miércoles, agosto 23, 2006

Líneas Paralelas

Hace tiempo conmemorando el tercer aniversario del atentado de las torres gemelas, se emitió en canal 33 un documental que me mantuvo en todo momento en vilo. Dicho documental se titulaba "Parallel Lines" y estaba dirigido por una tal Nina Davenport. En él se narraba, a modo de diario de carretera, el viaje de regreso, cámara en mano, de la propia directora desde San Diego a Nueva York tres años después de la caída de las torres gemelas. Nina confesaba que a pesar de ser toda la vida de Nueva York nunca llegó a ver el desastre de forma directa. Precisamente, comentaba, su apartamento se encontraba orientado hacia las torres por lo que de haber estado allí hubiera sido testigo directo de la catastrofe. Por suerte o tal vez no, la tragedia le había pillado en la otra punta del país. Fue un amigo que cuidaba de su casa, quien le hizo llegar un video del momento del derrumbe filmado desde la ventana de su comedor. Tal acontecimiento la traumatizó de tal forma que decidió no regresar hasta que no se encontrase realmente preparada para ello. Cuando por fin se decidía hacerlo al 2003 solo le queda una semana de vida.

Lo más interesante del documental era su enfoque. La protagonista no solo se enfrentaba a sus temores durante todo el trayecto, la mayoría de veces hablando a la cámara mientas conducía o viendo la televisión tumbada en la cama de un oscuro Motel; también lo más interesante era que en cada una de sus paradas trataba de entablar contacto con otros seres anónimos para conocer (muchas veces de refilón) su punto de vista sobre los atentados (dónde se encontraban en esos momentos, cómo les afectó, qué pensaban sobre la guerra…) y la caida de las torres gemelas. Para rizar el rizo Nina también se interesaba por conocer detalles personales de cada uno de ellos.

Cada personaje tenía algo interesante que contar. Por ejemplo: una dependienta de gasolinera, algo paleta, al principio se mostraba divertida y a la vez avergonzada ante la cámara. Masticaba chicle nerviosa, se ruborizaba o hablaba atropelladamente sobre el tiempo o sobre el estado de las carreteras. Cuando le preguntó a Nina hacia donde se dirigía y ella le contestó que regresa a Nueva York para enfrentarse a la tragedia, la actitud de la mujer cambió. De repente se volvió seria, triste… rompe a llorar. Nina le preguntó si era por el 11-S. Ella le contestó que no, bueno en parte, pero sobre todo porque se acordaba de sus abuelos. Vivían en Nueva York y hacía la tira de años que no podía ir a verlos. Nina le preguntó por qué. La mujer le contestó que era una esclava de ese lugar. No podía abandonarlo. No tenía tiempo ni dinero como para gastárselo en un viaje tan largo. Luego le confesó que tenía tres hijos a su cargo. Entonces enseñó sus fotos ante la cámara. Luchaba rabiosamente por ellos porque su marido la dejó tirada en ese lugar "como una perra"...

Por un momento imaginé que si aquello hubiese sido una película en el siguiente plano veríamos a las dos mujeres montando en el coche y viajando juntas hacia su propio destino. Vamos, una secuela de "Thelma y Louise" en toda la regla. Pero no fue así. Eso era real y mientras Nina prosiguía su viaje, la pobre dependienta se quedaba atrapada en su puesto de trabajo ahogando sus penas en un pañuelo lleno de manchas de mostaza y grasa de la cocina.

Aparecieron nuevos personajes. Yo me imaginaba que aquello no era un documental, sino una serie de televisión con personajes y situaciones nuevas en cada capitulo, vamos como una teleserie producida por la HBO. Eso sí, con una estética más cercana al cine "Dogma" que a un culebrón.

En un momento del viaje Nina hizo un alto en el camino, curiosamente en un bar llamado "Bagdad Café". Le divirtió el nombre. Le gustaba mucho la película, confesó. Dentro del bar se encontró con la típica camarera a la que por supuesto interrogó y a un tipo harapiento y siniestro que le aseguraba era un general infiltrado del pentágono. Éste le comunicó que ya sabía de los atentados cinco años antes de que sucedieran. Al final de la entrevista le anunció que a partir de ahora su vida corría peligro. "Ellos no dejaran que llegues a tu destino...". Con esa terrible sentencia prosiguió su viaje. Durmió en un motel y por la mañana se detuvo en el museo de la bomba atómica. Ahí encontró a un matrimonio que aseguraron haber colaborado en el proyecto Manhattan (aquel que puso a prueba prototipos de bombas nucleares en el desierto) Hablaron de los atentados y de la guerra. Comentaron que lo sucedido en Hiroshima y Nagasaki habia sido necesario para salvar vidas humanas.

Su siguiente entrevistado fue un guía de un parque nacional. Se sentía mal años después de la tragedia, pero si algo bueno había aprendido de todo ello era a respetar a los seres anónimos que pasan cada día ante sus ojos. "Cualquiera de ellos podría haber sido una víctima del 11 –S"… le dijo. Un indio de una reserva de Colorado le hizo una interesante apología sobre lo sucedido en Nueva York comparándolo con las calamidades que tuvo que sufrir su pueblo tras la llegada del hombre blanco.

Dos veteranos de Vietnam, andrajosos y barbudos que vivían aislados en una tienda de campaña, la miron con recelo y se mostraron cien por cien partidarios de la guerra. Un hombre solitario que recogía latas para poder comer le comentó que la tragedia ya quedó atrás "Una lastima, sí…" pero que su vida, y la de los demás debían continuar.

Dos ganaderos de Texas con claras intenciones belicistas y racistas se rieron de los atentados. "Son cosas que pasan"… Un abuelote, que había perdido a su mujer de forma trágica y que apagaba sus penas haciendo de Papa Noel en unos grandes almacenes le insisitió que para él "El atentado fue algo triste pero secundario."

El viaje continuaba y los personajes y situaciones se sucedían unos detrás de otros. Entrevistó a un madurote algo arrogante que se había casado con una joven Costarricense. Ambos mostraban con orgullo a su primogénita. De repente en mitad de la entrevista la mujer se puso a llorar. Quería volver a su país, no se sentía segura en los Estados Unidos. Esa misma noche la noche Nina se encontraba un coyote muerto en la carretera. Al día siguiente un viejo Cowboy le invitó a beber unas cervezas junto a un río. Le confesó que tenía un cáncer terminal y que aquel sitio es donde quería morir. Cuando le interroga sobre el 11- S el hombre le contestó: "Tu si que sabes hacer llorar a un vaquero".

Un viejo de color que vivía en una choza cochambrosa se mostró en un principio feliz hablando con ella. De repente su actitud cambia y le amenazó seriamente con llamar a la policía. "¿Qué quieres de mí?" le grita "¡Lárgate de aquí o llamo al 6611!" Luego se calmó y le cantó una bonita canción. Se habían vuelto a hacer amigos. "¿Cuando volverás?" le preguntó cuando ella montó en su coche. "No lo sé, supongo que nunca." Le respondió Nina. Ambos se despidieron agitando la mano.

Un padre de familia que presumía de haberle regalado un rifle el día de navidad a sus hijos mientras toda la familia lo celebraba practicando tiro en el jardín habló de la necesidad de defenderse ante los atentados.

A pocos kilómetros de Washington entrevistó a una pareja de teens con ganas de escapar de la monotonía de su pueblo, "¿Estaba en los mapas?" Le preguntaron alucinados. Nina aprovechó para darles esperanzas sobre su futuro. También les preguntó sobre el 11 S. Ella registró minuciosamente sus opiniones. Por fin se fue dando cuenta de una cosa. No estaba sola. Ya no era una isla en mitad de la tempestad. Un montón de vidas grabadas en su cámara portátil lo demostraban. Comenzó a sentirse aliviada. Cuando llegó a su destino decidió enfrentarse con la realidad. Ya es año nuevo. Lo primero que hizo es contemplar el paisaje modificado desde la ventana de su apartamento. Luego se marchó decididamente a visitar la "Zona Cero".

1 comentario:

Eva dijo...

Todo leído. Valió la pena esperar.