lunes, agosto 28, 2006

¿Somos monstruos de Frankenstein en potencia?

El pasado fin de semana hablando con Amparo surgió, en una de los tropecientos temas de conversación, el tema de las personalidades. Ella que es muy lista (y no lo digo por que sé que me puede leer) hizo un inciso en las denominadas personalidades tipo monstruo de Frankenstein. Curioso calificativo ¿no? Nunca había caído en ello. Es decir nunca me había fijado que podía existir tal calificación, muy correcta, por cierto, y que define a muchísimas personas. Una personalidad tipo monstruo de Frankenstein comprende al genero de personas que construyen su personalidad tomando prestadas, manías, tics, filias o fobias de otras. Lo que en un principio me hizo mucha gracia con el paso de las horas me dejó bastante pensativo. ¿Cuanto de monstruo de Frankenstein tenía mi personalidad? ¿Somos todos retazos de gente que conocemos? ¿Somos en algo completa y absolutamente originales? Supongo que si y supongo que no. El ser humano tiende a comunicarse, aunque a veces lo haga mal o con desgana, pero siempre que lo hacemos existe una tendencia a intercambiar información y por lo que también podemos intercambiar nuestros gustos o incluso nuestros miedos con ello. Creo que aun no existe un medidor concreto de mimetismo pero si pudiésemos aplicárnoslo seguro que más de uno se llevaría una inesperada sorpresa. ¿Y si mi forma de reír es del capullo de mi compañero de mesa del curro? ¿Y si cuando uso un chascarrillo éste es "made in" mi jefe? ¿Y si tiendo la ropa igual que mi vecina Mari Puri? ¿Y si mi miedo a los bichos lo he tomado prestado de mi amiga del alma? ¿Cuanto de original tenemos entonces? Reconozco que en ocasiones tengo la facilidad por heredar tipos de risas de gente de mi entorno. Casi nunca me rió igual. A veces mezclo risas, sobre todo si dos de mis interlocutores se ríen de diferente forma. Cuando contesto el teléfono, después de reconocer la llamada, lo hago en el mismo tono de quien se encuentra al otro lado. A veces formas de hablar u acentos se me contagian con gran facilidad, sobre todo si me siento a gusto con ellos o dependiendo el grado de complicidad con mi interlocutor. A veces pasa que cuando llaman a casa no saben distinguir si quien contesta es Miguel o yo. Cuando hacemos memoria seguro que muchos hayamos gestos y formas de actuar en nosotros que vemos ya en nuestra familia.
A ver, que no cunda el pánico.
No hay nada de malo en ser un puzzle de personalidades. El problema surge cuando poco a poco vamos anulamos aquellos pocos rasgos de nuestra verdadera personalidad y acabamos siendo un cóctel indefinido y artificial. O, cuando convertidos en verdaderos engendros psicológicos y sintiéndonos a disgusto con nuestra nueva personalidad no hagamos nada positivo por cambiarla.

2 comentarios:

Amparo dijo...

No, si es pensarlo y da un poco de miedo... (con razón acabamos agotaos después de charlar, con estas conversaciones in profundis. ¡Y encima tú sigues cavilando! Ay, Señor...

foscardo dijo...

Para que veas. Lo que parecía una guasa acabo siendo un dilema.