miércoles, abril 09, 2008

Un día como cualquier otro.

Ayer me levanté como cada día para poner a los niños en planta. Yo tenía que ir al colegio con ellos, tenía una cita con la clase de mi sobrino para hablarles del periodismo, del placer de escribir y de cómo funciona el día a día de una revista o sección. En mi caso la que desempeño en FOTOGRAMAS. No estaba nervioso. No suelo ponerme nervioso al hablar en público. Sería el colmo después de tantos años dando la murga en la radio y en la televisión ahora atrabancarme. Aunque durante mi periplo en esos dos medios he tenido mis días de apaga y vámonos.

Al salir al salón me encontré con mi sobrino. Estaba sentado en el sofá, mirando a la nada y muy pálido. “Tito, he vomitado en la cama” me anuncia. La primera cosa que me pasa por la cabeza es “Vaya hombre con lo que me gusta a mi manipular vómitos”. Entre los dos limpiamos la cama. Cubrecama y funda nórdica a la lavadora. Toalla empapada para refregar el colchón. Pienso que el niño está nervioso. Le da miedo lo que yo vaya a decir o como me va a ir en la charla ante sus compañeros. Le quito importancia.

Aparece la niña por la puerta de su habitación. “Tito me duele mucho la garganta y la barriga”. No es una novedad. Lleva días que arrastra un pequeño constipado. Por lo menos ella no ha vomitado (accidentalmente) en ninguna parte. Quien sí lo hace, como para solidarizarse con el niño es el gato. Llevo varios meses batallando para que el “micifuz” supere su ataque de celos. Desde que está en casa tiene síndrome de príncipe destronado. Quien se lo iba a decir con sus 16 años a cuestas. Ahora come compulsivamente, si es en la mesa con nosotros mejor que mejor, a todas horas y le gusta dejar regalitos a forma de vómitos y caca (a veces los dos a la vez) en distintas partes de la casa.

En eso sale Miguel de la habitación. Le comunico que el niño ha vomitado, la niña tiene diarreas y el gato va dejando rastro por donde le sale de las pelotas (que no tiene). “¿Pero qué os pasa a todos hoy? Espeta antes de meterse en el baño. Yo me rio entre dientes. El caos nos ha hecho una visita sorpresa cargado de sorpresas…

Bajo a la calle con los niños. Mi sobrina se me agarra al cuello. Se encuentra pachucha pero quiere ir al cole porque hoy tiene una excursión al cuerpo de bomberos (le pregunto si puedo ir jejejeje) Me mira de reojo entre enfadada y como diciendo “No tienes remedio…” Mi sobrino va a la zaga arrastrando el alma.

Llego al colegio. Los niños entran y yo espero en el vestíbulo. Llega la profesora. Me da mil veces las gracias y me lleva al patio. Al mismo patio donde yo muchos años atrás hacia cola para ir a clase. Me hace gracia dar una charla en mi colegio de la infancia. “el retorno del hijo prodigo, que digo… del hijo prófugo” me digo para los adentros.

Entramos en la sala de actos. La profesora, muy divertida y participativa me invita a sentarme. Me gusta quedarme de pie. “No te preocupes así parezco un profesor” le digo. Se oyen algunas risitas. Observo como los chicos se han sentado a mi izquierda y las chicas a mi derecha, junto a la profesora.

Rompo el hielo soltando una pregunta al azar. “¿A quién de vosotros le gusta escribir?” Sólo uno levanta la mano. Es el sobrino de Silvia, la directora del colegio. Le pregunto sobre qué escribe. Él me comenta que sobre lo que le gusta, un poco de todo. Le pregunto qué siente al escribir. Me contesta que disfruta mucho, le gusta crear. El chico ha traído su cámara de fotos. Quiere inmortalizar la velada. “Este tiene madera de periodista”.

Vuelvo a soltar una pregunta general: “¿A cuántos de aquí les gusta leer?” De los 18 que están allí reunidos solo 3 levantan la mano. Una niña confiesa que está escribiendo un diario. Los niños preguntan. Muchos de ellos sobre mi labor en la revista y mi relación con las nuevas tecnologías (en especial internet y los videojuegos) La profesora interviene a menudo comentando lo mucho que les cuesta a los niños buscar información o enfrentarse a un folio en blanco. “Tienen mucha imaginación.” Me dice “Creatividad les sobra pero lamentablemente no la utilizan bueno a no ser para decir burradas mal escritas en el Messenger. Sobre todo con los chicos. Son expertos a ver quién de ellos suelta el peor insulto o la ocurrencia más desagradable.” No se lo niego. Lo veo en casa con mi sobrino.

Le hablo de los blogs. De lo interesante que es mundo de los cuadernos de bitácoras, de compartir experiencias, de hablar de uno mismo. “Tienen vergüenza de hablar de sí mismos” Me apunta la profesora. “Luego cuando son más mayores tienen vergüenza de hablar de sus padres”. Acabamos la velada en la clase de mi sobrino. Durante el camino me siento como “Richard Dreyfuss” en la escena final de “Encuentros en la Tercera Fase, cuando diminutos hombrecillos del espacio lo rodean y lo acompañan al interior de la nave nodriza. Me preguntan miles de cosas, todos a la vez. No sé por dónde empezar a contestar. Todos quieren saber cosas, sobre de videojuegos. Sólo resalta una pregunta entre todas, realizada por el “futuro” periodista. “Que medio te gusta más trabajar”. “Todos son muy enriquecedores pero echo mucho de menos la televisión le digo.” De repente me inunda la nostalgia.

No veo a mi sobrino. Alguien me dice que se ha ido a la cocina a pedir una manzanilla. Le volvía a doler la tripa.

Acabo la charla aconsejándoles a todos que jueguen con las palabras. Que no tengan miedo a escribir, aunque sea mal al principio, que aunque no se den cuenta su vida puede ser muy interesante e útil para ellos o para los que puedan seguirles en los blogs. Tomo como ejemplo a “Ana Frank”. Les invito a crear un cuento conjunto. De muy pocas palabras. Un cuento que vaya pasando mano por mano hasta completar la clase. Alguno les gusta mucho la idea.

Cuando termino la charla me encuentro con mi sobrino. Ha vuelto a vomitar. Le digo que se espere un poco (tiene examen de matemáticas después del patio) Si se encuentra pero iré a buscarle al mediodía, de paso miraré como esta su hermana.

En el patio hablo con la profesora. Nos felicita por la labro que estamos haciendo con los niños “Tu sobrino habla con mucho orgullo de vosotros”. Me emociono. Me cuenta que un día ella les habló a la clase de su tío enfermo de Parkinson. Me dice que mi sobrino se acercó a ella después de clase y le habló de su madre, de la enfermedad que padecía, de las pastillas que se tomaba. “En ese momento se había sentido muy cercano a mí y vio que yo le podía comprender”. Me dijo la maestra. “Un día después de hablar con la psicóloga me llegó a clase desmontado, rompió a llorar, había estado hablando de cosas que le dolían, de su padre”.

En mitad de camino me encuentro con mi antiguo profesor de inglés. Le saludo y me reconoce. Me pregunta por mi hermana. Le comento el caso y me dice que los siente mucho. Se despide la profesora de mí sobrino dándome la gracias. Yo le comento que me lo he pasado en grande. Aparecen otras dos profesoras de la infancia y charlamos un rato. Me despido de ellos. En vestíbulo hablo con Jordi, el hermano de Silvia. “Tu hijo tiene potencial para ser periodista” le anuncio, “Ya lo sé” me responde riendo. “Se ha pasado la noche casi sin dormir porque venías a dar la charla. Tenía muchas preguntas para hacerte.”

En cuanto llego a casa y envío material gráfico a la redacción de FOTOGRAMAS me llaman del colegio. Mi sobrina ha llegado de la excursión hecha un Cristo. ”He vomitado en un cubo” me comunica de forma muy explícita cuando voy a buscarlos. Yo le pregunto "¿Era una actividad escolar?" Ella me mira mosqueada. No me contesta. No está para asimilar mi sentido del humor.

Ambos hermanos están hechos un asco. Vamos a la farmacia y les compro Septrim para el tema vomitera. Después de dos tomas se acabaron las arcadas. Les hago ponerse el pijama y les envío a la cama. No tienen nada de hambre y si mucho sueño. A eso de las 15:00 la niña se levanta y consigue comer un poco de arroz hervido. Después de una larga siesta se despiertan. Le doy ibuprofeno y más tarde Frenadol. La niña se queja que tiene muchos mocos y de vez en cuando va a al baño a escupir. Se queja que le duele el oído. Pero una vez tomado el ibuprofeno se le va pasando el malestar.

Nos ponemos a ver una película. “The Bad Seed” de “Mervyn LeRoy” sobre una niña rubia con trenzas perpetuas muy repugnante e “hijaputesca” que se carga a diestro y siniestro. La película les gusta y eso que la están viendo en versión original subtitulada.

Llega Miguel. Le cuento como ha ido el día. Cenamos y nos vamos a dormir. Antes me veo un episodio de “Perdidos en el Espacio”. Cuando me meto en la cama Miguel ya ronca. Me quedo dormido en un santiamén. La noche me cunde porque duermo como un tronco.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Cuidado con la farmacopea, zapatero a tus zapatos!!!!!!!!! el SEPTRIN es un antibacteriano, exactamente una sulfamida, no un antihemetico.
Por lo demas me ha encantado leerte, me pareces fresco, real, un poquito tragicomico... abusando de chico maravilloso y desvalido.
Me parece un relato tan visual-olfativo que casi tengo la arcada golpeandome la campanilla.
Seguire metiendome de puntillas y sin hacer mucho ruido, en este pequeñito trozo de tu vida.

foscardo dijo...

Gracias por leerme y gracias por la informacion sobre el septrim. De momento ya no ha hecho mas falta asi que lo dejo en el botiquin por si las moscas.

Jaja me ha hehco gracia eso de visual olfativo. La verdad es que no es la primera vez que califican mis escritos con sonoros, olfativos o visuales y tragicómicos... No es fácil a veces tratar de explicar sonidos u olores. Por otro lado me he de tomar aspectos dramáticos de mi vida con cierto sentido del humor. Por lo menos reirme con ellos. Aunque a veces hay cosas que cuesta verles la gracia pero si buscas la tiene.

Entra cuando y cuanto quieras. Para mi todo un placer.

atropina dijo...

Me gustas, me gustas, me gustas...
Me ha encantado como narras tu viaje a Los ANGELES, He disfrutado con lo que cuentas y sobre todo el "como",he tenido la sensacion de tener manchada la barbilla con la yema del huevo que se zampo tu amigo,he paseado por el malecon de Santa Barbara,decadente y un poquito desconchado(como a mi me suelen gustar las cosa), he olido a gambas y un sin fin de aromas que el oceano con su sobervia me ha restregado por las narices, y he disfrutado del sabor a salitre que te queda despues de un dia de playa cuando al atardecer el sol no quiere irse y yo en mi indolencia perpetua tampoco.
Gracias por este momento y hasta que quieras o yo no quiera.
besitos

foscardo dijo...

Pues no te vayas todavía aun hay mas ...
Y lo que tengo preparado para despues tanbien es de ordago. Y hasta aquçi puedo leer.