Siempre me he fiado de los sueños. Supe interpretarlos gracias a mi madre (“Utiliza el sentido común y acertarás”) me aconsejaba. No solía equivocarse. Y yo tampoco. Su método funcionaba a la perfección.
Cuando más mayor me voy haciendo más cosas extrañas suceden en mis sueños. Ahora incluso hablo en ellos. Grito, me enfado me enfrento a miedos y demonios que se esconden tras las neuronas. Soy una especie de versión masculina de Allison Dubois (Patricia Arquette) de la serie Médium, salvo que yo no veo muertos ni resuelvo misterios como ella. Sólo me faltaba eso. Veo cosas, si. Revivo acontecimientos sobre todos ajenos a mí pero relacionados con familiares como la vez que tras presenciar una presencia en la habitación que se sentaba junto a mí sobre la cama de repente me vi de repente como mi abuela materna. Aparecía al fondo de un pasillo que daba a la puerta principal de una casa. Estaba llorando porque un grupo de policías y algunos civiles venían a casa a llevarse a mí abuelo y de paso unos cuantos muebles. Era durante la Guerra Civil Española. No pude ver más porque mis lloriqueos angustiosos despertaron a Miguel que me dio un intenso codazo porque no le dejaba dormir (ciencias contra paraciencias, que se le va a hacer).
Hace dos noches tuve un sueño en el que me enfrentaba a la oscuridad. Mi eterna enemiga. Siempre he tenido miedo a la oscuridad, aunque de un tiempo a esta parte lo he ido superando. No me da miedo la oscuridad en sí. Siempre me ha dado miedo lo que se esconde dentro de ella. Soy un tipo muy imaginativo, de pequeñito me gustaba meterme miedo tratando de imaginar qué clase de bichos y seres sobrenaturales se escondían tras las sombras. Cada vez que se apagaba la luz mi oído multiplicaba la capacidad auditiva para después de trasmitir al cerebro cualquier sonido nocturno para traducirlo en seres espeluznantes. Así conseguí entrar en el tenebroso mundo de los terrores nocturnos. Otros sueños más específicos me ayudaron a potenciar mis temores como ya comente en otro post. Bien, a lo que iba. En el sueño hacia frente a oscuridad. Estaba en casa y la tenía enfrente a mí. Era como esa nube negra y ruidosa que aparece en la serie Perdidos (LOST) pero en pequeñito. Me encontraba en la habitación donde había transcurrido toda mi infancia. La oscuridad estaba en el techo en una de las esquinas de la habitación, donde yo antaño había tenido la cama. Supuse en el sueño que la oscuridad siempre había vivido allí. Nunca me gustó mucho esa habitación. Era la más pequeña y oscura de la casa y siempre había presentido compartía dicha sala con alguien más. En el sueño estaba muy enfadado. Le gritaba a la oscuridad porque ésta estaba asustando a los niños. En concreto a mi sobrino. Curiosamente esa no es su habitación sino la de la niña. La oscuridad bajaba de golpe y trataba de envolverme. Yo no le tenía miedo. En absoluto. Me enfrentaba a ella no me dejaba acosar y la oscuridad perdía fuerza. En el sueño expulsaba a la oscuridad de la casa forzándola a abandonarla por la puerta de salida. Le gritaba, le demostraba que ya no había miedo y pese a que trataba de envolverme ya no lograba los objetivos alcanzados antaño. Recuerdo que durante el sueño yo trataba de gritar entre otras cosas llamar a Miguel hasta creo que conseguía decir algo. Al día siguiente tras despertarme le pregunté a Miguelillo si había dicho cosas mientras dormía. “Si hablaste y gritaste en sueños”, me confirmó con cierta conformidad, “La primera cosa que decías no la entendí porque estaba medio dormido y me acababas de despertar. La otra cosa que gritabas era ¡BASTA YA! o ¡YA ESTA BIEN!” Curioso no recuerdo haber pronunciado esas palabras en concreto dentro de mi sueño.
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