miércoles, julio 04, 2007

Crónicas de Londres 4: Elizabethan Serenade

Toda ciudad tiene su música. No me refiero al típico ruido de los coches, de las motos, los autobuses, los ajetreados peatones o las máquinas taladradoras de turno. Me refiero a música de verdad, con composición y notas que danzan en un pentagrama. En definitiva sonidos armónicos que se introducen en los oídos y que en ocasiones se quedan marcadas al rojo vivo en las neuronas. Es posible que una ciudad tenga más de una música para una ciudad, o que varias personas coincidan en un mismo tema musical. Para mi Londres siempre me ha sonado a Elizabethan Serenade de Ronald Binge (15 Julio 1910, Derby – 6 Septiembre 1979, Ringwood, Hampshire) quizás su tema más conocido. Desde muy joven cada vez que escuchaba este tema, que por cierto han interpretado mil y un virtuosos (o no) de la música me venían imágenes de la ciudad del Támesis, el Big Ben, el London Bridge o Buckingham Palace. En toda mi vida he estado 5 ocasiones en la capital británica. Cuando viajábamos de vacaciones familiares siempre íbamos a Porstmouth (Hampshire) donde vivía mi abuela. La primera vez que visité Londres tenía 8 años. Fue de forma “accidental”. Me explico. Solíamos visitar Inglaterra en coche. Desde Barcelona atravesábamos Francia tomábamos el ferry en Calais y desde Dover nos dirigíamos a Portsmouth. Corría el verano de 1975 y sucedió un imprevisto. El Renault 6 de mi padre se averió. La avería era prácticamente irreparable en Inglaterra debido sobre todo porque era uno de los ejes de dirección del volante, y como todo el mundo sabéis en Inglaterra conducen por la derecha. Así que tenían que trae la pieza desde Barcelona para poder efectuar la reparación. La solución: Alguien tenía que trae la pieza. El elegido: El tío de mi madre. Así que una mañana tomamos el tren en dirección a Londres para recogerlo en Heathrow. Como llegaba por la noche aprovechamos para visitar la ciudad. Recuerdo cosas de ese primer viaje: La estatua de Eros de Picadilly Circus, el parlamento con el Reloj que custodia el Big Ben, el cambio de la guardia , el hotel Charing Cross situado junto a la estación (esa noche mis padre fueron al cine a ver El Exorcista) mientras el tío de mi madre nos hacía de canguro. Pero sobre todo eso destacaba el tema musical de Ronald Binge que sonaba en el hilo musical de la habitación del Hotel. Siempre que he vuelto ese tema ha sonado en mi cabeza y en esta ocasión no iba a ser menos. Salgo del hotel. Llueve. Mis planes de aquella mañana son tomar Picadilly Street hasta Picadilly Circus una vez allí caminar por Saftesbury Avenue (en pleno West End y rodeado de teatros donde se representan las mejores obras musicales del momento y de las que soy un gran admirador) hasta la tienda de Ciencia Ficción Forbidden Planet comprar unas figuras de personajes de LOST (perdidos) que estaban de oferta (cosa extraña) y luego dirigirme hacia el Museo Británico a saludar a unos “amigos” muy especiales a los que tenía muchas ganas de volver a ver. Antes de entrar en el museo me detuve en Museum Street en la tienda Playing Games para echar un vistazo y tratar de pillar algún juego de tablero de oferta. Por mi mayor (aunque también mejor) descubrimiento eran los dos dependientes de la misma. Un par de Bears tipo armario ropero de tres puertas y altos como robles. El cruce de miradas de ambos al verme entrar fue de antología. Yo me fui al piso de abajo buscar material de juego y ellos esperaron arriba jugando al Magic. Allí compre un tablero muy chulo para un juego y después de preguntarles por varios títulos que me interesaba (y que no tenían en esos momentos) me fui al museo. Fue en la tienda de juegos donde Mónica se puso en contacto conmigo y me comunico que acababan de llegar a Londres después de que en Madrid les pillase una huelga y los enviasen a otro aeropuerto cercano a la costa. Quedé con ella y con el resto de la expedición en vernos en el hotel o en todo caso cerca del mismo. Llamé a Miguel para comentarle lo de los impresionantes ositos de la tienda de juegos de tablero (ji,ji,ji,ji,ji…) y entre en el British. Antes de visitar a los “amigos” del museo comí un Sandwitch y me tomé un refresco y luego le compré a Miguel una camiseta de la Piedra Rosetta (por cierto en la ocasión que fui a Londres con mi padre, recién fallecida mi madre visitamos el British y pude meterle las zarpas a la susodicha piedra) Me dirigí hacia la sala dedicada a Mesopotamia. Allí me estaban esperando. Hay muchas cosas que me gustan del British Museum. Pero lo que más son los dos inmensos (e imponentes) Leones Alados que custodian un pasillo dedicado a las ruinas de Babilonia. Allí estaban los dos como esperándome. Me acerqué a ellos. Sonreí y saque la cámara para hacerles (por enésima vez) una foto. Estuve un rato en la sala contemplándolos y visitando los restos que custodian. Poco después me fui a visitar al tercer “amigo” que me esperaba con una solemne arrogancia. Entré en la sala dedicada a la antigua Grecia. Allí estaba, el Monumento de Nereida. Contemplarlo te sobrecoge una extraña sensación entre admiración y compasión. No es más que un pequeño templo encerrado en una sala de un museo lejos de donde fue alzado hace miles de años… Salgo del museo. Sigue lloviendo. Poco. Lo justo para ponerse la capucha y regresar hacia el Hotel. Me gusta pasear por Londres. Llueva o no tiene su encanto, todo es viejo, gótico (hago referencia al estilo narrativo y no al arte medieval) También puedes ver paisajes victorianos creados por Charles Dickens o de estilo pop como las tiendas “getaway” de comida internacional. Vuelvo a pasar delante del Teatro Palace (Ya no programas Les Miserables sino Spamelot un musical basado en Los Caballeros de la Mesa Cuadrada y sus Locos Seguidores de los Monthy Phyton) Ahora Les Miz lo representan en el Apollo, un poco más atrás. Cerca se dan cita Cabaret, Mary Poppins, Equus (con Daniel Radcliffe enseñando en toda su envergadura la varita mágica) y Mamma Mia. Cerca se encuentra Chinatown con sus calles en chino y sus comercios y restaurantes (con patos y calamares laqueados colgando alegremente de los escaparates) más pintorescos que los dejados atras... Londres es paseable. Definitivamente. Y no sólo porque es mayormente plana sino porque es Londres y suena a Elizabethan Serenade con cada una de sus calles, jardines, parques y patios interiores (más conocidos como Mews) .


(Continuará)

3 comentarios:

Esther Yébenes dijo...

Jo, te entran ganas de volver a pisar la capital inglesa...

Montamos un finde en algún puente?
Quién se anima?

(La Niña)

SisterBoy dijo...

¿Todavian venden esas papas gigantes gisadas con champiñones dentro?

foscardo dijo...

Sisisis y mas guarreridas mas.