viernes, junio 22, 2007

El efecto mariposa.

Han pasado cosas después del encuentro. La más importante fue la reunión con el EAIA en casa. No hubo discusiones. Solo hablamos. Vino la responsable con el educador (por cierto muy mono el señor jejeje) hablamos de los niños, de cómo había ido la visita del sábado. Se propuso realizar otra pronto. Hablamos del viaje a Normandía (Miguel le enseño los planos de la casa y de el entorno donde se encuentra ubicada. Les gustó bastante. Aclaramos muchas cosas. Entendimos que su función era la de reeducar al padre para que se hiciese cargo de los niños, el problema, el de siempre. ¿Cómo se puede fiar uno de una persona maltratadora que reincide en sus actos y que no hace nada por autoayudarse? El EAIA confía en él. Supongo porque no tiene a nadie más en que confiar… A mí me ve como alguien vengativo y rencoroso. No lo negué. Tampoco negué que había una razón de peso. El educador pareció descubrir , o no estar informado, de los maltratos a los niños. Sólo le constaban las palizas e insultos a mi hermana. Hablamos del tema de ir al colegio para ver a los niños. Insistí mi incapacidad por poder ver los niños (cosa que si hace el resto de su familia paterna y cuando les place) Me dijo que lo mejor era concertar visitas como las delo otro día. No se lo discutí pero si les insistí que tendrían que ser ellos los que moviesen las teclas. Les comenté el pasado de mi cuñado y sus fechorías como la vez que fue al servicio militar y a los tres meses lo devolvieron tras agredir a un sargento (estuvo enchironado en el castillo de Samiñánigo gran parte de su corta estancia en la desaparecida “Mili”…) De la agresión que sufrí yo cuando ellos eran novios el día que se emborrachó en el restaurante y le llamé la atención… En la reunión coincidimos en muchas cosas, una de ellas la nefasta influencia de la Sargento de Hierro tanto con él como con los niños. Miguel le comentó los motivos de nuestra denuncia y lo necesaria que era. Sorprendentemente el EAIA comentó que mi cuñado sentía bastante respeto y agradecimiento a Miguel por lo que había hecho por los niños sin ser su tío. Supimos que Miguel también era del agrado del EAIA. El educador me felicitó al utilizar la frase “Me haría mucha ilusión” para invitar a la niña a Normandía. Dijo que era una forma de decirle que se la quería y que contábamos con ella. Lo del regalo del teléfono también fue un punto muy positivo. El hecho que su padre le comiera el coco a la niña insinuando (y dando por hecho) de que saldría con las manos vacías de casa y descubrirse que no era así era un punto a favor nuestro (confianza y cumplimiento de palabra) y uno negativo para el padre. Eso creo que ha hecho efecto.

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