jueves, marzo 20, 2008

God Bless America! Episode 2 Música para Aeropuertos.

Mi pié derecho

Días después de mi llegada de Manchester estuve a punto de dar al traste con el viaje a Los Ángeles. No es que no quisiera ir. Todo lo contrario. Quien parecía no querer embarcarse en una nueva aventura era mi pié derecho aquejado de un intenso dolor producido por una artritis gotosa. La cúspide del dolor, de máximo exponente de su rebelión fue el domingo 9 a dos días de partir. Me era imposible caminar, ni siquiera de mantener el equilibrio. Pero como uno es cabezón (en todos los sentidos de la palabra) me propuse combatirlo hasta por lo menos lograr alcanzar la estabilidad necesaria para poder soportar un viaje de esas características. No me iba a la vuelta de la esquina, precisamente y necesitaba por lo menos apoyar el pie y dar unos cuentos pasos. Vamos aunque fuese haciendo el pino puente o en silla de ruedas. Al final conseguí do minar el dolor a base de ibuprofeno en cantidades industriales. Es lo único que me funciona cuando, muy de vez en cuando, la artritis gotosa decide hacerme una visita. Sea el pie que sea.

El miércoles día de partida mi pie funcionaba en un 60% de su capacidad. Lo suficiente como para ir renqueando hacia las salas de embarque de El Prat, Heathrow y Los Ángeles Airport (más conocido como LAX). Miguel y yo tomamos un taxi. La señora que lo conducía, muy maja ella, me preguntó que me pasaba. Yo se lo conté, con pelos y señales. He de decir que en ese momento mi pie era un cosquilleo continuo molesto e intermitente por no decir doloroso. A mí me importaba una mierda el resto de mi cuerpo quería ir así que se tendría que aguantar la pataleta. Dejamos a Miguel en la facultad y yo continué hacia el aeropuerto. Durante el trayecto la señora taxista me comentó que ella iba a tener su bautismo de vuelo en julio, en un viaje con su hermana a Finlandia. Me preguntó cosas de aviones (como si yo fuese piloto profesional o ingeniero aeronáutico) yo le dije que no se preocupase que lo único que podía encontrar en el aire eran turbulencias (emití el episodio vivido hacia unos días durante mi regreso de Ámsterdam) No era el mejor momento para comentárselo no fuese que se perdiera las maravillas de los paisajes nórdicos por culpa de un avión lleno de chinos maleducados y el Dios Eolo dando por culo soplando a diestro y siniestro. No.

Cuando llegué a la terminal el pié ya se había rendido. El ibuprofeno había hecho efecto y permanecía dormidito como un recién nacido en el regazo de su madre. Aun cojeaba, pero no con tanta exageración. Ahora era como la versión con más kilos del Doctor House, sin bastón pero con la misma mala baba. ¿Os he dicho alguna vez lo poco que me gusta esa serie?


No me gustan mucho los transbordos. Los encuentro engorrosos. Uno no para de caminar terminal tras terminal, llegar a un control, enseñar el pasaporte, explicarle al funcionario hacia dónde vas, qué vas a hacer, de dónde vienes, volver a pasar el control de maletas de mano, quitarse el cinturón, la chaqueta llena de llaves y monedas, el ordenador portátil fuera de la bolsa, los zapatos (si ahora precisamente me faltaba a mí quitarme el zapato derecho, puta gracia me hacía en esos momentos) Pero no había remedio. No hay vuelos a Los Ángeles desde Barcelona. Muy internacionales muy europeos pero ni siquiera desde Madrid uno puede dar el salto al charco. Había que pasar por Londres.


El vuelo para Heathrow tardó en salir. Un vendaval acompañado de lluvia (huy menuda novedad) azotaba la isla de Su Graciosa Majestad. Llamé a José por el móvil. La expedición de Madrid también tenía retraso. Menos mal que el vuelo para Los Ángeles salía a las 15:30 (hora británica) Teníamos como 3 horas de ventaja aun. No problem! Una hora más tarde partía hacia Gran Bretaña, cuna de mis antepasados.

Heathrow o la pesadilla de Teseo.

El vuelo no fue nada especial. Como viajábamos en Iberia (a través de British Airways) no nos dieron comida gratis. Daba igual ya comería en el siguiente vuelo, o en el aeropuerto si tenía hambre. Mi pié se comportó bien. Había asumido que no lo iba a dejar en casa en remojo cual garbanzo y tendría que venirse con el resto de mi ser. De vez en cuando dolía un poco. Yo sacaba mi ibuprofeno del bolsillo, se lo enseñaba junto con una sonrisita malévola y éste dejaba de patalear (valga la redundancia) Lo tenía dominado.

Nada más llegar a Londres llamé a José, ellos ya habían llegado. Me dijo que se encontraban en un bar de la terminal T1 sentados tomando una cerveza al fondo del establecimiento. Me dijo que como uno de los expedicionarios (Juan Carrillo de TVE) ya me conocía (del viaje a Londres de hace casi un año y que ya narré pero no concluí en este blog) que no habría problema de confusión. Si, no hay nada más ridículo que entrar en un sitio en donde has quedado con otra gente que no conoces y, tras presentarte rápidamente, sentarte en la misma mesa creyendo que los que están allí son tus compañeros de viaje, descubrir, después de una interminable cháchara llena de tonterías tales “Uf, que calor hace aquí, ¿cuánta de gente, no? “ y mil cosas por el estilo que no son quienes tú piensas y peor aun que no hablan tu idioma.

Heathrow es peor que el laberinto “El resplandor” y el de Minotauro juntos. A veces tengo la sensación que si buscas bien en algún rincón del aeropuerto puedes encontrar a Jack Torrance (Jack Nicholson) sentado en el suelo completamente ultracongelado (estalactitas de moco colgando de la nariz incluidas) con la boca abierta de par en par y la mirada locuela perdida en el aire.

Una vez seguidas las indicaciones y pasar los controles (in) pertinentes llego a la terminal T1. Uno porque está ya curtido en viajes, aun y así a veces no paro de sorprenderme cuando ante ti y tras la soledad del largo pasillo que une terminales se aparece ante tus ojos una gran sala llena de tiendas, luces de neón, ruido de interfonos t sobre todo de gente de todas las razas y creencias esparcidas por doquier todos ellos paseando con rumbo fijo, conocido para ellos pero completamente ajeno para ti. De repente y ante tal ensalada de etnias uno tiene la sensación de encontrarse inmerso en una de esas obras de ciencia ficción donde retratan la vida cotidiana de un puerto aeroespacial. “Se ruega a los pasajeros con vuelo a Alfa Centauri acudan a la terminal Pi Erre al cuadrado para el despegue”. Centenares de personas alrededor tuyo pululan incansables; desde ejecutivos trajeados portando maletines o bolsas de hombro con ordenadores portátiles en su interior, familias occidentales de viaje, gente de color vestidos con exóticas túnicas multicolor, pasando por grupos de rabinos con sus trajes y sombrero oscuros esos tirabuzones característicos a ambos lados de las orejas, pakistaníes con proles de hijos y esposas ellas vistiendo velos sobre la cara o tapando su boca y entre medio de todo el cotarro yo, estático, mirando alrededor buscando el bar donde se encuentran el resto de mis compañeros mientras disimulando mi cojera apoyando todo el peso de mi cuerpo sobre la pierna izquierda.


No fue difícil dar con ellos. La ventaja de conocer a Juan era una de las principales bazas para no cometer errores garrafales y estúpidos. Después de las presentaciones de rigor y de la breve charla (sobre eso y aquello) nos fuimos un momento de compras (galletas y chucherías para el viaje) y tras consultar la pantalla de plasma cual era nuestra terminal de embarques no fuimos derechitos a subirnos a nuestro avión.

3 comentarios:

Barry Gon dijo...

bueno, al menos tenias un objetivo al llegar a heathrow, yo he hecho escalas de varias horas en solitario, llegue a aprenderme todos los articulos que tenian en la tiendecita de Harrod's Knitsbridge o los disenios de corbatas de las tiendas Rack de corbatas (fantastica coleccion que fui recopilando para michael a lo larego de tanto vuelo),con decirte que hasta me hice amigo de un mercader de diamantes... (extra-ordinari@ que es un@)

Anónimo dijo...

¿Ese de la foto es tu pié derecho de verdad...?

¡A ver si te cortas las uñas!
:·P

foscardo dijo...

No, no es mi pie. El mio es más sexy jajajja