viernes, septiembre 29, 2006

Aislamiento

Hoy he ido a visitar a mi hermana. Nada ha cambiado. El "Parkinson" sigue ahí, dominando su existencia. Sin tregua. Haciéndola zarandearse como si viviera constantemente en un terremoto de 8 grados en la escala "Ritcher".
Pero eso no es lo peor...
Está consumida, ya no es lo que es, está a años luz de quien era. Hace tiempo que dejó de ser una persona normal y corriente.
Pero eso no es lo peor...
Siempre le había gustado much
o bailar. Ahora lo hace forzadamente, como si participase en un maratón y se hubiese obcecado por ganar el primer premio. Pierde kilos a velocidad del rayo y ha de consumir mucho azúcar, su cuerpo se lo pide a gritos.
Pero eso no es lo peor...
Las pastillas se han convertido en su máxima obsesión. Son su dios y su demonio. Por ellas podría hacer cualquier cosa. Es más, ya lo ha hecho. Pisotea su dignidad con tal de echarse una a la boca. El pro
blema es que no puede vivir sin ellas en ninguno de los sentidos. Las necesita y las ansía. Está encadenada a ellas y nadie hace nada por buscar una solución.
Pero eso no es lo peor...
Yo soy una presencia en su vida, alguien que sólo le aporta bollería industrial y azúcar. Alguien que va a visitarla y con quien no puede comunicarse porque no hay comprensión. El "Parkinson" no le deja hablar, solo murmurar. Las pastillas no le dejan ser ella, me miente y me oculta cosas con tal de tener su dosis extra, una dosis que roba ante la impasible mirada de quienes la cuidan y le prometen una poco creíble estabilidad. ¿Ayuda? nula, solo atiborrarla de pastillas que no sirven para nada, pero si para llenar los bolsillos de ajenos y prepotentes que no hacen absolutamente nada por una persona de 42 años encerrada en un tormento constante. No le dan una oportunidad, que la hay, para ser ella y disfrutar
de la vida. A veces pienso que mi hermana se fue, a dónde lo dejo a la imaginación de cada uno. Lo que hay aquí es solo una carcasa, un saco de nervios y temblores incontrolados, por eso no puede hablar por que ella no está, por eso no me puede ayudar cuando a veces más lo necesito (quien tiene hermanos sabe a que me refiero). Ella es mi único enlace con mis primeros años de vida. Quien ha compartido unos padres, una vivencias, los mejores y peores momentos de mi vida. Y no está. No está.
Pero eso no es lo peor...
Sus hijos, la vida que ella había soñado, están al otro extremo de un puente. Un puente roto, destrozado por el mismo terremoto que la domina y azotado por vientos huracanados que nunca desaparecen ni van a desaparecer. Eso nos han dicho. Pese a estar aun aquí, presente ella no va a volver. No va a poder disfrutar de la infancia ni adolescencia de sus hijos. Yo si, y pienso que no debería ser así. No es justo. Ella es su madre, tiene todo el derecho del mundo a poder disfrutar de ellos. Yo debería estar en segundo plano en sus vidas, una rama del árbol, no todo el tronco. Ella deseaba más que nadie a esos niños y no puede ni comunicarse con ellos. Ni un simple consejo de madre. Ni un simple aliento en sus momentos más dificiles. Nada. Nada...
Pero eso no es lo peor...

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