Todo comenzó una mañana que venía de trabajar cuando en el teléfono de casa me encuentro la lucecita roja de mensajes recibidos parpadeando alegremente en un tono rojo chillón. Había un mensaje grabado en el contestador así que lo puse en marcha. No me costó reconocer a la persona que me hablaba con un dulce acento argentino desde el otro lado de la línea. Se trataba de Iris (así era su nombre de batalla cuando trabajábamos en una línea de Tarot telefónico) El mensaje era más o menos así (vosotros os lo imagináis con acento argentino) “Hola ¿Richard? No sé si éste sigue siendo tu teléfono o estoy llamando a otra persona en todo caso soy Iris llámame a este teléfono (aquí venía el número) y así charlamos un rato ¿ok? Chao.” No sé cómo contarlo pero la llamada me produjo una mezcla de indiferencia pero con un toque de desconfianza. Hice cálculos mentales para averiguar cuando fue la última vez que hablé con ella. Si mi mente no me engañaba habrían pasado unos ocho o nueve años. Que yo supiera nunca fue amiga mía. Éramos compañeros de trabajo que más o menos conectábamos sobre todo para poner a caldo a la mala bestia de la jefa que teníamos (un día igual os cuento algo de ella) pero nada más. Pensé: “¿A santo de qué esta se acuerda ahora de mi?” La memoria a veces es muy efectiva, sobre todo en casos tan singulares como éste. La última vez que la vi se había separado de su marido, sus hijos pasaban olímpicamente de ella y la tipa había cosechado un morro que ríete tú de los hocicos de los tres cerditos juntos. Recuerdo que tenía la puta manía de organizarte el día sin tu permiso. Como si tú fueses uno de sus hijos y aun quisiera ejercer de madre. Una tarde había quedado con ella y con otro compañero de trabajo (de esos que mientras curras te lo pasa bien y cuando no te escuece más que un grano en el culo) y en menos de lo que dura un suspiro ya nos había organizado la cena y, si nos descuidamos, (por lo menos en mi caso) el resto de la velada. Fui muy diplomático en aquella época y me la quité rápido de encima como cuando un perro se muere de repente y una manada de piojos abandonan su cuerpo cual Moisés con su pueblo hacia la Tierra Prometida. Pero no sólo eso. A su afán de controlar se le puede añadir el que también trataba de abusar de ti pidiéndote (exigiéndote) favores sin la menor consideración. Ya podéis imaginarnos lo que hice con la llamada grabada… Pasaron los días y me olvidé de ella pero hete aquí que la constancia (y la cara dura) deben de ser su fuerte porque la tipa me llamó de nuevo. Esta vez me pilló desprevenido. Hablamos un poco del pasado. Yo a regañadientes y tratando de ser lo más políticamente correcto posible (por lo menos hasta que no me pidiese favores ni nada por el estilo) Me dijo que estaba ya divorciada y que ya no trabajaba en temas de Tarot (lo dijo como si aquello fuese trabajar en un estercolero) me repasó por los morros que ella tenía no se qué Master de empresariales bla, bla, bla y bla… Y me preguntó qué es lo que yo hacía cosa que le expliqué sin darle muchos detalles. Eso sí le aclaré que ya no echaba las cartas (por si se aventuraba a pedirme una consulta telefónica que ya me la venía venir) Le comenté lo de mi hermana (ahora no sé porqué lo hice si le importaba una mierda) eso si decía “Pooobreesiitaa” con muy poca credibilidad (vamos me lo dice una piedra y le pone más sentimiento) En eso que va y me dice muy dulcemente (pero con segundas intenciones): “¿Te parece que le hagamos un ritual a tu hermana?” A lo que yo contesto: ¿Un ritual? ¿De qué? ¿Para qué? ¿Por qué? ¿Es que la vas a curarla encendiendo cuatro velas del todo a un euro? Que queréis que os cuente... Me sentó como una patada en los cojones. A estas alturas de mí situación y me sale una gilipollas del culo vendiéndome que con un ritual va a acabar con las penurias de mi hermana. Manga huevos… No recuerdo que más le dije pero creo que una llamada al móvil le salvó de perforarle el tímpano a improperios y todo tipo de insultos. Eso sí me dijo que le llamase un día de estos al teléfono que me había dado (¿Me había dado alguno? Y yo sin enterarme). Pasaron los días y yo olvidándola a ella y sus tonterías. Eso sí, me pregunté en un par de ocasiones (incluso se lo comenté a una amiga que también al conocía) por qué carajo se había acordado esta tipa de mí. ¿Es que no había nadie más en el mundo que tocar las narices? Tenía la sensación que la tipa quería algo de mí pero no le había dado tiempo de decírmelo debido al hablarle del tema de mi hermana. Una mañana, muy temprano. Serían cerca de las ocho de la mañana volvió a sonar el teléfono. ¿Adivináis ya quién era? Pues sí la iris de los putos cojones. Me pilló medio despierto, con las legañas aun pegadas en las pestañas. “¿Qué tal viejito estabas durmiendo?” me pregunta. Yo le digo que no. Ella que no se lo cree. Pues muy bien ese es tu problema. Antes de que yo la interrumpa con una historia personal la tipa va y me pregunta: “¿Tú tienes coche?” “¡Aja!” Pienso yo. “Con que esas tenemos. Te deben haber fallado los 7657484654 contactos de tu agenda y ahora debes estar en la letra R tratando de que alguien te haga un favor.” En ese momento podría haberle dicho que no, pero no me daba la gana. Para que mentir, con mandarle a cagar a la vía en cuanto quisiera abusar de mí confianza era más que suficiente. Paso ya de escusas que sólo sirven para estirar esta clase de acoso. “Si” le contesto decidido. “¿Y es grande o pequeño?” Me pregunta ella. “Grande”. Le podría haber dicho muy grande pero no me dio la gana. “Es que tengo en casa unos colchones que compré en el IKEA y no me acaban de gustar y mi hijo tiene coche pero no me puede (quiere) llevar a devolverlos y si les llamo a ellos (IKEA) me cobran por llevárselos.” Así que yo le digo. “Mira yo no tengo tiempo. Trabajo por las mañanas hasta las dos y luego me voy a ver a mi hermana.” “Huy si, tu hermana, ¿cómo está?” Yo estoy en un tris de decirle “Deseándole que le hagas un ritual con velas cutres a ver si la curas” Pero le digo que “Bien” y en cuanto voy añadir algo más va con todo el morro y me pregunta “¿Y ordenador? ¿Tienes un ordenador de sobra para dejarme? ¿Un portátil tal vez?” Se me abren los ojos como platos. Suena a mí alrededor como una música de suspense y me veo a mi mismo en un zoom de esos raros en el que el fondo se estira como un chicle y yo mi jeto se acerca a la cámara con expresión de susto. Entonces me acuerdo de una frase de un colega (muy garrulo él) que cada vez que se cabreaba decía: “Cuanto hijoputismo hay en el mundo”. En cuanto los ojos me dejan de hacer chiribitas sobre las cuencas (como le sucedía a Marujita Diaz en sus tiempos mozos) le digo con mucha frialdad: “Pues no. No tengo ninguno para dejarte. Tengo un portátil y lo uso para trabajar.” Estaba esperando que ella me dijese alguna burrada al respecto como “Pero si puedes usar una máquina de escribir, el ordenador del trabajo o cómprate uno nuevo y de esta forma me prestas el que tienes ahora.” Pero va y para más INRI me suelta: “Es que mis hijos tiene el suyo y lo utilizan para jugar y sus cosas y no voy a ir trasteando con ellos.” Y eso que pienso: “¡Ah! ¿Y por eso me lo pides a mí que no te veo desde cuando las hombreras estaban de moda?” Ella me añade: “He ido a mirarlos al PCcity y salen muy caros y lo necesito para trabajar." Repienso: “Espera que ahora sólo falta que me pida dinero para comprarse uno…” “Mándala al carajo de una puñetera vez Richy“. Me digo yo para mis adentros. “Total no pierdes nada”. Así que hago caso a mi conciencia y le mando donde Cristo perdió la guitarra. Eso si, con mucha educación que para eso fui a un colegio de pago.
Total, me libro de ella para siempre (de momento) pero al parecer debo tener el imán para atraer personajes del pasado aun activado (o eso o se me ha abierto un agujero dimensional en la chepa porque no me lo explico) porque este fin de semana recibo otra llamada. No, no se trata de la Iris de los cojones. Entre otras cosas dudo ya que me vuelva a llamar (por lo menos hasta dentro de otros nueve o diez años). Seguro que en estos momentos anda por la letra Z de su corroída agenda y ha encontrado a Zopenco Gutierrez y le ha hecho todos los favores del mundo y alguno que otro más... Bueno, a lo que iba. Suena el teléfono. Descuelgo y me dicen: “Hola Richard soy Juan Carlos (aquí va el apellido) ¿Qué tal como estas?” Yo me alegro de saber de él. Juan Carlos fue uno de los primeros novios de mi hermana. Después de dejar la relación de lado con el tiempo se convirtió en un buen amigo. Le conozco desde que ambos cursábamos EGB y al contrario de Iris su llamada no me hizo sentir para nada molesto. Si he de reconocer que me extrañó que se acordase de mí pero me dio la corazonada que en esos momentos tenía problemas. Al preguntarle cómo estaba él me confirmó mis sospechas. Hacía una semana que se había separado. Me supo mal y se lo hice saber. El me comentó que me llamaba por si le podía echar las cartas (el Tarot) para ver cómo iban a ir las cosas. Yo le comenté que ya no me ocupaba de esos menesteres y le sugerí que podría pasarle el teléfono de una amiga para que se lo mirase con mucho más detenimiento. A ver, no es que no quisiera ayudarlo. Pero pensé que mejor se lo mirase otra persona ajena y que por otro lado no utilizase mi amistad como excusa para consultarme día sí y día también los pormenores y sorpresas que le guardan en el futuro. Si vi que no le hacía mucha gracia ir a la consulta de una tarotista, supongo que por tener que desembolsar una cantidad para la ayuda o consejo que le pudiera proporcionar pero que se le va a hacer. En esos momentos no me apetecía. O mejor aún, no lo veía propicio. Podría hablar del tema tarot largo y tendido, sobre todo del efecto que produce cuando alguien de tu alrededor sabe que te dedicas o te has dedicado a leer los arcanos. Hay quienes te toman como su vidente personal que tiene que estar pendiente de todos sus movimientos o que incluso estas como obligado a consultar su destino para ponerles al día sobre posibles “peligros” y “fortunas” que la vida les depara. También hay quienes no saben dar un paso sin tener que consultarte las cartas y eso es peligroso. No sólo para la persona que consulta (que no deja que el destino y la casualidad o causalidad fluya) sino para el “pitoniso” pueda llevarse todo tipo de malos augurios cuando, quien pregunta, no le salen las cosas como él quiere (ya sea forzando una situación o bien haciendo las cosas al revés a como se les explica). Pero, lo más importante (sobre todo en lo que a mí respecta). En estos momentos no me interesa nada echar las cartas por teléfono ni a mí ni a nadie (a no ser en casos de extremada urgencia o que la situación sea esotéricmente necesaria). Lo siento enrre otras cosas mi situación familiar me ocupa todo el ancho de banda posible. Ojo, con esto no estoy diciendo que yo o mi hermana estemos haciendo uso de las cartas para sobrevivir al día a día. No las toco. Tampoco recurro a nadie para que me lo mire. Con el tiempo me he acostumbrado a vivir sin ellas. Y no que en estos momentos no crea. Es que no necesito recurrir a ellas. A veces sucede que (amigos y conocidos) me llaman para que les mire tal o cual cosa. Confieso que por apatía recurro a la imaginación (con algo de intuición) para aconsejarles o para fallar lo más posible en mis predicciones para que me vean más como un amigo que como vidente. Vamos a ver. No hago uso de esta (banal) modalidad si lo que me preguntan es muy importante, si lo hago cuando las cosas son lógicas y de peso. De esas situaciones que hace falta más hacer uso del sentido común que los designios de unas láminas repletas de íconos. Con Juan Carlos me sucedió que no quería convertirme en su cabo ardiendo. Quería mantener la amistad por un lado y por encima del tarot. Insisto amistad y vidente no casan nunca. Sé que fue a visitar a mi amiga. Sé que cuando se habló de pagar (30 euros) huyó de la consulta como de la peste. Pero ese es otro tema que ahora no viene a cuento. Quizás para un post futuro que podría llamarse: ¿Se han de pagar a quienes tienen un don?
1 comentario:
Hola guapetón!!! UF... tengo mucho que leer en tu blog, pero quería al menos soltarte un abrazo y decirte que sigo por aquí aunque algo más muda.
Trataré de ponerme al día lo antes posible, y a ver si montamos de una buena vez otra quedada, que la última fue buenísima!
1beso a los 2!
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