sábado, diciembre 30, 2006

Hecatombe.

No si no puedo estar callado. Es cierto eso que después de la calma viene la tormenta y que uno no puede bajar la guardia y menos aun con escoria de la más baja calaña como la familia de mi hermana. La Sargento de Hierro acaba de hacer de las suyas, y aunque el tiro ha salido directo ella ha recibido la mayor parte. El capullo de mi cuñado acaba de llevarse a los niños, con maleta y todo y lo ha hecho con ruido, mucho ruido aunque pocas nueces. Resulta que hoy teníamos una cita por la noche, así que ya llevábamos avisando a mi cuñado de la situación, pero él como que no se enteraba o lo postergaba hasta el infinito y más allá. Hoy mientras hablaba con mi sobrina por el teléfono le he dicho que no colgase, que tenia que especificar con él que hacer esta noche 8si se los llevaba con riesgo a quedarse en la calle mientras su tía se olvidaba de ellos debido a los alcoholes etílicos o bien se quedaban en casa, solos, con canguro o con la vecina de la que son amigos sus hijos. Pues nada, me pongo al teléfono y lo que oigo de fondo es una conversación, yo le llamo y no me contesta así que pongo la oreja por que una de las voces (la más chillonas es la de la Sargento de Hierro) la tipa está como una furia, despotricando de mi y de mi difunta madre ordenando a su hermano que los niños deberían quedarse en mi casa solos y que de quedarse él con ellos nada de nada. Yo no flipo, “pa que”… Ya me lo espero todo. A todo esto mi cuñado si enterase que yo estoy al otro lado del teléfono. Cuelgo. Voy a ver a Miguel y le digo que ya estaba la otra dando órdenes y manipulando. Pasan diez minutos… Yo y miguel haciendo la comida. Suena el teléfono y me avisa mi sobrina que es su padre. Me pongo. El tono de voz es de chulo “¿¿Oye que pasa??” Me pregunta. Yo le digo correctamente que 1. Se había dejado el teléfono descolgado y que había escuchado lo que le decía su hermana y 2. Nosotros nos ibamos a las nueve y media. Él me dice 1. Que eso es mentira que no se habçia dejado el teléfono descolgado y 2. “¿Qué se supone que él debía hacer con los niños?” Yo flipo, esta vez sí. “Pues hay varias opciones” le digo. “Una te los llevas tu, otra se quedan aquí solos, con riesgo a desmonte de muebles o rotura de objetos varios (lo digo por que ya estando conmigo casi había sucedido) A lo que me contesta “Pues que se rompan…”, otra se los queda la vecina que se ha ofrecido muy amablemente (él me corta de nuevo bruscamente y me dice “¡¡¡De vecina nada!!!”) No sé por qué le capto un tono de voz muy a lo sargento de Hierro, como si alguien invisible al otro lado le esté dictando o lo haya entrenado a decir lo que tenía que decir. Como lo veo muy chulo le digo. “Mira si no quieres problemas mejor que se queden aquí solos, por mejor eso que quedarse en la calle como la última vez que una de tus hermanas se olvidó de ellos porque estaba borracha.” Entonces, cabreado como un mono me grita “Oye tu eres un borde y un chulo…“ Y aquí ya me ha dado de pleno. Creo que mis gritos se han oído por toda la zona norte de Barcelona. Me dice que viene a casa a cantarme las cuarenta y yo le digo que haga lo que le salga de los huevos. Cuando cuelgo, aun afectado y rebotado, cojo a los niños y les pongo al día de la situación. Les digo que se pueden quedar aquí si quieren pero que si su padre se pone burro los empaqueto y se van con él. Que yo no puedo retenerlos. Que si se van con él se les acaba todo lo que han disfrutado estos días. Amiguitos incluidos. Eso sí, les he dicho que les quiero mucho y que no estaba enfadado con ellos, todo lo contrario. Que estaba hasta los huevos de su familia y de su padre y su tía (aunque en el lote también incluía a sus otras siete tías, es guarro de su abuelo y a todos los primos y primas de su estirpe). Los pobres me han mirado con pena. Adam estaba callado. Laura me ha dicho que su padre vendría a discutir, que su tía lo estaba manipulando (vamos que casi me suelta todo lo que sabía de lo que suelta su tía de mi y que yo no me he enterado) Los dos tenían lagrimas en los ojos. Se han ido a su habitación. Un par de minutos mas tarde he entrado y le he dado un beso a mi sobrina. Estaba asustada. Mi cuñado no ha tardado en llamar por el interfono. Quería que bajase a discutir a la calle. No es mi estilo. Le he dicho que subiera y me insistía en bajar (Supongo que la Sargento de Hierro estaría abajo afilando se las uñas) Miguel le ha dicho que subiera. Y así lo ha hecho. Antes de entrar mi sobrino me ha preguntado si tenía que esperar en la habitación. Le he dicho que si y que cerrase la puerta. Mi cuñado ha entrado en casa como un toro recién salido del corral. Gritando como un energúmeno y alegando que yo era un mentiroso de mierda porque era imposible que le hubiese escuchado hablar con su hermana. Hasta me lo ha jurado por lo más sagrado de su vida que es su madre (¿Por qué esa idea garrula que tiene esta familia de jurar siempre por su familia?) Y me ha insistido que soy un embustero. Claro algo tenía que decir si se había dado cuenta que le había pillado con las manos en la masa. A la decima vez de llamarme embustero ya he saltado. Me estaba llamando mentiroso el tipo borracho o no que le pegaba unas soberanas palizas a mi hermana (enferma de Parkinson) día sí y día también, que había amenazado a los niños y a ella con un hacha, que había insultado a mi madre (hija de puta era lo más bonito que había salido de su boca) y le había dicho a mi hermana que tanto ella como mi madre habían tenido que haber muerto en el parto (cuando mi madre había luchado por tener hijos después de varios dramáticos abortos) Ahora ese ser inmundo estaba insultándome y poniéndome en entredicho… Me estaba llamado mentiroso como cuando llamó (él y la Sargento de Hierro) mentirosa (malcriada, mimada y caprichosa) a mi hermana y mi sobrina cuando me comentaron los episodios de violencia de casa (incluso algunos verificados por él mismo en mis narices y delante de otras personas). Yo le he gritado también. Y con ganas. Le he dicho que estaba hasta los huevos de la situación de él y de toda su familia. Le he recordado que quienes se habían preocupado por esos críos y nos habíamos deslomado éramos Miguel y yo. Les habíamos buscado colegio, les alimentábamos, hablábamos con los profesores y así un largo etcétera… Al final le he dado un ultimátum. Un mes para encontrar el puto piso o si no les empaqueto los niños y que la Sargento se los coma con patatas. Entonces él me ha amenazado. Me ha dicho que me van a denunciar (se supone que al pluralizar incluye también a la Sargento) que hemos roto un acuerdo de mantenimiento (cuando no hay nada firmado) que nos veríamos en el juzgado. Ha ordenado a los niños que hagan las maletas. Y entre tontería y tontería ha soltado una de sus frases absurdas, en plan coletilla al estilo “los últimos son los primeros y los primeros son los últimos”. Al final se han ido. Los niños convencidos de que su “Tito” les ha echado de casa, ni me han mirado apenas. Han quedado ropa y objetos personales. Dicen que los van a venir a buscar. Al cerrar la puerta me he derrumbado y he roto a llorar. Miguel y yo nos hemos abrazado. He llamado a mi prima y le he contado la situación. Me ha dicho que no me preocupase de nada que éste volvería a traerme los niños. Que lo ha hecho muy mal porque al final le ha salido el tiro por la culata. Que ahora se coma el marrón. He hablado con la mejor amiga de mi madre, vecina de bloque. Me ha dicho lo mismo.

ULTIMA HORA:

Acaba de llamar la Sargento de Hierro. Gritando. Miguel la ha mandado a cagar. Le ha dicho que porque le metíamos a ella en el asunto. Que los niños están diciendo que yo los he echado de casa, que su hermano se los ha llevado y como se ha puesto a gritar Miguel le ha pegado dos gritos y le ha colgado.

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