sábado, junio 14, 2008

El plato del día.

Ya nada importaba. Tenía renombre, había ganado todos los premios culinarios habidos y por haber. No tenía miedo a la competencia. Esta había desaparecido de la faz de la tierra. Su cocina era la mejor del mundo, por lo menos eso era lo que opinaba la crítica y el público. Pero no él.

Había algo en su interior que le atormentaba. Mucho. Era que tanta era su fama que la gente sólo venía a comer para ser vistos o para presumir de haber estado en el mejor restaurante del planeta. Había tal lista de espera que si te descuidabas, cuando te tocaba, venían tus nietos en vez de ir tú mismo. No, no se sentía a gusto. Un día decidió hacer una prueba. Algo que le pudiera sacar de cualquier la duda. Que la gente le apreciaba por su comida y no por su fama. Invitó a varios críticos. Los más feroces de toda su carrera. Aquello que incluso ahora se rendían a sus pies. Les preparó un menú muy especial, una exquisitez. Consistía en un supuesto paté a base mezclar varios tipos de comida para gatos de las latas más baratas del mercado con mocos propio y cerumen de sus orejas. Adornó la mezcla con huevos de tarántula, rojos como diminutas bolas de fuego y preparó una salsa donde introdujo varios escupitajos, vinagre caducado, limadura de uña del dedo gordo del pié y especies con varios tipos de malas hiervas del jardín tomadas del cementerio al lado de su propia casa. El resultado en sí era muy vistoso, nadie hubiera notado la diferencia con cualquier otro plato de tradicional de su cocina, por lo menos en apariencia. Pese a sentirse algo satisfecho con el resultado ni él mismo se atrevió a probar dicha "delicatessen".

Se lo comieron todo. Entre mordisco y mordisco todo eran elogios, aullidos de placer y palabrería. Nadie notó nada. Ni siquiera le preguntaron cuales eran algunos de sus ingredientes. Al final de la comida recibió aplausos y vitoreos. Pero en vez de sentirse congratulado comenzó a sentirse peor. Muy mal. Incluso se enfadó. Aquellos paladares tan excepcionales se habían vuelto toscos e hipócritas. Ya no había motivo para seguir adelante.

Antes de dar por finalizada su carrera decidió dar una última cena. Una última cena que sólo él sabía. Nadie más, ni siquiera sus más allegados sabían sus intenciones, es más procuró alejarlos de todo ello en cualquier momento. Invitó a unas cien personas. Algunos de ellos eran anónimos, otros algo más famosos incluso vino gente de realeza. Sí, allí había gente de todas las clases sociales y categorías sentados unos junto a otros a lo largo de un interminable mesa decorada con el mayor gusto posible. Si los mantenles y utensilios que reposaban sobre la mesa hubieran sido comestibles seguro que más de uno les habría hincado el diente.

Preparó Roast Beef de rata al aroma de cloaca y sopa de vómito y pus. Con pelos de las ratas creó una especie de cabello de ángel. Tomó el vino más rancio del mercado y rellenó con él un centenar de botellas vacías de marca. Preparó un estofado compuesto principalmente por excrementos propios y alguno que otro que encontró en el baño de su establecimiento. Los había dejado macerar un par de días con todo tipo de inmundicias y luego tras congelarlos creó una especie de albóndigas parduzcas donde se podía apreciar algún que otro resto alimenticio sin digerir. Orinó en las tartas de limón y preparó una mousse con caspa y varias claras de huevo caducadas.

Se lo comieron todo. Alguno incluso alguno repitió. Firmó varios autógrafos y una veintena de libros de recetas suyas famosas. Pese a las arcadas de algunos de los presentes todos salieron maravillados. Parloteando alegremente entre ellos sobre lo fabulosa que había sido la cena.

Cuando acabó todo se sentó en la cocina. Sólo. Miró su reflejo en la inmensa nevera donde guardaba la verdura. Su rostro expresaba desmesurada tristeza. Sacó el sobre del bolsillo de su delantal y lo depositó sobre la mesa. En su interior había instrucciones muy concretas para aquellos quienes le ayudaban en la cocina y que ese día tan especial había dado día libre.

Se desnudó. Guardó la ropa, perfectamente plegada para no crear sospechas. Entró en la habitación y puso en marcha la enorme máquina picadora. La había programado para que se apagase nada más acabar su trabajo. No gritó cuando comenzó a triturar los huesos de sus piernas. Ni se inmutó. Estaba demasiado dolido por otras cosas más importantes. La carne y el hueso picado iban cayendo a la cubeta de forma ordenada. La masa estaba tan picada que nadie notaría nada cuando se lo echasen a la boca. Ni un trozo duro, ni un tendón, ni un cartílago y mucho menos un hueso. Aquella era la mejor picadora del mundo.

A la mañana siguiente el pinche llegó a la cocina y abrió el sobre. Su jefe le había dicho que se iba a tomar una larga temporada de vacaciones. El pinche masculló algo inteligible entre dientes. Ahora se tomaba vacaciones cuando más trabajo había. Entró en la habitación de la picadora y arrastró la cubeta a rebosar hasta la cocina. Habría filete ruso para el plato del día, tal y como había ordenado su jefe. Había mucho trabajo por hacer así que no se entretuvo y se puso manos a la obra.

Para Nelita/Noe. Que no se deja engañar tan fácilmente.

©Richard Archer

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Preparó Roast Beef de rata al aroma de cloaca y sopa de vómito y pus. Con pelos de las ratas creó una especie de cabello de ángel. Tomó el vino más rancio del mercado y rellenó con él un centenar de botellas vacías de marca. Preparó un estofado compuesto principalmente por excrementos propios y alguno que otro que encontró en el baño de su establecimiento. Los había dejado macerar un par de días con todo tipo de inmundicias y luego tras congelarlos creó una especie de albóndigas parduzcas donde se podía apreciar algún que otro resto alimenticio sin digerir.


Esto mismo nos lo daban en la mili. Si es que cuando uno sabe cocinar da igual lo que se eche en la olla, al final sale bueno y todo.

¡Ñam! ¡Ñam!

Anónimo dijo...

Gracias Richard

Es un cuento preciosocon una genial (como tú) anecdota . Es un honor que me lo dediques.

Eres un solete y me ha hecho mucha ilusion se lo voy a enseñar a oscar cuando llegue a casa quiero que el tambien lo lea.

Muas florecilla!!!