Preguntó una mano a la otra."
"-¿Qué tres deseos quieres que te conceda? Le preguntó el genio nada más salir de la lámpara.
- Sólo quiero uno. Dijo el hombrecillo.
- ¿Uno? - Contestó el genio sorprendido.
- Si, uno.
- ¿Y cuál es ese deseo tan valioso y único?
- Que el mundo se quede tal como ya está."
“Erase que se era un granjero que tenía una cabra que daba la mejor leche del reino. Un buen día la cabra se le puso muy enferma y nadie a leguas a la redonda podía ayudarle. El granjero desesperado se puso a llorar al borde de un pozo.
-¿Por qué lloras buen hombre? - Escucho como le decía una vocecilla desde el fondo del pozo. El granjero se asomó. A lo lejos chapoteando en el agua había un hombrecillo de nariz alargada y orejas puntiagudas.
- ¿Quién eres? ¿Qué haces en el fondo de mi pozo?
- Soy el duende del pozo Si me ayudas a salir de aquí te concederé el deseo que tú quieras.
- ¡Mi cabra! ¡Quiero que cures a mi cabra!
- Eso está hecho. Pero a cambio tendrás que darme algo.
- Pero si ya te lo habré concedido - exclamó el hombre.- ¡Te habré sacado del pozo!
- Si no hay trato despídete de tu cabra.
- No, no quería ofenderte. Te sacaré de aquí y te daré lo que tu quieras pero te lo suplico, cura a mi cabra.
El hombre arrojó una cuerda y sacó al duendecillo del pozo. Éste se acercó y haciendo un par de pases mágicos sanó al animal.
El hombre no salía de su asombro, estaba pletórico de felicidad.
-¡Gracias!¡Un millón de gracias!.- le repetía besándole las manos y los pies.
-Ahora me tienes que conceder un deseo a mí. - Sentenció el hombrecillo.
- Lo que tú quieras. ¡Tus deseos son ordenes!
- Quiero quedarme con tu cabra.
-¿Cómo?
- Ya lo has oído bien quiero quedarme con tu cabra. Si no es así volveré a dejarla como estaba. Tú decides.
- De acuerdo. Llévatela. No la mates.
Y el duendecillo agarró a la cabra y tras un chasquido de dedos ambos desaparecieron y no regresaron jamás.”
©Richard Archer
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