sábado, septiembre 29, 2007

Pequeños pasos... Grandes logros

Si, lo sé hace bastantes días que no escribo nada. Entre que ando con este bajón tan tonto que (no se despega de mí ni con agua caliente) que a veces hace que no te apetezca escribir por cualquier otro motivo y por diversas cuestiones, más o menos banales… Si, también lo sé no son más que excusas. Pero no todo es amodorramiento ni apatía. A lo largo de los días que han pasado han sucedido cosas , pequeñas, que animan a uno a remontar y seguir caminando.

El miércoles fui al colegio de los niños: Ya no es una visita furtiva como las de antes. Ahora si voy es porque he de levarles algo (en este caso una videoconsola que se le estropeó a mi sobrina)y que esperaba como agua de mayo. Cuando llegué me encontré de bruces con Silvia la directora. Me dijo alegremente que quería hablar conmigo. Nos fuimos la despacho y me preguntó cómo había ido todo. Yo le conté todos los detalles sobresalientes del verano, en especial el viaje que más que viaje se había convertido en una terapia familiar bastante satisfactoria sobre todo con mi sobrina. Le comenté como iba evolucionando la enfermedad de mi hermana (porque en ese sentido quien evoluciona es la enfermedad y no ella) y el tema de las pastillas. Respecto a los niños me comentó que mis sobrina había encajado muy bien en el nuevo grupo de compañeros de clase (ha tenido que repetir curso, y no se lo reprocho por motivos y situaciones que ya todos sabéis) Como ella son más niños, mucho más inocentes y hacen mucha piña entre ellos cosa que me alegró mucho. Le comenté a Silvia que con los críos hablo casi cada día. Que me llaman ellos, estando su padre de por medio. Al parecer con la llegada de la novia de mi cuñado la situación se ha suavizado por momentos. Pero sólo de momento. Después de tantos planchazos no me fío nada y en cualquier momento puede estallar el polvorín de nuevo. Ya sé que no es una novedad pero hace unos días mi sobrino me comentó que su padre y sus tías se habían vuelto a pelear. Supongo que él debe estar mucho más centrado en su nueva relación y ésta debe poner una serie de condiciones y una debe ser que las hermanitas cuanto más lejos mejor. La Sargento de Hierro sobre todo. Sé que una de las peleas ha sido con ella. Anda medio desquiciada con vete tú a saber y como dicen por estos lares “no rondina” (no funciona como debe ser)… También ah vuelto la otra tía. La que vivía y compartía ( y que ahora lo vuelve a hacer) muchas otras cosas con su padrastro (el abuelo de mis sobrinos). Se ve que ha venido guerrera, aparte de que ha pulido el dinero que le dieron por la venta de la casa de su madre en el Bingo (perdonadme este apunte pero personalmente encuentro estúpido que si te dan, por ejemplo, doce mil euros te los pulas enteritos por conseguir un permio mucho menor marcando equis en un cartón con numeritos) supongo que la ludopatía debe funcionar con esta absurda lógica. Vamos que están ocupados y entretenidos como niños recién llegados a una ludoteca. Yo estoy pensando que mi bajón viene debido a que no llevo el ritmo de tensión que llevaba antes. La adrenalina se debe aburrir de ir por mis venas sin motivo aparente de ello que esté tan apático. Me hace falta marcha. Es posible. Pero no necesito la que tenía hace varios meses atrás, ¡por Dios! Quiero otro tipo de estrés, por lo menos uno más productivo. Lo del divorcio está un poco abandonado. Es una de las cosas que he de pillar por los cuernos (¡joder! menuda alegoría me ha salido) y ponerlo en marcha. Supongo que os preguntaréis si he ido a ver a mi hermana… Pie si, fui el jueves por la tarde y estuve un rato con ella pero antes estuve un rato tomando un café con María. Hablamos de cómo estaba la situación. Me comentó que los enfermeros, como si se tratase de domadores de fieras del circo van tratando de domesticar la adicción de mi hermana. Entretenidos están un buen rato, entre que la vigilan, la persiguen por los pasillos y las broncas que le meten cuando la encuentran con la mano dentro del cajoncito de medicamentos. María estaba un poco preocupada porque hacía unos días atrás una enfermera le llamó la atención por dejar a mi hermana como un trapo después del episodio de las pastillas en mi casa. Estaba preocupada por si hacía mal riñendo a mi hermana. Yo le dije que no se preocupase que viniendo de ella no me molestaba. María se ha convertido en alguien muy importante en la vida de mi hermana. Por lo menos cumple el cometido de “madre adoptiva” y eso es bueno, pienso yo. Sé que mi madre habría actuado de la misma forma que ella, e incluso con mucha menos permisividad. Un día me gustaría explicar en un post sobre los extraños lazos emotivos y solidarios que se producen en los hospitales. Cuando llegábamos de la cafetería nos encontramos a mi hermana en el pasillo. María le dio un bocadillo (que le hace ella den casa y que mi hermana agradece mucho) y yo le entregué la compra que le había hecho y que me había encargado ella por teléfono. Hablamos poco. Lo reconozco. Aun me dura el enfado. Bueno, más que enfado frustración. Le comenté que los niños vendrían este domingo a casa y que se los llevaría a ver. De momento no quiero que venga a casa, después de lo que hizo y en muestra de mi enfado. Debe aprender a respetar, lo siento pero pienso que es así. Aunque a veces también pienso que me equivoco... La situación vivida días a tras me ha dado por analizar cosas respecto a ella y a mi cuñado. Durante algunos instantes me he convertido en el “Abogado del Diablo” y he puesto en la balanza todos y cada uno de las situaciones que ellos han vivido o me consta que han vivido durante los diez años que la enfermedad entró como una okupa en sus vidas. He de reconocer que la adicción a las pastillas saca que quicio a cualquiera. Es una bestia indomable, o perversa, astuta y muy feroz. Una bestia que se esconde con un traje de excusas y misericordia pero a la que menos te esperas te ataca con la misma fiereza que un guepardo a su presa. Tratas de buscar culpables y, tirando del ovillo ves que tanto mi cuñado como mi hermana no son tan responsables como parece. Hace poco un comentario, en este blog, de una persona que padece la misma enfermedad que mi hermana y que por ende conoce muy bien su situación me hizo mucho pensar en la situación que estamos viviendo. En el comentario me decía, más o menos, que los médicos desconocen bastante la situación de los enfermos (jóvenes) de Parkinson. A mí también me ha dado esa sensación. Los suelen tratar como ancianos y por ello también les proporcionan la misma medicación que a los ancianos. Y no es lo mismo el metabolismo de una señora de 80 años que el de una persona de 43. Ambas tienen muchísimas diferencias sobre todo en lo referente a la vitalidad. Por lo que he leído (y comentado el mismo neurólogo de mi hermana) es que las pastillas que ella toma producen dependencia en enfermos jóvenes, incluso hay casos en los que los enfermos han cometido suicidio… Y si lo saben o por lo menos lo sospechan ¿por qué no lo remedian? Sé que las pastilla también producen trastornos obsesivos compulsivos. He llegado a leer que hasta producen casos de ludopatía que no es más que un comportamiento obsesivo compulsivo. Ahí explicaría las reacciones de mi hermana. Pero de momento ese trastorno no se remienda ni por parte del centro médico ni por parte de su neurólogo (que por cierto la ve de uvas a peras por no decir que ya casi nunca). A lo que iba… Comprendo que la situación que ha vivido mi cuñado con una persona con semejante cuadro saque a uno de quicio. Conmigo consiguió desquiciarme en menos de diez minutos, aunque yo no utilicé las manos ni los puños para remediarlo. Imaginaos por un momento una convivencia de casi 24 horas con una persona en estas condiciones… ¿Qué mi cuñado no es la mejor persona para afrontar esta situación? No lo niego. Nadie en su sano juicio es capaz, por mucha paciencia que se tenga, de convivir con un problema de semejante envergadura. Pero de no soportarlo a tener que llevarlo al extremo absoluto del salvajismo por ahí no paso. Es una situación demasiado grande para alguien tan escaso en recursos. No justifico con ello su actitud, es más la condeno y batallaré por que pague por lo que ha hecho y sobre todo por lo que ha hecho a la memoria y las vivencias de esos dos niños. Soy magnánimo pero no gilipollas.

Mi último paso de gigante para mí. Es conseguir nadar hacia atrás. Os recuerdo mi terrible fobia con agua. Si para mi conseguir meterme en el agua y nadar normalmente ha sido todo un logro imaginaos lo que puede ser dejar que el cuerpo flote cual nenúfar sobre un estanque. Llevaba intentando hacer mucho tiempo atrás. El pasado jueves, después de resolver asuntos pendientes con mi hermana nos fuimos Miguel Eva y yo a la piscina (un Spa municipal donde somos socios y hay piscinas de agua de mar con chorritos de todas clases) En un momento dado me dio por intentarlo. Hacía días que la frasecita: “Si no lo afrontas tu no lo hará nadie por ti” (variante de “Si no aportas una solución entonces forma parte del problema”…) me venía rondando la cabeza como una cascabel dentro de la coraza de hiero que lo envuelve y hace tintinear. Así que me dejé llevar. Si hubo momentos de miedo. Pero como sucede en las películas una vocecilla (creo que la mía o de mi ángel custodio) me decía que no temiera y que fuese dejándome llevar. Así lo hice y acabe panza arriba sobre la superficie del agua. Incluso le di unas cuantas brazadas y hasta le pille gusto y todo. Parecerá una tontería pero ese pequeño logro ha sido muy positivo en mi estado de ánimo. Aunque aún le queda para recuperarse un poco más.

3 comentarios:

Esther Yébenes dijo...

Muchas felicidades por tu gran logro, Richard. Estamos orgullosos de tí!

Djabliyo dijo...

Congratuleisions, Meri!! La próxima prueba: verte de una sentada la primera temporada de Friends!!

Puss Puss

foscardo dijo...

te he dicho alguna vez lo cuanto que te odio??