La felicidad suprema y por ambas partes la conseguí este pasado viernes cuando llevé a mi sobrino y a un amigo (más la compañía del hermano mayor de Miguel y su familia) a ver un torneo de Pressing Catch. Sí, como lo oís, aunque os parezca increíble. El jueves me llegaron a casa cuatro entradas para el evento Smackdown WWE Raw a casa. Me las había enviado Irene, con quien viajé a Praga hace unas semanas. Llegaron justo a tiempo. Quien más las esperaba era Adam un gran admirador de este “deporte espectáculo” y más porque quizás podría ver e incluso tocar a sus ídolos. El pobre llevaba un par de días que le molestaba una muela (es un gran comedor de chucherías y guarrerías varias y poco amigo del cepillo de dientes) y estaba nervioso porque las entradas estaban costando llegar.
Hay que decir que la noche antes del espectáculo apenas durmió y estaba tan nervioso que no hacía más que parlotear. Por la tarde había quedado con él, su amigo y la madre de éste en el colegio para recogerlos y llevarlos a Badalona donde se celebraba el evento. En el coche mientras su amigo se disfrazaba de Rey Mysterio reinaba una alegría fuera de lo habitual. Aun así tenía dudas de poder ver en persona a sus luchadores favoritos.
Llegamos a la cola (inmensa) para esperar nuestra entrada. Alrededor nuestro estaba lleno de frikis de la lucha libre disfrazados o no, con camisetas, carteles, paraguas (llovía a intervalos) y bocadillos con olor a chorizo. Adam se acordaba de su diente en algunas ocasiones. Cinco minutos antes de que la cola comenzase a moverse llegó el resto de acompañantes al evento. Había estado dando vueltas con el coche para poder aparcar.
Entramos (algunas bebidas se quedaron por el camino al no poder entrar en el recinto) y los ojos de Adam y del resto del grupo se abrieron como platos cuando vimos las gradas y el ring en el centro. Los niños decían que no se lo creían aun que eso era un sueño. Adam estaba muy nervioso, con ganas de que comenzase el espectáculo. Aun faltaban dos horas para ello.
Lo que llega a hacer la ilusión… Pese a las medidas de seguridad que había para evitar que la gente se colase a los asientos más caros y que se encontraban junto al ring, los niños con picardía consiguieron colarse sin que los “seguratas” se diesen cuenta y ponerse junto al pasillo donde salían los luchadores. De esta forma no sólo los verían de cerca, sino que incluso podrían alcanzar tocarlos.
El espectáculo comenzó y aparecieron los primeros luchadores. Todo eran manos en el aire para conseguir aunque sólo fuese rozarlos. Yo no veía a Adam ni al resto de los niños. Al cabo de un rato lo veo aparecer subiendo por la escalera más feliz que nunca. Se sostiene la mano como si ésta fuese un ramo de flores. Cuando llega al asiento me dice que Jimmy “Estaca” Duggan le ha dado la mano. No es de sus favoritos pero le da igual, está que no se lo cree. Desprende felicidad por todos los poros de su piel. Vemos la lucha, animamos, vitoremaos y lo pasamos en grande. Nos levantamos y nos sentamos entre griterío (y entre el griterío de molestia de un gilipoyas dos filas más atrás que no entiendía porque todos teníamos que levantarnos de nuestros asientos y no dejarle ver el espectáculo, igual se pensaba que había ido al Liceo…) Acaba el primer combate y Adam y el resto de los niños vuelven a correr hacia el pasillo. De los cuatro sólo Adam consigue atravesarlo sin ser visto. La recompensa que recibe es que la voluptuosa Lilian García, luchadora y presentadora del evento le haya agarrado de la mano. “Que suave y blandita la tiene” me dice sin dejar de soltarse la muñeca no sea que la mano o la esencia de sus ídolos se le escape. Los otro niños lo miran alegres pero con cierta (y sana) envidia.
La lucha prosigue y van a apareciendo más y más estrellas en el ring. Yo de vez en cuando animo a Adam a que piense que eso no es la tele sino ¡qué lo está viendo en directo! El esta tan feliz que ni me oye y cuando aparece uno de sus héroes salta de alegría, canta su canción y me abraza. Es curioso pero a veces me siento más padre que tío. Y también me siento muy feliz de hacerle feliz y de poder compartir con él ese momento. Algo que no ha sido posible con su padre. Lo abrazo, le beso la cabeza y me uno a la alegría.
No logra ni que Kane ni rey Mysterio le den la mano, entre otras cosas porque por una vez no le dejan llegar al pasillo de los luchadores, de quienes consigue que le den la mano es de Shawn Michaels (uno de sus luchadores favoritos) y CM Punk (otro luchador que admira). Se acaba el espectáculo y está casi afónico. No se acuerda de su muela para nada. Salimos del evento muy excitados. Yo, como él me lo he pasado bomba, más aun viéndolo disfrutar. El aun se agarra la mano y va comentado todo el evento con su amigo. En el coche Marta, la madre del amigo de Adam y ex alumna del colegio donde estudiamos y estudian los niños, y yo hacemos repaso a los antiguos compañeros de clase. Descubro que algunos de ellos han fallecido por temas relacionados con la droga (en todos los colegios aunque tengan prestigio también afecta dicho problema). Me hace recordar a varios compañeros que hacía tiempo no sabía de ellos y también hablamos un poco de la historia negra del colegio (acerca de niños y niñas que fallecieron de enfermedades prematuras o accidentes y que se han ido emborronando en las brumas de la memoria) Comentamos anécdotas de profesores de antaño y de los compañeros a los que la vida le ha ido mejor y tienen los aires muy subidillos...
En el asiento de atrás hay un gran silencio. Adam y Marc duermen agotados.
3 comentarios:
Tenías que haber hecho una foto de la cara de Adam disfrutando como un loco !!!!!!. me habría encantado verla.
Los niños nos quitan las penas de un plumazo solo con verles disfrutar. Es maravilloso.
Un saludo
Byrnes
Qué tal tiene la muela? ese dia no se le olvida en la vida,pero se pegan de verdad? es que en la tele parece que no,a mi hijo tambien le gusta mucho
besitos
ion-laos
La tiene mejor. no le duele. ha de ir un día de estos al dentista. fotos hay pero las tienen "los cuñados". Se las he de pedir.
Se pegan en ocasiones de verdad porque las "fostias" se escuchan con toda sonoridad. Incluso los cachiporrazos que se meten con sillas de metal y cubos de basura.
Hay también golpes que estan muy bien controlados, se notan que son profesionales como la copa de un pino. Yo me lo pase en grande y eso que me gusta de forma moderada. Es muy emocionante y la alegria y el jolgorio del público es muy contagioso.
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