Hacía tiempo que quería escribir. Es decir, hacerlo siendo yo mismo, sin estar pendiente de una fecha de entrega o a cambio de un talón. Creo que ya va siendo hora de armarme de valor, de entrar en el caserón, de abrir ventanas y puertas y permitir que la luz invada su interior. Necesito dar forma a los fantasmas, atraparlos, enfrentarme a ellos y asumir que, en el fondo, también forman parte de mi vida.
sábado, mayo 05, 2007
Confidencias.
Esta tarde, después de deambular por Barcelona desde las 9:00 AM y con un dolor de cabeza de órdago, he dio a mi visita habitual para ver a mi hermana. La he encontrado sentada en su butaca. Estaba más tiesa que un palo. No había movimientos. Solo silencio. No estoy acostumbrado a oírla hablar por esas horas (eran las 16:30 PM) por lo que me ha sorprendido. Me ha dicho que habían escondido el carro de las pastillas y que no había podido ir a robarlas. Estaba tensa porque no le gusta estar así, que es como tiene que estar. Eso de que sea otro quien le controle las pastillas le saca de quicio. Claro, cuando se las toma ella al tuntún pues se vuelve muda y babea más que un bulldog en una tarde de calor asfixiante. Es muy tozuda. Le cuesta entender que la mejor manera de continuar con el tratamiento preventivo es así, no de la forma que quiere seguir imponiendo ella. Hoy ha sido una tarde especial para los dos. Hemos hablado de muchas cosas. Desde temas relacionados con el ambiente gay (me ha preguntado cosas de los bares y discotecas) Le he comentado anécdotas, nos hemos reído un poco y todo perfecto. Hemos hablado de cine. En sus tiempos ella era igual de cinéfila que yo. Le gustaba mucho ir al cine o ver películas (me ha comentado que la única vez que ha estado en la casa nueva de sus hijos le pusieron “High School Musical” que le regale yo a mi sobrina en navidad y que le gustó mucho) Hemos hablado del famoseo, de los amigos, de la forma tontuna que tenemos Miguel y yo para bailar y también del divorcio. Aquí se ha hecho un silencio. En un momento dado me ha dicho “Richard me sabe muy mal todo esto” Yo le he preguntado el qué, ella me ha contestado “Que me sabe mal por lo buenos años que ha pasado con mi marido”. No niego que en su relación haya habido buenos años. Entonces ella me ha dicho “Todo ha sido culpa mía”. Yo le pregunto por qué dice eso. Ella me contesta “Porque me he portado mal con el por culpa de las pastillas.” Yo ahí le dado un alto a la guardia civil. “La culpa no es tuya Carol. La culpa podría ser de tu enfermedad, pero ni eso. La culpa la tiene él que no ha sabido cuidarte ni atenderte cuando lo has necesitado. Todo por puto orgullo. No puedes sentir pena por un tío que te ha robado la dignidad a base de ostias. No es justificable que al no saber cómo cuidarte se liase contigo a ostias, vejaciones e insultos por ignorancia, arrogancia o vete a saber que mierdas más. ¿Acaso tu habrías hecho lo mismo que él te hizo a ti si hubiese sido él quien hubiese sufrido Parkinson” ella me ha dicho que no. Rotundo. “¿Acaso tú te has enfermado de Parkinson por capricho, para joderle la vida a él?” Otra negación igual de rotunda. “No puedes sentir pena por un tío que te ha molido a palos a ti y a tus hijos, que te ha tratado peor que una mierda, que no te ha cuidado como debía, que se ha tomado la justicia por su mano y está privando de que veamos a tus hijos solo cuando a él le da la gana y el tiempo que le sale de los cojones.” Entonces ella me ha dado la razón. Yo no entendía como aun después de todo podía sentir compasión por semejante mamarracho. Hemos analizado el tema del divorcio. Le he dicho que era lo mejor que podía hacer, sobre todo por el tema del régimen de visitas. Tendríamos que ser muy estrictos con ello de esta forma lo podríamos joder a la primera falta que cometiera. Por lo menos le he podido hacer entrar un poco en razón. Le he comentado lo del niño, que estuvo en casa de los vecinos. Ella me ha dicho que ya lo sabía. Es más me ha dicho que ¡el niño pasó la noche en casa de ellos! Ignoro si esa noche subió a mi casa a verme. Teníamos una cena y no estábamos. Lo que sí es seguro que al día siguiente no apareció por aquí. He de averiguar si subió. Si lo hizo es un punto a su favor. Si no lo hizo lo siento mucho me sentiré muy decepcionado. Cuando pensaba que el tema familia estaba más calmado me dice “Dice la niña que tu le pegaste una paliza” Yo flipo. No quería creerme lo que escuchaba. “Se lo dijo a su padre días después de que se fueran de mi casa. Dice que una noche, en la calle, le acusaste de haberte roto las gafas la agarraste de los pelos, la tiraste al suelo y le pegaste una paliza delante de Miguel y su hermano. ” En ese momento me quedé sin palabras, sin aire, sin saber que decir. Estaba perplejo, cabreado, humillado, con ganas de llorar. Mi hermana me pregunta “¿Tú has pegado a la niña?” Me dolió que dudara de mi. Le recuerdo el suceso de las gafas (porque si me las rompió) tal y como sucedió. Una noche veníamos Miguel y yo con los niños de aparcar el coche y mi sobrina estaba chinchando al hermano todo el rato. Le llamé la atención una, dos hasta mil veces. Me puse serio con ella y agarré a mi sobrino con el brazo protegiéndolo para que ella no le hiciese más la puñeta. Al no poder conseguirlo la niña me suelta un bofetón dándome de pleno en las gafas. Estas se caen al suelo saltando uno de los cristales. La niña que aun seguía con sus gilipolleces casi lo pisa. La detengo y recojo las gafas. Le llamo la atención severamente con una buena bronca pero nunca agarrándola de los pelos ni lanzándola al suelo. Le hago un gesto enseñándole el anverso de la mano y le digo que pase adelante que ya hemos tenido suficiente por hoy. La niña pasa corriendo delante de mí aun mosqueada. Otro día le vuelvo a increpar tras atropellarme intencionadamente con un carrito de la compra. En esta ocasión a parte de chinchar a su hermano, jodía literalmente la marrana arrojando al carro cualquier producto innecesarios entre manojos de risitas sarcásticas. Yo le pregunto a mi hermana si ella se cree que yo pegase a la niña. Dice que no, pese a su fugaz duda. No se lo tengo en cuenta. Entonces me suelta más perlas. Me dice: “Los niños nos dijeron a su padre a mí y a su familia que cuando venía gente a tu casa los encerrabas en una habitación para que no molestasen”. Desde aquí ruego a quienes conocieron a los niños y estuvieron en casa con ellos certifiques si eso es cierto o no. Añadió “Que el día de Navidad le diste Salmón a los invitados (Martín entre los que yo recuerdo) y que a ellos solo les dejasteis comer salchichón y Pizza”. Otra mentira como un templo. Comienzo a cabrearme como un mono. Siento asco y pena con lo que oigo. Pienso que realmente tendría que haberme portado mal con ellos. De esta forma tendría que haberme ahorrado hervirme la sangre sólo me hubiera dedicado a desmentir todo con absurdeces, evasivas, manoteos y gritos aborregados tal como nos tiene acostumbrado mi cuñado y su familia. Me doy cuenta que la niña tiene mala sangre. No sólo sabe que la situación es tensa sino que añade más leña al fuego con mentiras y rencores de una adolescente despechada. A raíz del tema de la navidad me enteré que la noche de Nochebuena (cuando la Sargento de Hierro quiso que se quedasen todos ellos en mi casa menos en la suya) supe que mi hermana, mi cuñado y los niños (y eso que ambos me dijeron que habían pasado la noche en casa de su tía la olvida niños) la pasaron los cuatro en un hotel. Mi hermana me ha dicho que en ese momento el capullo no comentó nada malo de mi ni de Miguel, pero sí lo hizo la Sargento de Hierro que al parecer les metió cizaña por un tubo comentándoles insistentemente que mal hermano y desgraciados éramos Miguel y yo que no les habíamos dejado la casa para que celebrasen las fiestas. Y yo me pregunto. ¿Verdaderamente era un malnacido por ello? ¿Y ellas? Que ninguna de las hermanas de él les ofrecieron sus casas para ese día. Qué va predicando la tipa si ella fue la primera en cerrar a cal y canto su casa precisamente cuando mi cuñado que por aquel entonces vivía allí. Qué fácil es mirar la paja en el ojo ajeno. Es para mear y no echar gota… Ella se vengó de nosotros no dejando a mi hermana subir a felicitarme las navidades al día siguiente. La retuvo en la calle tratando en todo momento de evitar que subiera a verme. Pero ahí no acaba todo. Siempre nos preguntábamos cómo era posible que mi cuñado no contase con dinero mientras vivía con su hermana y si lo había cuando él vivía con sus padres. Mi hermana me ha confesado que la Sargento (al parecer y a modo de alquiler) ¡obligaba a mi cuñado a pagarle el carnet de conducir a su sobrino (el hijo mimado de ella). De ahí que no tuviera ni para pagar el colegio de los niños ni para contribuir lo suficiente con la comida. También he descubierto cosas que no sabía respecto al capullo. Al parecer el noviazgo no fue tan esplendoroso e inocente como pensábamos. La noche antes del entierro de mi tío, el primo de mi madre (que vivía en Madrid) se quedó en nuestra casa a dormir. Al retrasado social de mi cuñado le entró en la cabeza que mi hermana se había acostado con él esa noche. Como si uno tuviese el cuerpo para cometer incesto el día del entierro de su tío. Mi hermana me ha dicho que el pollo que le montó fue de órdago. También me ha hablado de episodios de machismo como prohibirle llevar según que otra ropa que le compraba mi madre “Tenía una blusa que a mí me gustaba mucho con unos topitos negros. Él me prohibió que la llevase y me obligó a tirarla a la basura” me ha dicho avergonzada. Me siguió contando. En una ocasión que tuvo que llevar a mi hermana a la Mutua de Terrasa para que le hiciesen un control exhaustivo (ya que había encontrado a una doctora muy interesada en el caso y que casi le obligó a ingresarse) perdió un par de horas por la mañana para acompañarla. Mi hermana me dijo que él mientras iabn el coche de camino se puso como una fiera. “Me llamó bruja, perra, puta, hija de puta, desgraciada, cabrona… estarás contenta haciéndome perder el tiempo.” Me comneta que fue tal el estado de nerviosismo con el que llegó al hospital que tuvieron que atenderle de urgencias para administrarle un anti ansiolítico. Recuerdo que cuando estuvo en la mutua (al final tuvieron que ingresarla quince días) no quería que los niños se quedasen con su padre solos el fin de semana. Ella insistía en ver a sus hijos a todas horas. Yo (sin saber todavía nada del tema maltratos) lo achaque a un estado de empecinamiento de ella por no querer ser atendida y pasar del tratamiento. Incluso me enfadé con ella porque insistía que tenía que estar en casa con sus hijos ese fin de semana por lo menos. No era empecinamiento. Era terror por dejar los niños solos con él por miedo que les hiciese daño. Por aquel entonces se supone que ya había habido amenazas de perjudicar a los pequeños si ella decía algo. Antepuso su enfermedad a la seguridad de los niños. Prefería un millón de veces a que ese energúmenos la maltratasen a ella antes de que se les tocasen un pelo a sus dos hijos. Curiosamente poco después de decirme eso le han entrado unas convulsiones (no de la misma intensidad que las sufridas en el juzgado) que han duyrado muy poco pero que la han sumido en un estado de letargo, casi catatónico, con los ojos muy abiertos como platos, jadeando y con media lengua afuera igual que un perrito al que han agotado tras un largo paseo. Me he levantado, me he acercado a ella, le he dado un beso y me he ido apesadumbrado. Confidencias, pozo de sorpresas...
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
3 comentarios:
Richard, si sirve mi comentario, cuando estuve con vosotros en Barcelona en vuestra casa que los niños venían todos los días siempre los cuidaste muy bien y les educabas al más puro estilo de un buen padre, a veces les dejabas hacer demasiado pero les inculcabas educación, cultura, y nunca les pegaste ni nada por el estilo, todo lo contrario, eres demasiado paciente y siempre lo has sido por lo que me consta. Los niños son difíciles de manejar sobre todo si te han tomado la medida.
Creo que tu sobrina contaba mentiras sobre vosotros para atraer la atención dado que Carol al estar enferma es el objeto de comentarios de forma continua, de la sargento, de su marido... ella lo escucha y tiene que decir una burrada para que le hagan caso.
Ojo, puede haber echado más leña al fuego y su padre creer que es cierto, por eso el tio entra en el victimismo y piensa que encima sois vosotros los malos de la peli.
El tiempo pondrá a cada uno en su sitio...
Gracias por tu apoyo. Yo tambien pienso que es un rabieta de niñata despechada que no sabe hasta que punto es de grave la situación. Para mni que para ella esto es como una pelea de patio o una de las peleas de su familia paterna de esas de ahora te odio y ahora te amo.
Debo añadir mi granito de arena. En ningún momento, mientras yo he estado con vosotros, has encerrado, maltratado psicológica o físicamente, negado una alimentación adecuada o segregado de otra forma a los niños.
Y coincido con vosotros: la niña está tratando de llamar la atención, y o no es consciente de la gravedad del tema, o no quiere ni plantearse que pueda existir tal gravedad.
Richard, creo que he pasado por vuestra casa, tanto mientras estaban los niños como cuando no, para tener una idea bastante clara de la forma en que eran tratados y de tu forma de ser. Su padre no los trataría mejor ni aunque supiera cómo.
Un abrazo
Martín
Publicar un comentario