©Richard Archer. 2007
Hacía tiempo que quería escribir. Es decir, hacerlo siendo yo mismo, sin estar pendiente de una fecha de entrega o a cambio de un talón. Creo que ya va siendo hora de armarme de valor, de entrar en el caserón, de abrir ventanas y puertas y permitir que la luz invada su interior. Necesito dar forma a los fantasmas, atraparlos, enfrentarme a ellos y asumir que, en el fondo, también forman parte de mi vida.
domingo, abril 08, 2007
Érase que se era...
...un día cualquiera, en la calle, tanto daba si hacía frio o calor, si llovía o hacía sol, si era por la mañana o por noche. Lo que realmente importaba es que un niño lloraba de forma desconsolada. Alguien, da igual si era hombre o mujer, joven o viejo, alto a bajo se acercó a él. Agachándose y situándose a la misma altura de sus ojos preguntó: “¿Por qué lloras?” El pequeño, entre hipos y sollozos le contestó: "El globo. El bonito globo rojo que me compré se me acaba de escapar de la mano.” Acto seguido volvió a romper en amargos llantos. “No llores pequeño” le dijo el adulto. “Me apuesto lo que quieras a que no sabes dónde ha ido tu globo…” El niño le miró extrañado. “¿Al cielo?” le preguntó dudando. El adulto sonrió.”¿Por qué se ríe?” le inquirió el niño. “¿A dónde crees que van todos los globos que se escapan de las manos?” le sugirió el extraño. El niño le miró dubitativo y le contestó. “ Se pinchan, explotan y luego se caen”. El adulto volvió a sonreír. “¿No?” insistió el niño. “No” contestó su interlocutor. “Entonces…” frunció el entrecejo sin saber muy bien por dónde iban a ir los tiros “A la globosfera, se van a la globosfera.” Le contestó el extraño. “¿Cómo dice?” El adulto suspiró, sonriente. Entonces mirando al cielo y señalándoselo al niño le contestó: “Cuando un globo se escapa sube rápido y muy alto a través del cielo, a un lugar donde solo llegan los astronautas en sus naves o los astrónomos con sus telescopios. Es un lugar donde el globo no puede subir más y donde se queda flotando junto a otros millones de globos que, como él, también se han escapado de la mano. Allí, todos juntos, forman un bonito techo de miles de colores, se miman y dan calor y viven para siempre muy pero que muy felices. “ Entonces el niño hizo como un amago de apuntar al infinito con la mirada y, tras un par de segundos de silencio, sonrió. Una curiosa mezcla de esperanza y convicción cubrieron sus ojos y ya nunca jamás hubieron lagrimas.
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1 comentario:
Ké Potiiiiiiiiiiiitoooooooooo
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