lunes, abril 14, 2008

God Bless America Episode 7: Regreso a Mordor, donde se extienden las sombras.

El día que los Simbiontes invadieron la tierra.

Por regla general cuando en España, concretamente en Barcelona, tratas de parar un autobús en marcha para subirte lo que puedes conseguir es, o bien que no te hagan ni puto caso, o bien que se te rían en tu cara o que acabéis conductor y tú insultándoos inteligiblemente tras el cristal de la puerta de acceso sin conseguir subir. En Los Ángeles, vamos concretamente en Santa Mónica, puedes permitirte el lujo de detener un autobús que ya haya partido de su parada con un gran porcentaje de éxito. Es más, incluso puede que entables una conversación breve pero divertida con el conductor. Por lo menos eso es lo que nos sucedió a nosotros.

Nuestro objetivo tras el paseo por el muelle era regresar pronto al hotel ya que Kerrie, nuestra querida "Kerrie" (más tarde conocida como “La Loca o "Bob Esponja”) había reservado mesa en uno de los restaurantes más típicos de la ciudad. Pues bien ¿y qué otra cosa se puede hacer en un autobús al que ya te has leído todos los carteles curiosos o no hay señales frutas creando figuras humanas o payasos malignos amenazándote en ingles a través de un televisor? Pues hablar. ¿Y a quienes se les daba muy bien soltar soberanas chorradas con los temas más frikis de la actualidad? Pues a los mismísimos Hobbits. He de decir que esta vez se habló poco de sexo. Al parecer se estaban reservando para Kerrie, su última esperanza de conseguir mojar el churro antes de regresar a casa con sus respectivas parientas. No, no se habló de follar. En ningún momento. Todo un milagro. ¿Y qué otro tema podría acaparar el interés de mentes tan retorcidas y calenturientas como las de nuestros diminutos compañeros? Pues muy sencillo: los Comics. Gracias a Dios no tuvimos que soportar conversaciones sesudas sobre horripilosos comics japoneses, esos con personajes cuya anatomía es más que imposible sobre todo con unos ojos en cuyas cuencas podrían beber una veintena de elefantes sedientos. Ya que estábamos en los Estados Unidos que mejor que hablar de superhéroes, pero no de Batman ni de Superman ni Linterna Verde o La Mujer Maravilla. No, nada que tenga que ver con la “DC Comics” o la “Dark Horse Comics”, sino de MARVEL, concretamente de Spiderman y todos sus amigos.

En los tres cuartos de hora aproximados que estuvimos encerrados en el transporte público aprendí de la vida y milagros de toda la familia y mitología del hombre araña como para escribir diez libros de diez mil páginas cada uno (no os preocupéis que no tengo intenciones de torturaros con eso, ya me tenéis que sufrir en otras cosas…) Imaginaos la escena José, Juan, Manolo y yo sentados en silencio escuchando como los “Hobbits” todos alucinados discutian sin parar sobre parvadas varias acerca de Simbiontes (unos seres en forma de moco que asimilan e invaden a los habitantes de la tierra contaminado todo por doquier, como si nos hiciera falta ayuda para llenar de caca el planeta). También hablaron muy seriamente de guerras civiles entre superhéroes, pactos con demonios para que la humanidad olvide quien es realmente Spiderman (por qué a Peter Parker le ha dado por enseñar el careto ante las cámaras poniendo en peligro su vida privada) pero a cambio ha hecho que su amada Mary Jane se olvide de él…

Lo más gracioso de la conversación era el tono en como lo explicaban. Sonaba como si estuvieran hablando de su familia. Discutían todo con una pasión fuera de este mundo. Lo más vergonzoso de todo era que con su tono elevado de voz habían conseguido llamar la atención de una parte de los pasajeros que nos acompañaban. Éstos les escuchaban tratando de contener la risa. Los más destacados eran un matrimonio regordete de origen hispano, que reían entre dientes y de vez en cuando se miraban entre ellos y se decían cosas al oído como “¿De qué carajo están hablando estos?” Y no precisamente por problemas con el idioma ya que hablaban castellano, sino porque el tono tan bizarra de la conversación. Por lo menos ese día a uno de los “Hobbits” (y con el que casualmente menos congeniaba) no le dio por volver a ponerse la camiseta de Spiderman que ya había lucido en las oficinas de la MARVEL el día anterior. Hubiera sido la monda.

Cuando nos bajamos del transporte público me dio por girarme un instante para descubrir, tras las ventanas del vehículo, varias docenas de ojos nos miraban descaradamente. También me pareció escuchar más de una risotada y os aseguro que esta vez no era el payaso de la televisión…


Who can you call? Blockbusterrrrrrrr!

Antes de volver a la habitación del hotel, a descansar, a ducharme, a tumbarme un poco en la cama y ver un poco la televisión decidí que tenía que visitar la tienda Blockbuster cercana al hotel y que podía ver a través de mi ventana. El mal gusto de las compras frustradas me pesaba en la boca como si hubiera comido un caramelo dulce y este se hubiese transformado en una masa blanda, pegajosa y de sabor amargo. Dejé a mis compañeros en el Hall del Hotel y me dirigí al establecimiento. Ya era de noche.

Cruzar la calle ya se transformó en una especie de pesadilla, no por el tráfico, precisamente poco denso, sino por tener que ver a la silenciosa colección de zombis paseándose por la acera arrastrando bolsas o carritos de supermercados. Los eternos Homeless, el definitivo sello de identidad de la caótica ciudad de Los Ángeles. He de apuntar que por lo menos estos eran inofensivos. Iban a su bola, algunos discutían con enemigos invisibles que parecían atormentarlos incansablemente, otros dormían en el suelo, casi había que saltar por encima de ellos, otros se sentaban en la acera o en un pequeño muro junto a un pequeño jardín mustio tan mustio como ellos mismos.

Entré en el “Blockbuster” y me dirigí hacia el cajón de novedades. Había ofertas de 2x 20 dólares y 2x 14. Pillé varios títulos. “Los Supersalidos” (Manolo me la había recomendado mientras bajábamos aquella tarde hacia el hotel), “Lio Embarazoso”, “Halloween”, “Hairsprair”, “Resident Evil 3”,” Idiocracy” (esta ya la habíamos visto y nos había gustado mucho) y War of Dragons (lo que tiene tener niños en casa). Por lo menos había comprado algo ¿Satisfecho con la compra? Pues sí, que os voy a decir. No al cien por cien pero por lo menos “Blockbuster” me había quitado por unos instantes el mal sabor de boca.

¡Huid del “Saddle Ranch” insensatos!

Tengo una manía. Bueno, muchas, pero ésta viene a huevo con lo que ahora voy a explicar. Veréis si un día me atienden mal en un sitio, son bordes conmigo, o me niegan la entrada nunca más vuelvo a pisar ese lugar. No hay vuelta atrás. Ya me ha pasado en Barcelona con locales como “La Tierra” o “Rosebud” donde no pienso poner nunca más el pié en mi vida. Si regreso a Los Ángeles ya tengo un punto negro apuntado en mi lista y ese se llama “Saddle Ranch” situado en el 8371 W de Sunset Boulevard, el supuesto restaurante que nuestra querida Kerrie reservó mesa.

Antes de dirigirnos a él todos nos citamos en el bar del Hotel. Allí nos encontramos con el resto de periodistas y representantes de prensa de SEGA en Europa. Unos nos sentamos frente a la barra otros se acomodaron en el sofá. Los “Hobbits” cuchicheaban guarradas entre ellos sobre todo cuando apareció “Kerrie” por la sala. Planes, miles de planes, de cómo asaltarla, seducirla y llevársela al catre, todo acompañado de chuzas más refritas que el aceite de un churrero. Pero he aquí que la cosa cambió de tercio en cuanto apareció el Don Juan australiano ataviado como si fuese una versión “Dragg Queen” de Al Capone (gorra de mafioso, blusa negra de rejilla casi transparente, pantalones negros, guantes blancos, zapatos de charol ). No se cayeron los vasos de las manos porque sabían que costaban una pasta pero si hubiera sido posible lo hubieran hecho encantados “Mr. Didgeridoo” era toda una locaza. Menaba las manos en el aire y se exhibía (junto a una compañera suya vestida de Femme Fatal) alegremente como una oronda divona de cabaret. Claro, aquello molestó a mis compañeros como si les hubieran dado 20 patadas en las pelotas, salvo que en vez de ser sus pelotas era más su orgullo. Yo me reía para mis adentros y poco me faltó de silbar al australiano y dedicarle un brindis con mi super vaso de “Sprite” relleno de hielo. Con Juan y Manolo hubo cachondeito sobre todo porque veíamos a los “Hobbits” cagándose en los muertos de “Mr. Didgeridoo”. Un gay, bueno en este caso un “chicha o limoná” se había llevado al huerto a una mujer (Velma) delante de sus morros. Y ahora coqueteaba con ¡”Kerrie”! Por suerte para ellos los australianos se iban a otro lado, a una “Party Gay” en algún lugar de la ciudad. Eso hizo bajarles los humos a mis compañeros pero la herida a su machismo hispano ya estaba hecha.

Al final sólo los españoles, “Jurgen” y “Karl” ambos dos periodistas alemanes y “Kerrie” fuimos a la cena concertada. Esta vez tomamos un taxi. José nos comentó que ya había estado en el local. Un sitio “supuestamente” divertido muy típico donde podías bailar “Country”, subir a un toro mecánico o escuchar música en directo mientras comes toneladas de comida excesivamente especiada.

Cuando llegamos al local descubrimos que el lugar parecía haber salido de un parque de atracciones temático. Era como una granja del “Far West”, toda de madera y con muñequitos vestidos de vaqueros asomados a las ventanas. Había aglomeración hasta la nausea. Como siempre tuvimos que esperar nuestro turno para sentarnos y poder cenar. Y esperamos, esperamos, esperamos y esperamos… Y mientras tanto bebíamos, bebíamos, bebíamos, bebíamos y bebíamos… Los “Hobbits” estaban alucinando y sacando humo con el público femenino. Hasta yo alucinaba y eso que no bebía alcohol. Había tanta silicona por metro cuadrado que hubiera llenado la “Presa de Hubert” hasta rebosar. Había también operaciones de culos, liposucciones y narices (todas iguales) y tiente rubio en el pelo que aquello parecía una fábrica de “Barbies SuperStar”. Lo más alarmante era que la edad media del local no superaba los ¡25 años! En eso nos preparan la mesa. Después de una hora y media esperando. Una mesa doble para los 10 que habíamos acudido al local… Bueno eso es un decir. En eso entran cuatro niñatas muy pedorras salidas de una serie del “Canal Disney” tipo “High School Musical” o “Hanna Montana” todas super rubias y super esqueléticas y super fashion. Sin pensárselo dos veces se sientan en nuestra mesa y sin que tengan que pedir nada les traen todo tipo de manjares.

En eso “Kerrie” se percata de ello. Sin soltar su jarra de “Mother Fucker” (un líquido azul lleno de toda clase de alcohol y mierdangas) se dirige hacia el mostrador. Se oyen varios “Ruuuubishh” (Basura) y otros insultos intraducibles a lo lejos, por encima de la música, del griterío y del ruidoso mecanismo del toro mecánico. La inglesa vuelve hacia nosotros, medio despeinada, acalorada, arremangada e indignada. Tiene dos noticias: una buena y una mala. La buena es que aquella era nuestra mesa. La mala es que le han dicho como al no ser “populares” como las niñatas que se han apoderado de ella pues que tendremos que esperar por lo menos ¡UNA HORA MÁS¡ Nosotros miramos a las tipejas. “¿Populares?” Nos preguntamos. “¿Y quién puñeta son esas? No nos suenan de nada. Ni haciendo un desmesurado esfuerzo. En eso “Jurgen” el periodista “calvorota” alemán comienza a sentirse mal. Muy mal. Está tan borracho que hasta se duerme de pie y tiene muchas ganas de vomitar. Casi propongo el sentarlo en la mesa junto con las niñatas para que les amenice (y ahuyente) con un vertiginoso repertorio de vómitos de todos los colores, pero de repente me doy cuenta de que lo más seguro que ellas al final le hubieran ganado con clara ventaja.

Decidimos marcharnos. Salimos a la calle para buscar un taxi. Afuera nos aborda un “segurata” con una ridícula cresta mohicana. Nos pregunta si estamos esperando a alguien. Le decimos que no que nos marchamos pero que estamos buscando un taxi. Entonces el tipo nos pide que abandonemos la acera “Están ustedes molestando” Nos dice en castellano. Manolo se mosquea. Juan y él le explican la historia de la larga espera por una mesa que al final no hemos podido ocupar porque unas niñatas que han llegado mucho más tarde nos la han quitado. El guardia le dice que eso no tiene nada que ver con él y nos pide de nuevo que despejemos la acera. Le comentan que esa parte de la acera es publica él nos dice que entorpecemos el paso. Aquello tiene gracia ya que estamos a cinco metros de la puerta de entrada de ese puto antro. Manolo le replica de nuevo “La acera es publica” entonces el tipo amenaza con llamar a la policía. Toma su “Walkie” y comienza a pedir refuerzos. En eso “Kerrie”, que no se ha enterado de nada de lo que sucede atrás (menos mal) consigue detener dos taxis y salimos huyendo del lugar.


Fresas con mostaza

Llegamos al hotel. Jurgen es acompañado por Kerrie a su habitación. Parece un globo relleno de vomito que va a estallar en cualquier momento. La esperamos un momento y tras bajar nos fuimos caminando hacia el “Jerry's Famous Deli” un restaurante cerca del hotel al que ya visitaron mis compañeros el día anterior para desayunar.

La diferencia de este establecimiento con el otro local era abismal. No es que éste fuese un antro. Todo lo contrario. Nada más atravesar la puerta apareció ante nosotros un enorme aparador repleto de gigantescas y deliciosas tartas de todo tipo de sabores y de colores. El local era amplio, techo alto y muy semejante a los grandes locales de comidas de la década de los 50. Todo era típicamente americano, pero no tan garrulo como el horrendo “Saddle Ranch”. Había mesas y sillas por todas partes, también rincones para tortolitos con sofás tapizados de eskay acompañados de mesas grandes y redondas todas ellas con sus servilleteros, saleros y pimenteros de tamaño desmesurado. También había mesas frente a los grandes ventanales que daban directamente a calle, todos ellos decorados con el logotipo del local en color rojo escarlata. Afuera también algún que otro adorno de neón. Las paredes estaban vestidas con diminutos mosaicos azulados en dos tonos y cubiertas por espectaculares posters de grandes musicales de todos los tiempos, tanto del mundo del cine como del teatro.


Nos sentamos en el centro de la sala después de contemplar los aparadores de comida donde, a parte de las tratas predominaban platos de la cocina griega. Casi todo con posibilidad para llevar. Enseguida llegó un camarero. Iba típicamente vestido como los camareros de las películas de los 60. Pantalones negros, faldón y camisa blancos; gorra, igualmente blanca, corta, tipo cresta. El chico nos pasó unos menús, grandes (todo era grande) interminables. Había platos griegos y americanos. Nos decantamos por los últimos. Teníamos tanta hambre que pedimos de todo. Alitas de pollo (ultrapicantes), barritas de queso parmesano fritas, nachos, guacamole y hamburguesas de todo tipo con toda clase de aderezos.

La que más destacaba era la de José. En su plato había de todo pero en vez de patatas fritas había macedonia de frutas. Tan sugerente menú le inspiró para hacer un experimento. Mezclar fresas con mostaza. Nadie quiso probar. Sólo él. El resultado no fue nada satisfactorio. Repugnante.


Ruuuubishhhhhhhhh!!!

Me gustan las sobremesas. Sobre todo si has comido muy bien y te apetece reposar un rato y compartir un momento con tus compañeros de mesa. Los Hobbits estaba entre medio dormidos y cabreados. Kerrie se había sentado lo más lejos de ellos y compartía proximidad con Karl el otro periodista alemán. La conversación con ambos la llevamos el resto de componentes, Juan, Manolo, José y un servidor. En inglés.

Cuanto más hablábamos con Kerrie mejor nos caía. La chica había bebido lo suyo (una barbaridad) pero no se notaba apenas que estuviera borracha. Era como una versión "totaly british" de "Marion Ravenwood" (Karen Allen) la pareja de "Indiana Jones" (Harrison Ford) durante el metraje de “En Busca del Arca Perdida”. Alegre sí pero no como una cuba. Hay que decir que en esos momentos la chica era más basta que unas bragas de esparto pero pudimos mantener una conversación amena y muy divertida. En un momento de la velada se emperró en que le enseñásemos insultar en castellano. Y ahí estábamos los cuatro soltando barbaridades y tratando de traducírselas y ella de pronunciarlas. Juan se emperró que en que ella, nativa de Londres, dijese algo ¡en escocés! Kerrie se lo mira y le dice algo así como “¡Pero qué mierda quieres tu que diga yo en escocés si soy británica!” El otro le insiste. Yo le digo que no lo haga que es como pedirle a un andaluz que hable vasco o catalán. En eso Kerrie se suelta la melena y dice una palabra extraña con un extraño acento donde predominan las erre sonora (consonante casi imposible de pronunciar por un inglés).

En ello hablamos de ciudades que conocemos. Ella detesta Barcelona “Cierran muy pronto los locales y no hay apenas marcha como en Madrid” Me dice en inglés. Todas las frases las termina con la palabra “Rubish” (basura). Aun así la chica es un encanto. Le pregunto si solo le gusta viajar para visitar los bares y el ambientillo nocturno. Me dice que no, bueno en un 80% si. Le hablo del “Modernismo” en Barcelona. Ella sólo conoce “La Sagrada Familia” y el “Parque Güell”, no tiene ni pajorera idea de los que es “La Pedrera” me pregunta mil veces lo que significa y como se traduce semejante palabra (yo no encuentro explicación) Me pide disculpas por llamarme varias veces Robert en vez de Richard. Le quito importancia. Le comento que yo tengo descendencia inglesa. Que mi padre era de Portsmouth y mi abuela de Londres. Le digo entonces que soy británico. Ella me dice que no. Insiste que soy inglés. Me lo machaca tanto que al final le doy la razón. Para que discutirle. De vez en cuando ella y el alemán sueltan entre frase y frase “La Puedrueerrrrra” Les ha hecho gracia el nombre del edificio. Les digo que ahora si visitan un día a Barcelona tendrán un motivo para echarle un vistazo. Los “Hobbits” están a mi lado callados, medio dormidos. El restaurante está a punto de cerrar. Regresamos al Hotel.

En el Hall José y yo nos despedimos del resto del grupo. Tenemos sueño. Juan y Manolo se van con Kerrie al bar. Los “Hobbits” también. Han recuperado por completo la lucidez. Sobre todo al ver que “Kerrie” quiere más juerga en el bar del hotel. Parece que se frotan las manos. Piensan que van a triunfar. Que equivocados están. "Kerrie" parece que ya tiene candidato y no habla precisamente castellano.

4 comentarios:

Juan dijo...

Ahora mismo no sé quién es más perrrraaaaa, si Kerrie o tú juasjuasjuas

foscardo dijo...

por supuesto yo jajajaj

SisterBoy dijo...

Jo yo creo que se cortaron un poco porque estaban en land of the free y nunca se sabe lo que puede pasar. Aqui en España estas una hora y media esperando mesa y se te cuelan cuatro pilinguis y las jarras cortadas y las navajas cantan a gloria.

Por cierto viendo el comportamiento de los Hobbits que poco hemos cambiado desde la época del landismo.

foscardo dijo...

Ellos son landismo en estado puro!!!