miércoles, agosto 23, 2006

El poder curativo de las vacaciones.

Me gusta viajar. Lo he hecho solo, acompañado de personas físicas o incluso de personas imaginarias y en todos los sentidos (salvo en contadas situaciones) suele ser una experiencia satisfactoria.

Cuando uno toma las maletas y se marcha por la puerta normalmente lo hace con ganas de apartarse de lo cotidiano vivir aventuras (aunque estas sean amodorrarse sobre la tumbona de una piscina mientras acumulas en el estómago Daikiris como un poseso)

Yo soy de los que suelo viajar cargado como una mula. Me gusta llevar en la maleta todo lo que aparentemente necesito. Este año han sido, para variar, cachivaches electrónicos, algunos medicamentos (Frenadol, Ventolin, Omeprazol y Gelocatil) peliculas en DVD y alguna que otra revista. No me preocupa mucho la ropa, es decir lo de llenar la maleta de varios pantalones, camisetas, ropa interior etc, etc... Para eso está Miguel que si se preocupa más y tiene una maleta grande y muy chula que cabe de todo incluida una plancha.

¿Pero qué sucede con el otro equipaje, es decir aquella especie de mochila invisible llena de agobios y situaciones cotidianas del último año?

Si emulásemos a Hansel y Grettel nos daríamos dado cuenta de qué lo que vaciamos, a veces, son piedras tan duras como estáticas y estas nos devuelven de nuevo a casa sintiéndonos a salvo pero con el bolsillo otra vez lleno a la espera de que otro año volvamos a alejarnos de nuestro hogar. Afortunadamente otras veces lo que vaciamos no son más que miguitas de pan tan frágiles como volátiles y apetitosas para los animalitos del bosque que en el mejor de los casos nos libran de ellas de un solo bocado, consiguiendo que nuestro regreso a casa sea más ligero y agradecido.

Lo mismo pasa con los recuerdos. Solemos retener el tiempo en nuestras cámaras digitales ya sena de foto o video. Necesitamos verlos, oírlos, recordarlos, creer que una vez fueron ciertos y no nos imaginamos. Son como grandes bálsamos (algunos son incluso laxantes) pero, tanto si nos ha pasado algo bueno como algo malo, siempre tienen un poder regenerativo que hacen que nos volvamos a olvidar de los problemas y abrirnos a una nueva esperanza invitándonos a planificar nuestras futuras vacaciones.

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