Estrofa primera: Momentáneo lapsus de razón.
Hace un par de días sonó el teléfono en casa. Lo descuelgo.
"¿Si?. " Richard estoy cansada". Me dicen desde el otro lado. Durante un segundo no reconocí la voz. Era mi hermana. Me extrañó y me emocioné mucho oírla hablar de aquella forma tan coherente y fluida. Normalmente suele expresarse con monosílabos, en forma de gimoteos completamente incomprensibles. "Quiero que me operen, tengo que salir de aquí. No puedo más." Añadió. Por un momento pensé que estaba soñando. Durante esos instantes en los que se te permite recuperar a un ser querido desde el limbo suelen suceder muchas cosas. Es como reencontrarte con alguien a quien no ves en mucho tiempo y tienes unos minutos para contarle toda tu vida. Había que aprovechar el tiempo. Esa era la clave. Me dijo que el viernes tenía que ir al médico y si yo podía acompañarla. Le dije que sí, que no había ningún problema. Le expliqué que si se quería operarse del Parkinson tendría que dejar la adicción a las putas pastillas que supuestamente le estaban haciendo llevar una vida mucho menos dura. Aquello era primordial para regresar de nuevo y poder rehacer su vida. No al cien por cien pero si con algunas mejoras notables. Aproveché los escasos segundos que quedaban para hablar con ella poniendo a su hijo al teléfono. El crio, emocionado, pudo intercambiar unas palabras con normalidad con su madre.
Estrofa segunda: El Muro.
El jueves por la noche, antes de sumirme en el sueño, después de haber hecho la cena a los niños, después de que se fueran a duchar y a la cama, después de ver un par de episodios de la tercera temporada de Perdidos. Me encontraba tumbado en la cama, con la mirada perdida en la oscuridad y fija en alguna parte del armario. Escuchaba música. Pensaba en el Parkinson. Pensaba en mi hermana. Pensaba como después de encontrarle casa a mi cuñado (90m2 por 590 €, una casa réplica de la mía con 4 habitaciones y justo enfrente de donde vivimos), la rechaza y decide preferir buscar un estudio de una habitación cque deberá compartir él y los dos niños. Pensaba en como el médico (supuestamente uno de los mejores de Barcelona) sólo se preocupaba si ella se tomaba las pastillas obedientemente y en el orden que a ella le diese la gana. Sin control. Pensaba como la llegada de los niños nos había cambiando la vida a Miguel (que dormía a mí lado) y a mí. Pensaba en como mi cuñado apenas se quedaba unos minutos con sus hijos y se largaba tan rápido como una bandeja de canapés en una fiesta de diseño. Pensaba en cómo nos toreaba y se escaqueaba sin pasarnos la manutención de los niños alegando siempre que no tiene un duro. Pensaba en como solucionar todo eso. Pensaba, pensaba y pensaba. Mientras los temas musicales sonaba en mis oídos y Morféo me abrazaba para acunarme. Antes de perderme entre las brumas decidí que lo mejor era comenzar enfrentándome directamente a la ciencia (al fin y al cabo el problema era la adicción a la pastillas de mi hermana) utilizando la mejor arma disponible, el periodismo, mi profesión.
Estrofa tercera: Pena.
El viernes por la mañana me levanté como cualquier otro día. Pusimos en pié a los niños, les dimos el desayuno y después se fueron al colegio. Lleve a Miguel al trabajo y a continuación me fui a ver a mi hermana al hospital de la Vall d´Hebron donde tenía visita. La encontré sola, esperando que la visitaran. Hable con ella. Ella no pudo conmigo. Otra vez se le había cortado el habla. Le comenté la situación de los niños. De la posibilidad de que consiguiéramos la custodia legal. De cómo evolucionaban en el colegio y lo felices que son (por una vez en su vida) en casa. Ahora le tocaba el turno a ella, en todo caso poner los puntos sobre las “ies” al médico que lleva su caso. Después de una pequeña espera nos atendió. En primer lugar ni se acordaba como se llamaba su paciente. Buen comienzo… Mi hermana le entregó una nota. Era un informe sobre su comportamiento en el hospital. Donde le comentaban sus escapadas a robar pastillas de los carros de los pasillos (remarco que se trataba de cualquier pastilla no las que ella toma habitualmente) De sus ataques histéricos (el último con convulsiones y la necesidad de seis enfermeras para sujetarla). De la falta de psiquiatras que la atiendan (cuyo interés es nulo o inexistente) y un largo etcétera. El medico se leyó la nota en silencio. Acto seguido se la guarda sin decir nada. Le pregunta si se sigue tomando las pastillas. Yo añado que a puñados y que ya viene siendo hora de que se le cambie el tratamiento. Me mira impasible y me dice que no. Le comento que la situación es infrahumana. Me dice que no hay solución. Le pregunto por la operación y me dice que no la van a operar, porque es adicta a las pastillas. Le digo que por lo menos la visite alguien, que le den algo de esperanzas. El me dice que no va a servir de nada. Yo me mosqueo y le digo que si hay otra solución y me dice que no. Le pregunto si la solución se consigue pagando. Se lo piensa un poco y luego me dice que no cree. Le digo que las pastillas son una mierda (en serio no curan ni alivian) Solo poseen un efecto curioso y aterrador. Cuando te tomas una dosis te pasas 6 horas más tieso que una estatua. A la siguiente dosis todo el cuerpo se desboca y el break dance mas extremo no es nada comparado con lo que llega a moverse el cuerpo entero de la persona afectada. Con aceleración de los movimientos, saltos y brincos y “retuerzos” varios. No hay término medio. Por lo menos en una persona de 42 años. Ignoro lo que le pasa a un paciente más anciano. Le digo que por qué no pedimos ayuda a un psicólogo, ya que en el hospital donde se encuentra no le hacen ni caso al respecto pesar de la petición de enfermeras y celadores. Me dice que no es necesario. Le insisto en que si ve normal como una persona tan joven no tenga ayuda psicológica, y no sólo por su enfermedad, sino por la adicción a unas supuestas pastillas “aliviadoras” de los temblores que por cierto valen una pasta gansa y que curiosamente, frente a mí, en la mesa de su eminencia hay un curioso pisapapeles de metra quilato con varias muestras flotando en su interior. Se lo piensa. Me dice otra vez que no es necesario. Entonces yo le ataco. Le amenazo con poner la situación ante la prensa, sobre todo ante la televisión y ante una productora especializada en programas de investigación de errores garrafales del entorno social. Me mira. Se levanta y sale fuera. Me dice que me puede hacer un papel para el médico aunque si yo comento algo en prensa tampoco va a servir de nada. Me lo dice con una sonrisita maliciosa. No parece que le he intimidado demasiado. Cosas peores habrá visto y se habrá salido con la suya. Me da la nota para solicitar psiquiatra. Luego me habla de un tratamiento en el Hospital del Mar pero me dice que no va a servir de nada. En todo caso más adelante. Le digo que llevamos ya como ocho años con el tema de más adelante. Le pregunto si ve normal que una persona tan joven se pase el resto de su vida en un geriátrico simplemente esperando la muerte ya que al parecer no hay solución. Me dice que no hay otra cosa pero que si quiero ir a ver otro médico estoy en mi derecho aunque (insiste) no va a servir de nada. Salimos de la consulta. Pedimos la ambulancia. Miro la nota y entonces flipo. Cito lo que me pone textualmente:
Enferma de Parkinson evolucionado presenta tendencia al consumo exagerado “según un familiar”.
¡Flipo, pepinillos como dirigibles multicolor fashion de la muerte! ¿Ahora resulta que yo estoy sugiriendo que mi hermana es una Yonky? ¿Después de que se le avisa desde los tres hospitales donde se ha encontrado ingresada?
Estrofa cuarta: Perros de la Guerra.
Es misma noche llega a casa mi cuñado y su hermana (una de las 7 que tiene), un personaje capaz de sacar de quicio hasta Job y con un complejo de sargento que ríete tu del personaje de Lou Gosset Jr en Oficial y Caballero. En primer lugar me comenta que no han podido vender el piso de su madre (del que todo el mundo en su familia espera ganar una pasta gansa aunque sea arrancándose los ojos y lo que no son los ojos) como si a mí me importase. Me dice que por culpa de una escritura no firmada que no van a poder hasta por lo menos tres meses... Y que no hay dinero. Vaya casualidad justo el día en que mi cuñado me debe pasar la manutención de los niños (vamos 100 euros por los dos y para todo el mes…) que incluye, desayunos, comidas, meriendas, cenas, agua, luz o material escolar. La sargenta de hierro, entre manotazos en el aire y gritos jilgueriles se caga en su madre y en todos los santos del cielo por todas las desgracias que están pasando y yo me empiezo a preguntar si se piensa que yo soy tonto o algo por el estilo. Me dice que su pobre hermano no ha ido a trabajar en tres días (curiosamente él lleva el petate de trabajar puesto), que está muy deprimido y bla bla bla y un millón de blas más todos seguidos y ininterrumpidos. A todo esto se marchan sin la espléndida aportación alimenticia. Pero aquí no acaba todo. Antes de irse me dice: “¿Tu qué vas a hacer en Navidad?” una pregunta que aun ni me la planteo ni me preocupa. Le digo que no lo sé aun pero que igual me voy a casa de la suegra (con o sin niños dependiendo que planes tenían ellos) Entonces me dice: “Tu le das la llave de tu casa a mi hermano y que celebren ellos la Nochebuena y así se quedan todos a dormir… Es que yo me voy a casa de mis cuñados como cada año y la criatura y los niños no se van a quedar solos”. Yo alucino más que con el médico. O sea, me está organizando las Navidades quiero o no, teniendo que acarrear (así con todo el morro) con su hermano (una persona que ha machacado como a unos perros a mi hermana y a mis sobrinos como si nada… ) Lo curioso es que él no puede quedarse ese día en su casa ¡¡¡ y eso que él duerme allí!!! Yo estoy aun que no me lo acabo de creer. ¿Se supone que ella me dice lo que tengo que hacer yo en mi casa? ¿Qué será lo próximo? ¿Qué ya que mi cuñado se queda se traslade a vivir conmigo definitivamente? No se… pero viniendo de una persona que envió a un internado a su sobrino huérfano de 7 años porque su hijo le había cogido celos y, al parecer y según ella, aquella criatura era peor que Damien y la niña del exorcista en sus peores momentos y con tripis hasta las cejas… Antes de que pudiese reaccionar ya se habían ido.
Estrofa quinta: Pulso.
El domingo por la mañana la Sargento de Hierro y el capullo de mi cuñado aparecen en casa a buscar a los niños. Mi cuñado me da 300 euros. Cien con para la manutención de todo el mes y el resto para pagar el colegio. ¡Toca cojones! Su hermana va y me suelta que el pobre solo le quedan 100 euros para pasar el mes, lo que aprovecha de nuevo para organizarnos las Navidades en mi casa y sin mi permiso. Me refriega una docena de veces que mis sobrinos no pueden quedarse solos (por cierto cosa que ahora preferimos mil veces después de dejarles el pasado fin de semana los niños a su cargo y descubrir que una de sus tías, debido al alcohol, se había olvidado de ellos y los había dejado en la calle hasta las 11 de la noche sin aparecer y, para más INRI la Sargento de Hierro había puesto pegas para que los niños durmiesen en su casa, cosa que había obligado a mi cuñado a tomar la determinación de llevar a los niños a un hotel y que al final no fue aunque a regañadientes), que su padre ha de celebrar las Navidades con ellos (en mi casa durmiendo la mona se entiende) etc, etc… Entonces me niego. Y me insisten. Para pararles los pies les cambio de tercio y les digo si se han planteado en darnos la custodia (las asistentas sociales y tutores escolares de los niños me los han sugerido). Para que decirlo. Los dos se lanzan hacia mí como dos lobos. Me tratan de comer la olla con temas que ya se de antemano y que no tienen razón (uno ya es lo suficientemente avispado como para enterarse por otros medios de los pasos a llevar y acerca de los derechos y los no derechos que tiene cuando se mete de cabeza en un tema de esa índole). Veo que ella ésta, sobre todo, muy al tanto de las ayudas que da el gobierno (La asistenta social ya me advirtió sobre todo que me diese prisa si no quería que un ejército de hermanas con alma caritativa reclamasen, como por arte de “Birlí Birloque”, su interés por la custodia de sus sobrinos.) Me vuelven a comer la olla con temas familiares, sobre el cabronazo de su padre (el abuelo de los niños) y como el puto viejo se muere por los huesos y lo que no son huesos de su hijastra, que por cierto vive y duerme con él en la misma m cama, eso a aparte de ser una requetegolfa y una binguera de narices y miles de cosas más dignas de la familia Munster y os Adams juntas. Al final se van y yo y Miguel tomamos decisiones drásticas al respecto. Aquí no celebra nadie la Nochebuena sin nuestro permiso. Punto y pelota.
Antes de ayer mi cuñado me citó en la calle. Al parecer estaba hasta los huevos de las facturas del colegio de sus hijos. No si en quejas no hay quien lo gane. Pero dar la cara en el centro cívico (reuniones de tutores, festivales, notas y material escolar) nothing de nothnig… Le comento que si no está de acuerdo con lo que pone en os recibos, que lo reclame. Me dice que está pensando en algo al respecto (nada bueno al parecer) y lo va a poner en marcha. Los niños juegan en los columpios ajenos a las tonterías que suelta su padre. Como siempre con un par o tres cervezas de más. Me dice que no tiene pasta y que todo le sale mal. Yo me acuerdo de la justicia divina y de cómo el que cosecha tormentas acaba recogiendo tempestades. Le hablo de su hermana y de lo mandona que es y de que se meta sus sugerencias y sus órdenes por donde amargan los pepinos. Por otro lado pienso que la calle no es el mejor sitio para discutir temas personales y más cuando estamos rodeados de vecinos con la antena puesta en nuestra conversación.
Estrofa septima: ¡Alto!
Hoy me ha llamado la Sargenta de Hierro. Primero me ha pedido que le llame al móvil (de esta forma pago yo) siempre me lo hace. Como si a mí no me costase un duro llamar por teléfono. Entonces, después del primer pase me ha preguntado (entre sorprendida y mosqueada) qué había pasado ayer con su hermano… Entonces he visto la oportunidad y le he soltado todo lo que pensaba de la situación familiar, su actitud y sobre lo que pensaba de toda su familia y parientes vivos y muertos. La conversación se ha ido acalorando por momentos y, como en el mejor de los “pressing catch” nos hemos turnado Miguel y yo al teléfono. Ella me ha jurado por todo bicho viviente que no tenía intención de mangonearnos y menos de faltarnos al respeto. Al final y entre los dos y sin cansarnos lo más mínimo, la hemos puesto en su sitio. Por cierto, durante la conversación descubrimos cosas, detalles tales como que su familia no quiere ver a mi hermana ni en pintura porque, por culpa de su enfermedad había jodido la vida de su hermano (cosa que en joder vidas él es un auténtico experto), o también (hay que joderse) porqué rechazamos la presencia (dormir incluido) de su hermano en nuestra casa (sabiendo ella perfectamente que él ha maltratado a mi hermana y a los niños) No, si al parecer ya íbamos bastante bien encaminados pensando que dentro de nada mi cuñado tenía intenciones de ocupar el sofá de casa de forma indefinida… Miguel le ha puesto al día sobre temas económicos y sobre sus no responsabilidades. Yo me he cagado en toda su familia por triplicado. Al final del día he llamado a la asistenta social para solicitar un encuentro colectivo. La cita: El próximo martes. Curiosamente viene la Sargento de Hierro dentro del lote. Hasta ese momento todo está parado, como en el ojo de un huracán.
4 comentarios:
Muchisimo ánimo tío. Tenéis que conseguir que esos críos no acaben en manos de semejante tropa.
Desde aquí todo mi apoyo...no se que más decirte
bsos
Edu
¡Jo! ¡Rich! ¡Ahora que quería ir a vuestra casa a celebrar las Navidades con unos amigos ucranianos! (no hace falta que estéis vosotros si no os gusta la col fría fermentada.)
Bueno, chavalote, tenía que llegar el día ¿no? Me gusta mucho la imagen del "pressing catch" telefónico entre Miguel y tu. Por cierto, conecta el móvil, rey, que te llamo y no hay forma.
¿La Iron Seargent es la que yo conozco, o una de las pegonas?
Es la que, desgraciadamente conoces tu. Si quieres ver mas pressing cathc pasate por el post "renovar o destrozar". Te vas a partir de la risa.
No si va a ser cierto que el circo de cuatro pistas de los hermanos Tonneti ha llegado a la ciudad cargado de payasos (pero los de vicio) no los porfesionales.
Lo flipo Richard. Entre médicos y familiares, vaya colección de caraduras.
Creo que Miguel y tu estáis haciendo lo correcto, aunque no va a ser una tarea para nada fácil y sin duda esta decisión va a cambiaros la vida radicalmente. Seguro que no esperariais tener niños corriendo por casa tan pronto, ¿verdad?
Cuenta con tus amigos, ya sabes que puedes llamarme al móvil siempre que quieras; pero llama tu ¿eh? (es broma... me vale con un SMS o una llamada perdida) :D
Ese arranque de lucidez en tu hermana es una pequeña puerta abierta a la esperanza, porque el primer paso tiene que salir de ella; no sé qué posibilidades de recuperación tiene el párkinson, pero esa es sólo una parte del problema, de lo que estoy seguro es de que su situación personal puede mejorar mucho si ella misma se hace consciente de ella y lucha desde dentro por romper el círculo vicioso en el que ha caido. Por pequeña que sea esa mejora valdrá la pena.
Un abrazo, a los cinco.
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