domingo, abril 20, 2008

Redención. Episodio 6.

17. Cuba a todo Ritmo.

Después de visitar Santiago de Cuba el Tour nos llevó en autocar dirección Cienfuegos. Visitamos “Guama” el paraíso de los cocodrilos y Trinidad, sin duda el lugar más bello de toda la isla. Durante el trayecto se mantuvieron los ánimos y apenas hubo conflictos. Ni siquiera cuando Damián (el taxista de Barcelona) y yo nos perdimos por sus calles (y cámara en mano aprovechamos para entrevistamos a varios habitantes de la ciudad) mientras el autocar nos buscaba con desespero.

Una vez asentamos en Cienfuegos cambiaron ciertos hábitos en mi compañero. Solía pasar largos ratos bajo la ducha. Yo a veces le preguntaba tras la puerta si se encontraba bien o si “necesitaba ayuda”. Él me contestaba siempre con un gruñido.

Allí volvimos a realizar excursiones por nuestra cuenta. En esta ocasión se apuntó un matrimonio de Euskadi. Él también se se apuntó,de hecho ya se había resignado a hacerlo en otras ocasiones. Allí visitamos el Cementerio de Cienfuegos; la ciudad, incluyendo varios comercios (por llamarlos así) y contratamos los servicios de un guía local que nos consiguió un pequeño yate para visitar la entrañable isla de Perché, no muy lejos del Hotel.


18. Morfeo no cree en el amor.

Una noche, después de una copiosa cena en un restaurante de la bahía subimos derechitos a la habitación. Damián era muestro vecino de puerta y estaba con muchas ganas de hablar. Aquel era su primer viaje fuera de España y se lo estaba pasando en grande, no sólo chinchando a Rosa sino porque había descubierto el turismo sexual con las autóctonas del país. Como aun era temprano le invitamos decidimos proseguir la charla en la habitación. Se trajo una botella de ron y su eterno sombrero de fieltro blanco que no se quitaba para no mostrar una incipiente calvicie y nos invitó a unas copichuelas. Yo después de la primera me recosté en la cama. Estaba ya algo cansado y a tener sueño. Mi compañero se sentó al pie de mi cama. Damián en una silla cerca de donde nosotros estábamos. Era el qué más hablaba y el que más bebía. Pasaban los minutos y aquella velada no se terminaba. En eso noto como alguien me roza la pierna. Doy un ligero respingo. Mi compañero también. Su actitud es extraña. En primer lugar noto que me mira de forma rara, muy semejante al episodio de Santiago de Cuba. Luego contemplo un como realiza un extraño ritual conmigo. Éste consiste sin moverse de su posición ir echando los brazos hacia atrás hasta que uno de ellos choca con mi cuerpo. Lo va haciendo de reojo como controlando que yo no me dé cuenta quede lo más disimulado posible. Una vez alcanza rozarme corrige su posición sin quitarme la mirada por el rabillo del ojo. A veces el contacto con la pierna dura poco, otras veces más, incluso noto como hace rozar su brazo con mi pierna como una leve caricia. Yo, a pesar del sueño consigo traducir sus intenciones. Quería que Damián desapareciera para estar conmigo a solas. De nuevo había decidido a dar el paso. Y esta vez en una forma menos brusca. Curiosamente yo, pese al sueño, también tenía ganas de estar con él a solas. Él, sabiendo que yo me dormía trataba de hacer lo posible para que no desfalleciera y a su vez por finalizar de una vez por todas la cháchara con Damián. En un momento dado de la velada él se da cuenta de que yo ya me he percatado de sus intenciones. Entonces el roce deja de convertirse en roce. Noto que una de sus manos me agarra suavemente uno de mis tobillos mientras comienza a acariciármelo de forma tierna y sin que Damián se diese cuenta de ello. De vez en cuando me miraba de reojo. Había un intenso brillo en sus ojos. Era una mezcla de deseo y de miedo a que yo me durmiera. Os prometo que yo también hacia verdaderos esfuerzos por no dormirme. Pero el agotamiento era superior a mis fuerzas

Al final, media hora más tarde más o menos Damián decidió marcharse. Mi compañero y yo nos quedamos a solas. El silencio era sepulcral en la habitación. Él se acercó lentamente a mi cama y se quedó durante unos segundos de pie frente a mí, mirándome. Yo ya lo veía todo turbio como si tuviese un molesto velo entre los ojos. El cuerpo me pesaba, los parpados me pesaban. Todo me pesaba. Él con su mirada parecía decirme “Venga va, hoy por fin vamos a hacerlo. Si estoy como tú, me muero de ganas.”Si, es cierto yo también me moría de ganas. No os imagináis cuantas. Si la tensión sexual entre ambos se podía cortar con un cuchillo. Pero tenía tanto sueño... Si tan sólo hubiese tenido un momento de lucidez por mi parte, me hubiese levantado, le hubiera abrazarlo, besado, acariciado. Me lo habría llevado a la ducha y allí bajo el torrente de agua haber dado comienzo a aquello que tanto habíamos ansiado los dos. Recuerdo haber abierto la boca y decirle: “Venga vamos a dormir ya” antes de caer rendido en brazos de otro hombre, un tal Morfeo que me dejó KO en menos que canta un gallo.

(Continuará…)


3 comentarios:

mari carmen dijo...

Ya no puedo mas, si esto no sale me rindo, llevo tres comentarios escritos y no hay manera de que salgan.
Por si acaso soy lobo65, del blog del bolo, si esto furula ya te diré algo mas adelante.

foscardo dijo...

De momento furula. A mi tambien me ha pasao estos dias. Con lo bien que iba antes pero con tantas medidas de seguridad la cosa la complican de mala manera.

Espero tu comentario.

Un abrazo

mari carmen dijo...

Por fin llevo varios días intentando entrar y no había manera.
Gracias por responderme, solo quería decirte que llevo bastante leido de tu blog y que me gusta la manera en que escribes y cuentas tus historias, con la de Redención tengo un cuelgue tremendo, a pesar de que se intuye el final. Gracias por compartirlo.

Un beso, te seguiré.