sábado, marzo 31, 2007

Aun suceden cosas.

A lo largo de esta semana han sucedido varias cosas.
Vayamos por partes:

El viernes después de la confesión que me hizo mi hermana apareció por el hospital el médico forense. Estuvo con ella una hora y pico. Le hizo varias preguntas relacionadas con el caso (el tema maltratos surgió por supuesto del cual tomó varias notas) en lo que más se centró es en hacerle pruebas psicotécnicas y de memorización. Si una cosa tiene el Parkinson es que no afecta a la memoria y al conocimiento en absoluto, es una enfermedad tan cruel que no consiente a quienes la padezcan tener el honor de poder olvidar quiénes son y cómo se encuentran, permitiéndoles, de forma deleznable contemplar como su cuerpo se consume y se convierte en un guiñapo incontrolable. Por otra lado y gracias quizás a ello la forense pudo percatarse de que mi hermana estaba (aun) en su sano juicio, más consciente de sí misma y de lo que sucede en su entorno que una rosa cuando llega la primavera. Ni está loca ni delira como confesó mi cuñado y su familia en su declaración. “Esta señora tiene la cabeza muy bien” le dijo la forense a la asistenta social después de su visita. Ahora tras su informe debe pasarse a visitarla el juez y así tomar declaración sin el riesgo de hacerlo ante una persona demente y delirante.

Sobre la confesión del capullo. Creo que no he contado nada o poco al respecto. Tengo su declaración en mano. Podría limpiarme el culo con ella pero creo que su efecto en mi organismo sería semejante al que producía un famoso papel higiénico con un elefante estampado en su envoltorio y que causó en su época una verdadera legión de usuarios de Hemoal. En la declaración, iré poco a poco porque es delirante. El tipo asegura que es muy buen padre y esposo (ya, por eso esta cada noche en el hospital para traerle una flor a mi hermana, darle un beso de buenas noches o por ejemplo darle de cenar…) Que nunca la ha pegado a ella ni a los niños (el tipo asegura que fue mi hermana quien se autoinflingía los golpes, como si con el Parkinson se consiguiese la facultad de doblar los codos hacia atrás y estamparse un leño contra la espalda, o tener la suficiente fuerza como para partirse el labio, o amoratarse un ojo y un largo etcétera) Que nunca había tenido nada conmigo, ni me había llamado al móvil para amenazarme ni él ni nadie de su familia (entonces, según tengo entendido, el juez detuvo la declaración para indicarle que en su mano había tenido hacia unos pocos minutos mi teléfono móvil donde se reflejaba la llamada que me hizo el jueves cuando mi hermana y yo fuimos a ver a mis sobrinos, a lo que el capullo cambió de parecer alegando: “Bueno si que lo llamé pero no me contestó…” tratando de escapar de su propia mentira.) Se declara que lleva todos los asuntos de asistentas sociales al díay de forma correcta (cuando ellas ni saben donde vive ni les ha solicitado más ayuda) Que el cambio (a peor) que han tenido los niños es debido precisamente, y valga la redundancia a los cambios de casa y a la tensa situación familiar (para nada a las coacciones y a las amenazas de las hienas de sus hermanas y a los brotes de mala leche que le entran a él tanto si está bebido como si no.) Que nunca se enfrentó a mí en mi casa (ahora que pienso le podría prestar un poco de su amnesia a mi hermana) y que sigue insistiendo que yo eché a los niños de casa en navidad (a lo que poco después suelta la contradicción de “Es que Señor Juez mi cuñado quiere la custodia de los niños”) Que no entiende porque yo le denuncio (claro como él es un santo y nunca se le ha ido la mano con mi hermana ni con los niños…) Y que sospecha que mi único interés en hundirlo es porque quiero sacar tajada de la venta del piso de sus padres (claro así me iré a Honolulu para beber, hasta reventar, todo tipo cocteles volcánicos de esos tan horteras a su salud, sentado en una piscina con un gorro de paja, embadurnado de crema solar y con un negrazo abanicándome todo el día) Sigue insistiendo y acusándome de haberme quedado el dinero del colegio de los niños (si lo sé lo hago y me lo gasto en pastillas para el dolor de cabeza o para contratar a un sicario de esos que se esconden en los callejones oscuros acechando entre las sombras…) Luego insiste en otra estupidez, dice que mi hermana “Es lúcida aunque a veces no” (supongo que se referirá a cuando duerme aunque a mí esa frase me suena más a adivinanza chuza tipo soy blanco por dentro y amariullo con piquitos negros por fuera...) Que él no le prohibió en ir a ver a los niños, ni a ella ni a mí (entonces que explique de una puñetera vez porque se cabreó tanto) sólo que se preocupó mucho por si ella se escapaba de mi mano y se metía en una farmacia a robar pastillas (el mismo jueves de la visita a los niños, entramos los dos en una del barrio para saludar a la farmacéutica a la que conocíamos de mucho tiempo y en ningún momento mi hermana se escapó de mis manos para asaltar las estanterías de Gelocatiles, Frenadoles, Tranquimacines y Alka Sheltzers…) Que el domingo de la agresión no recuerda haberle increpado a nadie de la habitación de al lado (otra vez el ataque la amnesia) que sólo fue a ver a mi hermana para preguntarle por qué había salido del hospital sin su permiso o del médico (como si hiciese falta uno). Que no recuerda haber visto a su hermana agredir a la mía porque él no estaba (claro porque estaba en la habitación 633 amenazando a sus habitantes) que había bajado al coche a buscar no se qué (¿un puñal? ¿una fusta? ¿un puño americano?¿el candelabro de la Srta. Amapola que uso en el despacho para matar al dueño de la mansión del CLUEDO?) y que aquella era una visita cortés nada más (¿y dónde estaban los niños? ¿Para qué se presentaron entonces las dos hienas a modo de camorristas barriobajeras en vez de sus hijos?)

El viernes por la tarde me llamó nuestro abogado. Me comentó que la actuación del capullo ante el juez era deplorable. No se le entendía al hablar (no es algo extraño, es así de nacimiento), no entendía las preguntas de juez, se contradecía en todo (para muestra leer el párrafo de arriba) que daba la impresión de un pobre diablo, de piltrafa humana, de desecho social. Añadió que iba muy desaliñado y sucio y que el juez se percató que entre las dos confesiones había mucho más peso en la mía ya que aportaba muchos más detalles y más coherencia que en de él. Entonces me preguntó lo que me pregunta todo el mundo cuando le hablo de mi cuñado "¿Cómo se casó tu hermana con semejante energumeno?" Yo le respondí lo mismo que a todos "Son cosas que aun no comprendemos. Es como cuando a Estefanía de Monaco le da por casarse con un repartidos de hamacas de playa." También me comentó que el juez había citado a mis sobrinos el (pasado) lunes para que tomasen declaración y fuesen visitados por el forense tanto para un examen físico como psicológico. Eso me dio a pensar el fin de semana que le esperaba a los dos pobres cuando sus tías los torturasen de alguna forma (me los imaginaba tipo El Cazador encerrados en una jaula de bambú sumergidos de agua ponzoñosa hasta el cuello) para que dijesen lo que ellas quisieran.

El domingo se confirmaron mis sospechas. Mi hermana me había llamado nerviosa, tenía pánico a que mi cuñado o su familia se presentase allí. Esta vez sólo hicieron acto de presencia los niños. El capullo se quedó abajo, pero no porque no quisiera, había algo detrás de esta nueva táctica. Los niños se presentaron en la habitación del hospital. Allí se encontraban esta vez los familiares de la abuela que comparte habitación mi hermana. Según me cuentan los niños entraron, la niña le ordenó al hermano que guardase los dulces y galletas que le habían comprado a su madre en el armario y ella se dirigió hacia el cajón de la mesita de noche y buscó un bolígrafo. Sin darle un beso a mi hermana le insistió hasta el aburrimiento en que firmase un papel y que incluyera su DNI. Mi hermana se negó. La niña insistía. Es más le tomaba de la mano para ayudarla a firmar. Uno de los acompañantes de la habitación miró de reojo el papel. Al parecer no tenía nada que ver con el empadronamiento de los niños, como ellos insistían, sino con algo relacionado con el tema de menores… La hija de la acompañante, desde la silla, le daba ánimos a mi hermana negando con lam cabeza para que no firmase. El niño se dio cuenta y se enfurruño. La niña insistía e insistía hasta la nausea. Simpre con lo mismo, tomando la mano de mi hermana, animándola a firmar, eso sí en ningún caso ni un “Hola mamá ¿cómo estás?¿Qué tal te encuentras?” o un “Que felices estamos de verte…” sólo se preocuparon en enseñarle la ropa chupiguay y los pendientes que la había comprado su padre y sus tías y que firmase el puñetero papel. Al final el papel se quedó sin firma. La niña, enfadada agarró el papel con violencia. Le dijo a su hermano “Vámonos” y se marcharon sin despedirse de ella. Entonces mi hermana rompió a llorar. “He perdido a mis niños” les decía a los acompañantes de la habitación. Ellos la arroparon insistiéndole que no. Que aun no los había perdido. Cuando yo llamé por la tarde aun lloraba.

El lunes (día en el que tenían que compadecer los niños en el juzgado) mi hermana y yo fuimos (sin permiso de su marido ni de los médicos y animados por las enfermeras del turno de día) al hospital de la Vall d´Hebron para que ella personalmente solicitase su historial ante la pandilla de pedantes del departamento de Medicina Legal. Después de eso fuimos de compras por el barrio. Nos encontramos con más vecinos y con una vecina gran amiga de mi madre que abrazó a mi hermana, la lleno de besos y entre ambas derramaron más de una docena de lagrimas. En el coche le hablé a mi hermana de este blog, del apoyo por parte de todos vosotros y de la cantidad de sitios en los que se está siguiendo su (trágica) historia. Se emocionó mucho, lloraba. Me dio la sensación de que estaba dando cuenta de que no estaba sola y que sus vivencias podrían servir para que otras personas en condiciones semejantes a la de ella sacasen su caso a relucir y se aliviasen de los tormentos y demonios que pululaban en su interior. En el coche sucedió otra cosa. Me vino a la cabeza realizar un experimento. Saqué el reproductor de MP3 de 60 GB del bolsillo y lo enchufé al cassette del coche. Busqué entra la interminable lista de álbumes. Seleccioné uno muy especial que sabía que a ella le gustaría y que en su tiempo lo hice para recordar de vez en cuando el pasado. Gran parte de la música que sonaba eran temas que a ella, a mis padres o a mi nos gustaban. Música de los 60, 70 y 80. Desde los Moddy Blues con “Blue World”, pasando por “Goody Two Shoes” de Adam Ant, Albert Hammond con “Ansiedad”, el tema “All Kinds of Every Thing” que Dana llevó a la eurovisión, La Bionda y “I Wanna be your lover”, “Amore grande Amore Libero” de Lucio Battisti (un tema que le encantaba a rabiar a mi madre) el “Blue Eyed Soul” de la Biddu Orchestra y que mis padres compraron en Inglaterra en un viaje donde visitamos a nuestra abuela. Mi hermana se emocionaba y a veces lloraba. En ningún momento me pidió que quitase la música. No quería. Le gustaba. Basta decir que a ella siempre le había gustado la música y sobre todo bailar. Mucho. Demasiado a veces. El momento más emocionante fue cuando comenzaron a sonar The Bee Gees y “Staying Alive” Mi hermana adoraba con pasión a los Bee Gees, era una fan incondicional de ellos, se volvía loca con su música, estaba enamoradísima de Barry Gibb, era su héroe. Bueno, lo más curioso fue que al oír la canción se puso a bailar, como pudo y sentada pero se movía al ritmo, mientras no apartaba ojo del MP3 para que no dejase de sonar. Yo cantaba y ella se movía al ritmo de la música. El mejor momento fue después. Sonó “Boom bang-a-bang” de Lulu entonces y como pudo se puso a cantar conmigo. El tiempo también nos acompañó con un sol reluciente. Por un momento deseé que el camino se hiciese largo, muy largo y que estuviésemos los dos todo el trayecto recordando viejas canciones. Estábamos en esos pocos momentos felices que nunca quieres que se terminen. Visualicé como las notas de las canciones se introducían en su oído y a modo de medicina curaban sus neuronas reparando la mielina. Ojalá hubiese sido así de fácil. Ojalá. Paré el coche en el parking del hospital. Nos quedamos un rato más escuchando música. Me pedía con la mirada que le pusiese más y más. Hacía tiempo que no escuchábamos música juntos, como hacíamos en la adolescencia en su habitación con el tocadiscos estéreo (el mío era monoaural ) que le había regalado mi padre tras comprarse uno nuevo y que presidía el salón.

Aun no tengo noticia de cómo fue la entrevista con los niños. Hablé con el abogado y me dijo que el juez aun no le había comunicado nada. Habría que esperar. Yo espero que el forense se dé cuenta de la manipulación y el daño que están haciéndole mi cuñado y su familia a las dos criaturas. Ahora solo queda esperar.

De momento os dejo con la canción de Lulu y que hizo que mi hermana rompiese a cantar en el coche.




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