Hacía tiempo que quería escribir. Es decir, hacerlo siendo yo mismo, sin estar pendiente de una fecha de entrega o a cambio de un talón. Creo que ya va siendo hora de armarme de valor, de entrar en el caserón, de abrir ventanas y puertas y permitir que la luz invada su interior. Necesito dar forma a los fantasmas, atraparlos, enfrentarme a ellos y asumir que, en el fondo, también forman parte de mi vida.
martes, mayo 08, 2007
Interrogantes.
El domingo fueron los niños a ver a mi hermana. Al estar mucho más controlada con el tema de las pastillas me dijo que pudo hablar con ellos. Me dijo que los críos estuvieron muy cariñosos con ella. No sé qué pensar. A veces creo que lo hacen porque su padre se lo pide y no porque ellos lo sientan. Puede que no. Pero me cuesta creerlo. A mi hermana también. Es muy triste acabar pensando eso y mantenerlo como una duda constante a modo de moscardón ruidoso dentro de la cabeza. Me comentó que el niño si vino a casa a verme el día que se quedó con los vecinos pero que yo no estaba. Me cuesta creerlo por algunas razones de peso. El niño no diría eso delante de la hermana cuando sabe que ésta se lo puede contar a su padre y tener repercusiones. Ahora pienso que mi hermana trata de limar asperezas entre los niños y yo. Para estar más seguro le he comentado que ya se lo preguntaría personalmente a la vecina. Dudo que ella trate de engañarme. Mi hermana también me contó que los niños querían hablar conmigo, ella les dijo que tenían que escucharme y conocer mi versión. Me ha dicho que los niños tienen miedo de que su padre les vea hablando conmigo. Es posible. Pero hay cosas que no veo claras y más en su comportamiento. Si quieren hablar conmigo ¿por qué cuando me ven huyen? ¿Por qué chivan cuando yo he aparecido por sus vidas para que su padre monte en cólera y luego dicen que tienen miedo? Mi hermana me anuncia “Los niños me han dicho que te quieren mucho” Si es así ¿por qué luego solo veo desprecios y evasivas por parte de ellos? No sé. Sigo pensando que aquí se está tratando de marear la perdiz. Me comento también que había hablado a los niños del viaje de verano. Ellos, al parecer, le anunciaron que querían venir. El inconveniente era el padre. Mi hermana les comentó que ella les daba permiso y que el EAIA lo veía muy bueno para ellos. Miguel no se fía de ellos y está bastante molesto. Ve mucha hipocresía en los niños y yo, a pesar de todo, veo lo mismo. Me temo que si me los llevo de vacaciones estos acabaran despotricando de cosas que no sean ciertas, inventándose excusas para agravar más la situación y llamar la atención. Pero, por otro lado, sigo viendo necesario que salgan del ambiente paterno durante una temporada. Creo que si se lo pasan en grande las cosas cambien y las aguas vuelvan a su cauce. Como broche final os cuento algo que también le sucedió a mi hermana este domingo. Antes de marcharse (en un principio ella me dijo que habían estado una hora, luego dijo que solo media) le pidió al niño que le comprase un bocadillo en el bar. Le dio tres euros y al cabo de un rato mi sobrino regresa con el bocadillo en la mano, envuelto en papel de plata. Mi hermana ve que el niño porta una sonrisita extraña entre los labios. Al abrir el envoltorio y se encuentra con que ¡el bocadillo está mordido! Mi hermana le pregunta al niño y el dice que no sabe nada. Entonces ella comienza a atar cabos. Piensa que el capullo se ha quedado los tres euros y le ha entregado el bocadillo que se había empezado a comer él. Todo esto me lo comentó con asco. Yo lo comprendí. También se me ha pasado por la cabeza que podría ser el niño. Es muy posible. Aunque conociendo los antecedentes familiares no sé qué pensar.
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