planeta y otro lugar habitado. En mi información hay muchos huecos. Grandes como cráteres lunares. No tantos en la rama de mi madre pero si en la de mi padre. Son grandes interrogantes que albergan montones de preguntas que, con muchísima posibilidad, nunca hallaran respuesta.

Mi madre me contaba varias veces que mi abuelo, su padre, lloraba porque nunca pudo verme la cara. Estaba ciego por culpa de las cataratas. Dice que me acariciaba el rostro y se le llenaban los ojos de lágrimas. También sabía que nunca iba a poder disfrutar de mí y de mi hermana. El pobre hombre estaba ya muy cascado. Nació en Carmona (Sevilla) a finales del siglo XIX. Estudió leyes y se convirtió en abogado. Mi familia materna siempre ha sido muy nómada. Encontró trabajo en Valencia como abogado como del procurador y cuando estalló la guerra civil, como a muchísimas personas, se le truncaron las perspectivas de prosperar y desarrollarse como profesional por culpa de un hijo de puta que ansiaba su puesto como una mosca ansía un pedazo de mierda. Hubo denuncia y orden de arresto. Mi abuelo consiguió escapar, de esta parte de la historia se poco. Mi madre me dijo que regresaron a Barcelona donde vivía su tía y su primo. La tía de mi madre se dedicaba a sacar los cuartos a las clases altas practicando la comunicación con los espíritus y el Tarot. Como conocía a mucha gente (eso es un hábito familiar que yo también he heredado) consiguió un escondite para mi abuelo. Mi madre y sus tres hermanos y mi abuela vivieron con ella mientras duró la guerra y gran parte de la postguerra. Mi madre se acordaba de las visitas nocturnas de la policía en casa de su tía en busca del paradero de mi abuelo, o bien como tenían que engañar día si y día también a supuestos perseguidores a través de las calles de Barcelona con tal de poder estar un momento con su padre. Con el tiempo las persecuciones fueron menguando y mi abuelo consiguió hacer una vida más o menos normal. Eso sí sin poder ejercer su profesión nunca más.

A escasos miles de kilómetros de allí mi padre sufría los bombardeos de las tropas alemanas en Portsmouth. Su padre (mi abuelo) era marinero en una de las fragatas que acompañaban a los barcos de suministro a la Francia no ocupada en aguas del Golfo de Vizcaya. Mi abuelo paterno nació en Shropshire un pueblecito en las West Midlands en Inglaterra. Su familia era bastante más humilde que la de mi abuelo materno. Algunos de ellos trabajaban en las minas cerca de la frontera de Gales. Al parecer mi abuelo era mucho más aventurero y prefería trabajar en la intemperie, concretamente a bordo de un barco. Un turbulento episodio relacionado con una pelea familiar entre él y mi bisabuelo lo hizo marcharse de casa y enrolarse en el ejército. En una visita a Londres conoce a mi abuela que regentaba un puesto de “Fish And Chips” propiedad de su padre. Se casaron y se fueron a vivir a Portsmouth donde nació mi tío Peter (que murió con 19 años en Malaysia, un año después de revelar a mi padre en la RAF), mi padre y mi tía Joan. Estalló la Segunda Guerra Mundial y mi padre y sus hermanos veían muy poco (o casi nada) a su padre. Mi abuelo murió en 1943 con 43 años de edad. Mi padre tenía entonces sólo 11 años. Mi abuela tuvo que buscarse la vida para sacar adelante a la familia, bien trabajando o bien gracias a las ayudas de su familia y de la pensión de viudedad del ejercito de su Graciosa Majestad.

A veces pienso en que hubiera sucedido si mi abuelo paterno no hubiese muerto tan joven, o si mi abuelo materno hubiese sido fusilado en un paredón de cualquier cementerio. No sé, es posible que todo hubiese seguido igual. Mi padre habría venido a España a trabajar y hubiera conocido a mi madre. ¿O tal vez no? ¿Hasta qué punto un suceso como el que vivió mi padre pudo haberle influenciado para estudiar la carrera de economía y tomar la decisión de venir a Barcelona? ¿O cómo habría afectado a mi madre y mis tíos el hecho de vivir sin padre? Mejor no darle vueltas a la cabeza con el tema. Sólo sé que me hubiera gustado mucho haber disfrutado de mis abuelos.