jueves, marzo 08, 2007

Agua.

Dicen que el agua representa la emoción y los sentimientos. Es muy posible. El agua puede aparecer en nuestra vida de muchísimas formas ya sea a modo de mar, océano, cascada, río, lago, pantano o incluso en forma desudor, lagrimas u orina. Soñar que se expulsa orina es (a no ser que hayáis bebido más de la cuenta y tengáis la vejiga a reventar) que os despojáis de emociones o bien caducas o bien asimiladas. Yo hace días soñé que meaba como nunca lo había hecho. Mi pene soltaba kilométricos ríos de orina amarilla y cálida con tal fuerza y brío que si me hubiese puesto habría incluso llenado una presa de esas situadas en China (que dicen son las más grandes del mundo). Pero mirad que curioso. Aparte de orina mi cuerpo expulsaba claras y yemas de huevo. Salían sin molestia, ni tan sólo se rompían. Era como una máquina expendedora. ¿Será que me encuentro en una etapa fértil de mi vida? ¿Será que tengo que comer menos huevos? ¿Estaré sufriendo algún tipo de mutación que me convierte en una clase de esperpéntica gallina humana? Resulta curioso que días más tarde se nos jodiera la lavadora. Pero ojo, no se nos descuajeringó de la forma tradicional, es decir vomitando agua como una posesa e inundándonos la casa humedeciendo el techo de la vecina (cosa que ya nos sucedió alguna vez). Las lavadoras, al igual que los coches y los ordenadores tienen sus propias formas de joder la marrana. La mía (de carga superior) le dio por abrirse las tapas del tambor hacia afuera (que me expliquen cómo lo hizo porque aun no lo entiendo) con lo que una de las puertas acabó por incrustarse en la resistencia y morir de un paro cardíaco fulminante. Lo mejor, no esparció ni un ápice de agua. En eso se comportó. Llamé un técnico. Sorprendentemente me llegaron dos. Veréis como la lavadora era de marca blanca pues sitio que llamaba sitio que me rebotaban a otro y así hasta el infinito y más allá. Las lavadoras de Marca Blanca son como los ocupantes de una patera para los responsables del gobierno: un puto estorbo. Así que pienso “¿Para qué tengo Internet? Seguro que si busco encuentro alguna alma caritativa que me arregle a esa especie de paria mecánico que tengo en el lavadero.” Y así fue, encontré dos, bueno, uno de ellos me dijo que no se dedicaban más a marcas desconocidas (otra vez con el racismo) pero me dio el teléfono de alguien que si lo hacía. Así que le llamé y quedamos en que aparecería por casa al día siguiente por la tarde. Por la mañana fui a llevar a Miguel a la Universidad y me fui de compras y arreglar asuntillos. Cuando llego a casa me suena el teléfono. “Hola, buenos días soy el técnico de la lavadora ¿Qué le parece si me paso ahora y le echo un vistazo?” Y yo pienso… “Joder pues mejor que venga ahora que luego se arrepienta.” Así que le digo que sin ningún problema y en una horilla lo tengo en casa. El tío, muy enrollao en cuestión abre la lavadora y descubre el pastel. Así que para lo que él se piensa en coser y cantar se convierte en el parto de la burra Luisa. La lavadora está desahuciada, no puede salvarse, pero la ropa que está atrapada dentro aun tiene una oportunidad. Así que me convierto en su asistente. El hombre, armado de un martillo y un destornillador se lía a golpes contra la cubeta de plástico que protege el bombo. El hombre se caga en todos los muertos (no sé si mío o del que fabricó la lavadora) pero de muy buen rollito. Me insiste hasta la saciedad que nunca más me compre una lavadora con cubeta plastificada. Y yo le pregunto: “¿Y cómo se que me venden una?” Vamos que no es normal desmontar una lavadora en una tienda para ver sus interiores. El mecánico, claro, se quedó sin respuesta, eso sí me dijo con retintín que solo comprase marcas de la tierra (que patrio él). Al cabo de un rato de darle a la cubeta acabamos rompiéndola y sacando la camada… digo la ropa sana y salva. El tío me cobro 50 euros por la faena. No lo consideré caro a pesar de dejar la lavadora como para tirarla y sin remedio a un desguace (cosa que fui yo quien decidió que podía acabar con su vida). Así que lo que quedaba ahora era comprar una nueva y de paso un lavaplatos por que el que tenía en casa (y desenchufado) era un Poltergeist endemoniado, experto en fundir la instalación eléctrica de la casa. Como tengo una vecina, amiga de mi difunta madre, que me comentó de un sitio que vendían electrodomésticos nuevos pero tirados de precio (no, no son robados ni nada por el estilo, sino que son de esos con pequeños golpes o con alguna ralladura o con algún desconchado…) Ah, y todos marcas conocidas (“Patrias” como diría mi amigo el mecánico). Bueno se me olvidaba. El día de la visita del mecánico, por la tarde apareció otro. Yo no estaba en casa y el hombre se esperó media hora en la calle. Al parecer el que me vino a arreglar la lavadora por la mañana no era con quien había quedado (el de la tarde y que yo pensaba que sí) sino otro al que había enviado un formulario por internet y habían coincidido tanto en día aunque no en hora. Líos aparte. Ayer fuimos a comprar una lavadora y un lavaplatos. Me presenté yo a primera hora de la mañana en el sitio donde mi vecina me había dicho, un almacén en Espluges del Llobregat (pegado a Barcelona) donde había de todo. Desde neveras, congeladores, placas de vitroceramica, hornos lavadoras, secadores y lavaplatos y todos ellos ¡a precios de ganga! Al final compre un lavaplatos Taurus por 235 euros y una lavadora New Pol por 335 euros. Miguel se encargó de pagar la lavadora y yo del lavaplatos. A punto estuve de pillarme una secadora muy mona por 130 euros. Pero no me cabía en la galería. Esa misma mañana me las trajeron a casa. Los transportistas llegaron ¡antes que yo! Flipo pepinillos. Suben los trastos a casa y como tenía que desmontar una puerta en la cocina para que pudiera salir el Poltergeist endemoniado los hombres se fueron a hacer unos repartos y me comentaron que cuando acabase de adecentar la galería (bueno entre otras cosas porque el mecánico, el día anterior abrió uno de los grifos del lavadero y me lo medio inundó) les llamase ya acabarían con la instalación. Pues nada allí estaba yo fregona en mano escurriendo agua y arrancando puertas como si del increíble Hulk se tratase. Cuando acabé les llamé y me dijeron que se pasarían por la tarde a primera hora. Yo feliz como una perdiz. Llegaron las 18 horas y yo que me impaciento. Así que les llamo y ¡Se habían olvidado de mí! Me piden disculpas y al cabo de un rato aparecen (y eso que estaban en Tarrassa, pa mí que vinieron volando como Superman o se teletransportaron como los protagonistas de Star Trek, camión incluido) Se llevaron a la Burra Luisa y al Poltergeist endemoniado y me instalaron los nuevos electrodomésticos, bueno, miento, los pusieron donde yo quería. Porque se me ocurrió a última hora cambiar su ubicación para así ganar espacio en la galería (de paso tiraba trastos). El problema. Los tubos de desagüe de ambos aparatos no llegan a los grifos. Aquello se arreglaba mediante un alargo. Pero claro no tenía uno a mano. A todo esto tuve que cerrar el paso de agua general. Llame al fontanero, que hacía un año nos colocó la vitroceramica y me anuló tuberías de gas y quedé con que vendría hoy. Le estoy esperando. Ayer por la tarde me acerqué a la ferretería por si me daba por arreglarlo y así me ahorraba el fontanero. Cogí el coche porque llovía a cantaros. Allí me sucedió algo extraño. Un episodio digno de la dimensión desconocida. Entré en la ferretería. La dependienta estaba atendiendo a una señora (al parecer también tenía problemas con la lavadora) Es curioso pero en la calle, junto a un contáiner, me encontré uno de esos aparatos de carga inferior abandonado, significaba aquello que las lavadoras estaba falleciendo víctimas de un extraño virus. Me acordé que la madre de Miguel le comentó por teléfono que la suya también se le había muerto hace poco. Raaaaaaaaro raaaaaaaaro… Lo más raro estaba aún por llegar. Como yo no soy muy puesto en lavadoras le pregunté a la dependienta como es que la mía (la nueva) tenía sólo un tubo para entrada de agua y no tenía para salida. La mujer, amablemente, me dijo que debería tener, el señor que estaba en la tienda comprando unos guantes de mecánico me dijo que también y que era muy raro que no tuviese desagüe. A no ser que las muy nuevas funcionasen de otra forma (vaya usted a saber). Entonces apareció un nuevo personaje. Un bigotudo, vestido de mono, en versión cutre de los Village People. El tío era la pareja de la dependienta. El tío se me queda mirando desde detrás del mostrador. No con mirada de muchos amigos. Es más me mira con desprecio. De repente se me pone a gritar, a despotricar sobre tubos y lavadoras y vete a saber qué… Pienso, es mi cuñado disfrazado, o lo conoce, o estoy en una tierra paralela y mi doble a este tío le ha hecho algo muy chungo, o en otra vida le corte la cabeza como Christopher Lambert en Los inmortales… La mujer me mira y me pide con la mirada que no le siga la corriente al tipo, yo le hago caso. Entonces ella contraataca (aplicando aquello que los clientes tienen siempre la razón) Yo y el señor de los guantes más callados que un buzón de correos. El tipo se va echando pestes al fondo de la tienda, sigue con el tema de la lavadora y los tubos, su tono de voz es desagradable y despótico. Le pregunta algo a la mujer y ella no le contesta. Está muy molesta con su actitud. La mujer me sigue atendiendo y con la mirada me transmite dos cosas. Una, me pide perdón. La otra petición es una llamada de auxilio. Me temo que esta noche habrá dormido caliente a base de hostias por humillar al garrulo de su marido en público. Estuve a punto de decirle que no se disculpase, que cabrones como aquellos esta el mundo lleno, que me lo digan a mí. Que había tantos como de gotas de agua en una tormenta. Como la que caía en la calle en esos momentos. Pagué y me marché de la tienda con un poco de mal rollo. Sin duda el agua, como las lágrimas, son sinónimos de sentimientos y emociones.

No hay comentarios: