viernes, marzo 23, 2007

Diario de una semana infernal (Parte III)

Miércoles de justicia.

Mañana: Solo ante el peligro.

El miércoles amaneció como otro cualquiera. Ni lluvia ni relámpagos ni truenos. La tormenta estaba en otro lugar y muy lejos del cielo. Después de poner gasolina en el coche dejé a Miguel a la facultad y me dirigí yo solito a los juzgados. Llegué y justo cuando paso delante de la puerta con el coche veo al marido y al hijo de la Sargento de Hierro en la puerta. Pienso…”Bueno si van a estar ahí cuando yo vaya a entrar tendré que pasar delante de ellos con la cabeza bien alta.” En serio, no tenía miedo de hacerlo, ni siquiera ira. Tengo toda la razón de mi parte y creo en l que he visto y oído y en aquellos momentos mi conciencia estaba muy tranquila. Cuando llego a la curva para entrar en el parking veo aparecer a la Sargento de Hierro y a la esquizofrénica que se deja los niños en la puerta por culpa de los vapores etílicos. Una con su cabeza Chupa Chup de cinco mil pesetas (y su extraordinario parecido al niño cantante Joselito) y la otra con su melena larga y su cara de no haber roto un plato en su puta vida. Aparco el coche. Salgo del garaje y no hay señales de ellos por ningún lado. Tampoco he visto al capullo por ningún lado. Al parecer todos se han esfumado o han entrado en el juzgado. Yo hago lo mismo, paso por el detector de metales y me dirijo a la ventanilla. Entonces, muy amablemente le digo a la agente que me atendía “Perdone, ¿es necesario que tenga que compartir la misma sala con mi cuñado y su familia?” la mujer me responde que no. Le explico lo de las amenazas de muerte y que no me apetece nada tener que aguantarlos a mi lado porque seguro hubieran habido más de un cuchicheo y/o ironías por su parte. Llama por teléfono y vienen a mi encuentro una chica (que luego es quien me toma declaración) y otro chico. Ambos me conducen a una habitación aislada, lejos de la familia Munster. La mujer me pregunta si yo había solicitado un abogado de oficio, yo se lo confirmo. Ella me dice que están buscando a uno porque no era normal en esos casos que los acusadores solicitasen uno. A mi como si me habaln en chino. No tengo ni idea al respecto. Me conducen a una habitación, era amplia, muy iluminada ya que daba al exterior del juzgado. En el centro de la misma había unos pupitres redondos donde descansaban varios libros infantiles. Había cuentos de TEO, pasando por Las tres mellizas, el quijote para niños y varios puzles EDUCA. En el suelo, junto a ellos descansaba un aspirador de juguete Hobby Play de color azul. Sobre una de los taburetes había una caja con cubiletes infantiles con el abecedario y un lego de esos de piezas grandotas. Un montón de lápices de colores permanecían ordenados dentro de un cubilete sobre una mesita de plástico redonda donde había restos de dibujos supuse efectuados por algún menor… Me senté en una silla para adultos junto la pared. Me había llevado consigo el ultimo FOTOGRAMAS, por lo menos algo que me fuese familiar y me apagase el aburrimiento de la espera. A unos cinco minutos se abre la puerta y entran en la sala dos chicas. Una de ellas con pinta de abogada con carpeta, teléfono móvil en la mano y aire de saber mucho del tema sobre maltratos porque no hacía más que aconsejar todo al rato a la otra joven que no hacía más que temblar como un flan en un terremoto de escala nueve de Ritcher. Yo las miraba de reojo en silencio. Pensaba “¿Pensaran que yo soy un maltratador?” Claro no es normal ver a un hombre en esta situación, como casi siempre sucede el rol de víctima es siempre interpretado por una mujer. La abogada se marcha. La chica se queda sola junto a mí. Hay un silencio incomodo alrededor. No sé, me entran ganas de preguntarle de comentarle que yo no soy verdugo sino que soy víctima. Me da que me mira de reojo y mal. Sigue temblando. Hay un momento en que nuestras miradas se cruzan. Ella trata de decirme algo y solo expulsa un gemido de miedo y dolor. La chica está aterrada. Lo mismo que mi hermana. Siento compasión por ella. Como ganas de levantarme y darle ánimos. Pero no sucede. Eso solo pasa en las películas. Aunque podría suceder también en la vida real. Un poco de apoyo es suficiente para hacer mucho bien en determinados instantes. La abogada vuelve y habla de nuevo con ella. Al parecer por lo que oigo el marido de la chica es una especie de clon de mi cuñado. Le pega, la insulta y le amenaza por teléfono y como sucede con mi hermana no lo hace solo. ¿Será un patrón común en este tipo de personajes? Se vuelve abrir la puerta. Entra un nuevo acompañante de la chica. Por lo que logro distinguir se trata del hermano de la misma. Le da ánimos, algo que a mí me suena como muy familiar. Unos minutos más tarde entra en la sala otro hombre, estatura media, moreno, delgado, con gafas. Se asemeja al actor Roddy Mc Dowall. Se me presenta como mi abogado. Hablamos un rato. Le cuento toda la historia. Parece mentira pero aun me cuesta acostumbrarme a ella. No es fácil de asimilar. La reacción del hombre es la misma que la de cualquiera a la que se le cuentan los hechos por primera vez. Es una mezcla de asco, rabia y pena. En eso me llaman para declarar. El abogado me recomienda ser breve e ir al grano ya que el juez tiene poca paciencia. Yo me pregunto cómo puedo resumir todo lo sucedido, pero bueno, se puede intentar. Entro en una sala llena de mesas de despacho y ordenadores y con mucha gente. Aparece un señor trajeado al que supongo se trata del juez y me invita a sentarme en una silla. Lo hago. Mi abogado se sienta a mi izquierda y saca de su carpeta unos folios para tomar nota. Frente a mi tengo a la joven que me había acompañado a la sala en primer lugar y que se dedicó en todo momento en anotar mi declaración. Junto al juez había una chica joven de pelo largo que agarraba sobre su pecho una carpeta. Luego averigüé que se trataba de la fiscal. A mi lado se sentó un señor de mediana edad, se trataba del abogado de la familia Munster. Obervé sobre la mesa y vi el carnet de identidad del capullo, ver su rostro me producía repugnancia. En absoluto compasión. El juez me comenzó a preguntar, la mujer del ordenador escribía. Trate de ser conciso pero no podía, era muy difícil. Vi que el juez a medida que se iba desarrollando la historia perdía esa falta de paciencia que mi abogado me había comentado. Quería saber, me preguntaba y yo contestaba. Allí surgió desde los primeros indicios de maltrato, como la llegada de mi hermana al hospital tras una soberana paliza que le propino el capullo y que el disfrazó de crisis nerviosa de mi hermana debido al consumo compulsivo de pastillas para el Parkinson. Hablé de los niños, de cómo habían vivido felices en casa, como el colegio lo había percibido y como se habían percatado de su apatía y ansiedad una vez entraron en manos de la familia de mi cuñado. Les hablé de las amenazas. Le mostré al juez la llamada de mi cuñado efectuada el pasado jueves. Tomó nota. Hable de las reuniones con los profesores, con las asistentas sociales, del comportamiento de mi cuñado en el colegio cuando le llevé a una reunión de padres. Le hablé de lo que mi hermana me había contado sobre los maltratos, los insultos las vejaciones. En total rellenamos más de cuatro folios de testimonio. La fiscal me preguntó sobre las amenazas. Yo le contesté. El abogado de mi cuñado resopló en varias ocasiones. Dijo: “es una historia muy compleja, con muchos personajes”. Yo le conteste que sí, que era como una opereta o culebrón y que había resumido muchas cosas y que podría haber hablado mucho más. El hombre no me preguntó nada. Parecía preguntarse en donde puñetas lo habían metido. El juez realizó varias preguntas más y me comentó que si podía aportar desde testigos a pruebas mejor que menor. Una vez respuestas todas las dudas extrajeron varias copias del testimonio y tras firmarlo regresé a la habitación. Por cierto era tan grande el texto de mi confesión que a la chica que lo escribía el programa informático que manejaba no le permitía guardarlo y se le borró. Por lo menos había copias. Mi abogado se fue a hacer varias llamadas. Al cabo de un rato vinieron a buscarlo. El capullo iba a declarar. Tardaron en encontrar al abogado de nuevo. No calculé el tiempo que estuvieron con él pero si fue mucho menos que el mío. Cuando el abogado regresó a la habitación me comunico varias cosas. Una de ellas era que mi cuñado había negado todo. Otra que acusó a mi hermana de ser ella quien se infringía los golpes, también la acusó de drogadicta (por el tema de la ingesta compulsiva de pastillas para su enfermedad). El abogado me comentó que lo primero que tenía que hacer mi hermana era divorciarse, yo le di la razón. La segunda cosa que me comento fue: “aquí hay muchísima tela que cortar” por la complejidad del caso. Cosa que no le negué. Se despidió de mí y me dijo que me llamaría, me dejó su teléfono para estar comunicados. Me dijo que me esperase a que el juez dictaminase sentencia. Esperé una eternidad en la sala. De vez en cuando entraba alguien. Afuera el ruido de los coches y la gente que paseaba era continuo. Escuché algo de música en mi MP3 y leí varias críticas de la revista. En uno de los momentos que entro la chica que escribía mi declaración le pregunté, a modo de información que pintaba la fiscal en todo eso, que de parte de quien estaba. Ella me aclaró que la fiscal estaba de parte de la víctima, en este caso de mi hermana, y que suplía en algunos aspectos al abogado defensor. Estuve un rato largo paseándome en la sala, alguna vez contestando al teléfono (Miguel me llamó varias veces, Eva también, David y gente relacionada con el tema laboral). Yo llamé a mi hermana y también con la señora del 633 que le conté lo sucedido. Escuché música y leí algo más. En un momento aporté varios teléfonos de testigos que tenía a mano y me enteré que le juez no tenia aun a mano la sentencia porque se le había estropeado el ordenador. A eso de las 16:00 horas me vuelven a llevar a la sala de interrogatorios. El juez me comunica que de momento no nos otorga la orden de alejamiento a Miguel y a mí por no haber , de momento, agresión. Para tranquilizarme me dice que ha advertido seriamente a mi cuñado y su familia de no intentar nada con nosotros, ni siquiera cercarse. Hay una denuncia efectuada y si sucede algo se la pueden cargar con todos los colores del arcoíris. Sobre la protección de mi hermana el juez ha decidido en primer lugar personarse en el hospital con un médico forense para tratar de hablar con ella y tomar declaración. También me dice que se va a poner en contacto con el colegio de los niños y con las asistentes sociales así como con el EAIA, a mi me recomienda que contribuya buscando pruebas y testigos para acelerar más el proceso. Se me sugiere tratar de conseguir el informe de ingreso de mi hermana en el hospital donde llegó por primera vez molida a palos aunque camuflada con otra dolencia. Es una prueba muy reveladora en todo el asunto. Encuentro el reto es muy interesante y lo acepto gustosamente. El juez también hablará con la señora del 633 y la hija de la acompañante de mi hermana. También tratará de averiguar algunas incongruencias en temas como ¿Porqué ningún enfermero/a expulsó de la habitación de mi hermana al capullo y las chacales y solo se limitaron a llamarles la atención? ¿Porqué las asistentas sociales no había hablado anteriormente con los niños sobre todo después de conocer el tema de los maltratos? El juez se marcha . Me quedo con la chica que toma notas. Me hace firmar varias actas y me entrega la declaración del capullo. La miro por encima. Él se presenta como un buen padre y un perfecto esposo. Que jamás ha maltratado a nadie y que yo soy muy pero que muy malo. Entonces hablo con la chica. Le cuento cosas de los niños, sobre los momentos felices que pasaron en casa y sobre el tema limpieza. Le digo que encasa se duchaban cada día y que ahora lo hacían al mes. Ella me confiesa que el capullo se había presentado por lo menos como un zarapastroso y que olía mal. Por su cara veo que no le ha caído bien. Por cierto no descubro hasta esta misma tarde como fue el interrogatorio. Aun no lo contaré pero os anticipo que se retrato él solito. La chica, una versión española y un poco mas oronda del personaje Chloe O'Brian de la serie 24 me acompaña a la calle. Mi cuñado se había ido antes que yo, lo mismo que las chacales. Me dice que no hay moros en la costa cosa que es todo un alivio y una verdad como un templo.

Tarde/Noche: Me falla la energía…

Después del juzgado me fui a ver a mi hermana. Estuve con ella un buen rato. Hablando y contándole cosas sobre el día. Estaba preocupada por mí, por lo que el capullo y sus secuaces podían haberme hecho. Hablé con la señora del 633 y le comenté todo, que el juez vendría a hablar con ella y que le preguntarían a ella sobre los hechos del domingo. Después de eso me fui a buscar a Miguel al curro y nos fuimos a casa. Cené algo. Llame a varias personas por teléfono y a las 22:00, algo inusual en mí, descolgué el teléfono y apague el móvil y me fui a dormir. Estaba agotado y mañana tenía cosas importantes e interesantes que hacer. Se había abierto la temporada de caza de patos aunque en este caso eran alimañas.

(Continuará…)

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