lunes, marzo 31, 2008

¡Pero qué brutos!

Leo en un periódico: “Marko Kulju, ciudadano Finlandés arrancó un lóbulo a una de las orejas de un Moai durante sus vacaciones en la isla de Pascua para, según sus palabras: Llevárselo de recuerdo...” Claro, el tipo era tan tonto que además, lo pillaron a plena luz del día con las manos en la masa. De momento se ha llevado una multa de siete millones de pesos y de paso se juega en pellejo durante una buena temporada en la cárcel. Y es que hay que ser cazurro y salvaje. Claro, para que luego digan de los Españoles, los Italianos o incluso los Griegos…

Vamos a ver no es la primera vez que se cometen salvajadas de este tipo. La gente que viaja algunos, no todos, no saben comportarse y menos cuando hay monumentos del tamaño y la forma que sea. Está bien que uno se lleve cachos del muro de Berlín, o incluso arena de Egipto o de las playas de Normandía. Pero de eso a arrancar partes del cuerpo de una escultura es algo que duele aun a sabiendas de que la pobre estatua no se va a quejar.

Nosotros que en casa hemos viajado mucho hemos sido testigos de ejemplos, en menor medida que el episodio de la oreja del Moai. Tampoco hace falta irse muy lejos para poder contemplarlos.

Por ejemplo, una vez estando de vacaciones en Londres Miguel y yo visitábamos la National Gallery de repente comienzan a sonar las alarmas. En la sala siguiente a la nuestra un tiparraco de nacionalidad española se había dedicado a joder la marrana tocando con sus dedazos la mayoría de los cuadros allí expuestos. Cuando vinieron los guardas a llamar la atención el muy capullo se puso farruco, a aparte de discutir con ellos, le dio por volver a toquetear de nuevo algunas de la piezas. Tenía que demostrar a la churri que llevaba bajo el brazo que él era el tío más chulo del mundo. Ella, española como él se reía de sus gracias. Claro al final acabaron los dos fuera del recinto.

En otra ocasión en la sección de arte griego del Luvre en París, un turista japonés le dio por pisotear un impresionante mosaico con la cara de Zeus (acordonado y todo) porque perdía de vista a su grupo y claro el camino más recto para ello era atravesar por en medio de aquella obra de arte. Pese a los silbidos y improperios de los allí presentes el tipo nos miró con cara de idiota y pasar de nosotros olímpicamente.

Días más tarde en Versalles a otro grupo de turistas nipones les dio por dormirse en los bancos donde El Rey Sol reposaba sus reales posaderas y apoyar la cabeza (poniendo un pañuelo blanco para no mancharse) en uno de los pivotes que acordonaban la zona. Varias salas más adelante a otros japoneses les daba por subirse a las butacas de terciopelo, descalzos y hacerse fotos (sonrisa estúpida incluida) tocando con la punta de uno de sus dedos los cuadros expuestos en algunas salas.

Supongo que no seré el único que ha vivido este tipo desagradables anécdotas. Si sabéis de alguna contadla que seguro supera lo aquí narrado.

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