domingo, junio 08, 2008

Enamorada de la luz.

"¿De dónde vendrá esa luz tan bonita? ¿Qué habrá allá fuera?" Se cuestionó la pequeña estrella. Sacudió ligeramente los diminutos fragmentos de arena de sus patas y comenzó a deslizarse bajo el agua como si fuera una grácil bailarina. Se acercó a una rocas donde habitaban un grupo de anémonas, les preguntó de forma cordial pero no supieron responderle. Las gambas y el pez trompeta la ignoraron. Un caracol de mar se escondió de forma súbita dentro de su caparazón gritándole desde su interior que no le molestase más y que dejase de insistirle.

La estrella no comprendía tanto desdén. Tampoco entendía porque aquellos seres no sentían la misma admiración y curiosidad por aquella luz brillante como la sentía ella. Volvió a mirarla. Era preciosa, sobre todo porque fragmentos de ella ondulaban por entre las aguas decorándolo todo con fragmentos de lucecitas brillantes a forma de pequeñas estrías. "El lugar de donde viene esa luz debe ser maravilloso, y el ser que emita esa luz debe ser el ser más bello del mundo" pensó medio obnubilada.

Se acercó arrastrándose hacia el arrecife. Esperaba tener más suerte en sus indagaciones con los vecinos que lo poblaban. Ya no quería saber nada más de los antipáticos habitantes de las rocas. Debajo de un coral con forma de cerebro se encontró con una vieja sepia que dormía plácidamente. Esta tras escuchar la pregunta le arrojó un chorro de tinta y huyó lejos echando pestes. La estrella no se inmutó. Siguió en su empeño. Quería saber, lo necesitaba. Cada vez que miraba arriba se sentía embriagada por el dueño de aquella luz. No obtuvo éxito ni con los peces globo ni tampoco con las tintoreras. Un pez extraño, grande de tonos dorados le dijo que huyera de aquella luz, que aquello no era bueno y mucho menos lo que había fuera. Pero tampoco le supo decir exactamente lo que era. "Debes hacer caso a la sardina" le dijo entonces una voz. La estrella dejó de mirar a la luz durante unos instantes. Un cangrejo de enormes pinzas se acercó a ella. "¿Por qué dices eso?" le preguntó la estrella. "Porque eso que tu deseas. Esa luz que tanto te atrae sólo puede traerte mucho dolor y muerte". La estrella se rió. Aquello era imposible. Como un ser tan luminoso y tan cálido como aquel, como algo tan llena de luz podría hacerle daño. "Tu ríete pero son muchos son los que han quedado prendados de su belleza y tras ir en su busca no han regresado jamás." "Eso no me importa. No creo en lo que me dices.” Espetó la estrella. “Tengo muchas ganas de saber quién es, cómo es, qué lo hace tan brillante y tan bello. "Nunca lo he visto” le contestó el cangrejo, "Las veces que he salido a la superficie nunca lo he visto. Yo sólo conozco la noche y a una luz menos brillante llamada Luna que la ilumina. Así que no te puedo decir cómo es su aspecto. Pero te aseguro que para ti no es nada bueno." La estrella volvió a reír. Aquel cangrejo era muy divertido y tremendista. No era para tomárselo en serio. "Dime, ¿cómo puedo hacer para salir afuera? ¿Es aquello tan bello como dices?" "Si, es muy bonito" contestó el cangrejo mientras hundía una de sus pinzas en la arena. "Es mucho más grande que lo que nos rodea, pero es tan incluso más peligroso que el mundo que tu y yo conocemos..." "Eso no me importa… Dime, ¿qué camino debo tomar para llegar a él?" interrumpió la estrella. "Sólo tienes que seguir la corriente del norte hasta que notes que el agua se agote y cada vez más te cueste más caminar. Pero te ad..." No tuvo tiempo de terminar la frase. La estrella ya había desaparecido. "Que Neptuno se apiade de tu alma mi pequeña estrella..." sentenció tristemente el cangrejo.

Se arrastró sin dejar de mirar en todo momento la luz, sentía que amaba aquel ser como nunca jamás había amado a nadie en este mundo. Sabía que aquello no iba a ser malo para ella. Era imposible. Sabía que podía ser feliz a su lado y ambos disfrutar el uno de la otra. Lo presentía.

A medida que la densidad del agua se iba haciendo cada vez menor los seres que la poblaban iban desapareciendo. No obstante recibió varias advertencias más mientras se dirigía decidida a la superficie, una de ellas de una almeja, la otra de un minúscilo caballito de mar.

Salió a la superficie con la ayuda de una ola. La arrastró a la orilla con fuerza, depositándola con algo de malicia a varios metros de la orilla. El viento comenzó a arrojarle granitos calientes de arena. Pero aquello no le importó. En absoluto. Simplemente se quedó tendida sobre la arena como embelesada mirando con desmesurado amor aquella esfera luminosa e inmensa que flotaba en el cielo. Pasó un tiempo. La estrella sintió como el calor abrasaba cada una de sus patitas. Para ella era él, su amado, que la estaba abrazando. Era feliz muy feliz y deseó que esa eterna felicidad nunca desapareciera.

Se quedó expuesta a la intemperie hasta bien entrada la tarde. Entonces vio como su amado comenzó a alejarse hasta perderse tras el horizonte, ignorándola. Trató de moverse para seguirle pero no podía. Su cuerpo se estaba poniendo muy rígido y apenas podía sentirlo. Intentó acercarse a la orilla, una, dos hasta tres docenas de veces, pero le fue imposible. Por primera vez sintió miedo y por primera vez sintió dolor. Llamó desesperadamente a su amado pero éste continuó ignorándola. Es más desapareció lentamente bajo las aguas sin importarle para nada las suplicas de su amada. Le invadió la tristeza. Trató de llorar pero no pudo. Se sentía cada vez más débil. De repente recordó todas y una de las advertencias que había escuchado de los habitantes del mar antes de salir del agua. El miedo hizo acto de presencia en ella.

Llegó la noche y con ella el frio. El cielo se oscureció y se lleno de diminutos puntos luminosos. La estrella lo contempló admirada por primera y última vez. Pese a su miedo y debilidad no dejaba de sorprenderse ante tanta belleza.

El viento la cubría de arena. A la estrella le costaba respirar. Intentó moverse de nuevo pero ya le fue imposible. Su cuerpo no respondía. Estaba seco. "Te lo advertí" escuchó. Era el cangrejo de grandes pinzas que se acercaba desde la orilla lentamente hacia ella. El crustáceo la miró con compasión. "¿Por qué?" suspiró ella. "¿Por qué… me ha… ignorado?" Pero no obtuvo respuesta. Cuando él fue a contestarle la estrella ya había emitió su último aliento de vida.

El cangrejo la contempló hasta que tras una nube apareció la Luna. El satélite vio el cadáver de la estrella tendido sobre la playa. En su mirada se podía vislumbrar un tono de compasión. "Lo ha vuelto a hacer, ¿no?" Le preguntó al cangrejo. "Me temo que sí" contestó este apesadumbrado. "No le eches la culpa. Él ni siquiera tiene consciencia de las diminutas formas de vida que pueblan este planeta. Es tan inmenso, tan omnipresente que incluso muchas veces dudo que hasta aprecie mi propia presencia. Ella no es la única… ni será su última amada. Mañana otra estrella se rendirá ante su magnificencia y tras su muerte, por la noche, en el cielo aparecerá una nueva y tintineante presencia. Una diminuta luz que nos hará recordar que un día un corazón amó tanto que se llenó de una poderosa luz intensa." Y añadió: "Es posible que un día el cielo se llene de tanta luz que él descubra a todos aquellos que una vez lo amaron."

Dedicado a Begus con mucho cariño. Espero que nunca te conviertas en una estrella de mar sin conciencia.

©Richard Archer

12 comentarios:

Anónimo dijo...

Richard, muchas gracias por el cuento, pero...pero...porqué tan triste mi cuento?????si yo soy muy alegre...me ha dado mucha penita esta historia de la estrella...snif, snif!!!

De todas formas te agradezco este regalo literario, es la primera vez que alguien me hace algo así.

Un besuki para ti.
Begus

Per anar fent gana dijo...

muy bonito ,ami me ha gustado richard,de verdad begus un beso muy fuerte.
me encanta conoceros,de corazón y richard ,o dejas de asombrarme.sigue asi te necesitamos todos.
mil besos
de una hormiga

foscardo dijo...

¿Triste? Depende de como lo leas ;)
Cuando ahora mires al cielo seguro que ya no veras las estrellas de la misma forma.

Meggan preparate que tu un día tambien tendras tu propio cuento ;)

Adara dijo...

Si que tiene un punto de tristeza( aunque sólo el final)...pero el caracter tierno,intrépido,curioso, sociable, directo,y sincero de la estrella tiene un poco de tí.

Aunque tú, no te hubieras ido así..sin pensar y sin escuchar lo que te podía pasar...por mucha luna o por mucho sol que hubiera fuera.

ADARA-68

foscardo dijo...

Yo veo a Begus mas como el cangrejo o como la luna. Estrellas de mar hay muchas, ¿Insensatas? Por supuesto per tambien arriesgadas. Además en el amor si no te arriesgas no sabes nunca si ganas o pierdes.

Velvetina dijo...

Siempre me han gustado los cuentos, los tristes, los alegres, los infantiles, los psicológicos, los absurdos o los más escabrosos.
Es el mejor regalo que le puedes hacer a una persona, un cuento improvisado sobre la marcha, un cuento ideado con tiempo, un cuento escrito y después leído que te dice que eres importante para un persona.
Dichosas deben de sentirse tus amigas por tener cerca a un contador de cuentos como tú.

Un beso

Anónimo dijo...

Estoy de acuerdo.. ES EL MEJOR REGALO QUE PUEDES HACERLE A ALGUIEN..
A mí me ha hecho especial ilusión pues es la primera vez que alguien me dedica uno.. además me ha encantado y el de begus también, y no me parece triste, como dice Richard depende como lo mires..

Estoy loca de contenta..

TESORETE

KAMELUCHA,.,.,.,.,., dijo...

Todo cuento es una ilusiòn ,una fantasia, que por ratitos nos saca de nuestra raalida....te felicito porque es lindo esa conversaciòn cangrejil jaja,es de lo mas simpatica.
un abrazillo y felicidades..genial..

foscardo dijo...

Velvetina cualquier dia de estos te dedico uno que ya me ronda por la mente.

Anónimo dijo...

Hola ya estoy en casa y lo primero que he hecho despues de casi un semana es abrir el ordenador y leerte aunque no puedo incorporarme solo 5 minutos te leere siempre que pueda y te contestare.
Sigue escribiendo asi que me encanta.
Un beso
HISTORIA

Esther Hhhh dijo...

El cuento es bonito, Foscardo, pero un poco triste, jo... Aunque es cierto, que para amar hay que arriesgar y pegarse fostiones, uno tras otro y dejarse morir un poco, y luego resucitar como el ave fénix. Me lo dirás a mí apuff... Y oooooootra vez a la carga.. Dios cada vez me da más miedo y cada vez estoy más fuerte, jejeje...

Me encantan las estrellas. Es lo que significa mi nombre. Siempre llevo estrellas.

Besitosss

Salegna dijo...

Precioso como todo lo que escribes, estoy enganchada a tu blog, aunque no tenga tiempo para escribir lo visito a diario.
Un beso