Estos días atrás hemos estado haciendo limpieza en casa, no es una limpieza común de esas de quitar el polvo, fregar los suelos y pasar la escoba. Tampoco es una limpieza esotérica de esas de expulsar demonios y otros seres sobrenaturales. Esta vez ha sido una limpieza de esas de tirar cosas inútiles o añejas a la basura. Hemos llenado varias bolsas industriales de ropa antigua, mantas apolilladas, cachivaches varios... Pero hete ahí que entre las cosas ahora inútiles que antaño sirvieron para algo he rescatado varios tesoros de todo tipo y tamaño, algunos con mayor apego emocional. De todos ellos destaca uno. Una cinta de casete metida en una bolsa precintada de plástico cuyo contenido es todo un regalo para los oídos de la memoria. Esta cinta (en su versión 2.0 ya que en su tiempo me encargué de reciclarla y traspasar toda su información de la cinta original) contiene antiguas grabaciones sonoras de las voces de varios miembros de la familia. Si bien destacamos en protagonista mi hermana y yo también aparecen en segundo término mis padres, antiguos vecinos y mis abuelos maternos. Corría el año 1968 cuando mi padre, amante de la tecnología como un servidor, adquirió un magnetofón Philips que vivió con nosotros durante varios años. Mi madre, muy inteligentemente nos había invitado en varias ocasiones a mi hermana y a mí a hablar a través del micro durante varios periodos de tiempo de nuestra infancia. Su idea era que un día, pasado mucho tiempo disfrutásemos (y con ello nuestros hijos) de aquellas vocecitas que bien hablaban de cosas tan banales como lo que habíamos visto en un paseo por el zoo o que habíamos hecho en el colegio la pasada tarde. La cinta recoge momentos muy tiernos en los que destacan a un servidor entrevistado con ternura por mi madre a la temprana edad de un año y medio y mientras me da la papilla o como mi hermana trata de acaparar protagonismo absoluto cantando las canciones de musicales como Oliver! O de programas de la tele o narrando poesías infantiles que acababa de aprender en el colegio. Hay otros instantes muy especiales en la que padres e hijos cantamos juntos y en un par de ocasiones se pueden escuchar como mi abuelo (a pocos meses de antes de morir) me canta una canción (Una, dos y tres salta niño que vas a perder… ) con su peculiar acento sevillano mientras trata de hacerme unos aúpas… Es curioso que esta cinta aparezca ahora. Hacía días que mi hermana me estaba recordando (con una sorprendente minuciosidad) fragmentos de la misma cuando iba a visitarla a la residencia. No es que yo me hubiera olvidado de la cinta. Todo lo contrario. Sabía que andaba por casa pero no sabía exactamente por dónde… Encontrarla ha sido todo un hallazgo muy agradable, no sólo para mí sino también para los niños. Cuando vamos en el coche (el único sitio donde tengo un radiocasete) la escuchan con entusiasmo. Los miro por el retrovisor. Sonríen en muchas ocasiones, en otras aparecen como pensativos. Debe ser que para ellos debe hacérsele muy raro que su madre y su tío un día fueran niños, incluso más pequeños que ellos. No voy a negar que eso también nos sucedía a mi hermana y a mí cuando veíamos fotos de nuestros padres en su tierna infancia. Sé que a los niños les ha gustado escuchar estas voces del pasado, como hablábamos, como nuestros padres nos trataban con ternura y dedicación, como era nuestra vida de pequeños muy lejos de un padre lleno de odio y rencor que en vez de cantar lo único que hacía era graznar insultos a diestro y siniestro. Por lo que a mí respecta me ha sorprendido mucho cuan de activa se encuentra la memoria, sobre todo aquella parte del cerebro que se encarga de guardar los recuerdos del pasado ya que cuando al escuchar la cinta recuerdo al milímetro de cada palabra, chascarrillo e incluso tos o estornudo que aparece impregnado sobre la cinta magnética y ésta se llena de imágenes al instante. La emoción también hace acto de presencia. De forma muy intensa. No es la misma emoción que sentimos al ver una fotografía, es algo mucho más poderoso, valioso ya que le ponemos voz a los recuerdos y estos disparan imágenes que tenemos dormidas en el cerebro, imágenes que aportan fragmentos del pasado con una fuerza tan intensa y poderosa como la fuerza que hace girar el universo.
1 comentario:
Revisar el desvan (o su equivalente ne las casa modernas) suele traer sorpresas maravillosas. Yo hace poco me encontré con un album de cromos de La Guerra de las Galaxias que mi hermano y yo coleccionabamos en el 76 menudo magdalenazo!!
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