lunes, julio 28, 2008

Dime cómo te llamas y te diré de qué careces

Llevo días dándole vueltas a un tema muy simple pero que siempre me ha llamado mucho la atención. Es un tema que tiene que ver con nuestro nombre, en concreto con aquellos nombres que denotan un significado referente a unos valores que curiosamente carecen de valor sobre la persona que los posee. También sobre aquellos nombres que nos asignan (yo con el mío estoy muy contento) y que se posan sobre nuestra espalda como una pesada losa, o como la bola del mundo sobre los hombros de Atlas.
Por regla general los nombres solían ponerse por tres principales razones. La primera era porque habías nacido un día concreto donde predominaba la esencia divina de un santo. Muchos Jorge, María, José, Ana, Juan, Pedro… nos han venido impuestos por caer sobre su fichero (como fichas sobre de un juego de tablero llamado “El Juego de la Vida”) La segunda razón es para denotar una virtud (o defecto) en la futura persona a modo de estigma sangriento que acompañara el resto de nuestros días In Secula Seculorum Amen. El tercero es el aquel que nos cae encima cuando tu padre, tu madre o laos abuelitos deciden llamarte igual que el pariente cercano o lejano (aunque por regla general tu padre o tu abuelo) como para que, de esta forma y con ello tal personaje continuase vivo entre nosotros (¿no es espeluznante que te llamen como un hermano que se murió y que ahora tu ocupas su lugar? De eso Salvador Dalí sabía mucho), creando una ristra de generaciones de Juanes, Pepes, o Rafaeles estiradas como chicles hasta el infinito y más allá. No sé, siempre he pensado que llamarte igual que otro familiar es como que tu personalidad pierde fuerza y no eres único.
Pero a mí, de todas estas razones mencionadas, la que más me llama la atención es la segunda. “¿A quién puñetas se le ocurrió llamarme Angustias?” “¿Quién fue el graciosillo o graciosilla de llamarme Cesáreo?” “¿Por qué me llamo Caridad si a mí me gusta ser una arpía egoísta y manipuladora?” “Mis padres me llamaron Consuelo y yo soy un alma en pena que busca consuelo en los demás…” “Pues anda que yo que me llamo Soledad y tengo siempre la casa llena de gente…” Y así con otros peculiares nombres como Esperanza, Milagros, Remedios, Soledad, Dolores, Primorosa, Eustaquio, Salvador… Si los miramos como simples nombres algunos son hasta bonitos, suenan incluso bien, pero no debemos olvidar que un nombre determina a una persona y su sonido aporta unas vibraciones. Es nuestra marca de nacimiento. Sí, también es cierto que podemos modificarlos o transformarlos. Incluso eliminarlos de la faz de la tierra pero queramos o no su esencia permanece ahí.
Se me ha olvidado comentar dos modalidades a las tres mencionadas arriba. Una sería (para mí la más interesante) la de llamarnos con un nombre que no aparezca en nuestro árbol genealógico, porque que nadie se queje que si buscamos bien nombres sin usar en una familia hay a patadas. Es una forma de aportarnos un complemento nuevo a nuestra personalidad, sin perturbaciones del pasado, sin legados a los que servir, seguir y cumplir. Y en segundo lugar la moda de imponernos nombres ridículos elegidos en una noche de borrachera por nuestros progenitores o incluso elegidos a posta para jodernos el resto de nuestra existencia. Que sí, que sí, que llamarse Annakin, Barbie, Yoda, Spock, Eiueai o Johnantan de los Remedios es bonito pero puede pasarnos factura a lo largo de nuestra existencia.

4 comentarios:

Riesgho dijo...

Cuanta razón tienes... por un desliz de mi padre llevo el "maria" delante de mi nombre, tan sólo porque fué obligatorio en unos años y cuando nací aunque ya no lo era, mi padre por despiste me lo puso.
Para mis hijas busque nombre que no llevase nadie de la familia, y que tampoco fuesen del estilo de Yesica o Barbie, jejeje. Me decidi por nombres de siempre pero que no las obligase a oir de por vida aquello de "hay te llamas Fulanita como tu tía-abuela la que..."
Decidi que su nombre tenía que ser único entre los suyos y les puse Alicia y Laura. Por supueto sin el maria delante, jejeje

Saludos.

Anónimo dijo...

Muy interesante esto de los nombres psicosomáticos, nunca lo había pensado. "Dolores" "Angustias" ufff dan cosita. Yo me llamo Pedro Pablo porque mi madre quería que me llamase Pedro y mi padre Pablo, así que hicieron un cóctel y TACHAN! Saludation!

Por cierto el nuevo blog va cogiendo forma, me costo huevo y medio programar el reproductor, cientos de pruebas, etc. Échale un vistazo, a ver si te gusta más ahora:
http://videoentrevista.blogspot.com/

foscardo dijo...

Echado vistazo y añadido en mis favoritos. Interesnte propuesta la tuya.

Anónimo dijo...

De estos que comentais hay un par que son legendarios: Dolores Fuertes de Barriga y Armando Bronca Segura. Este último es ficticio, creo que "Bronca" no existe como apellido, pero el primero es perfectamente posible.

Cuando era chaval un compañero de travesuras se jactaba de haber encontrado en la guía el teléfono de un tal Sr. Conesa Cerda, y se dedicaba a llamar preguntando "¿Esta el Sr. Conesa Cerda?", y cuando le respondían que sí, decía "...que se ponga la cerda".

Cosas de críos.