martes, febrero 27, 2007

Sex in The Blog: El día que Charles Bronson me regaló su culo.

Hay gente que regala relojes, pulseras, cenas románticas, viajes a lugares paradisíacos o un Porche último modelo color verde fosforito. A mí me regalan culos. Sí, lo habéis oído bien, C U L OS tal y como suena con sus dos nalgas, pelos y su ojete en el centro. A ver, reconozco que es un regalo original, no muy práctico a la hora de llevarlo puesto porque, entre otras cosas aun no han inventado los pantalones para llevar dos traseros a la vez, pero es un regalo, y los regalos (según me dijo mi madre) no se desprecian ni se devuelven. El culo que me regalaron lo hicieron hace mucho tiempo, antes de llevar una vida conyugal. Me lo regaló un señor maduro y casado, de esos que se disfraza de marido y padre ejemplar de cara a su vecindario y que en privado ejerce una doble vida. Al señor en cuestión lo conocí en un chat, cuando este invento era divertido y uno solía acudir cuando era soltero y con las hormonas recargadas listas para disparar. Hay que decir que el tipo no era sobresaliente en temas de conversación, era de los que abrían un privado y te decía “Hola ¿Qué te gusta? Estoy caliente. Mido esto, peso lo otro soy así o me gustaría probar…” Yo por regla general cuando me entraban de esta forma pasaba olímpicamente. No quiero decir que a esas alturas de la función fuese de mojigato y buscase un príncipe azul montado a caballo y bla bla bla. Pero si iba a intimar con alguien por lo menos conocerlo un poco. Los polvos rápidos y anónimos no siempre han sido lo mío. Me gusta conocer a gente y más aun si va a haber algo de acercamiento intimo, que se le va a hacer, manías que tiene uno. Bueno, el sujeto en cuestión se me presentó curioso porque lo vi muy despistado. Hacía preguntas muy típicas de personas que no habían estado con otra persona de su propio sexo como “¿Me dolerá? Y que me harás? ¿Crees que puedo ser Gay?” y otras lindezas que ahora, a estas alturas no me acuerdo. En definitiva, lo vi muy perdido y ahí estaba yo para llevarlo hasta la luz. Como me aburría en casa y las hormonas estaban como bailando Hip Hop decidí quedar con él, entre otras cosas por las características que me proporcionó sobre su persona, una versión mejorada y más joven de ¡Charles Bronson! (El justiciero de la Ciudad mira por donde). El tío, constructor, tenía el despacho en Mataró, cerca de Barcelona pero en vez de quedar en el curro (aunque me lo propuso) quedamos en Granollers donde un amigo suyo le cedía (cual Jack Lemon en la película el Apartamento de Billy Wilder) su picadero privado. Nos citamos y apareció con su coche. Yo dejé el mío aparcado y me condujo hacia el nidito de amor. Hay cosas curiosas en esto de las citas a ciegas. En un porcentaje alto sabes que vas a mojar. Si te subes al coche con la otra persona las probabilidades suben un tanto por ciento más y si entras en la casa donde se va a consumar el acto aun mucho más. Entonces, ¿Por qué cojones y por mucho que lo intentes tu compañero no dice apenas ni pío en el momento que te presentas? Puede que sea tímido, se entiende, pero también puede que sea un psicokiller y no seas más que una de sus nuevas víctimas… en mi caso no fue así, menos mal. El tío en cuestión era novato pero supino, luego descubrí que se trataba de la versión autóctona del inspector Closseau y no lo digo porque fuese un policía camuflado, que no es el caso, sino porque era torpe hasta la risa. Cuesta creer que un tipo de cincuenta años casado y con hijos sea patoso en el tema del sexo, pero claro, no era lo mismos ligar con una mujer, donde el rol masculino es, (y en la mayoría de los casos) él que lleva la batuta y rompe el hielo que con otro hombre donde (y según como) los roles no están del todo definidos y la cosa puede terminar en una especia de lucha libre torpe y digna del circo de los payasos Tonetti. El lugar donde me llevó era algo así como el ático del moroso 13 Rue del Percebe. Una cama, un baño, una cocina office y un salón todo integrado. El típico picadero. El tío estaba nervioso. No sabía cómo empezar. Así que yo le sugerí que pasáramos por la ducha primero, nos relajásemos y luego lo que fuera surgiendo. Normalmente y en estos casos las duchas son compartidas, ya os podéis imaginar, yo te froto la espalda tu me la frotas a mí y lo que viene a continuacuión es coser y cantar. Pero no, el tío le daba corte ducharse con otro tío, manda huevos. Uno piensa “¿Te da corte, si dentro de unos minutos vamos a estar refregándonos y toqueteándonos como lombrices en celo?” pero bueno, hay gente tiquis miquis y yo no lo iba a juzgar mal por eso. Me duché yo primero (y pensé varias veces en la escena cumbre de psicosis) y cuando salí del baño no me encontré a Norman Bates, (menos mal), sino en la versión romántica de Charles Bronson. El tipo había ambientado la habitación atenuando la iluminación y encendiendo velas, un buen comienzo. Eso sí aun seguía nervioso. Después de tranquilizarlo un poco lo mandé a la ducha (mirando de reojo para ver más detalles de él a ver si mi cita a ciegas merecía la pena) cosa que de la que me alegré tras una rápida comprobación. Se duchó y cuando iba a salir se quedó encerrado en el baño. El picaporte se había desprendido y estaba en la palma de su mano. Tras varias intentonas conseguimos abrir la puerta. Bueno al apartamento le hacía falta un poco de mantenimiento, que se le iba a hacer. ¿Pero qué sucede cuando el CD de música, de repente, parece empecinado en repetir un tono musical hasta la saciedad? Pues que o bien la casa tiene Poltergeist o bien compraron el reproductor en un mercadillo del todo a un Euro. Le quité importancia al asunto pese que él se empecinó en buscar música romántica para su “iniciación” a la cultura gay. Al final consiguió música, pero de romántica nada, qué más daba. ¿Qué sucede cuando te encuentras a un señor casado que nunca ha tenido relaciones sexuales con otro hombre y se muere de ganas y de miedo? Pues lo que me pasó a mí. En un principio el tipo fue reacio a besar, no fue el primero que me encontré con esa manía, es como si la boca fuese sagrada y al no besarlo no fuese a cometer infidelidad, pero si uno se mete un pene en la boca o deja que otro meta el suyo en su orificio bucal ahí no hay remordimientos. A ver, un polvo sin morreo no es un polvo, aunque no es fundamental pero corta un poco el rollo. Si el tipo es manejable hasta puedes forzar un poco la situación pero si el señor es recio y algo más alto que tu mejor no intentarlo. Ya habría otros momentos para ello (durante el coito por ejemplo que es cuando se ponen muy tontorrones y se dejan hacer de todo). Nos fuimos a al cuadrilátero. El tío me preguntaba todo el rato que es lo que tenía que hacer, yo flipaba, ¿me estaría tomando el pelo? Nooooorrrrl el tío era novatooooo. Se tumbó boca arriba sobre el colchón y ahí estaba yo preparado para echarme un revolcón con la versión mejorada de Charles Bronson (ya sé que a muchos de vosotros/as el arquetipo “Justiciero” hasta os producirá urticaria pero os aseguro que a mí no) Charles Bronson molaba y ahí lo tenía yo despelotado y todo para mí. Me coloqué encima suyo en plan “vamos a cabalgar por la pradera Silver” pensaba hacer unos masajes de iniciación y eso que siempre funciona. El tío estaba animadillo, vamos, se le veía con ganas de marcha, así que la etapa nervios se había esfumado por completo. Se había cumplido su sueño. Estaba en la cama con otro tío y se iba a estrenar... ¡Hasta que se rompió la cama! Uno que es muy bruto (y pesado) apoyé su rodilla sobre uno de los listones del somier y con el peso y la presión acabó saliéndose de su base. Charles Bronson y yo quedamos medio descalabrados. En un principio pensé (y le dije) que pasáramos del somier pero él me insistió que mejor lo arregláramos o trasladásemos el colchón al suelo (en ningún momento me habló de dejar lo otro, cosa que agradecí, al parecer todo aquello le estaba gustando) Así que trasladamos el colchón al centro de la sala (en un momento estuve casi de pedirle que apagase todas las velas no fuese que en un accidente sobrenatural se prendiesen las cortinas y no pudiéramos llegar a consumar el accidentado romance) pero no. Pasé de todo y comencé a meterle caña (ya que si no tomaba la iniciativa aquello no terminaba nunca y lo único que conseguiría era un dolor de cataplines). Os aseguro que me costó un pelo y todo debido a temas generacionales. Psicológicamente cuando en una pareja uno es el más joven siempre deja que el mayor tome la iniciativa pero, insisto, volví a olvidarme del factor experiencia y aquel señor no tenía ni zorra idea de qué hacer con el cuerpo de otro hombre. Otra de las cosas que me di cuenta (y que suele suceder con la mayoría de casados con tendencias bisexuales) es que en el momento del coito los “casados“ se vuelven más pasivos que una momia Etrusca de la Tercera Generación. Y si lo piensas bien es lógico. La cultura del macho hispánico pesa mucho y parece ser que cansa ser la parte dominante de la pareja. Éste, por ejemplo se moría de ganas por practicar el coito anal. Pero también sucedía otra cosa. Cuando más se excitaba más se desinhibía y su lengua soltaba manadas de improperios obscenos (que no es lo mismo que humillantes) llenos de lascivia y lujuria canina. Era curioso ver que el tío torpe y tímido que tenía unos minutos antes ante mis ojos se había vuelto un verraco salido de una peli porno “hardcore”. He de decir que en un principio me extrañó que Charles Bronson había pasado a Mr Haid del sexo, un registro jamás visto en su tocayo de la pantalla. Pero mira por donde hasta me hizo gracia. La radio poniendo música ratonera y aquel tipo corpulento diciéndome cosas como: “Quiero tu trozo de carne dentro (os juro que cuando me dijo eso por un momento me imaginé que mi pene era una barra de Jamón York curado) o ¿Te gusta follarme? ¿Te gustaría estar en mi culo? A mí me encantaría follarte” y unas cuantas lindezas más que ahora tampoco recuerdo. No si cuando se rompe el hielo ríete tu del calentamiento global… Entonces llegó el momento más esperado por él. Su primera penetración. Ya sé que el tema es un poco delicado (en todo el sentido de la palabra) sobre todo para aquellos que no hayan explorado la experiencia. Como yo estaba ya muy pasado de vueltas y con las feromonas revolucionadas como hinchas del Barça en una final con el Madrid (y ganando) no me di cuenta que Charles Bronson no estaba puesto al día con el tema (y eso que se moría de ganas) así que entré en él como un toro cuando sale a ser toreado a la plaza. Creo que su grito se escuchó a varios kilómetros a la redonda, (para mí que hasta lo escuchó la santa de su señora esposa y sus retoños) y yo entonces voy y pienso (¡Joderrrr! ¿Qué has hechooo? y ¡Alaaa que brutoo eresss!) Bueno, por lo menos el tío ya se había estrenado y por todo lo alto. Después de esta le podía entrar hasta el ferry Palma/Barcelona, de Trasmediterranea con coches y pasajeros incluidos. Pensé, “Este ahora se levanta y te manda al carajo y de paso te mete un puñetazo en toda la boca como en las pelis de su “hermano” gemelo.” Pero no. Al tipo le había impresionado (a quien no con semejante embestida de su contrincante y con cero experiencia por su parte) o eso o le había roto la columna y no podía moverse de donde estaba. Me disculpé. Le dije que lo sentía en todos los idiomas que conocía (incluido el Élfico, El esperanto, el Klingon y varias lenguas muertas) Y le sugerí volver a intentarlo pero siendo él quien controlase la penetración. Yo más quieto que una estatua de Las Ramblas y él reculando, reculando hasta llegar acostumbrarse a mi presencia. Aunque a esas alturas creo que el dolor ya no significaba nada para él, como si lo enviabas de misión secreta a la jungla y, una vez capturado y ni con mil torturas malayas, llegaría a inmutarse, vamos ni la típica gotita de sudor resbalando por su sien. He de decir que de esta forma la cosa fue mejor y que nos lo pasamos bien (pese a que se negaba a besar o ser besado y eso que lo intenté en un par de ocasiones y casi lo llego a conseguir) Probamos diferentes juegos y posiciones (con y sin penetración) y llegado un tiempo me preguntó “¿Me he de correr?” A lo que yo contesto ¿Pues tú sabrás?, pero te lo recomiendo. Cosa que hizo muy efusivamente, por supuesto con mi ayuda. Cuando el polvo se acabó nos duchamos (separados de nuevo) Hablamos un poco, tampoco para echar cohetes y nos fuimos cada uno a su casa. Eso sí el verraco había desaparecido otra vez tenía ante mí al constructor trajeado y de buena vida que había conocido un par de horas antes. El "Family Man"… Una semana más tarde volvimos a coincidir por el chat, el me recordaba todo lo que habíamos hecho (Hyde volvía a veces) , sobre todo la embestida. Me dijo que le había gustado mucho pero que le había costado sentarse durante unos días. (Uno que sabe dejar huella jijiji) En agradecimiento me dijo que su culo era mío y solo mío que cuando yo quisiera podríamos volver a quedar y hacer más cosas juntos, pero no volvimos a vernos más. Ahora y desde entonces tengo dos culos, uno lo llevo puesto el otro no sé exactamente donde lo he metido, igual un día haciendo limpieza aparece lleno de polvo en algún rincón de casa. Entonces me plantearé si tirarlo al "Container" o colgarlo como trofeo sobre la chimenea. Pero ahora que pienso, no tengo chimenea...

4 comentarios:

SisterBoy dijo...

Ya iba a preguntarte si le faltaba el pulgar de la mano derecha pero con lo de que era de Mataró ya lo descarta. Es que yo tenía un jefe que era clavadito a Bronson, y lo sabía, y le gustaba.

foscardo dijo...

Jajajja es posible que fuera el mismo que se fue a vivir ahi. Eso si, no recuerdo que le faltase el pulgar...

Queer Enquirer dijo...

Qué post tan bueno! Tienes mucha razón en algunas cosas: los tipos que no besan pero les encantan chupar y los casados que se vuelven pasivísimos de la muerte! Mira que buscar casados con los que hacer guarradas en el chat... qué guarro! pero ¿y lo que mola tirártelo mientras miras la foto de su señora sobre la mesilla? Eso no tiene precio :=)

foscardo dijo...

Sisisi, es verdad, un día me encontre a uno que incluso me enseño la foto de su mujer. La verdad es que la cosa destrempa mucho. Y los casados... que quieres que te diga, no dejan de tener su morbo, no se encoñan tanto y la mayoría son menos gays que los gays.