viernes, enero 26, 2007

Un extraño sueño

Hace un tiempo soñé con una cosa extraña. A ver, los sueños de por si son extraños pero este era curioso y muy inspirador. De esos sueños que si le pones un poco de maña hasta te sale un cuento con un montón de alegorías.

El sueño transcurría en un pueblo. Un lugar aparentemente dormido de casas rusticas y calles silenciosas. Uno de esos pueblos que aparentemente carece de vida pero cuando lo paseas notas como cientos de ojos te observan tras los visillos de las ventanas. Un día, de repente, en mitad de la plaza del pueblo apareció una estructura gigantesca en forma de mesa rectangular. Se trataba de una mesa rustica, de cuatro patas, del tamaño de un edificio. Nadie sabía como había llegado allí, sin embargo su presencia invitó a todo el mundo a salir de sus casa a contemplarla. Al principio lo hacían tímidamente, como cuando a un animal le muestras la palma de mano y se acerca a olisquearla con cautela para ver si allí se escondía alguna suerte de golosina. Los primeros en perder el miedo fueron los niños. Se acercaron, y tocaron una de sus patas. Tras unas cuantas risas la aceptaron y la convirtieron en un lugar de juegos para ellos. Los adultos, algo más prudentes se sentaban al sol a contemplarla. Algunos re entablaban comunicación con sus vecinos. Otros disfrutaban con pasearse alrededor de aquella mole de madera que nadie sabía cómo había llegado a aquel lugar.

La expectación creada por aquel artilugio hizo que se corriera la voz. Gentes de otros pueblos y de diferentes países sintieron la misma curiosidad por el extraño artefacto con forma de mesa. Y llegaron las visitas. El pueblo se hizo famoso, aquello era un continuo ir y venir de gentes de todos lados. Se había convertido en su bien más preciado. Se organizaron varias fiestas y un espíritu de alegría y jolgorio invadió el lugar. Pero lo que son las cosas.

Los buenos días no podían durar mucho tiempo ya que una mañana concreta sucedió una terrible tragedia. El pueblo estaba construido al lado de un puente. Un puente colgante que oscilaba sinuosamente cuando la gente lo atravesaba. Precisamente una de las mejores vistas de la gigantesca mesa era desde el citado puente. Como venía siendo habitual ese día llegaron centenares de turistas, todos con cámaras en mano dispuestos a inmortalizar la mayor atracción de los alrededores. Se había preparado una fiesta especial con bailes, comida gratis y muchos buenos momentos para compartir con todo el mundo. Se agolpó muchísima gente alrededor de la mesa, y otros tuvieron que acceder a verla desde otros puntos como el citado puente. Aunque resistente este no pudo soportar el peso de los cientos de personas que lo pisoteaban y tras un sonoro crujido se vino abajo. La altura donde se encontraba era extraordinaria y aquellos cayeron al fondo del risco no sobrevivieron.

La tragedia conmovió a todo el país. Por no decir a los habitantes del pueblo que, buscando a un culpando que pudiese dar consuelo a su dolor, centraron la ira sobre la gigantesca mesa que no tardó en ser hecha pedazos a golpes de hacha y quemada en una enorme hoguera. Como era de esperar, y a partir de entonces, el pueblo volvió a sumirse en el silencio. Nadie poblaba sus calles. Todo volvía a ser triste y desangelado. Eso sí, si osabas pasearte por sus callejuelas podías volver a sentir aquellos cientos de ojos observándote a través de los ventanales cubiertos por unos discretos visillos.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

holaaaaaaaaaaaa :)
me pasó eva el blog, soy qi :P

He estado leyendo y aun no me he repuesto del susto :S espero q todo se arregle lo mejor posible.

recuerdos de Ed

Anónimo dijo...

querido Fos, la tragedia acecha al otro lado de la esquina de la comedia. Así son los guiones de la vida, así como los buenos guiones en la pantalla.

recuerdos del psiquiatra Huff y de David, Nate, Brenda y Claire