viernes, abril 27, 2007

Un atisbo de esperanza.

El martes nos reunimos con la representante del EAIA. Fue en el hospital, sin duda algo mucho más cómodo para mi hermana. Al principio entramos ella y yo. Miguel se esperó un rato afuera. La representante se presentó comentándonos (y sobre todo aclarándonos) que el EAIA no iba a juzgar en ningún momento a nadie. Su función era y sería siempre la de proteger los menores y sobre todo tomar las determinaciones pertinentes de quienes deberían hacerse cargo de ellos para conseguir así su bienestar. Esta vez mi hermana podía hablar un poco (el Parkinson de nuevo le impedía comunicarse al cien por cien) También podía escribir. Hablamos de mis sobrinos, de la situación familiar y sobre todo de las condiciones de cuidado que somete a ellos mi cuñado. Aparecieron varios temas. Ante la pregunta de por qué a mi hermana se le tardó tanto en diagnosticarle el Parkison mi hermana le comunico: “Mi marido no me llevaba al médico” (recuerdo que mi cuñado se ponía de los nervios cada vez que mi hermana tenía que ir al ginecólogo. “No soporto que otro hombre le mirase el coño a su mujer” decía.) La representante del EAIA le preguntó porque no había ido ella sola o acompañada de alguien a un consultorio. Ella le contestó “No me dejaba salir ni tener amigos, sólo podía relacionarse con su familia y en todo caso con la de ella”. Se comentó un terrible episodio sobre un aborto y un ligamento de trompas sufrido mi hermana poco después de haber nacido mi sobrino. Al parecer se había quedado embarazada de nuevo en plena época de cuarentena. A él (para chulear ni bajarse del burro) no le preocupaba para nada la situación. Decía: “Si mi hijo o hija ha de nacer que nazca. Donde comen dos comen tres” (Os recuerdo que él viene de una familia numerosa con un total de ochos hermanos un padre casi siempre en paro y una madre dominante y siempre quejándose de que estaba enferma que ríete tu de la de Norman Bates). Cuando vio que el médico le insistía en que mi hermana corría peligro pareció entrar en vereda y desistió de la idea de ser padre de nuevo. Como mi hermana era alérgica a los anticonceptivos el médico le sugirió a él que si no podían tomar precauciones entonces se plantease el practicar una vastectomía. El capullo (como no) se negó en rotundo. “Yo no me pienso operar porque no quiero perder la virilidad” le dijo con cierto orgullo ignorante y machista. Al final mi hermana accedió, abortó y posteriormente se le practicó un ligamento de trompas. Otras cosas que se hablaron fueron sobre la insistencia por parte del capullo en que mi hermana firmase misteriosos documentos o sobre el tema del alcoholismo. La representante del EAIA nos sugirió si mi cuñado solía beber (intuimos a esa pregunta que el capullo se había presentado a la entrevista bastante mamado y subido de tono, vamos, en su línea para variar) Ella si remarcó el haberse percatado el tema de la higiene (él y la purria son y han sido siempre íntimos e inseparables) ya que lo había comprobado in situ. Sobre los misteriosos papeles nos preguntó que cuál era la intención de él con esas firmas. Yo le comenté varias opciones desde renunciar a sus hijos, considerarse inútil o renunciar a la potestad y delegarla a él a una de sus cuñadas. La mujer dijo que mi hermana de momento no firmase nada, si así estábamos más tranquilos. Entonces hizo que Miguel entrase y participase en la entrevista. Entre los dos comentamos todo lo que había sucedido en casa durante la estancia de los niños, así como episodios sucedidos a lo largo de estos meses (amenazas de muerte, llamadas de teléfono etc, etc…). Ella se interesó bastante sobre nuestra función como “padres adoptivos” de los niños. Dejamos bien claro que fue mi cuñado quien se llevó a los niños, que nos aportaba una miseria para mantenimiento de los mismos. Una cosa que se quedó bien clara es que aquella no iba a ser la única entrevista y que durante un tiempo tanto nosotros como los niños nos íbamos a ver obligados a compadecer en otras nuevas entrevistas para aclarar, enriquecer o añadir más datos a todo este asunto. Otra cosa muy importante que se dejó clara era que los niños debería tener mucho mayor contacto con su madre (nada de visitas relámpago de cinco minutos una vez a la semana) y un nuevo acercamiento por parte de los pequeños hacia mí y Miguel. Con la posibilidad de poder llevarnos los niños de vacaciones o poder disfrutar de ellos en estancias cortas. Dijo que trataría de conseguir que los niños pasaran este verano con nosotros en Normandía (Eurodisney incluido) ya que sería de mucha ayuda a los niños y un deseo de su madre por que pudiéramos recuperar todo el amor que y confianza que habían perdido. Comentamos la (mala) influencia del Sargento de Hierro tanto en el padre como en mis sobrinos. Ella nos tranquilizó comentando que los niños iban a ser estudiados y tratados por un equipo de psicólogos, educadores y pedagogos por lo que nos pedía paciencia. Si nos aclaró que los síntomas que presentan los niños son normales, sobre todo en casos de maltratos o anomalías familiares. Vamos, que aquello no era una novedad para ellos. Nos aseguró que ya estaban acostumbrados a desenmascarar este tipo de situaciones de acoso, manipulación o coacción. El informe del colegio también sería importante y esclarecedor. De momento lo que había comentado con la directora nos ponía tanto a Miguel como a mí en una situación privilegiada. En ningún momento nos sugirió si Miguel o yo queríamos quedarnos con los niños en el caso de que su padre fuese declarado incapacitado, al ser nosotros quienes lo sugerimos su semblante se iluminó dejando claro que había predisposición por nuestra parte. Se habló de los maltratos muy por encima, aunque si les prestó atención. Si nos comentó que mientras mi cuñado demostrase luchar por mantener a sus hijos se les daría una oportunidad, a no ser que hubiera indicios graves que hiciera necesario alejar a los niños de él. Otro de los comentarios que salió a flote era la diferencia social entre mi cuñado y nosotros. Temas como la educación, el saber estar, la forma de hablar, su capacidad por contradecirse, su falta de argumentos sólidos etc, etc... Un comentario de ella respecto al capullo (Nos insinuó: “Es que nos ha parecido que a su cuñado aun le falta mucho por pulir ¿no?” Yo rápidamente le contesté, con cierta ironía: “¿Mucho? Pero si aun esta dentro de la montaña”) nos dio a entender que ya había visto asomarse las orejitas al lobo. Cuando estaba a punto de finalizar la entrevista la asistente de EAIA le preguntó a mi hermana: ” Carolina, ¿tienes algo que decir?¿Algo que quieras expresar y comunicarme?” Mi hermana asintió con la cabeza. Tomó el bolígrafo en sus temblorosas manos y comenzó a escribir en la libreta llena de torpes garabatos. “QUIERO QUE LOS NIÑOS VUELVAN CON RICHARD Y CON MIGUEL” y se echó a llorar con una mueca de desesperación. Se hizo un silencio en el despacho. Me costó mucho aguantarme las lágrimas. La representante del EAIA le dijo y con un nudo en la garganta: “No te preocupes. Haremos todo lo posible para que eso sea posible si es necesario” Su voz sonaba compungida y sus ojos brillaban de una forma especial. Como al borde de la emoción. Más tarde Miguel me dio a entender que para él también había sido un momento muy emotivo y difícil de contener. Acabamos aquella primera entrevista con bastante optimismo. Se lo comunicamos a las enfermeras que nos animaron con una franca sonrisa. De momento nos tocaba esperar. Por lo menos había un vestigio de que se podría recuperar a los niños. Y sobre todo el hecho de poder llevárnoslos este verano a Francia de vacaciones era algo que deseaba con toda mi alma. Pero me temo que mi sobrino tenía mucha razón cuando me dijo: “Mi padre no lo soportaría”. Aunque pienso que negarse no sería nada recomendable para él en este momento.


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