Primero estas tu como individuo, te siguen dos padres, cuatro abuelos, ocho bisabuelos, dieciséis tatarabuelos, treinta y dos tatara bisabuelos, sesenta y cuatro tatara tatarabuelos, ciento veintiocho tatara tatara bisabuelos… Bien, suponiendo que cada generación se renueva, más o menos, cada veinte años hace cuatro mil años (más o menos cuando Egipto era potencia respetable) había hecho falta un millón cuarenta y ocho mil quinientos setenta y seis antepasados (suponiendo que un hubiera cruces entre ellos) para que tu estés sentado leyendo este post. El milagro estriba en que para que eso haya sucedido todos ellos han tenido que sobrevivir hasta, por lo menos, la concepción de la siguiente generación. Cualquier fallo, cualquier error de cálculo (por ejemplo y en mi caso, que ambos progenitores son de diferente país) podría haber sido catastrófico. Hay que pensar que para que exista un sujeto dentro de cuatro mil años el millón y pico de individuos ha de ser siempre constante. Si contamos que durante el trayecto de generación a generación la humanidad sufre todo tipo de penurias como guerras, plagas y otros sucesos catastróficos es un milagro que en estos momentos existamos sobre la faz de la tierra. ¿Pero qué sucede con sujetos (como un servidor) que no tiene hijos (ni tiene intenciones de tenerlos, a mi pesar)? ¿Somos genealógicamente inútiles? Pues no. En absoluto. Al parecer nuestra presencia puede servir como enlace para que personas genealógicamente aptas puedan conocerse y concebir así una nueva generación. Otra cosa que hace pensar es en todos aquellos seres que no han podido concebir hijos debido al azote de las penurias. Pongamos por ejemplo la Segunda Guerra Mundial con aproximadamente cincuenta millones de muertos. Si aunque solo una cuarta parte de ellos no pudo haber concebido, el numero de sujetos de una generación futura que se han perdido es escalofriante. Pero ricemos un poco el rizo. Supongamos que tus padres no se hubiesen conocido y sin embargo ambos se hubieran casado con otras personas. Entonces existirías en dos sujetos diferentes con otros rasgos aunque si manteniendo algunos de los que posees ahora. Lo que da más grima de todo es que posiblemente eso (debido a casualidades del destino ya haya sucedido y otro yo tuyo se encuentre merodeando por ahí. Quizás se encuentre en estos momentos sentado frente al ordenador leyendo este post…
Hacía tiempo que quería escribir. Es decir, hacerlo siendo yo mismo, sin estar pendiente de una fecha de entrega o a cambio de un talón. Creo que ya va siendo hora de armarme de valor, de entrar en el caserón, de abrir ventanas y puertas y permitir que la luz invada su interior. Necesito dar forma a los fantasmas, atraparlos, enfrentarme a ellos y asumir que, en el fondo, también forman parte de mi vida.
jueves, septiembre 06, 2007
Ecuación genealógica
Hay cuestiones que, a veces, si les prestas suficiente atención pueden llegar a marcar tu vida o por lo menos estrujarte la neuronas durante el resto de tu existencia. Algunas producen paranoia como aquella que dice “En el mundo sólo existes tu, el resto sólo es producto de tu imaginación”, “Dos hermanos gemelos se casan con dos hermanas gemelas, ambas parejas conciben un bebé al mismo tiempo. Los padres saben que los bebes serán del mismo sexo Ergo ¿serán ambos niños idénticos?” o aquella tan extraña de “¿Si la rama de un árbol se rompe en mitad de un desierto y no hay nadie allí en ese momento produce algún sonido?” Un buen día saliendo de una clase de Historia mi profesor, un señor muy serio y muy huraño me cuestionó: “¿No te has llegado a preguntar cuanta gente ha hecho falta para que nosotros estemos ahora aquí, hablando en este momento?” La verdad es que en ese momento no eché muchas cuentas, pero la pregunta se quedó a modo de semilla en mi cabeza esperando un día poder ser germinada. Pues bien, ha llegado el momento y aquí está el resultado final del recuento, por lo menos una gran parte de él.
Vamos a ver…
Primero estas tu como individuo, te siguen dos padres, cuatro abuelos, ocho bisabuelos, dieciséis tatarabuelos, treinta y dos tatara bisabuelos, sesenta y cuatro tatara tatarabuelos, ciento veintiocho tatara tatara bisabuelos… Bien, suponiendo que cada generación se renueva, más o menos, cada veinte años hace cuatro mil años (más o menos cuando Egipto era potencia respetable) había hecho falta un millón cuarenta y ocho mil quinientos setenta y seis antepasados (suponiendo que un hubiera cruces entre ellos) para que tu estés sentado leyendo este post. El milagro estriba en que para que eso haya sucedido todos ellos han tenido que sobrevivir hasta, por lo menos, la concepción de la siguiente generación. Cualquier fallo, cualquier error de cálculo (por ejemplo y en mi caso, que ambos progenitores son de diferente país) podría haber sido catastrófico. Hay que pensar que para que exista un sujeto dentro de cuatro mil años el millón y pico de individuos ha de ser siempre constante. Si contamos que durante el trayecto de generación a generación la humanidad sufre todo tipo de penurias como guerras, plagas y otros sucesos catastróficos es un milagro que en estos momentos existamos sobre la faz de la tierra. ¿Pero qué sucede con sujetos (como un servidor) que no tiene hijos (ni tiene intenciones de tenerlos, a mi pesar)? ¿Somos genealógicamente inútiles? Pues no. En absoluto. Al parecer nuestra presencia puede servir como enlace para que personas genealógicamente aptas puedan conocerse y concebir así una nueva generación. Otra cosa que hace pensar es en todos aquellos seres que no han podido concebir hijos debido al azote de las penurias. Pongamos por ejemplo la Segunda Guerra Mundial con aproximadamente cincuenta millones de muertos. Si aunque solo una cuarta parte de ellos no pudo haber concebido, el numero de sujetos de una generación futura que se han perdido es escalofriante. Pero ricemos un poco el rizo. Supongamos que tus padres no se hubiesen conocido y sin embargo ambos se hubieran casado con otras personas. Entonces existirías en dos sujetos diferentes con otros rasgos aunque si manteniendo algunos de los que posees ahora. Lo que da más grima de todo es que posiblemente eso (debido a casualidades del destino ya haya sucedido y otro yo tuyo se encuentre merodeando por ahí. Quizás se encuentre en estos momentos sentado frente al ordenador leyendo este post…
Primero estas tu como individuo, te siguen dos padres, cuatro abuelos, ocho bisabuelos, dieciséis tatarabuelos, treinta y dos tatara bisabuelos, sesenta y cuatro tatara tatarabuelos, ciento veintiocho tatara tatara bisabuelos… Bien, suponiendo que cada generación se renueva, más o menos, cada veinte años hace cuatro mil años (más o menos cuando Egipto era potencia respetable) había hecho falta un millón cuarenta y ocho mil quinientos setenta y seis antepasados (suponiendo que un hubiera cruces entre ellos) para que tu estés sentado leyendo este post. El milagro estriba en que para que eso haya sucedido todos ellos han tenido que sobrevivir hasta, por lo menos, la concepción de la siguiente generación. Cualquier fallo, cualquier error de cálculo (por ejemplo y en mi caso, que ambos progenitores son de diferente país) podría haber sido catastrófico. Hay que pensar que para que exista un sujeto dentro de cuatro mil años el millón y pico de individuos ha de ser siempre constante. Si contamos que durante el trayecto de generación a generación la humanidad sufre todo tipo de penurias como guerras, plagas y otros sucesos catastróficos es un milagro que en estos momentos existamos sobre la faz de la tierra. ¿Pero qué sucede con sujetos (como un servidor) que no tiene hijos (ni tiene intenciones de tenerlos, a mi pesar)? ¿Somos genealógicamente inútiles? Pues no. En absoluto. Al parecer nuestra presencia puede servir como enlace para que personas genealógicamente aptas puedan conocerse y concebir así una nueva generación. Otra cosa que hace pensar es en todos aquellos seres que no han podido concebir hijos debido al azote de las penurias. Pongamos por ejemplo la Segunda Guerra Mundial con aproximadamente cincuenta millones de muertos. Si aunque solo una cuarta parte de ellos no pudo haber concebido, el numero de sujetos de una generación futura que se han perdido es escalofriante. Pero ricemos un poco el rizo. Supongamos que tus padres no se hubiesen conocido y sin embargo ambos se hubieran casado con otras personas. Entonces existirías en dos sujetos diferentes con otros rasgos aunque si manteniendo algunos de los que posees ahora. Lo que da más grima de todo es que posiblemente eso (debido a casualidades del destino ya haya sucedido y otro yo tuyo se encuentre merodeando por ahí. Quizás se encuentre en estos momentos sentado frente al ordenador leyendo este post…
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1 comentario:
Es posible que los hijos de esas parejas de gemelos fueran idéntico, pero no es probable. Me explico: dos hermanos gemelos (univitelinos o proviniente del mismo zigoto) comparten el 100% de sus genes, que a su vez es un 50% de su padre y otro 50% de su madre. Un hijo de uno de los gemelos con una de las dos gemelas se repartiría la dotación genética al 50% por ciento también, así como su primo, el hijo del otro gemelo y la otra gemela. Ambos tendrían una mitad de cada progenitor, ¿pero la misma mitad cada uno? Porque sabemos que tienen la misma proporcion de genes materno y paternos y que estos en su totalidad son idénticos a la de la otra pareja, pero al tomar una sola de dos parte, la combinación les podría hacer diferentes. ¿Cual sería la propabilidad de que heredaran las mismos componentes genéticos?.
Tenemos la dotación paterna de la que tomaran una mitad (P1 o P2) y la dotación materna de la que tomaran otra mitad (M1 o M2). Uno podría expresar genéticamente P1 y M2 y el otro P2 y M1, o P1 y M1, o P2 y M2. (Me parece que la posibilidad de que sean identicos en cuatro factorial: 4x3x2x1, Miguel lo sabrá mejor que yo).
Pero además, esto no es verdad, sólo sirve como ejemplo de que no tienen que ser iguales, porque la mitad de información genética a su vez estaría recombinada, quiero decir que no sería cualitativamente siempre la misma mitad, con lo cual, lo más probable es que fueran diferentes
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