domingo, abril 13, 2008

Redención. Episodio 2.

4. Vayamos al Este… No, mejor hacia al Oeste.

Nunca fuimos a Rumanía. Un golpe de estado lo echó todo a perder. Buscamos un nuevo destino. El candidato elegido fue Egipto. Estuvimos aguantado su candidatura hasta un par de meses antes de partir. Al final lo dejamos pasar porque el viaje iba a ser en agosto y el tema temperaturas nos echó repentinamente para atrás. Un familiar suyo le sugirió Cuba. Era un lugar barato, con buen clima y se comía muy bien. Curiosamente y en ningún momento se habló de turismo sexual. Nunca salió a la luz, incluso estando ya allí, con unos momentos tan tensos que invitaban a salir a buscar un inmediato desahogo. Cuando me comentó lo de visitar la isla caribeña no me pareció mal. Yo con tal de viajar y más aun con él me daba igual donde fuera. Como si quería llevarme directamente al infierno o al interior de un agujero negro.

5. Breve ensayo.

Un par de meses antes de partir hicimos una especia de ensayo de viaje. Decidimos subimos un fin de semana a Andorra. Subimos en autocar. Y eso aun de contar ambos con vehículo propio. Él se molestó porque el transporte elegido no era directo y tuvo que parar en varios pueblos antes de llegar a su destino. Yo traté de quitarle importancia pero me lo acabó a echármelo en cara. El colmo del viaje fue que al llegar al hotel nos asignaron una cama de matrimonio. Vamos, lo teníamos puesto a huevo. Aquello era “El ahora o nunca”. No sucedió nada. Eso sí tanto él como yo no pegue ojo. Era una de esas noches eternas que parecen no terminar nunca. Recuerdo (después de varias horas fingiendo dormir) que me levanté de la cama para mirar un momento por la ventana. Tenía ganas de ver si ya era de día o aun era noche. Corrí las gruesas cortinas. Era de noche. De repente, y sin darme apenas cuenta, note su presencia a mi espalda. Me preguntó insistentemente si ya había amanecido. Tampoco podía dormir.

6. No es lo mismo casualidad que “causalidad”.

Ya de vuelta, un día, en la playa, una amiga (una de las que le atosigaban con preguntas sobre su vida sexual) me habló de una vidente, Maika; una persona que se convirtió en una pieza fundamental en toda esta historia y que me ayudó muchísimo durante mis horas más oscuras. Como hacía tiempo que quería que alguien me echase las cartas. Accedí a visitarla. Aquella misma noche se lo dije a él por teléfono. No le hizo ninguna gracia. Ya de por sí no creía en estas cosas. Lo veía como un sacacuartos. Pero sé que en el fondo le tenía miedo. Nunca se sabe lo que puede salir a la luz tras una consulta a las cartas…

No le hice caso. Por un lado no tenía que pedirle permiso para nada. Así que fui a verla. Maika era una mujer joven, de mirada dulce y aspecto muy frágil, sufría una cojera producida por un ataque de polio durante su infancia. Me atendió en su diminuta tienda (una herboristería en la zona alta de Gracia). Pese a causarme buena impresión fui al principio bastante receloso con ella. La primera cosa que me le pregunte (para ponerla a prueba) fue sobre el viaje. Pensé que de esta forma y por la inmediatez de los eventos si acertaba algo podría creerme lo que me predijera por lo menos en un porcentaje muy elevado.

La primera cosa que apareció en las cartas fue él. Maika me habló muy detalladamente de los sentimientos de mi compañero de viaje. Me definió, respecto a él como “Alguien muy valioso que le hace muy feliz, pero le veo muy confundido con tus sentimientos. No tiene muy claro tus sentimientos.“ Entonces yo le insistí sobre qué es lo sentía él realmente hacia mí. Ella me contestó “Eres algo suyo. Algo muy preciado. Casi de su propiedad. Como un tesoro que no quería compartir con nadie. Él te quiere Richard pero no sabe como demostrártelo.” Aunque en el fondo lo sabía aún seguía teniendo dudas al respecto. No me cabía por qué él no daba el paso definitivo por qué no se enfrentaba a ello de una vez. “Las dudas” me comentó Maika. “Ambos dudáis el uno del otro”. Entonces me preguntó si yo había sido sincero con los demás cerca de mi sexualidad. Resultaba curioso en ese momento me di cuenta de que ella era la primera persona en saberlo. Fui sincero, le dije que sólo lo sabía ella. Por un momento se sintió halagada pero acto seguido me dijo que debía plantearme dar el salto definitivo, principalmente por mi y en segundo lugar sobre todos aquellos que yo quería, fuesen familiares o amigos. “El primer paso ya lo has dado.” Me dijo. “A partir de ahora ya no es un secreto. A partir de ahora el camino es mucho más sencillo de lo que piensas.”

Reconozco que fue una sesión de Tarot que jamás olvidaré. Acerca del viaje me vaticinó que él me iba a darme diversas muestras de afecto, por lo menos de acercamiento y que yo debería estar al tanto para poder aprovecharlas. Me habló de la aparición de dos mujeres “son familiares entre ellas”. Me anunció “Que él iba a sentirse muy molesto con ellas. Eran dos rivales que iban tratar de arrebatarle de su lado. Veía mucha tristeza, pena y dolor a raíz de ese encuentro y un alto riesgo de que nuestra relación se fuese al traste. Por qué no le haría yo caso a esa advertencia… “

Después de eso me habló de muchas cosas. Asuntos referentes al fututo. Sobre todo de un cambio muy importante a nivel personal. Un giro de 180 grados marcado con hierro candente en la línea de mi vida. En el aspecto profesional me comentó que me dedicaría a los medios de comunicación, concretamente a la escritura. Si me permitís, otro día hablaré de eso. Lo más importante de todo lo que dijo fue que yo dejase de esconderme, que afrontase a mis dudas, que fuese yo mismo, que madurase y que saliera de una puñetera vez del armario. Cosa que hice esa misma tarde y nada más llegar a casa y que ya contaré en otra ocasión…

También lo llamé a él. Me encontró extraño. Le dije que había ido a la vidente y se molestó. No le conté gran cosa no quería influenciarlo ni acosarlo, ni forzarlo, no fuese que las predicciones resultasen erróneas y mandase de golpe y porrazo todo al carajo. Además acababa de anunciar a mi madre y hermana que era gay, mi padre se enteró más tarde, aunque cuando se lo dije él me dijo que ya lo sabía, incluso mucho antes que el resto de mi familia. En esos momentos me sentía muy revuelto por dentro. El armario se había abierto y lo había hecho con una fuerza descomunal. No hablé mucho con él en esa ocasión. Yo no tenía ganas a pesar de su insistencia en que no colgase el teléfono.

7. Sinceridad entre líneas.

Tardé un par de días en confesarle mi condición sexual. Recuerdo que fue mientras permanecíamos sentados en un banco de las Ramblas muy cerca del puerto. Le dije que me sabía mal por no haber sido sincero con él durante ese tiempo y más aun cuando se acercaba la fecha de partida de nuestro viaje, un viaje de 17 días en los que pasaríamos 24 horas del día juntos compartiendo habitación. Recuerdo que él (bajo su peculiar apariencia al Capitán Haddock de Tintin) se quedó mirándome en silencio. Me sorprendió que no hubiera ningún reproche en ese momento. Ni siquiera dio muestras de desaprobación, malestar o mosqueo. Lo único que me comentó era que no le hacía gracia que una “bruja” me hubiera influenciado a tener que decir cosas que igual no eran ciertas. Yo le aseguré que no había nada de mentira en mis palabras, entonces le pregunté si quería anular el viaje. Me dijo que no. Un no muy rotundo. En todo momento se mostraba comprensivo aunque también vi en él bastante recelo. Tenía la sensación de que yo estaba tratando de ponerle a prueba. Lo notaba mucho. Sobre todo en su mirada. Era como si sintiese que yo estuviera jugando con sus sentimientos, como si tratase de desenmascararlo. Desconfianza fue el peor de sus errores. No hubo confesión alguna por su parte. Nunca la hubo. Ya subiendo hacia la Plaza Catalunya él se detuvo un momento, me miró y con voz pausada me anunció: “Richard, no deberías ir con gente como yo”. No le contesté. No sabía muy bien que decir. Es más, aquella fue una frase que nunca llegué a comprender y aun sigo tratando de descifrarla sin lograr resultado alguno.

Yo pese a su reticencia. Aun y así tenía duda acerca de sus sentimientos. Parecía que era el único en el mundo que no me daba cuenta de la realidad. Ni siquiera sus compañeros de trabajo dudaban “¿Vosotros dos qué sois? Nos preguntaron una vez con sorna. Yo iba a contestarles “Amigos” pero antes de soltar palabra él me interrumpió al instante tapándome la boca. Era muy receloso acerca de lo que pudiéramos sentir entre nosotros. Era algo entre él y yo, los demás que hicieran todo tipo de conjeturas Pero insisto, aun y así yo seguía sin tenerlo muy claro. Algo fallaba en la historia. Por un lado la mecha no estaba mojada, los fuegos artificiales estaban preparados pero aquello nunca acababa de prenderse. Era una situación confusa y muy incómoda. ¿Se hubiera solucionado con una simple pregunta? En algunos casos hubiera dicho que sí. Pero no en este precisamente.

(Continuará...)


No hay comentarios: