Mi cuñado tenía una hermana que murió de una forma muy extraña. En teoría se suicidó pero todo el mundo comentaba “sotto voce” que la habían suicidado, os explico. La chica se casó con un chico, vecino del barrio al que mi hermana y yo conocíamos desde muy jóvenes. Era un buen chaval, de familia humilde pero muy majete. Solíamos coincidir con él en casa de una profesora particular que en aquellos tiempos nos ayudaba a superar el fracaso escolar galopante que llevábamos en nuestras chepas. Este chico, con el tiempo, cambió. Se metió en el mundillo de las drogas y acabó completamente hecho una mierda, con un SIDA y una prisión a cuestas. Ignoro si aun está vivo o muerto, me da más lo segundo que lo primero. Cuando conoció a la cuñada de mi hermana estaba en pleno noviazgo con los estupefacientes, pero de esos noviazgos light de aquí te pillo aquí te mato. A la hermana de mi cuñado le corría mucha prisa salir de casa. El peso (en todos los aspectos) y la oscura sombra de la matriarca era más que insoportable y como a sus hermanas mayores les había ido de maravilla pescar maromos a base de bombos pues ésta hizo exactamente lo mismo. ¿El problema? Se fue que de Guatemala y se metió en Guatepeor. La pareja y su primer retoño se fueron a vivir a Extremadura y allí lo hicieron hasta que ella murió de forma muy extraña. Una mañana la encontraron en el fondo de un pozo con una soga en el cuello atada a un bidón de agua. El diagnostico: suicidio. Para la familia: ajuste de cuentas por tema de drogas. Dejó huérfanos de madre a cinco hijos cuyas edades comprendían los catorce años hasta los nueve meses de vida. Como el padre no podía hacerse cargo de los niños, al estar en la cárcel, los cinco acabaron en un centro de acogida ya que ni la familia de mi cuñado ni la familia del padre quiso hacerse cargo de ellos. En su día supe por mi cuñado que los niños fueron trasladados a Fraga (Zaragoza) e ingresados en una especie de orfanato. No sé porque motivo a la Sargento de Hierro se le ablandó el corazón y decidió llevarse a uno de los niños a su casa. Concretamente al de seis años. Como es natural el niño no le llegó limpio de traumas ni de problemas, pero de eso a comparármelo con el mismísimo Damien (el niño de la profecía) lo encontré demasiado exagerado. Si el niño era conflictivo era porque había aprendido a serlo al ver lo que sucedía en su casa. Sólo hacía falta un poco de paciencia y muchísima psicología para reconducir al pequeño por el camino correcto. El problema es que el pequeño se encontró con varios obstáculos. Uno de ellos, el más gordo, era la propia Sargento de Hierro. No se puede educar a un niño conflictivo a base de gritos, desprecios y humillaciones. Por ahí no funcionas las cosas. Si encima el resto de componentes del núcleo familiar (marido e hijo) te apoya se acaba por aislar al chaval y con ello la posibilidad de recuperar el poco cariño que tenía. Otro punto eran los celos que sufría del hijo de la Sargento. Eran letales para el pequeño. Tanto es así que tras una pequeña temporada en casa de los "tíos de Harry Potter" acabaron devolviéndolo al orfanato junto al resto de sus hermanos. La Sargento me contaba entre gritos y estridencias lo malo que era el niño, las patadas que le pegaba, por donde se metía los panecillos del colegio (imitando a su padre cuando hacía de camello) la de dinero que se había gastado en el niño enviándolo a psicólogos y la de juguetes y ropa nueva que tenía. Todo reproches y mentiras disfrazadas de verdades. Ni una palabra o gesto de compasión para el pobre niño. Yo conocí al infante en casa de mi hermana un día que fui con mi padre a comer. El niño era travieso, pero no un demonio. Era descarado pero divertido. Se le veía una falta de cariño en todos los poros de su cuerpo. También viví momento de humillación. En un instante de la comida el niño se entretuvo en partir nueces. Lo hacía a puñetazos con bastante éxito. Se las comía con deleite. Hasta que comenzaron a lloverle críticas de la familia Munster al completo. “Moñas” (mariquita) era lo más bonito que le decían. Le criticaban todo, en este caso la forma de partir y comerse las nueces. Ninguna buena palabra. Nada bueno. El niño se arrinconaba en una esquina de la silla y permanecía callado. Quien más se cebaba era el remilgado, siempre sabio, educado y magnifico hijo de la Sargento de Hierro. El niño fue devuelto como un fardo al rincon más oscuro de Fraga. Yo siempre le preguntaba a mi hermana porque nadie se había encargado del resto de hermanos y sobre todo del más pequeño de la familia. Mi hermana quiso hacerlo pero por aquel entonces el Parkinson se estaba acentuando por lo que no lo vieron conveniente. A mí no entraba en la cabeza como siendo tanta familia nadie se quiso quedar con los hijos de su hermana. Pensaba que si existía el cielo la pobre estaría desesperada viendo como los de su propia sangre se negaban a ofrecerles ayuda. Al final de la historia supe que los hijos mayores de la desdichada acabaron en un correccional con problemas de robos y drogas. Del resto no han vuelto a saber nada. Ni se han preocupado la más mínimo. El día que mis sobrinos vinieron a vivir con nosotros me acordé mucho de "los niños perdidos de Fraga". La indiferencia de su familia paterna ante cuidar o atender a los hijos de mi hermana me encendió inmediatamente la señal de alarma. Pero que podía esperar. Ya habían hecho lo mismo con aquellos pobres niños ¿por qué regla de tres iban a ser mi sobrinos diferentes? Si contamos que mientras vivieron a mi casa salvo la Sargento y la esquizofrénica parecieron interesarse (aunque lo único que les interesaba era endiñarme al hermano en mi casa y así quitarse las pulgas de un solo golpe) por ellos (aunque echaban pestes cuando les sugería que se quedasen los niños una noche en su casa), el resto de familia ni asomaron el pelo a durante todo ese tiempo. Sólo lo hicieron para recordarme que yo había roto mi compromiso para cuidar a los niños (¿y qué sucedía con el suyo?) Eso y que era un malnacido porque su hermano les había dicho que yo había echado a los niños de casa bla bla y más que bla... Si encima culpaban a mi hermana de joderle la vida al capullo con su enfermedad (como si ella se pusiera el traje del Parkinson para dedicarse a fastidiar al vida al prójimo) pues esa noche dormían tan panchas como anchas. En estos momentos toda la manada de lobos se dedican a asustar a mis sobrinos con el tema del orfanato. Para ellos es el peor castigo se les puede otorgar. Saben que si van a parar allí serán unos desgraciados y que acabaran en una prisión de menores como sus primos. Ellos les dicen que yo y su madre les queremos encerar allí. O que si se portan mal y dicen la verdad perderán a su padre y con ello la posibilidad de tener un hogar. Son crueles. Son seres con el alma podrida. No pueden asustar así a unos niños. No es justo ni se lo merecen. Ni ellos ni nadie.
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